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miércoles, 7 de diciembre de 2011

QUEDARSE DORMIDO

“Porque todos vosotros sois hijos de luz e hijos del día; no somos de la noche ni de las tinieblas. Por tanto, no durmamos como los demás, sino velemos y seamos sobrios”. 1ª Tesalonicenses 5:5,6
Recuerdo claramente aquella tarde cuando era apenas un niño y mientras jugábamos a pocas cuadras de mi hogar, vimos hacia el este un extraño resplandor rojizo que nos llamó la atención. Cuando fuimos a mirar, la usina eléctrica en que trabajaba mi padre estaba en llamas. Nuestra casa -ubicada junto a las instalaciones-, también corría peligro, porque en el lugar tenían una gran reserva de kerosén para hacer funcionar las máquinas. 
Los vecinos acudieron con rapidez, y formaron una línea hasta llegar al río (que estaba a unos 100 metros), trayendo baldes o cualquier otro recipiente que pudiera contener agua, y comenzaron a apagar las llamas. Cuando al fin llegaron los bomberos, el fuego ya se había extinguido.
Por todas partes había maderas y mampostería humeantes, restos calcinados, vidrios rotos y un olor muy desagradable. Tardarían varios meses en reemplazar lo quemado y arreglar lo que todavía servía; felizmente nadie perdió la vida en el siniestro.  
¿Qué había sucedido? El operario del turno de la tarde se había quedado dormido, sin percatarse de que un cortocircuito iniciaba un foco de incendio que creció más y más, hasta que alguien lo advirtió y dio la alarma.
Hay un gran peligro en quedarse dormido en el puesto del deber. Incontables accidentes han tenido consecuencias aún más trágicas que el que describo, por la negligencia o el cansancio de quienes debieran haber estado velando.
Quedarse dormido en sentido literal es algo que todos entendemos. Pero, ¿qué significa en términos espirituales?
En la lucha de la vida cristiana, quedarse dormido acarrea gran perjuicio para uno mismo y para los demás; puede incluso costarnos la vida eterna.
Veamos algunos casos ejemplares de soñolientos literales y espirituales:
  • Los que, como Eutico, duermen en la iglesia, se perderán grandes bendiciones.
  • Como Jonás, que dormía en medio de la tormenta, un “cristiano” descuidado o indiferente ante sus deberes descansa en una falsa seguridad y se halla en riesgo de ser arrojado al océano de la incredulidad.
  • Quienes confían demasiado en sí mismos, como Pedro, corren peligro de despertar a una muy amarga realidad, viéndose traidores y cobardes en la hora de la prueba.
  • Los que son negligentes en su devoción personal -tal como lo fueron los discípulos en la aciaga noche del Getsemaní-, se despabilarán solo para encontrarse ante el fracaso y la derrota.
  • Todos los que complazcan sus sentidos sin tener en cuenta a Dios, al igual que Sansón, se hallarán sin fuerzas para resistir los embates del enemigo.
  • Igual que las vírgenes imprudentes de la parábola, muchos carecen del aceite del Espíritu Santo, siendo arrullados por Satanás en un sueño que será mortal en sus consecuencias.
Necesitamos estar despiertos y trabajando para el Señor. Los peligros de dormirse espiritualmente escapan a todo cálculo y previsión humanos. 
Hay una ley espiritual implícita en este texto: “Si fueres flojo en el día de trabajo, tu fuerza será reducida”. Proverbios 24:10
Menos trabajamos para Él, menos fuerzas tendremos ¡Qué solemne!
Descuidar nuestra relación diaria con Dios, dejar de lado el servicio a nuestro prójimo o acallar nuestro testimonio de fe, causarán la pérdida de las fuerzas espirituales. Y al cansancio sigue siempre el sueño; al sueño seguirá, tristemente, un doloroso despertar.
La cita que sigue me conmovió mucho:
“La iglesia de Cristo puede ser adecuadamente comparada con un ejército. La vida de cada soldado es de esfuerzos, penalidades y peligros. Por doquiera hay enemigos vigilantes, dirigidos por el príncipe de los poderes de las tinieblas, que nunca duerme y nunca abandona su puesto. Siempre que un cristiano se descuida, este poderoso adversario ejecuta un súbito y violento ataque. A menos que los miembros de la iglesia sean activos y vigilantes, serán vencidos por las tácticas del enemigo.
¿Qué sucedería si la mitad de los soldados de un ejército se hallaran despreocupados o dormidos cuando se les ordenara que estuvieran en su puesto? El resultado sería la derrota, el cautiverio o la muerte. ¿Escaparía alguno de las manos del enemigo, si fueran tenidos por dignos de un indulto? No, rápidamente recibirían la sentencia de muerte. Y en la iglesia de Cristo el descuido o la infidelidad implican consecuencias mucho más importantes. Qué podría ser más terrible que un ejército de soldados cristianos somnolientos ¿Qué avance podrían hacer contra el mundo?...” (A Fin de Conocerle Página 154).
¿Seré yo infel a la causa del evangelio por quedarme dormido?
¡No lo permita el Señor!
Ruego que su venida nos encuentre despiertos y luchando en la primera línea de batalla.
Ahora es el tiempo, mientras es de día, pues Jesús advirtió: “Me es necesario hacer las obras del que me envió, entre tanto que el día dura; la noche viene, cuando nadie puede trabajar”. Juan 9:4

