miércoles, 28 de octubre de 2009

MADRE CRISTIANA


Madre cristiana que en tu seno llevas
uno como tantos, un hijo de Eva
Lo quieres distinto, leal, amoroso,
un bello reflejo del Dios Poderoso.

Madre cristiana que has dado
profetas y sabios al mundo asombrado;
mujeres valientes, prudentes varones,
voluntades firmes, grandes corazones.

Madre cristiana, ¡tremenda tarea!
redobla tu esfuerzo por duro que sea;
que el fruto del vientre, herencia bendita
llevar a su reino Jesús solicita.

Veras que al final de tu larga jornada
recibirás esa hermosa corona dorada,
que da el Maestro a las madres amantes.
¡No te desalientes, ve siempre adelante!

Willy Grossklaus

sábado, 10 de octubre de 2009

Los tres Ladrones

Época fue de sórdidas pasiones
el pueblo de rencor estaba henchido,
y en el Gólgota en sombras convertido
colgaban de sus cruces tres ladrones.

A un lado, y en rabiosas contorsiones
expiraba un ratero empedernido
en el otro, un ladrón arrepentido
y en medio un robador de corazones.

De luto se vistió la vasta esfera,
a un lado, el malo, se retuerce y gime,
al otro, el bueno, en su tortura espera,

y el de enmedio, el de brillante cabellera,
que sufre, que perdona y que redime
se robó al fin la humanidad entera.

Melvin Renderos (Otros lo atribuyen a Enrique Alvarez Henao)

