sábado, 19 de noviembre de 2011

LA MUJER IV

Se levantan sus hijos y la llaman bienaventurada; y su marido también la alaba: Muchas mujeres hicieron el bien; mas tú sobrepasas a todas. Engañosa es la gracia, y vana la hermosura; la mujer que teme a Jehová, ésa será alabada. Dadle del fruto de sus manos, y alábenla en las puertas sus hechos.” Proverbios 31:28-31
El ideal divino para Adán y Eva cuando fueron creados se refleja en la bendición pronunciada sobre ellos (ver Génesis 1:27,28). Juntos formarían una sociedad de iguales que debían fructificar y multiplicarse reinando sobre el resto de la creación.
Lamentablemente, de aquella sociedad original queda muy poco. Los seres humanos ya no reconocemos -casi en ninguno de sus aspectos-, el plan que Dios tenía para nuestras vidas. La naturaleza no es ya el objeto de nuestra mayordomía, sino algo que podemos explotar a mansalva; la formación de familias felices y temerosas del Señor, ha  sido reemplazada por la persecución de una “carrrera”, un logro personal, o un trabajo que nos otorgue seguridad económica.
Y ha sido precisamente el lugar de la mujer en el hogar y en la iglesia el más afectado por nuestra frenética sociedad.
Importante papel en ello han desempeñado los movimientos feministas nacidos de la Ilustración -que señoreó durante la Revolución Francesa-, y que siguieron desarrollándose en Inglaterra y Estados Unidos a lo largo del siglo XIX y principios del siglo XX. 
Originariamente buscaban obtener la igualdad frente al hombre en términos de derecho de propiedad, así como igualdad de derechos dentro del matrimonio. Luego, a fines del siglo XIX, sus esfuerzos se concentraron en obtener poder político (en concreto el derecho al sufragio). Pero luego aparecieron nuevas demandas relativas a la sexualidad, la familia, el lugar de trabajo y a los derechos en la reproducción. La tercera ola feminista procura borrar los límites de la sexualidad, dando como válidas todas las orientaciones sexuales
(Sugestivo logo del feminismo con un puño alzado que surge de una cruz invertida)
Lo notable es que este tipo de movimientos no se conforma con una conquista que deja atrás algo de los mandamientos divinos; siempre va por más.
Si la influencia de estos pensamientos se mantuviera fuera de los límites de la iglesia, no sería tan grave; pero de la misma manera que en el Edén, Satanás intenta seducir a las mujeres cristianas con la idea de que si se “liberan“, podrán alcanzar un estilo de vida superior y gozarán de una libertad que por ahora se les niega.
El Diablo ha tenido éxito en muchos casos, al sacar a ambos padres del hogar para luchar por la subsistencia; y nos ha puesto a correr detrás de logros y programas, para que lleguemos al hogar cansados y con los nervios de punta, sin tiempo para antender nuestros hijos y educarlos en el temor de Dios. Pero no conforme con ello, consiguió avanzar en el debate de género en nuestras iglesias, con la idea de que las mujeres tienen que tener los mismos derechos y oportunidades que los varones.
Algo de esto se nos ha colado. Me refiero al debate instalado (y ya resuelto en algunas denominaciones religiosas), por la ordenación de las mujeres al ministerio.
Podría decirse que eso está bien, pero es en realidad un sofisma.
Cuando se lucha por cosas tales como la igualdad de género en la iglesia, damos un mensaje confuso en cuanto a nuestra misión, y podemos perder de vista nuestro objetivo último que es la proclamación del evangelio, el anuncio del juicio y de la segunda venida de Cristo.
Varios líderes religiosos, -¡sorprendentemente todos varones!-, han  sido seducidos a impulsar este cambio de status que no tiene apoyo bíblico. Creo que la mayoría lo hace de corazón y queriendo hacer un bien, pero sin advertir hacia donde le llevarán sus pasos.
Algunos argumentan que tampoco se prohibe en las Escrituras la ordenación de las damas como pastoras; pero no es bueno argumentar con la ausencia de evidencia. La Biblia guarda silencio sobre la esclavitud o la poligamia, por ejemplo; pero esa falta de condena no las vuelve más aceptables.
Tengamos cuidado con lo que apoyamos, puesto que cuanto más ardiente se vuelve la defensa de algún punto, mayores son las posibilidades de que se esté defendiendo el lado equivocado.