jueves, 28 de octubre de 2010

MI CONVERSIÓN

“He aquí yo estoy contigo y te guardaré por dondequiera que fueres, y volveré a traerte a esta tierra; porque no te dejaré hasta que haya hecho lo que te he dicho”. Génesis 28:15
En una entrada anterior hablé de cómo fui impulsado a escribir mi testimonio. Ahora que ya han pasado 21 años de esa ocasión y 40 desde el inicio de mi travesía espiritual, considero que tengo algo más para decir.
No estoy seguro de cuándo fue que se despertó en mí la convicción; pero sé que ocurrió bastante temprano en mi vida. Estaba en el 7º grado de primaria cuando comencé a leer la Biblia y otros libros religiosos.
Mi madre había recibido por ese entonces, en lo que era el comienzo de su propia búsqueda de Dios, a personas de diferentes denominaciones religiosas, y a todos ellos les compró literatura. Evangélicos, Testigos de Jehová, "Mormones" y Adventistas desfilaron por mi casa dejando sus publicaciones.
En lo que a mí respecta, los libros eran y siguen siendo un tesoro de valor inestimable. Los leía a todos y me parecía que éstos hablaban específicamente de mi caso. Como adolescente de aquella época, sin cable ni computadoras personales, las imágenes de los libros constituían una preciosa fuente de información y me animaron en la lectura de la Palabra de Dios.
Con seguridad, su buen Espíritu me estaba llamando, pero mi duro corazón se resistía.
Asistí un par de veces con mi madre a la iglesia Adventista, pero mi padre se opuso con firmeza a que siguiéramos ese camino y la relación se cortó. Posteriormente mi hermana mayor fue a estudiar a lo que entonces era el Colegio Adventista del Plata (hoy UAP), por lo que seguimos en contacto con esa denominación. Por entonces, repudié el adventismo; pero en mi interior, los principios de la Biblia habían calado muy hondo y comenzaron a realizar su obra maravillosa.
Sin darme cuenta de cómo sucedió, a los 14 años dejé el alcohol y el tabaco para siempre (aunque sólo bebía en reuniones sociales y fumaba a escondidas desde los 13). El siguiente paso fue convertirme en vegetariano, por influencia de las publicaciones cristianas. En los 6 años siguientes leí varios libros de una mujer llamada Elena de White, que marcaron a fuego mi vida.
Mis compañeros de colegio se burlaron, me probaron hasta el límite, y luego se resignaron a mi "chifladura", con algo de admiración encubierta.
Conocí entonces a varios de los que luego se convertirían en mis hermanos; personas comunes, con aciertos y errores como yo, aunque tenían algo de lo que yo carecía y eso se reflejaba en sus rostros.
Siendo sincero, por entonces me molestaban los discos religiosos, la gente que venía a orar con mi madre y por sobre todo, las caras siempre sonrientes de los misioneros. No advertía en ese tiempo que la paz y la felicidad que mostraban me confundían, por el simple hecho de que yo no las tenía.
En mi desesperación, empecé a orar a escondidas. Pedía a Dios que alguien me ayudara a entender qué camino tomar. En realidad, Cristo era quien faltaba en mi vida.
Cuando terminé el secundario, los acontecimientos se precipitaron. Mi padre falleció tras una larga agonía de un derrame cerebral; colocándome frente a grandes responsabilidades que no quería afrontar. Mis planes para el futuro se vieron frustrados porque tenía que trabajar en el negocio familiar.
A los 20 años comenzó mi etapa más contradictoria. Luchaba contra Dios y conmigo mismo. Me daba cuenta que sin él estaba completamente perdido pero me costaba tomar una decisión.
Fue enntonces que ocurrieron una serie de "milagros" en los que la providencia divina tomó el control de mi vida. Se iniciaron unas conferencias bíblicas en la ciudad, a las que mi madre y mi hermana menor asistieron con gran interés, en tanto que yo hacía grandes esfuerzos por esquivar toda invitación para asistir. Finalmente cedí ante la insistencia, justo el día en que ofrecían estudios bíblicos. Los acepté sin pensar.
De más está decir que escapaba también del instructor, que pacientemente venía a mi casa sólo para no encontrarme. Esto duró varias semanas hasta que finalmente tuve que tomar una decisión: o le decía que no viniera más, o completaba mis estudios.
Por la gracia de Dios, decidí ir más allá; me entregaría totalmente a Cristo.
Poco después fui bautizado, gozando la vivencia más sublime que el ser humano pueda experimentar. Mi felicidad, mi reciente fe y mi entusiasmo alcanzaron un soberbio clímax.
En mi ingenuidad, creí que mi conversión marcaría el fin de mis problemas. No fue así; éstos se hicieron cada vez más graves, sobrepasando mi capacidad humana, durante mis primeros meses de convertido. Lo bueno de esto fue que me mantuvo humilde y necesitado del auxilio divino. Los ataques de Satanás en vez de apartarme del camino, me hicieron ver con mayor claridad que Jesucristo es un poderoso Salvador.
Tampoco puedo decir que mi experiencia cristiana ha sido perfecta desde entonces. Conocí las vacilaciones motivadas por el egoísmo y la complacencia propia, en las que la carne reclama volver al camino ancho que antes parecía tan agradable. Sufrí las pasiones de la juventud y los desvaríos de la justicia propia.
Pero puedo decir con absoluta seguridad que el texto del principio lo he visto cumplido mil veces en mi vida. El Señor no me dejó cuando dudé, cuando fui débil o cobarde, no se apartó de mí en mis infidelidades, ni me descartó por mi pobre fe. Todavía sigue luchando conmigo para llevarme a su reino.
Sí; todavía lo hace...
Su promesa es fiel, así como él es fiel.
Puedo decir como Pablo: "estando persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo". Filipenses 1:6
Veo que comenzó una buena obra en mí, y por su gracia la acabará (incluso a pesar de mi ocasional resistencia). Sé que me ama de una forma que no puedo expresar, que me protege, me cuida y me abre caminos inesperados a cada paso.
De un joven inseguro y fantasioso, me convertí en un adulto relativamente dueño de sí mismo y cargado de responsabilidades. Yo, que no sabía que hacer con mi vida, me encontré dando consejo a otros. Descubrí el gozo del servicio y de la testificación.  Fui librado de pruebas gravísimas, y cada una de ellas me mostró más a las claras que Dios no me dejaría hasta completar su propósito en mí.
Pude ver almas sinceramente convertidas por medio de este pobre instrumento humano, y dolerme por aquellos amigos que abandonaron su esperanza. A lo largo de los años presencié el cumplimiento de las profecías que leí cuando niño y el avance de su obra que se acerca a una gloriosa culminación. Fui y soy testigo inmerecido de los milagros de su gracia inagotable.
Me ha dado el Señor mucho más de lo que podría haber esperado: una fiel y amorosa compañera, tres buenos hijos, un hogar cristiano y un trabajo en el que cada día puedo testificar libremente de mi maravilloso Dios. 
Toda cosa a la que pude haber renunciado fue compensada por algo superior; todas mis tristezas se opacan ante la esperanza que me mueve; hoy casi todos los lazos familiares rotos por causa de mi fe se han restablecido, y espero algún día tener también algún fruto entre mi familia de sangre.
Únicamente puedo decir al mirar hacia atrás: - ¡Alabado sea el Señor! -