jueves, 8 de octubre de 2009

Cuando el pueblo de Dios sufre derrotas

Siguiendo con el estudio de los tres últimos capítulos del libro de Jueces, se encuentra una serie de sucesos intrigantes (pero de mucho valor espiritual) en la guerra entre los israelitas y la tribu de Benjamín.
El "pueblo elegido" se muestra en este libro muy lejos del ideal de Dios, por lo que debemos mirar los pasajes siguientes en su debido contexto. Historias sórdidas, matanzas innecesarias y reacciones emocionales, manchan el registro de los hechos del Señor, con la torpeza y falta de consagración de su pueblo dividido y extraviado, al punto de que "cada uno hacía lo que le parecía mejor" (ver Jueces 21:25 NVI).
En los hechos que veremos, hasta nos puede llamar a confusión que Dios parezca estar aprobando las acciones fratricidas de su pueblo o dándoles indicaciones que lo llevan a ser derrotado. Nuestro Señor es un Dios de amor, no lo olvidemos, pero Él trabaja con lo que tiene  (nosotros los humanos) y en este caso sus hijos fallaban terriblemente. Lo que se demuestra aquí es que El no es responsable por nuestros errores. Sin embargo, por horribles que nos parezcan estas historias, están allí para que saquemos de ellas lecciones provechosas para nuestra vida espiritual. Su amoroso propósito redentor subyace en toda la historia de su trato con los hombres y nada de lo que nos sucede está fuera de su control.
Luego del incidente del levita y su concubina de Jueces 19 (ver entradas anteriores), en un acto de venganza, los israelitas se pusieron en pie de guerra contra Benjamín, contando con una clara superioridad numérica, 400.000 contra 26.700.
Parecía que la lucha se resolvería rápidamente a  favor de la mayoría, pero el relato dice: "Luego se levantaron los hijos de Israel, y subieron a la casa de Dios y consultaron a Dios, diciendo: ¿Quién subirá de nosotros el primero en la guerra contra los hijos de Benjamín? Y Jehová respondió: Judá será el primero. Se levantaron, pues, los hijos de Israel por la mañana, contra Gabaa. Y salieron los hijos de Israel a combatir contra Benjamín, y los varones de Israel ordenaron la batalla contra ellos junto a Gabaa. Saliendo entonces de Gabaa los hijos de Benjamín, derribaron por tierra aquel día veintidós mil hombres de los hijos de Israel". Jueces 20:18-21
¿Por qué los que habían consultado al Señor fueron derrotados? ¿Acaso pedir la dirección de Dios no nos garantiza la victoria?
Este es un problema similar al planteado cuando Israel le pidió a Samuel que les nombrara un rey. No  era ese el plan de Dios y así se lo hizo saber al profeta; pero su pueblo estaba empecinado en su pedido y finalmente lo permitió para que aprendieran de sus propios errores.
También sucede que en nuestra soberbia tendemos a dar por sentado lo que Dios debería o no debería hacer, como si estuviera sujeto a nuestra voluntad antes que nosotros a la suya. Esta es una visión que empequeñece a la Divinidad y como resultado de nuestra incredulidad se frena su poderoso brazo.
Pero allí no termina la historia: "Mas reanimándose el pueblo, los varones de Israel volvieron a ordenar la batalla en el mismo lugar donde la habían ordenado el primer día. Porque los hijos de Israel subieron y lloraron delante de Jehová hasta la noche, y consultaron a Jehová, diciendo: ¿Volveremos a pelear con los hijos de Benjamín nuestros hermanos? Y Jehová les respondió: Subid contra ellos. Por lo cual se acercaron los hijos de Israel contra los hijos de Benjamín el segundo día. Y aquel segundo día, saliendo Benjamín de Gabaa contra ellos, derribaron por tierra otros dieciocho mil hombres de los hijos de Israel, todos los cuales sacaban espada". Jueces 20:22-25
Llorando por haber sido vencidos, piden otra vez la dirección divina. En esta segunda ocasión, ya no se envía a pelear a una sola tribu, sino que por indicación de Dios suben todas. El resultado, no obstante, no cambia. La cifra de muertos en sus filas ya alcanza a unos 40.000 hombres.
Aunque los israelitas consultaron en dos oportunidades al Señor, lo hicieron evidentemente con la confianza puesta en su propias fuerzas. No buscaban realmente conocer su voluntad, más bien pedían que Dios aprobara sus planes.
Después de sufrir esta segunda derrota, el ánimo de todos había cambiado. Estaban humillados y desanimados; listos ahora para ser conducidos por el verdadero Jefe del ejército de Israel.
"Entonces subieron todos los hijos de Israel, y todo el pueblo, y vinieron a la casa de Dios; y lloraron, y se sentaron allí en presencia de Jehová, y ayunaron aquel día hasta la noche; y ofrecieron holocaustos y ofrendas de paz delante de Jehová. Y los hijos de Israel preguntaron a Jehová ... y dijeron: ¿Volveremos aún a salir contra los hijos de Benjamín nuestros hermanos, para pelear, o desistiremos? Y Jehová dijo: Subid, porque mañana yo os los entregaré". Jueces 20:26-28
Parece ser que corresponde a la naturaleza humana caída aprender mejor de los fracasos que de los éxitos.
Las derrotas, aunque dolorosas fueron necesarias para que recordaran su dependencia y adoptaran la debida actitud ante el Señor. (Bien que pronto la olvidaron).
Recién entonces cumplieron las condiciones para que su lucha tuviera éxito, yendo ante Su presencia  con humildad, ayunando y presentando ofrendas de paz. Llorando, no ya de frustración por la derrota, sino como señal de verdadero y profundo arrepentimiento.
La confianza propia había desaparecido para dar lugar a la mansa aceptación de que, sin el poder divino, las fuerzas humanas siempre saldrán derrotadas en la lucha contra el mal. 
En la última oración de este texto se encuentra la mayor y más importante lección que el remanente de aquellos días y también el de hoy debe aprender. "Yo os los entregaré"...la victoria es obra de Dios, nunca es nuestra.
En toda actividad espiritual se halla siempre latente el peligro de solicitar la dirección de Dios apenas como una excusa, como para que apruebe nuestros planes y así seguir luego nuestras propias inclinaciones. Sus frutos tendrán siempre el sabor amargo del fracaso.
No siempre son los mejores planes los que triunfan, ni debemos confiar desmedidamente en la capacidad de nuestros líderes o en la abundancia de nuestros medios y recursos. Mucho menos podemos confiar con presunción en que "somos el verdadero pueblo del Señor"
No, definitivamente nada de eso sirve si lo olvidamos, si su presencia no comanda nuestras filas. No olvidemos que "el caballo se alista para el día de la batalla; Mas Jehová es el que da la victoria". Proverbios 21:31

