martes, 26 de enero de 2010

SEÑOR DEL SÁBADO

Tenía alrededor de quince años cuando comencé a ayudar a mi padre en la sección de venta de repuestos para automotor. Me indicaba el nombre de alguno, su marca y medida y yo debía buscarlo entre desordenadas y confusas pilas en los estantes.
Para mi desgracia, tardaba siglos en encontrar lo que me pedía (si es que lo hallaba), en tanto él iba directamente a un lugar y con un triunfal movimiento del brazo lo exhibía ante mis narices.
Tiempo después de su muerte, llegó Osvaldo a poner fin a mis penas. Con mucha prolijidad y paciencia de monje, nuestro nuevo dependiente ordenó por clases, marcas, medidas y modelos todo lo que había en ese maremágnum de metal y plástico y puso un rótulo debajo de cada uno.
En medio de la confusión y los engaños orquestados por Satanás en los últimos días, el Señor también puso rótulos que permiten identificar la verdad sin error ni pérdida de tiempo.
Esto es cierto especialmente respecto del sábado. Es una clara enseñanza divina que se encuentra en el corazón de los Diez Mandamientos y sin embargo no existe otra doctrina de la Palabra de Dios tan resistida, que sea objeto de mayores controversias, argumentaciones, acusaciones y aun de odio violento.
Se tacha a los guardadores del sábado de engañados, de ser engañadores, de ser literalistas, de fundamentalismo, de legalismo, de fariseísmo o fanatismo, de estrechez de mente, de haraganería, etc.
Casi cada persona que se opone a la vigencia del cuarto mandamiento tiene razones "definitivas" para rechazarlo aunque muy pocas de estas razones concuerdan entre sí. ¿A qué se debe esto?
Ya en los tiempos del ministerio público de Jesús, éste tuvo que enfrentar el mismo espíritu de oposición, aunque por motivos diferentes a los invocados en la actualidad. No se hallaba en cuestión su observancia sino la forma de hacerlo.
"Aconteció en un día de reposo, que pasando Jesús por los sembrados, sus discípulos arrancaban espigas y comían, restregándolas con las manos". Lucas 6:1
Era legal en aquellos tiempos que los pobres y hambrientos pudieran tomar algo de los sembrados para su sustento. No había nada de malo en su conducta, pero el problema surgió por que lo hacían en sábado. En la estrecha mente de los que se decían defensores de la ley, el arrancar y restregar eran sinónimo de segar y trillar. Lo que hacían los discípulos era "trabajo".
Su interpretación de la ley se volvió superior a la ley misma y a su espíritu. Convirtieron un día de descanso en un espacio de 24 horas plagados de restricciones de su propia invención.
La intervención de Cristo en favor de sus discípulos es reveladora en cuanto a cómo considera Dios ese día: "Viéndolo los fariseos, le dijeron: He aquí tus discípulos hacen lo que no es lícito hacer en el día de reposo. Pero él les dijo: ¿No habéis leído lo que hizo David, cuando él y los que con él estaban tuvieron hambre; cómo entró en la casa de Dios, y comió los panes de la proposición, que no les era lícito comer ni a él ni a los que con él estaban, sino solamente a los sacerdotes? ¿O no habéis leído en la ley, cómo en el día de reposo los sacerdotes en el templo profanan el día de reposo, y son sin culpa? Pues os digo que uno mayor que el templo está aquí. Y si supieseis qué significa: Misericordia quiero, y no sacrificio, no condenaríais a los inocentes; porque el Hijo del Hombre es Señor del día de reposo". mateo 12:2-8
"También les dijo: El día de reposo fue hecho por causa del hombre, y no el hombre por causa del día de reposo". Marcos 2:27
Extraigo del texto cinco principios respecto del sábado:
  1. Los panes de la proposición - Nada es santo por si mismo y en si mismo; solo Dios es santo y santificador de lo que se halla en su presencia. No debemos caer en el error de que por el mero hecho de guardar el sábado tenemos algún mérito o bendición especial. No se trata del día sino del objeto del día.
  2. Los sacerdotes trabajaban el sábado - Hay excepciones al descanso sabático delimitados ya sea por una apremiante necesidad humana o por el servicio debido al Señor. Es lícito, dijo él, hacer el bien el sábado.