sábado, 4 de septiembre de 2010

LA CREACIÓN Y YO

"Porque Dios, que mandó que de las tinieblas resplandeciese la luz, es el que resplandeció en nuestros corazones, para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo". 2º Corintios 4:6
Cuando era chico, me gustaba observar a las hormigas.
Al mirar su organización y trabajo, la complejidad del hormiguero y sus hábiles movimientos pensaba:
- ¡Qué inteligentes que son las hormigas!
A renglón seguido, viendo cómo llevaban un insecto hacia su nido, tironeando unas para un lado y otras para el lado opuesto; me decía a mi mismo:
- ¡Qué tontas que son estas hormigas!
En la contemplación del mundo natural, podemos llegar también a conclusiones de ese tipo. Podemos ver belleza, orden y perfección; o podemos encontrar fealdad, caos y confusón. Todo dependerá de la perspectiva de nuestras observaciones.
Se nos reprocha a los adventistas por creer que lo registrado en los 11 primeros capítulos del Génesis es un relato fiel del comienzo de la humanidad. Somos "fundamentalistas", "fanáticos", "ultraortodoxos"; o cualquier otro epíteto que nos muestre como ignorantes, locos e ingenuos, tomando un mito o alegoría de los comienzos como algo real.
Muchos afirman cosas tales como: "el Génesis fue escrito por gente común de este planeta cuyos conocimientos de cosmología eran escasos, acorde a su época. Obviamente, algo así no pudo ser inspirado por el supuesto creador o diseñador del universo. Si así hubiese sido, él, como conocedor absoluto de su creación, no hubiese inspirado mentiras" (tomado de Biology Cabinet).
Mucho se ha dicho acerca de que la religión es oscurantista y citan como prueba el caso de Galileo, que fue condenado por la iglesia al enseñar que la Tierra no es el centro del universo. Debemos recordar no obstante, que quienes lo rechazaron (basados en las teorías del incuestionable Aristóteles, no en la Biblia), más que sacerdotes, eran ¡los científicos de su época!
Yo creo en la ciencia; la buena y verdadera ciencia. Pero la ciencia no es más verdadera y más grande que quienes la practican y enseñan. Tristemente hoy la ciencia es materialista a rajatabla, teñida de un posmodernismo relativista que elimina a Dios y a lo absoluto de sus conceptos.
La Biblia afirma respecto a esta clase de gente:
"Nadie se engañe a sí mismo; si alguno entre vosotros se cree sabio en este siglo, hágase ignorante, para que llegue a ser sabio. Porque la sabiduría de este mundo es insensatez para con Dios; pues escrito está: El prende a los sabios en la astucia de ellos. Y otra vez: El Señor conoce los pensamientos de los sabios, que son vanos". 1 Corintios 3:18-20
Añado a esto las palabras del "Martín Fierro" de José Hernández:
"Hay hombres que de su ciencia
tienen la cabeza llena;
hay sabio de todas menas,
mas digo, sin ser muy ducho:
es mejor que aprender mucho
el aprender cosas buenas".
Tengo el derecho de elegir a quiénes y en qué voy a creer (y lo digo sin disculpas). Entonces:
  • No quiero creer en la visión materialista y azarosa de que venimos de la nada y vamos hacia ella. Que todo lo que existe no tiene un propósito y que el bien y el mal son relativos.
  • No me interesa creer en quienes afirman que la muerte no es el resultado del pecado sinó un método de selección para  "perfeccionar" el material genético de las especies ¿Mejorar a través de la destrucción?, me parece espantoso.
  • No puedo aceptar que el tiempo mejore las cosas (pasen los millones de años que pasen). Me basta ver mi foto a los 15 años y compararla con una actual para comprobar lo contrario.
  • Menos creíble me parece todavía que la vida haya surgido de la materia inanimada, es decir, de la ausencia de vida
  • No puedo creer que todo da igual, y que la supervivencia del más apto (o la justificación de la violencia) sea la ley de la vida.
  • Mucho menos comparto la visión de quienes hacen componendas entre evolucionismo y fe; intentando colocar a Dios como creando la materia y luego desentendiéndose de su creación. Ese Dios lejano e impersonal, frío y distante, no es el que yo conozco.
Alguno dirá que confundo la ciencia con la filosofía. Pues bien, somos como pensamos, y analizamos las cosas en base a nuestros preconceptos.
La ciencia también se rige por paradigmas, que no son otra cosa que patrones de pensamiento, construcciones filosóficas.
Por eso:
  • Creo firmemente en una creación literal, desarrollada en siete días de 24 horas, como el sentido evidente del texto y como el propósito que tuvo Dios al consignar este relato en la Biblia. "Porque él dijo, y fue hecho; El mandó, y existió". Salmos 33:9
  • Creo en un Creador Todopoderoso, sabio, amante, compasivo y misericordioso.
  • Creo que nos hizo para su gloria, con destino de eternidad.
  • Creo que Adán cayó en la desobediencia, trayendo miseria y desgracia a toda la humanidad subsiguiente.
  • Creo que Cristo vino a este mundo para redimirnos del pecado y sus consecuencias.
  • Y creo que pronto volverá para acabar con el mal y restaurar la armonía inicial del universo.
Esta es la visión que quiero tener, la que me parece más de acuerdo a la lógica y a la razón y la única que me produce verdadera paz. Por ella el Señor iluminó mi corazón para llegar a conocerle y poder un día contemplar "la gloria de Dios en la faz de Jesucristo".
Es por medio de Cristo que puedo llegar a entender su creación. Solo mediante esta perspectiva alcanzaré la sabiduría necesaria para decir con el salmista: "Te alabaré; porque formidables, maravillosas son tus obras; estoy maravillado, Y mi alma lo sabe muy bien". Salmos 139:14
¿Fanático yo?
Sí, gracias.

sábado, 14 de agosto de 2010

LO QUE APRENDÍ DE UNA LESIÓN

"Aunque afligido yo y necesitado,
Jehová pensará en mí.
Mi ayuda y mi libertador eres tú;
Dios mío, no te tardes".
Salmos 40:17
El miércoles fui a jugar al básquetbol con algunos alumnos y profesores y me lesioné el pie izquierdo de una forma algo extraña. El especialista que me revisó me dio para 3 semanas de reposo. Aunque lo sucedido fue motivo de simpatía para algunos que me llamaron para averiguar como estaba, también motivó las burlas de mis amigos y familia diciendo que a mi edad "ya no estoy para esos trotes".
Pero mi limitación física y la forzosa inactividad resultante me han recordado siete claras lecciones espirituales que quisiera compartir.
  1. Me recordaron mi fragilidad: Yo bien sabía que me exponía a lesiones por mi estilo de vida sedentario y el poco ejercicio; pero con algo de soberbia, confié en mis fuerzas más allá de lo razonable. Mi cuerpo se deteriora y no importa cuanto lo cuide, un día fallará por completo. Por eso, cada día debo recordar consagrarme al Señor como si fuera el último de mi existencia. (ver entrada "Efímeros")
  2. La sumisión: cuando el médico me indicó que debía pedir licencia, no consultó mis planes o las responsabilidades que debía cumplir. Tampoco si me agradaban o no las medicinas. Simple y llanamente debí obedecer y olvidarme de lo que deseaba hacer. Necesito reconocer que no soy dueño de mi vida y que "en tu mano están mis tiempos". Salmos 31:15
  3. El dolor: cuando al pisar sentí una terrible punzada en la planta del pie, afronté la realidad del desagradable "efecto colateral" que el pecado trae consigo. Sufrir es por demás desagradable, pero en ciertos casos es un "último recurso" divino sumamente aleccionador. Su presencia me debería conducir a cambiar las cosas que ofendan a nuestro Señor.
  4. La dependencia es quizá el elemento más irritante. Nos gusta valernos por nosotros mismos y no queremos aceptar las limitaciones. Pero con el tiempo (o los contratiempos), nos vamos dando cuenta de que dependemos de la ayuda de los demás. Pablo, ya anciano suspiraba por la compañía y ayuda de su camarada Timoteo: "procura venir pronto a verme... trae, cuando vengas, el capote que dejé en Troas en casa de Carpo, y los libros, mayormente los pergaminos". 2ª Timoteo 4:9 y 13
  5. La humildad: es un subproducto de la dependencia. Cuando estamos desvalidos y nuestra pretendida omnipotencia queda por el piso, el yo es puesto a a un lado. Buscamos entonces la ayuda de los demás y suplicamos el favor divino (que siempre hemos necesitado). Bueno sería que esta fuera mi actitud en todo momento.
  6. La paciencia: Una larga afección nos enseña a ser pacientes y esperar. Esperar el fin del dolor, esperar la recuperación física, esperar encontrarnos otra vez en plenitud. Esperar con paciencia en Dios...En medio de las prisas y el afán de la vida diaria debo evitar que me pase como decía una canción; "me olvidé de vivir" para esta vida y para la venidera.
  7. La devoción: en el dolor, la necesidad y el alejamiento de las responsabilidades, se me da un precioso tiempo para reflexionar, orar, leer la santa Palabra de Dios y para el culto de familia. Necesito apartar más tiempo para estas cosas también cuando esté sano.
Finalmente, este incidente me ayuda a enfocarme en Jesús y en el cielo, cuando todas nuestras penas, limitaciones, dolores y tristezas se habrán ido para siempre. La esperanza de ese día es mi mayor gozo. Alégrense conmigo en la anticipación del día en que "los redimidos de Jehová volverán, y vendrán a Sion con alegría; y gozo perpetuo será sobre sus cabezas; y tendrán gozo y alegría, y huirán la tristeza y el gemido." Isaías 35:10

