"Enséñanos de tal modo a contar nuestros días, que traigamos al corazón sabiduría". Salmos 90:12
A veces Dios envía a la iglesia a personas angustiadas, o desesperadas, o caídas en el pecado o buscadoras de la verdad, para que podamos compartir con ellos el sublime conocimiento del amor de Jesucristo. En otros casos, nos pone en contacto con aquellas que ya lo han aceptado como Salvador, más en beneficio nuestro que en el suyo propio.
Domingo Enrique Mosquera, o Don Enrique como lo llamamos familiarmente, llegó a nuestra iglesia y a nuestros corazones hace algo más de un año y medio, para "enriquecer" nuestras vidas con una nueva perspectiva.
Como resultado de la campaña "Impacto Esperanza", habíamos colocado el cartel gigante con el mensaje "Cristo viene" frente a nuestro templo. Atraído por el mismo, un sábado por la mañana se acercó un anciano de aspecto distinguido, apoyado en un bastón, pero con andar seguro y voz firme, y se presentó a sí mismo con mucha formalidad, resultado sin dudas de su formación militar.
Domingo Enrique Mosquera, o Don Enrique como lo llamamos familiarmente, llegó a nuestra iglesia y a nuestros corazones hace algo más de un año y medio, para "enriquecer" nuestras vidas con una nueva perspectiva.
Como resultado de la campaña "Impacto Esperanza", habíamos colocado el cartel gigante con el mensaje "Cristo viene" frente a nuestro templo. Atraído por el mismo, un sábado por la mañana se acercó un anciano de aspecto distinguido, apoyado en un bastón, pero con andar seguro y voz firme, y se presentó a sí mismo con mucha formalidad, resultado sin dudas de su formación militar.
Me extendió su tarjeta que decía:
Mayor (r) Domingo Enrique Mosquera
Decano de los Historiadores Militares Argentinos
Psicografólogo Nº xxxxxxxx
Decano de los Historiadores Militares Argentinos
Psicografólogo Nº xxxxxxxx
Confieso que al principio no le creí cuando me dijo que estaba por cumplir 96 años, porque su aspecto y la fluidez y coherencia de su conversación no lo demostraban. Comenzó entonces a contar su historia, que distaba mucho de ser aburrida.
Había sido miembro de la acción católica, pero luego de estudiar la Biblia se bautizó en la iglesia metodista, donde fue predicador por más de 50 años. Tras la muerte de su esposa, dejó Buenos Aires para vivir con su hijo en nuestra ciudad. Buscó sin éxito una congregación metodista en nuestro medio y entonces se encontró con el cartel y con el templo adventista, lo cual despertó su curiosidad y lo hizo entrar.
Rápidamente se integró a nuestros cultos y a nuestra clase de escuela sabática. Después de asistir un tiempo y de hacer muchas preguntas, un día me dijo: "vine aquí como metodista pero ahora soy adventista".
En el mes de julio de 2009 se integró definitivamente a la iglesia por profesión de fe (hacía mucho frío en esos días, nos azotaba la epidemia de gripe A, y el ya había sido bautizado por inmersión), convirtiéndose en un ejemplo de vida y fe para todos nosotros. Es alumno de mi clase de escuela sabática, y si por algún motivo no puede venir -cosa muy rara- llama para disculparse, ¡Tal es su compromiso y sentido de la responsabilidad!
Su modestia, cordialidad y buen trato conquistan a cualquiera; es además muy reflexivo y dispuesto a aprender. Pero lo que sorprende de él es su vitalidad y que, en una edad en que cualquiera estaría largamente retirado, todavía trabaja ejerciendo las profesiónes de grafólogo e historiador por igual.
Es autor de varios libros y diversas publicaciones. Actualmente escribe una columna regular sobre historia militar en el principal diario local; y atiende consultas sobre su especialidad en grafología por correo electrónico (¡Sí; se comunica con nosotros por mail!) además, está terminando de escribir otro libro. En la ocupada vida de Don Enrique hay lugar para muchos otros proyectos, como el de proponer la creación de la carrera de Sicografología en la Universidad de Formosa, escribir la historia de nuestra iglesia local, etc.
Cada sábado, cuando llega el momento de dar testimonios, la voz de Enrique sólo se eleva para agradecer la semana de vida que Dios le ha dado.
Suele afirmar que todos sus años de vida los ha pasado con la permanente compañía de Jesús.
El salmo citado arriba es una realidad en su vida. Espero que en la mía y en la de cada uno de nosotros lo sea también.
¡Gracias por conocerlo Enrique! y ¡Gracias a Dios por haberlo traído a nuestras vidas!
Columna del Suplemento Cultural del Diario la Mañana de Formosa -Argentina- 27/12/09
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