  3. No condenar a los inocentes - Principio de misericordia escaso en los tiempos de Cristo y en los nuestros. Nada hay más ajeno a la ley ni más revelador del espíritu del Adversario de las almas, que condenar al prójimo con dureza, apartándose del amor y del propósito de restaurar al descarriado.
  4. Señor del día de reposo - Jesús proclamó la soberanía divina sobre este día. Le pertenece. En las formulaciones de los 10 Mandamientos dados en la Biblia se dan dos razones para su observancia:
      • Es un recordatorio de la creación (Éxodo 20)
      • Es un anticipo de la liberación del pecado (Deuteronomio 5)
  5. Hecho por causa del hombre - Como todo lo que hace el Señor, tiene un objetivo espiritual y un propósito práctico. Ni Adán y Eva ni mucho menos Dios se hallaban cansados en el sexto día de la creación, no obstante les ordenó descansar como ejemplo para las generaciones venideras.
Iré desarrollando los cinco principios mencionados en sentido inverso en esta y las siguientes entradas:
Hecho por causa del hombre: Si en el estado edénico el ser humano necesitaba reposo, ¡cuánto más se lo necesita hoy! El pecado, la culpa, la inseguridad, el miedo, el estrés y muchos otros males minan nuestras energías y nos hacen perder nuestra paz y nuestra relación con Dios.
También se constituye en reposo para nuestra natural tendencia a obrar nuestra propia salvación, para que podamos descansar con la fe puesta en la seguridad de su amor y en su perdón.
En el albor de los tiempos, cuando no existían judíos, griegos, americanos o europeos (recuerden, fue por causa del hombre), que Dios, previendo las necesidades de sus criaturas, puso sobre un día a la semana su bendición y lo santificó (Génesis 2:1-3).
Nadie sabe por qué, pero la fisiología humana funciona en ciclos de 7 días. Vanos fueron los intentos de remplazar el ciclo hebdomadario (semanal) por parte de la Francia atea de la Revolución Francesa o los bolcheviques rusos. Fuimos diseñados para seis días de trabajo y uno de descanso. Tanto es así que en las diferentes culturas existen diferentes calendarios y formas de medir el tiempo, pero en todas, incluso en las no cristianas, existe la semana de siete días.
El sábado es un día de bendición. Dios lo bendijo. Es un día de santificación. Él lo santificó. Es un día de reposo. Lo instituyó con su ejemplo.
¿Por qué un día? Porque así lo dispuso.
¿Por qué ese día? Porque él lo eligió.
No puede ser reemplazado ni menospreciado. No sin peligro de nuestras almas. Si un padre pide a su hijo que le traiga pan, ¿le dará lo mismo que le traiga jabón? De la misma forma, la obediencia a sus mandamientos se constituye en prueba de amor y lealtad al Señor (ver Juan 14:15).
Necesitamos ese día. Necesitamos Su día. Lo diseño para nosotros, para nuestro bienestar y felicidad; bueno en gran manera (Génesis 1:31), como todo lo que nuestro maravilloso Creador hace.
Pero no es un día de descanso simplemente. Su propósito último, desde  la creación hasta hoy es que entremos en intima comunión con Él durante sus horas; comunión que se interrumpió un triste día en el Edén cuando "oyeron la voz de Jehová Dios que se paseaba en el huerto, al aire del día" buscando su compañía (Génesis 3:8).
Señor del día de reposo: Jesús se autoproclamó Señor del sábado como reafirmación de su divinidad, lo que ofendió terriblemente a sus opositores. No ha dejado de serlo. A él le pertenecen la lealtad y la honra y la gloria por todos los siglos. Como Dios no cambia, sus propósitos para los seres humanos tampoco han cambiado y el espera bendecirnos en ese espacio de tiempo que apartó.
Si consideramos el asunto con sinceridad de corazón, es una cuestión de pertenencia. Somos suyos por creación y por redención. Cristo pagó con su sangre el derecho de posesión que locamente vendimos a Satanás. Al apartar el sábado para la adoración al Creador y Redentor de nuestras almas, mostramos al mundo (y a nosotros mismos) a quién pertenecemos.
Recuperemos ese día. Nos hace falta.