sábado, 17 de julio de 2010

MI TESTIMONIO

Hay cosas que uno tarda en aprender. Conceptos que tiene por sabidos pero que en realidad son ajenos a nuestra experiencia diaria. Aunque me bauticé a fines del año 1978, no fue sino hasta mediados del año 1989 cuando recién comencé a entender que era un testimonio. 
En un congreso al que asistí, me pidieron que escribiera mi testimonio, lo que me puso en un aprieto por cuanto jamás había siquiera pensado en dar mi testimonio en forma regular.
No sabía que poner en el papel, en gran medida porque suponía que tendría que contar algo así como que había sido rescatado de la drogadicción, de la posesión demoníaca o de una vida criminal. Veía mi vida como bastante buena, correcta y moral desde mi juventud. Los pecados de los que me había arrepentido no eran nada público y en suma ¿qué podría yo decir de impactante?
En mi desesperación comprendí que no necesitaba comentar nada sensacional. Solamente tenía que hablar de la larga y silenciosa lucha que el Espíritu Santo había emprendido contra mi alma pecaminosa, mi porfiada resistencia durante ocho años y el admirable triunfo que el Señor había conseguido en mí.
Era precisamente la falsa seguridad que yo abrigaba la que me había mantenido fuera del alcance del amor de Dios, de responder a su gracia y rendirle mi vida. 
Cuando tuve mis primeras nociones de la existencia de Dios a través de diferentes medios, lo primero que sentí era que podría encontrar en la Biblia la seguridad, la paz y el sentido del que por entonces carecía. 
Siempre fui muy inseguro de niño, sobre todo por un defecto físico congénito que me avergonzaba, por mi debilidad y mi torpeza, que ahora veo que fueron más que nada ideas que otros sembraron en mi.
Escribií finalmente en aquel día, que al encontrarme con Jesús recibí no solamente el perdón de mis pecados, sinó un nuevo sentido a mi vida, una completa paz y la seguridad que antes no tenía.Ya diré algo de eso en la próxima entrada.
Pero con el paso del tiempo comprendí que el testimonio no se construye con hechos del pasado. Son las vivencias de cada día las que me pueden ayudar a contar a todos lo que el maravilloso Jesús está haciendo en mi vida. 
Los resultados de su obra en mi vida, por otra parte, hablan mejor que mis palabras. Y mis rebeldías, debilidades y defectos ¡ay!, testifican también de lo necesitado de su gracia que sigo estando.
 Mirando atrás puedo ver los abismos de iniquidad de los que el Señor me rescato, los valles oscuros por los que me condujo, los ríos de misericordia que derramó sobre mí y las alturas que me hizo alcanzar. 
El paisaje actual no es muy diferente, salvo que su perdón, su gracia y su amor me dieron la victoria sobre muchas de mis inseguridades, errores y pecados del pasado. 
Al mirar luego hacia adelante, puedo ver más luchas (mi corazón todavía alberga males que no conozco), más pruebas y tristezas que me aguardan, más necesidad de caer a sus pies en busca de perdón. 
Pero puedo ver, por sobre todo, que su vara y su cayado me infundirán aliento hasta el día en que pueda llegar a la luz que brilla al final del sendero, luz que emana de la ciudad celestial, al acabar mi peregrinaje. 
Si, puedo confiar en Dios, puedo creer en su amor, puedo tener esperanza para  el futuro. Puedo, por sobre todo, decir confiadamente en mi testimonio actual como el profeta Jeremías: "Por la misericordia de Jehová no hemos sido consumidos, porque nunca decayeron sus misericordias. Nuevas son cada mañana; grande es tu fidelidad". Lamentaciones 3:22,23

sábado, 19 de junio de 2010

GRATITUD

Este viernes por la mañana recibí una gratísima sorpresa: un regalo inesperado y caro que me hizo llorar (lo que no es frecuente en mí).
Me provocó además sentimientos encontrados al descubrir algunas facetas negativas de mi carácter.
Llevaba ya varios días bastante abatido por distintas circunstancias, luchando con las sombras que intentaban cubrir mi vida y creo que este regalo fue la manera en que el Señor me dijo cuánto me ama, de una manera que yo le prestara atención.
Este domingo en Argentina se celebra el día del padre. Les había pedido a mis alumnos de segundo grado una pequeña cantidad de dinero, para que llevaran un regalito a sus progenitores. Me sorprendí cuando algunos me trajeron una suma mayor y al averiguar de que se trataba, los pequeños solamente me pudieron decir que una mamá lo estaba pidiendo para otro regalo.
Pensé: -¡que desconsideración! alguien está juntando dinero sin consultarme.
Para mi vergüenza, descubrí entonces que los padres de mis alumnos se habían puesto de acuerdo para obsequiarme un costoso calzado deportivo.
Cuando me entregaron el regalo sentí tristeza por los pensamientos negativos que cruzaron por mi mente, entremezclados con sorpresa, admiración y una creciente gratitud por el esfuerzo realizado y la bondad que me habían manifestado sin yo merecerlo.
Me dolió descubrirme tan insensato. Fue un reproche directo del cielo hacia mí.
¡Cuántas veces juzgamos equivocadamente y actuamos mal en consecuencia! Y lo hacemos con nuestro prójimo y con nuestro Redentor. Vemos faltas imaginarias en los demás y los censuramos en nuestra mente sin verificar si los hechos corresponden con nuestra impresión.
¡Qué decir de nuestra actitud para con Dios! Tontamente y con excesiva frecuencia nos quejamos, desconfiamos y renegamos de la conducción de nuestro amoroso Padre Celestial. Pero a pesar de nuestra falta de gratitud él sigue brindándonos constantemente su generoso e ilimitado amor.
Pero mi mayor descubrimiento fue que, de este modo tan maravilloso, mi buen Dios me habló.
Me hizo ver que no tenía razón para entregarme al descontento, al desaliento y a rumiar desgracias imaginarias.
Comparto esta cita que me hizo pensar: "El lado brillante y feliz de nuestra religión será representado por todos los que se consagran diariamente a Dios. Ellos le expresarán su gratitud trayendo sus ofrendas de agradecimiento. No queremos deshonrar a Dios relatando lúgubremente las pruebas que nos parecen penosas. Todas las pruebas que se reciben como educativas producirán gozo. Toda la vida religiosa será elevadora, ennoblecedora, fragante de buenas palabras y acciones. El enemigo está contento de que las almas se quejen y tropiecen en el camino, que estén deprimidas, apesadumbradas, gimiendo; porque Satanás quiere que tales impresiones parezcan ser los efectos de nuestra fe". (Manuscrito 70, del 6 de noviembre de 1897, "Diario").
La lección que saco es que debo hablar más del amor, la misericordia, la compasión de Dios. 
Nada de sombras y abatimiento porque le dan la victoria al Diablo y nos quitan la paz, la esperanza y el gozo de la salvación. Tengo que hacer memoria de sus bondades, de su intervención poderosa en mi vida, de su perdón, de la luz que hallé en su presencia, del gozoso privilegio de trabajar para Él, del valor inmenso de las almas que me permitió traer a sus pies, de la comunión con mis hermanos y de los momentos de felicidad que me brindó.
Motivos de gratitud sobran...
Me uno para decir con el salmista:
"Como el ciervo brama por las corrientes de las aguas,
Así clama por ti, oh Dios, el alma mía.
Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo;
¿Cuándo vendré, y me presentaré delante de Dios?
Fueron mis lágrimas mi pan de día y de noche,
Mientras me dicen todos los días: ¿Dónde está tu Dios?
Me acuerdo de estas cosas, y derramo mi alma dentro de mí;
De cómo yo fui con la multitud, y la conduje hasta la casa de Dios,
Entre voces de alegría y de alabanza del pueblo en fiesta.
¿Por qué te abates, oh alma mía,
Y te turbas dentro de mí?
Espera en Dios; porque aún he de alabarle,
Salvación mía y Dios mío.
Dios mío, mi alma está abatida en mí;
Me acordaré, por tanto, de ti desde la tierra del Jordán,
Y de los hermonitas, desde el monte de Mizar.
Un abismo llama a otro a la voz de tus cascadas;
Todas tus ondas y tus olas han pasado sobre mí.
Pero de día mandará Jehová su misericordia,
Y de noche su cántico estará conmigo,
Y mi oración al Dios de mi vida.
Diré a Dios: Roca mía, ¿por qué te has olvidado de mí?
¿Por qué andaré yo enlutado por la opresión del enemigo?
Como quien hiere mis huesos, mis enemigos me afrentan,
Diciéndome cada día: ¿Dónde está tu Dios?
¿Por qué te abates, oh alma mía,
Y por qué te turbas dentro de mí?
Espera en Dios; porque aún he de alabarle,
Salvación mía y Dios mío.
Salmos 42