sábado, 3 de octubre de 2009

CORREGIR EL MAL

En una entrada anterior escribí que la historia de Micaía  y el levita (ver la entrada en http://willygrossklaus.blogspot.com ), es una de las peores que presenta la Biblia.
Alguien me señaló que a continuación de ella aparece la historia del levita y su concubina, que parece todavía peor. En lo único que este relato y sus consecuencias (narrados en Jueces capítulos 19 al 21) son mejores que aquella es en que en alguna medida, los israelitas hacen juicios de valor sobre una mala acción y consultan a Dios el camino a seguir.
Resumo el contenido de esos capítulos para llegar a la lección que considero importante:
  1. Un levita llega con su concubina a un pueblo de la tribu de Benjamín y es alojado por un anciano (cap. 19)
  2. Hombres perversos irrumpen en la noche y violan a su mujer causándole la muerte. (cap. 19)
  3. El insensible hombre la parte en pedazos y los envía al resto de las tribus de Israel. (cap. 19)
  4. El pueblo delibera y deciden pedir la entrega de los culpables. (cap. 20)
  5. Por un mal sentido de solidaridad, los benjamitas se resisten a entregar a los depravados. (cap. 20)
  6. Entonces las otras tribus se ponen en pie de guerra contra Benjamín, solo para ser derrotados en dos oportunidades.(cap. 20)
Esta cadena de eventos llama a la reflexión a los atacantes y entonces "los israelitas, con todo el pueblo, subieron a Betel, y allí se sentaron y lloraron en presencia del Señor. Ayunaron aquel día hasta el anochecer y presentaron al Señor holocaustos y sacrificios de comunión. Después consultaron al Señor, pues en aquel tiempo estaba allí el arca del pacto de Dios, y Finés, hijo de Eleazar y nieto de Aarón, ministraba delante de ella. Preguntaron: —¿Debemos subir y volver a luchar contra los de Benjamín, nuestros hermanos, o nos retiramos? El Señor respondió: —Suban, porque mañana los entregaré en sus manos". Jueces 20:26-28 NVI
El dolor del pueblo era legítimo y pensaron en consultar a Dios qué hacer; sin embargo esto no significa que siguieron haciendo su voluntad en lo que seguiría, consignado en el capítulo 21. Su arrepentimiento y búsqueda de Dios no fueron duraderos.
No contentos con alcanzar la victoria contra sus enemigos, los ejércitos de la coalición israelita "se volvieron contra los de Benjamín y mataron a filo de espada a los habitantes de todas las ciudades, incluso a los animales, y destrozaron todo lo que encontraron a su paso. También les prendieron fuego a todas las ciudades". Jueces 20:48 NVI
En el descontrol de la batalla y atendiendo únicamente al deseo de vengar sus anteriores derrotas, casi exterminaron a los benjamitas, dejándoles apenas 600 hombres y ninguna mujer.
Para peor, habían hecho juramento de no dar sus hijas a los benjamitas. Cuando vieron el resultado de sus acciones, en vez de corregir el mal cancelando su voto apresurado y no solicitado por el Señor, idearon una estrategia que llevó inicialmente a la muerte a los habitantes de Jabes de Galaad: "Vayan y maten a filo de espada a los habitantes de Jabés Galaad. Maten también a las mujeres y a los niños. Esto es lo que van a hacer: Exterminarán a todos los hombres y a todas las mujeres que no sean vírgenes". Jueces 21:10,11 NVI
Como no había mujeres para todos, autorizaron el secuestro de jovencitas desprevenidas para que cada uno de los sobrevivientes tuviera mujer israelita.
Venganza, matanzas y secuestros fueron el resultado de un "acto de justicia", que creían aprobado por Dios, porque lo habían consultado en principio. En su afán de retribución, permitieron que sus sentimientos gobernaran la razón, causando un daño mayor del que querían enmendar.
El relato de estos capítulos nos advierte sobre la manera de hacer justicia que pretende seguir la dirección divina cuando en realidad solo sigue sus propias inclinaciones. Se afirma al final del libro como un triste pero adecuado corolario que: "En aquella época no había rey en Israel; cada uno hacía lo que le parecía mejor" (Jueces 21:25 NVI).
Si consultamos al Señor, debemos estar dispuestos a hacer su voluntad en todo, dejando de lado nuestros propios caminos y humillando nuestro corazón. Recordemos que para sacar la paja del ojo de nuestro hermano debemos sacar primero la viga del nuestro.
Los criterios humanos suelen estar empañados por sus sentimientos y pasiones, que inevitablemente, alejan al Espíritu de Dios y traen desgracia y confusión a su obra.
El Dios Todopoderoso es quien arreglará las cosas en su viña, él se encargará de cortar los pámpanos que no lleven fruto para su gloria. Recordemos siempre que al corregir el mal, debemos hacerlo bajo su dirección para no caer en errores de juicio que causen más mal que bien.