De este tipo de discursos puede decirse lo afirmado por el apóstol Pedro: “Pronunciando discursos arrogantes y sin sentido, seducen con los instintos naturales desenfrenados a quienes apenas comienzan a apartarse de los que viven en el error. Les prometen libertad, cuando ellos mismos son esclavos de la corrupción, ya que cada uno es esclavo de aquello que lo ha dominado. Si habiendo escapado de la contaminación del mundo por haber conocido a nuestro Señor y Salvador Jesucristo, vuelven a enredarse en ella y son vencidos, terminan en peores condiciones que al principio.” 2 Pedro 2:18-20 (NVI)
No ignoro las valiosas contribuciones femeninas a la causa de Dios tanto pasadas como presentes (ver entradas anteriores); pero me quedan algunas preguntas sobre la dirección en que nos estamos moviendo:
  1. ¿Esta iniciativa traerá verdaderas mejoras o tan solo creará nuevos conflictos?
  2. Si se ordenan mujeres al ministerio, ¿qué otras reivindicaciones sociales vendrán a continuación?
  3. Si las damas ejercen el pastorado, ¿quién criará y educará sus hijos?
  4. ¿Quién, además, mantendrá en orden sus hogares?
  5. ¿Cuál sería su mayor prioridad, su casa o sus fieles?
  6. ¿Cómo podría una mujer trabajando tiempo completo (pues el pastorado es muy demandante), ser ejemplo de la conducción del hogar para otras damas?
  7. Si dejamos de lado “la segura palabra profética” para centrarnos en argumentos de corte social, ¿seguiremos siendo una iglesia bíblica?
La experiencia deja ver que aunque los hijos resientan la ausencia del padre -y muchos hijos de pastores manifiestan esa carencia-, ¡cuánto más la de una madre!
Muchos hogares hoy están poblados de niños huérfanos de padres vivos y las consecuencias están a la vista. 
Dar pasos en la dirección mencionada, solo por una presión social, ¿no nos alejaría del ideal bíblico? ¿No recargaría aún más las pesadas responsabilidades de las mujeres? Creo en este asunto que -en relación a lo que se espera obtener-, las pérdidas serían muy superiores a los beneficios.
El modelo femenino de la Palabra de Dios muestra que la mujer -creada por Dios para un alto destino-, no debiera seguir en la dirección del mundo sino buscar realizarse dentro del ideal divino.
¡Qué maravilloso cuadro pinta el Señor de la mujer que vive de acuerdo a su voluntad!
“Mujer virtuosa, ¿quién la hallará? Porque su estima sobrepasa largamente a la de las piedras preciosas. El corazón de su marido está en ella confiado, y no carecerá de ganancias. Le da ella bien y no mal todos los días de su vida.” Proverbios 31:10-12
No se presenta a la mujer en este capítulo como una infeliz esclava de su marido o de las tareas del hogar, sino como una alta ejecutiva que dispone todo para la felicidad de los suyos; que coloca el bienestar de los que ama antes que la engañosa “realización personal” tan fieramente declamada. Es ante todo esposa y madre, sin renunciar a ser empresaria, artesana, comerciante, laboriosa y consejera llena de autoridad; no dejando de ser por ello una fiel misionera.
Sigue diciendo: “Busca lana y lino, y con voluntad trabaja con sus manos. Es como nave de mercader; trae su pan de lejos. Se levanta aun de noche y da comida a su familia y ración a sus criadas. Considera la heredad, y la compra, y planta viña del fruto de sus manos. Ciñe de fuerza sus lomos, y esfuerza sus brazos. Ve que van bien sus negocios; su lámpara no se apaga de noche. Aplica su mano al huso, y sus manos a la rueca. Alarga su mano al pobre, extiende sus manos al menesteroso. No tiene temor de la nieve por su familia, porque toda su familia está vestida de ropas dobles. Ella se hace tapices; de lino fino y púrpura es su vestido. Su marido es conocido en las puertas, cuando se sienta con los ancianos de la tierra. Hace telas, y vende, y da cintas al mercader. Fuerza y honor son su vestidura; y se ríe de lo por venir. Abre su boca con sabiduría, y la ley de clemencia está en su lengua. Considera los caminos de su casa, y no come el pan de balde. Se levantan sus hijos y la llaman bienaventurada; y su marido también la alaba: Muchas mujeres hicieron el bien; mas tú sobrepasas a todas. Engañosa es la gracia, y vana la hermosura; la mujer que teme a Jehová, ésa será alabada. Dadle del fruto de sus manos, y alábenla en las puertas sus hechos.” Proverbios 31:13-31
La mujer alabada aquí es la que se ocupa fielmente de su casa y dirige sus asuntos y los de su familia en el temor de Dios ¿Lo has notado?