lunes, 22 de febrero de 2010

POR QUÉ CREO EN EL DON PROFÉTICO

"¿Crees, oh rey Agripa, a los profetas? Yo sé que crees". Hechos 26:27
Suelo citar abundantemente los escritos de Elena White en mis entradas del blog y me gustaría presentar las convicciones, profundamente arraigadas en mi propia experiencia, que me llevan a hacerlo.
A los doce años comencé a leer un libro llamado "El Conflicto de los Siglos" de dicha autora que marcó un giro significativo en mi vida, me llevó a la Biblia y fue determinante para mi conversión ocho años después. Tuve acceso, antes de hacerme adventista, a varios otros libros escritos por ella que profundizaron mi convicción, me hicieron desear la justicia que solo Cristo puede dar y confirmaron mi fe en su glorioso nombre. Cada vez que los leo, encuentro en ellos exaltado el nombre de Dios y magnificada su justicia. Me maravillo además al ver que las cosas que decía se han cumplido con el paso del tiempo.
No creo que ella fuera infalible ni libre de pecado, ningún ser humano lo es; incluso los más grandes hombres y mujeres de la Biblia cometieron errores. Pero si estoy seguro de que Dios le dio abundante luz para nuestros días que haríamos bien en seguir.
Pero esa es mi experiencia personal, que más allá de que la presento en la sinceridad de mi corazón puede estar errada, así que veamos a continuación el firme sustento bíblico de lo que creo.
En primer lugar, todos los cristianos, como Agripa, deberíamos creer en el don profético; de otra manera no podríamos creer en la Biblia que es su fruto supremo y la base de nuestra fe. Ella es "la palabra profética más segura, a la cual hacéis bien en estar atentos como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro". 2ª Pedro 1:19
En segundo lugar se nos exhorta a no creer ingenuamente en cualquiera que tenga pretensiones de profeta, sinó a probar si el espíritu que los mueve es de Dios (1º Juan 4:1).
Para el caso tenemos pruebas bíblicas a las cuales someter a los profetas, de las que menciono solamente cuatro:
  • Verificar que sus palabras estén de acuerdo a lo que la Biblia enseña (Isaías 8:20)
  • Observar los frutos de sus enseñanzas y conducta (Mateo 7:20)
  • Ver que sus profecías se cumplan, teniendo en cuenta el elemento condicional de las mismas si hubiere (Jeremías 28:8,9)
  • Que sirvan al crecimiento espiritual de los miembros y dela iglesia y lleven a la unidad de la fe (Efesios 4:11-16)
Por último y en relación al texto anterior, creo también que todos los dones espirituales, incluido el de profecía, permanecerán hasta el fin. Todavía no hemos llegado a ser varones perfectos, ni hemos alcanzado la unidad en la fe ¿no es cierto? Por lo tanto, entiendo que todavía veremos en acción el don profético porque la iglesia lo necesita para enfrentar los terribles días finales.
No sería justo ni lógico que Dios nos privara de guía en los tiempos finales de este mundo, mientras se desarrolla libremente la obra engañosa de Satanás. "Sin profecía el pueblo se desenfrena" Proverbios 29:18
Si no estamos dispuestos a aceptar profetas posteriores a la Biblia, ¿aceptaremos el don profético en nuestros propios días?
En cuanto a Elena de White, invito a cada uno a revisar imparcial y sinceramente la evidencia por su propia cuenta y a sacar conclusiones como yo lo he hecho desde que leí sus escritos por primera vez hace casi 40 años.
Esta pequeña y fragil mujer recibió la primera de sus visiones a los 17 años, en tiempos de crisis para el movimiento adventista. Durante los siguientes 70 años su obra pública, su conducta y sus motivos pudieron ser ampliamente examinados, siendo ya desde sus comienzos constante blanco de críticas de adentro y de afuera de la iglesia en formación.
No obstante las mismas en general tenían relación con sus revelaciones, sin que se cuestionara con justicia su carácter moral. A su muerte, los periódicos de su época la reconocieron ampliamente como una persona consagrada al servicio de Dios.
Nunca pretendió tener el rango de profetisa ni que sus escritos estuvieran al mismo nivel de la Biblia o la reemplazaran. Se consideraba la "luz menor que guía a la luz mayor". Sin embargo, pretendió hablar inspirada por el Espíritu de Dios. Esa es una afirmación que no admite medias tintas y debe ser completamente aceptada o rechazarse en su totalidad.
La calidad de su voluminosa producción literaria, así como la vastedad de temas abarcados en sus escritos, no pueden ser fruto de un "golpe en la cabeza" (como afirman sus críticos) o provenir de alguien con su bajo nivel de instrucción (no completó el tercer grado).
Fue acusada de haber copiado gran parte de lo que escribió y también de que otros lo hacían por ella; lo que motivó por parte de la iglesia una investigación encargada a especialistas que no eran de nuestra fe a fin de lograr imparcialidad. La conclusión a la que estos arribaron fue que, sin dudas, su obra fue original.
Las citas que utilizó, las hizo de acuerdo a las leyes y costumbres de su época, apartándose en muchos casos del pensamiento de los otros autores citados; además el uso de fuentes y de asistentes literarios tiene antecedentes en la Biblia.
Para juzgar a un autor, debe mirarse a su obra en conjunto. Para juzgar a quien dice escribir en nombre del Señor, se debe además considerar los frutos de sus enseñanzas. Estos son algunos de los resultados de seguir las instrucciónes dadas por Dios (según creo yo) a través de ella:
  • Estudio de la Biblia: Sus palabras, enseñanzas y ejemplo en vida, así como sus escritos, invitan permanentemente a escudriñar las escrituras para hallar salvación. Los adventistas fueron conocidos en sus tiempos como "el pueblo del Libro"; que debe volver a ser la base de nuestra experiencia.
  • Salud: El enfoque global de la salud, la relación entre mente y cuerpo, la importancia de los hábitos y de la alimentación sobre la salud; son algunos de los temas reconocidos hoy por la ciencia médica, pero cuando fueron enunciados mediante sus escritos se consideraron revolucionarios.
  • Temperancia: El alcohol, el tabaco, las drogas y los malos hábitos estan llevando a millones a la tumba y apartando de Dios a multitudes. Tenemos como pueblo una gran ventaja en considerar al cuerpo como templo del Espíritu Santo, lo cual nos lleva a la sana abstinencia de todo lo perjudicial.
  • Medicina: La obra médico misionera ha abierto muchas puertas y sanado a miles de cuerpo y alma. Libros como "El ministerio de Curación" , proporcionaron tanto el énfasis necesario, como el enfoque correcto a la tarea de sanar, como extensión de la obra de Cristo.
  • Educación:Un sistema educativo ubicado entre los mayores del mundo, que tiene como premisa que "educar es redimir", (que he probado de primera fuente) que transforma las vidas de los padres y alumnos y produce un impacto imposible de medir en muchos otros, resulta de una filosofía basada en libros como "La Educación".
  • Publicaciones: Decenas de casas editoras repartidas por todo el mundo proclaman la justicia de Cristo como la única suficiente, la necesidad de prepararse para su venida, la importancia del hogar y la buena educación, promueven un estilo de vida saludable e impulsan al bien hacer.
  • Libertad religiosa: El concepto inclusivo y abarcante del evangelio y el deber de respetar el libre albedrío con que fue dotado el ser humano, son premisas que han llevado a la iglesia a convertirse en defensora de la libertad de conciencia a nivel mundial.
  • Ayuda humanitaria: No nos debemos cruzar de brazos ante el clamor de los necesitados. Mientras esperamos el retorno del Señor, vemos como nuestra gozosa obligación ocuparnos de los pobres, los desvalidos y los afectados por desastres.
  • Predicación del evangelio: La gran comisión de llevar el evangelio al mundo se presenta reiteradamente en sus escritos y ha impulsado a miles de voluntarios a dejarlo todo para acudir al rescate de los perdidos
La Biblia dice: "Creed en Jehová vuestro Dios, y estaréis seguros; creed a sus profetas, y seréis prosperados". 2º Crónicas 20:20.
He comprobado por experiencia personal que en tanto seguimos los consejos divinos dados por sus profetas fuimos prosperados en alto grado. Pero si nos apartamos de  ellos, no podemos esperar más que el fracaso espiritual. Lamentablemente, y para su ruina, hoy muchos de los adventistas desdeñan sus enseñanzas o se vuelven en contra de su testimonio porque afecta algún ídolo acariciado por ellos.
Antes de finalizar, quiero destacar que muchas de las objeciones que se presentan en contra de esta mujer son las mismas que los incrédulos utilizan contra la Biblia. El espíritu que manifiestan sus críticos, por otra parte, utilizando la descalificación, la burla, la mala interpretación o el ridículo, no recomienda a estos como hijos de Dios.
Recordemos al final, el determinante consejo de Jesús respecto a quienes pretenden hablar por el Espíritu: "O haced el árbol bueno, y su fruto bueno, o haced el árbol malo, y su fruto malo; porque por el fruto se conoce el árbol". Mateo 12:33
Esto es lo que yo creo

