domingo, 30 de enero de 2011

DE TEÓLOGOS Y TEOLOGÍA III

"Otra vez Jesús les habló, diciendo: Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida". Juan 8:12
Teólogos que no creen en la Biblia como inspirada o que no creen en la creación tal como la relata el génesis; pastores que son o se declaran ¡ateos!; teologías de corte "liberal", "fundamental", "feminista" o "de la liberación"...
Por ellas el mundo cristiano se halla fragmentado en mil ramas y con creencias que suelen diferir tanto entre sí que la unidad de los creyentes en un solo cuerpo parece una utopía. Si se levantaran hoy los reformadores o los grandes predicadores evangélicos, se sentirían como extraños en muchas de las iglesias que orgullosamente llevan sus nombres.
En la primer entrada de la serie recordaba que la teología y los teólogos deberían tener como objetivo magnificar la gloria de Dios. El consejo de Pablo a Timoteo sigue siendo pertinente: “Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que usa bien la palabra de verdad. Mas evita profanas y vanas palabrerías, porque conducirán más y más a la impiedad”. 2ª Timoteo 2:15,16
En nuestra época actual, caracterizada por la desorientación, todo parece valer; todo está bien, nada es incorrecto, y marcar un rumbo a las cosas es pura "discriminación", estrechez de mente y oscurantismo. 
Los frutos de ese pensamiento, no obstante, están a la vista en la marcada decadencia de la religión y los religiosos que hoy se observa en todas partes. Por ello es necesario retornar a las fuentes, volver al orígen.
Nada mejor pues, que recurrir a las Sagradas Escrituras.
En el texto inicial, Jesús mantenía un debate con los dirigentes religiosos de su tiempo, relacionado con su autoridad y su misión. Con amorosa paciencia les había mostrado en palabras y en hechos las claras señales de su procedencia divina y sin embargo se mantenían en la incredulidad.
"Dijo entonces Jesús a los judíos que habían creído en él: Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres. Le respondieron: Linaje de Abraham somos, y jamás hemos sido esclavos de nadie. ¿Cómo dices tú: Seréis libres? Jesús les respondió: De cierto, de cierto os digo, que todo aquel que hace pecado, esclavo es del pecado. Y el esclavo no queda en la casa para siempre; el hijo sí queda para siempre. Así que, si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres". Juan 8:31-36
La verdad de su Palabra fue dada para liberar, pero estos hombres la usaban para mantenerse en la oscuridad del pecado. Ignorando que estaban bajo el dominio romano y que eran esclavos de una potencia extranjera, afirmaron que no eran esclavos de nadie, pero el Señor les mostró cual era su verdadero amo y cual era su verdadera filiación. A renglón seguido les presentó los resultados de su conducta:
"Sé que sois descendientes de Abraham; pero procuráis matarme, porque mi palabra no halla cabida en vosotros. Yo hablo lo que he visto cerca del Padre; y vosotros hacéis lo que habéis oído cerca de vuestro padre. Respondieron y le dijeron: Nuestro padre es Abraham. Jesús les dijo: Si fueseis hijos de Abraham, las obras de Abraham haríais. Pero ahora procuráis matarme a mí, hombre que os he hablado la verdad, la cual he oído de Dios; no hizo esto Abraham. Vosotros hacéis las obras de vuestro padre. Entonces le dijeron: Nosotros no somos nacidos de fornicación; un padre tenemos, que es Dios. Jesús entonces les dijo: Si vuestro padre fuese Dios, ciertamente me amaríais; porque yo de Dios he salido, y he venido; pues no he venido de mí mismo, sino que él me envió". (vers. 37-42)
En la vanidad de sus mentes, se creían muy por encima de los demás, estaban convencidos de que su conocimiento intelectual los hacía superiores al vulgo. y se jactaban de sus teorías religiosas y de su apego a la ley. Sin embargo estaban obrando contra sus principios y procuraban matar a Aquel que era el Camino, la Verdad y la Vida.
Es que la verdad siempre está y estará en combate con la mentira. La presunción de piedad queda desenmascarada por las obras de quienes la pretenden estando en la oscuridad. El odio de los que se dicen religiosos contra la simple exposición de la verdad tiene un Originador:
"¿Por qué no entendéis mi lenguaje? Porque no podéis escuchar mi palabra. Vosotros sois de vuestro padre el diablo, y los deseos de vuestro padre queréis hacer. El ha sido homicida desde el principio, y no ha permanecido en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando habla mentira, de suyo habla; porque es mentiroso, y padre de mentira. Y a mí, porque digo la verdad, no me creéis. ¿Quién de vosotros me redarguye de pecado? Pues si digo la verdad, ¿por qué vosotros no me creéis? El que es de Dios, las palabras de Dios oye; por esto no las oís vosotros, porque no sois de Dios". (vers. 43-47)
Debemos tener cuidado de las ideas que aceptamos. Debemos sospechar por sobre todo de las ideas teológicas "populares", que se espacian en detalles complicados o que viven de la novedad. Lo nuevo, intrigante o maravilloso produce excitación, entusiasmo pasajero y llama la atención, pero termina por dejar vacíos a quienes lo buscan. O aún peor; provocan controversia, agrias disputas y división entre los creyentes, exponiendo a la vergüenza al evangelio ante el mundo incrédulo que se goza en vernos pelear.
Las simples y llanas declaraciones de la Biblia provienen de Jesús quién se declaró "la luz del mundo"; seguirlas no extraviará a nadie. Apegarse a lo que está escrito es la conducta más segura. A quienes lo buscan de corazón se les promete la iluminación del Espíritu Santo para conducirlos a toda la verdad.
Los teólogos o la teología que provengan de lo alto no promoverán el debate, no descalificarán al otro como medio de afirmarse a sí mismos, no estarán en la búsqueda de "nuevos significados" ajenos al texto sagrado, que concuerden con las pasiones humanas en vez de reprenderlas. No llevarán tampoco a la polarización de los creyentes a favor o en contra de uno u otro teólogo, como si se tratase de las disputas de los "fans" de clubes deportivos.
El teólogo que de veras ama a Dios - un "teófilo"- buscará promover el crecimiento en la fe y la armonía entre la grey a su cargo. Una adecuada teologia -o mejor una "teofilia"- no desacreditará claros conceptos bíblicos ni debatirá sobre detalles, sino que sacará lustre a las antiguas y nobles verdades que llevan a la santidad. Enfatizará el papel y el poder del Espíritu, que es la persona de la Deidad que nos convence de pecado, nos guía al arrepentimiento y revela toda la verdad al alma sedienta de algo más que las rancias corrientes de este mundo.
El consejo bíblico nos dice que debemos guardar la unidad en el Espíritu "hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo; para que ya no seamos niños fluctuantes, llevados por doquiera de todo viento de doctrina, por estratagema de hombres que para engañar emplean con astucia las artimañas del error, sino que siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo". Efesios 4:13-15
El triste caso de los líderes religiosos de los tiempos bíblicos nos es dado como ejemplo. Creían ser expositores de la palabra de Dios y eran causa de perdición para el pueblo; creían ser libres y eran esclavos del pecado; creían ser hijos de Abrahán  y eran hijos del Diablo.
No nos dejemos extraviar por todo viento doctrinal; sigamos más bien "la palabra profética más segura, a la cual hacéis bien en estar atentos como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro, hasta que el día esclarezca y el lucero de la mañana salga en vuestros corazones". 2º Pedro 1:19