viernes, 12 de noviembre de 2010

EL TRATO DE DIOS CON ISRAEL I

"El es la Roca, cuya obra es perfecta, porque todos sus caminos son rectitud; Dios de verdad, y sin ninguna iniquidad en él; es justo y recto. La corrupción no es suya; de sus hijos es la mancha, generación torcida y perversa". Deuteronomio 32:4,5
El libro de Deuteronomio me fascina. No es una simple repetición de cosas que están en los libros de Éxodo y Números, sino una recapitulación vibrante de los hechos poderosos de Dios en favor de su pueblo.
Reivindica por un lado la acción del Señor en la historia, su justicia, bondad y perfección, y por el otro pone al descubierto la ingratitud de quienes había rescatado de Egipto. Muestra al mismo tiempo luz y sombra; luz procedente de Dios y sombras de quienes en vez de servirle se apartan de él.
Aparece en este libro en estrecho contacto con su pueblo elegido; dándole a Israel un trato familiar, digno del padre que con amor aconseja y reprende a sus hijos. Quiere que recuerden de dónde salieron y cómo fueron rescatados, pero por sobre todo, sabiendo que se desviarían, les amonesta con firmeza. Recurre a un método muy eficaz para que estas instrucciones permanezcan entre ellos por generaciones, les manda componer un canto con sus advertencias finales:
"Y se apareció Jehová en el tabernáculo, en la columna de nube; y la columna de nube se puso sobre la puerta del tabernáculo. Y Jehová dijo a Moisés: He aquí, tú vas a dormir con tus padres, y este pueblo se levantará y fornicará tras los dioses ajenos de la tierra adonde va para estar en medio de ella; y me dejará, e invalidará mi pacto que he concertado con él; y se encenderá mi furor contra él en aquel día; y los abandonaré, y esconderé de ellos mi rostro, y serán consumidos; y vendrán sobre ellos muchos males y angustias, y dirán en aquel día: ¿No me han venido estos males porque no está mi Dios en medio de mí? Pero ciertamente yo esconderé mi rostro en aquel día, por todo el mal que ellos habrán hecho, por haberse vuelto a dioses ajenos. Ahora pues, escribíos este cántico, y enséñalo a los hijos de Israel; ponlo en boca de ellos, para que este cántico me sea por testigo contra los hijos de Israel. Porque yo les introduciré en la tierra que juré a sus padres, la cual fluye leche y miel; y comerán y se saciarán, y engordarán; y se volverán a dioses ajenos y les servirán, y me enojarán, e invalidarán mi pacto. Y cuando les vinieren muchos males y angustias, entonces este cántico responderá en su cara como testigo, pues será recordado por la boca de sus descendientes; porque yo conozco lo que se proponen de antemano, antes que los introduzca en la tierra que juré darles".
Deuteronomio 31:15-21
El texto citado levanta varias preguntas:
Si Dios sabía... ¿porqué lo permitió?
¿No tiene él suficiente poder para evitar la apostasía de sus hijos?
¿Dios procede con ánimo vengativo?
¿Qué significa que "esconde su rostro" de nosotros?
Abordaremos estas preguntas en las siguientes entradas; pero ahora, un pequeño resumen:
En la presciencia de Dios se anticipa el fracaso de Israel en seguirle luego de su entrada en Canaán. Les llama "generación torcida y perversa" con toda razón. No se trata de que su caída fuera un hecho inevitable, sino de que el Divino Lector del Futuro les presentaba de antemano lo sucedido para que, al hallarse en desgracia, pudieran recapacitar y arrepentirse.
Sus advertencias, aunque duras, tenían una función didáctica y restauradora. Recordar el pasado puede servirnos para alegrarnos, entristecernos o reflexionar. El propósito de Dios era que la lectura de estos pasajes de advertencia volviera sus corazones en sincero arrepentimiento y reforma.
Esto se observa luego en lo hecho por los líderes posteriores como Ezequías, Josías, Daniel o Nehemías, que al ponerse en contacto con las reprensiones de su Palabra guiaron al pueblo a revalidar su pacto con Dios.
El proceder básico del Señor con su pueblo fue (y sigue siendo) el siguiente:
  • Anticipar sus acciones
  • Anticipar la consecuencia de sus acciones
  • Permitir que sufran la consecuencia de sus acciones
  • Intervenir poderosamente para salvarlos
  • Renovar su pacto de gracia con ellos
Como ya expresé, anticipar la conducta de alguien no es determinismo. Que yo sepa de antemano lo que alguien va a hacer y los resultados evidentes de su acción no obliga a la otra persona a realizar buenas o malas acciones.
Muestra solamente que él conoce nuestra naturaleza y las tendencias del corazón. Aunque espera que procedamos bien, sabe que somos inclinados al mal.
Como los faros en la costa del mar iluminan las sombras y ponen al descubierto los obstáculos mortales para los barcos, sus mensajes son mensajes de gracia, no de condenación. La luz de la revelación que muestra las aristas desagradables de nuestro carácter no busca herir sino sanar. Es que por el empecinamiento propio del pecado no recapacitamos hasta que los hechos nos golpean en el rostro.
Al mismo tiempo, el hecho de que permita el sufrimiento no revela un aspecto cruel del Señor. Muy por el contrario, al mostrar los efectos de nuestras elecciones y dejarnos sufrir sus consecuencias, nos dice que está vigilando el proceso para que no seamos destruidos ni caigamos en la desesperación. Por mucho que nos hayamos alejado, se resiste a abandonarnos a nuestra suerte.
Por último, su actitud hacia el pecador es la misma a lo largo de todos los siglos desde que el mal irrumpió en nuestro mundo: "Yo sanaré su rebelión, los amaré de pura gracia; porque mi ira se apartó de ellos". Oseas 14:4