viernes, 5 de febrero de 2010

ACTIVO A LOS 97 AÑOS

 
"Enséñanos de tal modo a contar nuestros días, que traigamos al corazón sabiduría". Salmos 90:12
A veces Dios envía a la iglesia a personas angustiadas, o desesperadas, o caídas en el pecado o buscadoras de la verdad, para que podamos compartir con ellos el sublime conocimiento del amor de Jesucristo. En otros casos, nos pone en contacto con aquellas que ya lo han aceptado como Salvador, más en beneficio nuestro que en el suyo propio.
Domingo Enrique Mosquera, o Don Enrique como lo llamamos familiarmente, llegó a nuestra iglesia y a nuestros corazones hace algo más de un año y medio, para "enriquecer" nuestras vidas con una nueva perspectiva.
Como resultado de la campaña "Impacto Esperanza", habíamos colocado el cartel gigante con el mensaje "Cristo viene" frente a nuestro templo. Atraído por el mismo, un sábado por la mañana se acercó un anciano de aspecto distinguido, apoyado en un bastón, pero con andar seguro y voz firme, y se presentó a sí mismo con mucha formalidad, resultado sin dudas de su formación militar.
Me extendió su tarjeta que decía:
Mayor (r) Domingo Enrique Mosquera
Decano de los Historiadores Militares Argentinos
Psicografólogo Nº
xxxxxxxx
Confieso que al principio no le creí cuando me dijo que estaba por cumplir 96 años, porque su aspecto y la fluidez y coherencia de su conversación no lo demostraban. Comenzó entonces a contar su historia, que distaba mucho de ser aburrida.
Había sido miembro de la acción católica, pero luego de estudiar la Biblia se bautizó en la iglesia metodista, donde fue predicador por más de 50 años. Tras la muerte de su esposa, dejó Buenos Aires para vivir con su hijo en nuestra ciudad. Buscó sin éxito una congregación metodista en nuestro medio y entonces se  encontró con el cartel y con el templo adventista, lo cual despertó su curiosidad y lo hizo entrar.
Rápidamente se integró a nuestros cultos y a nuestra clase de escuela sabática.  Después de asistir un tiempo y de hacer muchas preguntas, un día me dijo: "vine aquí como metodista pero ahora soy adventista".
En el mes de julio de 2009 se integró definitivamente a la iglesia por profesión de fe (hacía mucho frío en esos días, nos azotaba la epidemia de gripe A, y el ya había sido bautizado por inmersión), convirtiéndose en un ejemplo de vida y fe para todos nosotros. Es alumno de mi clase de escuela sabática, y si por algún motivo no puede venir -cosa muy rara- llama para disculparse, ¡Tal es su compromiso y sentido de la responsabilidad!
Su modestia, cordialidad y buen trato conquistan a cualquiera; es además muy reflexivo y dispuesto a aprender. Pero lo que sorprende de él es su vitalidad y que, en una edad en que cualquiera estaría largamente retirado, todavía trabaja ejerciendo las profesiónes de grafólogo e historiador por igual.
Es autor de varios libros y diversas publicaciones. Actualmente escribe una columna regular sobre historia militar en  el principal diario local; y atiende consultas sobre su especialidad en grafología por correo electrónico (¡Sí; se comunica con nosotros por mail!) además,  está terminando de escribir otro libro. En la ocupada vida de Don Enrique hay lugar para muchos otros proyectos, como el de proponer la creación de la carrera de Sicografología en la Universidad de Formosa, escribir la historia de nuestra iglesia local, etc.
Cada sábado, cuando llega el momento de dar testimonios, la voz de Enrique sólo se eleva para agradecer la semana de vida que Dios le ha dado.
Suele afirmar que todos sus años de vida los ha pasado con la permanente compañía de Jesús.
El salmo citado arriba es una realidad en su vida. Espero que en la mía y en la de cada uno de nosotros lo sea también.
¡Gracias por conocerlo Enrique! y ¡Gracias a Dios por haberlo traído a nuestras vidas!


Columna del Suplemento Cultural del Diario la Mañana de Formosa -Argentina-  27/12/09

sábado, 26 de diciembre de 2009

PÍDEME, Y TE DARÉ POR HERENCIA LAS NACIONES

"Pídeme, y te daré por herencia las naciones, Y como posesión tuya los confines de la tierra". Salmos 2:8
Hace algunos años miré un mapa de la provincia de Formosa y  noté con tristeza que en la mayor parte del territorio no existían iglesias adventistas. Había un vacío que esperaba ser llenado desde hace mucho tiempo. Desde la localidad de Pirané hasta el límite oeste con la provincia de Salta no había ni siquiera una congregación o un grupo pequeño (ver mapa).
Sentí un deseo inmenso de que allí se encendieran las luces del evangelio. Sin duda habría allí hijos de Dios.
Se me ocurrió entonces preparar un plan sencillo para evangelizar esta zona. Leí libros, consulté la Biblia, oré mucho y luego volví a orar, pregunté a mis amigos, a líderes de la iglesia y a mi familia, y finalmente lo puse por escrito.
Quedaba ahora lo más difícil: ponerlo en acción.
Lo envié a Corrientes a la Asociación Argentina del Norte, sede de nuestro campo, para que los líderes vieran cómo implementarlo.
Confieso que tenía muy pocas expectativas, porque las prioridades y el avance del evangelio pasaban por otro lado, como yo bien sabía por haber participado en algunas juntas misioneras. Pero lo que sucedió a continuación me hizo ver lo que todos debiéramos saber: que Dios está al frente de su obra.
Los dirigentes vinieron a mi casa y demostraron sincero interés por el proyecto. Todos advertíamos claramente las dificultades que entrañaba el desafío. No había disponibilidad de recursos humanos ni económicos, así como tampoco había interesados en esa zona. A pesar de todo, el plan les pareció bueno y acordaron recorrer la zona para conocerla de primera mano.
Nuestro bondadoso Dios me mostró con claridad por medio de las circunstancias que se fueron sucediendo, que la obra de llevar el evangelio a todo el mundo no está en nuestras inseguras manos, ni depende de medios visibles.
Todo el oeste de Formosa tiene un clima extremadamente seco, casi desértico y muy caluroso. Pero donde no había nada, el desierto floreció. 

