viernes, 11 de junio de 2010

BIEN HECHO

"Verá el fruto de la aflicción de su alma, y quedará satisfecho". Isaías 53:11 .
La fidelidad en la obra del Santuario es un paréntesis agradable en la conflictiva y espasmódica historia del pueblo de Israel. Con frecuencia se habían quejado de sus aparentes dificultades, habían dudado de la conducción divina y se habían rebelado; incluso habían caído en la apostasía. Pero cuando Dios los perdonó después del incidente del becerro de oro, sacaron a relucir un espíritu de alegre consagración, de una generosidad y un entusiasmo que antes no habían manifestado.
"Y habló Moisés a toda la congregación de los hijos de Israel, diciendo: Esto es lo que Jehová ha mandado: Tomad de entre vosotros ofrenda para Jehová; todo generoso de corazón la traerá a Jehová; oro, plata, bronce, azul, púrpura, carmesí, lino fino, pelo de cabras, pieles de carneros teñidas de rojo, pieles de tejones, madera de acacia, aceite para el alumbrado, especias para el aceite de la unción y para el incienso aromático, y piedras de ónice y piedras de engaste para el efod y para el pectoral... De los hijos de Israel, así hombres como mujeres, todos los que tuvieron corazón voluntario para traer para toda la obra, que Jehová había mandado por medio de Moisés que hiciesen, trajeron ofrenda voluntaria a Jehová".  Exodo 35:4-9, 29
Se ilustra aquí el papel de la mente y el alma en el servicio a Dios. Lo que hicieron, lo hicieron voluntariamente y de corazón.
En primer lugar, la voluntad es clave en la salvación; no porque tenga virtud salvadora sino porque mediante ella tomamos decisiones que son la única vía para apropiarse de la bendición prometida.
La voluntad santificada por el Espírtitu Santo es una poderosa herramienta contra el pecado. Necesitamos decidir rendirle nuestra voluntad a Dios, decidir servirle, decidir ponernos de parte del Señor en sus batallas, decidir ser fieles en cada situación.
Pero no es un simple asunto intelectual. La entrega debe ser completa. Para ello debemos rendir también nuestro corazón, es decir nuestros sentimientos, afectos y deseos más profundos. Al rendir nuestra voluntad y nuestros afectos a Dios lo hacemos con la convicción de que dependemos absolutamente de Él. Nada de lo que tenemos o hacemos alcanza, nada es demasiado como para retenerse.
La pregunta del creyente no es: ¿cuánto es lo mínimo que puedo dar?, sinó: ¿qué más me falta?
Cuando ellos lo hicieron así, lo que siguió fue consecuencia natural de su completa consagración; la bendición del Señor
"Y tomaron de delante de Moisés toda la ofrenda que los hijos de Israel habían traído para la obra del servicio del santuario, a fin de hacerla. Y ellos seguían trayéndole ofrenda voluntaria cada mañana. Tanto, que vinieron todos los maestros que hacían toda la obra del santuario, cada uno de la obra que hacía, y hablaron a Moisés, diciendo: El pueblo trae mucho más de lo que se necesita para la obra que Jehová ha mandado que se haga. Entonces Moisés mandó pregonar por el campamento, diciendo: Ningún hombre ni mujer haga más para la ofrenda del santuario. Así se le impidió al pueblo ofrecer más; pues tenían material abundante para hacer toda la obra, y sobraba". Exodo 36:4-7
Ofrecer lo mejor para la causa de Dios es el fruto lógico de una vida que ya se ha rendido totalmente a Él.
Los resultados de la entrega completa de sus vidas y sus bienes al Señor no se hicieron esperar: la obra se había terminado, el blanco se había alcanzado y sobrepasado. Ya no se necesitaba que hicieran nada más.
"Cada mañana y cada tarde se ofrecía en holocausto sobre el altar un cordero de un año...  para simbolizar la consagración diaria a Dios de toda la nación y su constante dependencia de la sangre expiatoria de Cristo.   Hemos de entregarnos al servicio de Dios, y debiéramos tratar de hacer esta ofrenda tan perfecta como sea posible. Dios no quedará satisfecho sino con lo mejor que podamos ofrecerle. Los que lo aman de todo corazón, desearán darle el mejor servicio de su vida, y constantemente tratarán de poner todas las facultades de su ser en perfecta armonía con las leyes que los habilitan para hacer la voluntad de Dios". Cristo en su Santuario pag. 37
De la misma forma, en el tiempo final, Cristo está empeñado en finalizar con su obra expiatoria en el santuario del cielo, que hará evidente quién es suyo y quién no.
Cuando los hijos de Dios manifiesten el mismo espíritu que tuvo en esa ocasión el pueblo de Israel, la predicación del evangelio terminará y el plan de salvación verá su culminación. No habrá más nada que hacer en favor de la salvación de ningún ser humano.
Entonces, para recoger el fruto de la aflicción de su alma... Él vendrá.
"Los israelitas hicieron toda la obra tal y como el Señor se lo había ordenado a Moisés. Moisés, por su parte, inspeccionó la obra y, al ver que la habían hecho tal y como el Señor se lo había ordenado, los bendijo". Exodo 39:42,43 NVI
Si Dios inspeccionara la obra de nuestras vidas... ¿Saldríamos aprobados?...