Encontraron allí, en un pueblo llamado Ingeniero Juárez, situado casi en el extremo oeste provincial un consagrado hermano, que soñaba como yo con una "gran iglesia" en ese lugar.
Comenzaron a tener interesados, pero necesitaban alquilar un salón para conferencias.
Se presentó en esos días en Corrientes una persona que venía de otra provincia de nuestro campo con un dinero para donar "en lo que hiciera falta para evangelismo" ¡Era justo lo que se necesitaba para el alquiler de un año!
Pronto hubo un grupo de 25 personas que se congregaban allí y fueron bautizados. El grupo creció y hacía falta ahora un templo.
Cuando sus hijos ponen los pies en el agua se abre camino en el mar, pero en este caso,  el poder de Dios  obró antes incluso de que hubiera en vista algún terreno; una persona del exterior donó el dinero para construir el templo.
Pregunto: ¿quién en el extranjero conocía siquiera ese lugar para interesarse por él?
¡Maravilloso Señor y Salvador tenemos!
 En menos de un año ya había un templo nuevo en esa localidad.
Luego comenzaron a suceder otros milagros, que hicieron que nuestro pastor se viese obligado a viajar los casi 500 km. desde nuestra capital hasta el nuevo lugar, cada vez con más frecuencia. Incluso en Ibarreta una familia llamó para ser bautizados sin haber sido instruidos por ningún pastor o laico. Pronto surgieron nuevos lugares, al punto que hoy hay allí cuatro localidades en donde se congrega un buen grupo de creyentes. Se formó un nuevo distrito que ya cuenta con su pastor y la obra continúa en progreso.
Cuando vi en el siguiente congreso  los cuatro nuevos puntos en el mapa, lloré de emoción.
Fui luego invitado por el pastor local a dirigir una semana de oración en un pequeño pueblo llamado Pozo del Tigre. Allí tuve el privilegio de ver con mis propios ojos lo que nuestro Padre Celestial está haciendo. Conocí a consagrados hermanos, como a la Sra. Pascuala, que nos alojó en su casa, quien por 25 años fue fiel al Señor en soledad en donde estaba, también rogando por tener un lugar donde adorar.

Este año se dedicó el templo de Juárez y el año que viene se cumplirán los 5 años del  plan que escribí.
Al volver a leerlo, encuentro que mi visión del asunto era demasiado limitada y que Dios obró de maneras maravillosas, como lo hace siempre, yendo muy por delante de nuestra pobre fe.
La obra de predicación sufre años de atraso, no porque no tengamos los medios o falten obreros. Quizá es por falta de sueños.
Soñemos  en grande. Soñemos con ver concluída la obra. Soñemos con su venida. Soñemos que con solo pedir Dios puede cumplir su promesa: "Pídeme, y te daré por herencia las naciones, Y como posesión tuya los confines de la tierra" Salmos 2:8

lunes, 15 de junio de 2009

ARIEL

Héctor Ariel Hein falleció el 12 de Junio de 2009.
Quizá para algunos sea solamente un lamentable dato estadístico en el cargado obituario de la humanidad.
Pero la suya fue una vida singular.
No se lo recordará en esta tierra como un gran conquistador o un iluminado estadista, o un ganador de almas para el reino de Dios. No fue un misionero enviado a tierras lejanas, un gran predicador ni un erudito en la Palabra de Dios.
Nada de esto. Fue un probador de corazones.
A poco de haber nacido, un accidente cerebral lo confinó a vivir como un parapléjico, postrado en una silla de ruedas. En sus 44 años de vida, jamás caminó ni pudo manejar su cuerpo a voluntad (aunque hablaba con mucho esfuerzo). Sin embargo, con la perseverante ayuda de sus padres y luego de Marcelo, tras innumerables sesiones de fisioterapia e incesante cuidado, pudo terminar la escuela primaria.
Poseía una memoria prodigiosa, y un interés especial por conocer todo. Entregó su vida a Cristo en su juventud y fue creyente hasta el final de sus días (El enfermero que lo cuidaba al fallecer sus padres me contó asombrado de su fiel testimonio y su conocimiento íntimo de la Biblia).
Tenía además un fino sentido del humor y reía con frecuencia a pesar de las continuas tragedias que lo alcanzaron a él y a los suyos.
No se si merezco el honor de poder llamarme su amigo, pero llegué a apreciar mucho a Ariel y a su querida familia.
¿Por qué permitió Dios que sufriera tanto? ¿Qué sentido tiene una vida así?
Dios no se equivoca, y ningún ser humano nace por casualidad o por error. Todos nosotros estamos aquí para un propósito especial. En el vasto y doliente mar de la humanidad, seguramente su invalidez no carecía de objetivo.
Creo firmemente, aunque parezca difícil de entender, que Ariel tuvo que pasar por esta condición, no para sí, sino en nuestro beneficio.
El Señor pone a las personas como Ariel entre nosotros con un propósito especial, como dice la cita que sigue:
"Dios se propone que los enfermos, los desventurados, aquellos que están poseídos por malos espíritus, oigan su voz a través de nosotros. Por medio de sus agentes humanos, él desea ser un consolador, tal como el mundo jamás ha visto antes. Sus palabras deben ser dichas por sus seguidores: "No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí".
El Señor obrará por medio de cada alma que se entregue a sí misma para trabajar, no solamente para predicar, sino para asistir a los desconsolados e inspirar esperanza en los corazones que no la tienen. Estamos para hacer nuestra parte en aliviar y suavizar las miserias de esta vida... Hay necesitados cerca de nosotros; los dolientes están en nuestros propios lindes. Debemos tratar de ayudarlos. Con la gracia de Cristo, las fuentes selladas de la obra ferviente, semejante a la de Cristo, han de ser abiertas. En la fortaleza de Aquel que tiene toda la fortaleza, hemos de trabajar como jamás hemos trabajado antes" (Manuscrito 65b, 1898).
En la parábola del juicio de las naciones, la identidad de los siervos de Dios no se basa en lo que creen, ni en lo que predican, y absolutamente no en cuan buenos son; lo que los califica es su servicio al desventurado, al doliente y al desfavorecido.
"Entonces los justos le responderán diciendo: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te sustentamos, o sediento, y te dimos de beber? ¿Y cuándo te vimos forastero, y te recogimos, o desnudo, y te cubrimos? ¿O cuándo te vimos enfermo, o en la cárcel, y vinimos a ti? Y respondiendo el Rey, les dirá: De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis". Mateo 25:37-40
El sufrimiento ajeno, si bien es causado por Satanás, el Señor lo utiliza provechosamente para probar los corazones de sus profesos seguidores. Nuestra respuesta de amor hacia los que sufren determina cuan bien reflejamos el carácter de nuestro Salvador. ¿Cómo actuaba Jesús ante ellos?
"Cristo identifica su interés con el de la doliente humanidad... No nos ha dejado en tinieblas respecto a nuestro deber... declara que el trato dado al más pequeño de sus hermanos es alabado o condenado como si hubiera sido hecho a él mismo. Dice: "A mí lo hicisteis" o "ni a mí lo hicisteis"...Tal es la compasión de Cristo que nunca se permite a sí mismo ser un espectador indiferente de cualquier sufrimiento ocasionado a sus hijos. Ni la más leve herida puede ser hecha de palabra, intención o hecho que no toque el corazón de Aquel que dio su vida por la humanidad caída. Recordemos que Cristo es el gran corazón del cual fluye la sangre de vida hacia cada órgano del cuerpo. El es la cabeza, desde la cual se extiende cada nervio hacia el más diminuto y más remoto miembro del cuerpo. Cuando sufre un miembro de este cuerpo, con el cual Cristo está tan misteriosamente conectado, la vibración del dolor es sentida por nuestro Salvador". Ministerio de la Bondad pág. 26
El evangelio que ha de ser predicado a todo el mundo, tiene mayor poder transformador no cuando tenemos buenos predicadores, sino cuando la misericordia, la bondad y la compasión se encienden en sus hijos y se transmiten al dolorido mundo que los rodea.
Tenemos un deber casi olvidado a ese respecto. Como Jesús debemos preocuparnos por alcanzar primero las necesidades de la gente y especialmente las de nuestros hermanos creyentes menos favorecidos. Se nos pedirá especial cuenta de nuestra mayordomía en este sentido.
"¿Despertará la iglesia? ¿Sus miembros alcanzarán la simpatía de Cristo, de manera que tengan su misma compasión hacia las ovejas y corderos de su redil? Por ellos la Majestad del cielo se humilló a sí misma; por ellos, él vino a un mundo agostado y estropeado con la maldición; se esforzó día y noche para enseñar, para elevar y dar eterno gozo a los ingratos y desobedientes. Por ellos él se hizo pobre, para que por medio de su pobreza ellos fueran hechos ricos. Por ellos se negó a sí mismo; por ellos soportó la privación, el escarnio, el desprecio, el sufrimiento y la muerte. Por ellos él tomó la forma de un siervo. Este es nuestro modelo, ¿lo imitaremos? ¿Tendremos cuidado por la heredad de Dios? ¿Fomentaremos una tierna compasión por los que yerran, los tentados y los probados?" (Carta 45, 1894).
Aunque no pueda él escuchar ya mi voz ni enterarse de mis palabras, cuando los ojos de Ariel vuelvan a abrirse, ya en perfecta salud; cuando nos reunamos en la Tierra Nueva que gozaremos al venir nuestro Señor, quisiera estar allí para abrazarlo y poder contarle que su vida nos hizo a quienes lo conocimos, un poco más sensibles al dolor ajeno, mejores y más dedicados siervos de Dios.

sábado, 4 de abril de 2009

El reloj (por qué creo en la oración)

Estaba pasando por una época dura y difícil, sobre todo en lo económico.
Sin trabajo y sin dinero, -sólo mi esposa estaba trabajando- con hijos pequeños y bastantes deudas, el horizonte parecía de un color negro intenso.
Es notable cómo la adversidad incide en nuestra fe. Aunque creemos en la providencia divina, en los momentos difíciles, parece que nos olvidamos de que Dios está de nuestro lado y tiene todo el poder en sus manos.
Recuerdo claramente mis sentimientos y pensamientos, yo estaba quejándome más bien de mi suerte (no era precisamente una oración) ante mi Padre Celestial , como si él necesitara que yo le recordara sus promesas. Me parecía que no merecía esa suerte, que era injusto que un hijo de Dios pasara necesidades y careciera de todo por servirle.
Hundido en mis pensamientos, de pronto me dí cuenta que no sabía la hora que era, y que no tenía reloj para averiguarlo.
Fue la gota que desbordó el vaso.
Me irrité profundamente conmigo mismo y con mi situación.
Como siempre sucede, son las cosas pequeñas las que nos hacen perder el dominio propio y la felicidad. Las zorras pequeñas echan a perder las viñas del carácter.
Compréndanme, yo siempre había usado reloj, y por esos días el mío se había inutilizado. No tenía posibilidad de adquirir uno, pues las prioridades eran otras.
Seguí caminando. Pocas calles después, sonó la bocina de una vieja camioneta. Alguien me estaba llamando.
Era un pariente que hacía varios años que no veía. Pensé: "¿y ahora, qué querrá este de mí?"
Para mi sorpresa, se detuvo en medio de la calle y me citó a su taller mecánico, en donde -según dijo- tenía algo para mí.
Cuando llegué al negocio de mi pariente, el entró en una habitación y luego salió llevando en sus manos ¡un reloj!
Y no cualquiera, sino uno de buena marca, de los que me gustaban, con varias funciones y alarmas.
Me dijo que hacía rato que lo tenía guardado para mí. Sin salir de mi asombro por lo sucedido, me retiré de allí después de darle las gracias desde el fondo de mi alma
Mil preguntas brotaron en mi mente: ¿por qué decidió regalarme justo a mí un reloj?¿y porqué justo ahora? ¿por qué justo en ese lugar y en ese día nos habíamos encontrado?
Entonces comprendí: "Y antes que clamen, responderé yo; mientras aún hablan, yo habré oído." Isaías 65:24
Pedí perdón y alabé a mi Señor al mismo tiempo. Me sentía gozoso
Dios había respondido a mis necesidades cuando yo estaba pensando que El me había olvidado
Por esto (y por muchas otras razones), creo con más firmeza que antes en la oración.
Todavía conservo el reloj en mi muñeca después de muchos años, ya de un modelo viejo y algo averiado, para mostrarlo a mis alumnos -ahora trabajo en doble turno en un colegio- o a quien quiera oír este sencillo testimonio de la Providencia del Señor que estoy relatando.
¡Maravilloso Señor!

lunes, 9 de febrero de 2009

Un susto mayúsculo

Mi búsqueda de Dios comenzó... cuando Él comenzó a buscarme.
Alrededor de los 12 o 13 años sentí gran interés por saber de Jesús, y fui llamado a conocerle a través de su Palabra. Esa búsqueda divina derivó en mi conversión 8 años más tarde
En una visita a la iglesia Adventista por ese tiempo, compré una Biblia y comencé a leer libros religiosos, el más destacado de todos fue "El Conflicto de los Siglos" de E. G. White, que cautivó mi atención y me sacudió en gran manera.
De todas las formas en que el Señor llamó a mi vida desde que tuve conciencia, una acude a mi mente con fuerza, tal vez determinante para mis convicciones posteriores:
Estaba ya cursando el colegio secundario, cuando un día de lluvia, en el momento de la salida, las nubes negras y espesas que cubrían el cielo, se replegaron como arrollándose en forma extraña y salió el sol.
Acudió entonces a mi mente con la energía de una explosión devastadora, un pasaje bíblico que había leído, que dice así:
Apocalipsis 6:14 "Y el cielo se desvaneció como un pergamino que se enrolla; y todo monte y toda isla se removió de su lugar".
Miedo, pánico, espanto, terror... no sé cual sería la palabra, pero me quedé paralizado. Pensé que ¡Jesús estaba llegando! Y yo... ¡¡¡no estaba preparado!!!
Por un rato quedé parado en medio de la plaza contemplando la escena...
Cuando me repuse, volví a mi casa, pero el recuerdo del incidente me persiguió por mucho tiempo, haciéndome pensar y llorar por el temor de sentirme culpable y sin perdón, destinado seguramente a la perdición eterna.
Todavía hoy ese incidente juvenil me recuerda el momento en que sentí su poderoso llamado
La venida de Cristo no es para mí hoy un pensamiento terrorífico, más bien es un anhelo feliz y un acontecimiento que llena mi vida de paz y seguridad.
¿Habrá algo mejor que el fin de todas nuestras ansiedades y temores, el fin del mal y del sufrimiento, el fin de la inseguridad, el dolor y la muerte?
Del temor a la esperanza, del miedo a la confianza, de la culpa a la paz de su aceptación...
¿Qué hizo cambiar mis sentimientos? Fue sin duda el haber experimentado la gracia perdonadora de Dios en mi vida, saber que me ama, que tiene para mí -y para todo el que cree y lo acepta- un futuro glorioso y que me considera su hijo a pesar de mis constantes fallas.
¿Cuáles son los sentimientos o emociones que te produce este magno acontecimiento?