viernes, 2 de octubre de 2009

LOS TRES TRONOS DEL JUICIO

En cierta ocasión alguien me dijo acerca de lo que estaba enseñando: -"Ustedes son demasiado complicados, cuando el evangelio es simple, Jesús murió por nosotros y eso es todo". Y esto último es cierto, el evangelio es simple; pero el que enseña la Biblia no es un evangelio limitado únicamente a la muerte de Cristo por nosotros. Contiene temas sublimes y profundos, nacidos todos de la maravillosa gracia de un Dios que en vez de destruir al ser humano pecador le extiende su amor y su perdón.
En razón de su excelsa naturaleza, el mensaje divino de salvación levanta muchas preguntas como estas:
  • ¿Está obrando bien el Señor para resolver el problema del pecado?
  • ¿Habrá o no un juicio y sobre qué base se hará?
  • ¿Qué pasará con Satanás y sus ángeles?
  • ¿Es justo Dios al perdonar a unos y condenar a otros?
  • ¿En la futura eternidad, el hombre no podría acaso volver a pecar?
Son apenas algunas de las preguntas que surgen sobre temas casi inagotables, que abarcan "cosas en las cuales anhelan mirar los ángeles" (1º Pedro 1:12). Si las inteligencias celestiales no alcanzan a captarlas, ¡cuanto menos nosotros!
Uno de estos temas es el juicio de Dios. Muchos cuestionan la misma idea de que seremos juzgados por nuestros actos. Otros tratan de suavizar  lo que consideran la terrible imagen de un Dios airado que viene a castigar los pecados del hombre, hasta casi diluir el mensaje divino.
Pero la Biblia menciona un juicio. Es una realidad mencionada con frecuencia en la Escritura.
"Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria, y todos los santos ángeles con él, entonces se sentará en su trono de gloria, y serán reunidas delante de él todas las naciones; y apartará los unos
de los otros, como aparta el pastor las ovejas de los cabritos. Y pondrá las ovejas a su derecha, y los cabritos a su izquierda".
Mateo 25:31-33
En el pasaje citado, aparecen el juicio, los involucrados y el trono. Veámoslos en orden inverso.
La imagen del trono de Dios como trono de juicio se repite por todas las Sagradas Escrituras. Desde allí se pronuncia la sentencia divina contra el pecado y contra el pecador. "Justicia y juicio son el cimiento de tu trono..." Salmos 89:14.
Los seres celestiales, los salvados (ovejas) y los perdidos (cabritos) son los protagonistas del juicio celestial, a quienes se juzgará por separado en tres etapas sucesivas.
¿Por qué un juicio dividido en tres partes? Bueno, hasta los juicios terrenales tienen tres etapas bien marcadas:
  1. la investigación de los hechos y la acumulación de pruebas
  2. el proceso judicial propiamente dicho donde se valoran las evidencias
  3. el dictado de la sentencia
Por causa de los involucrados y para plena justicia, se debe realizar de esta forma. Para que el carácter divino sea reivindicado, todas las partes en el juicio (la Deidad misma, los seres celestiales y los seres humanos) deben estar plenamente de acuerdo con la sentencia final, sea cual fuere.
Miremos bien la lógica de esto:
    ¤ Los habitantes del cielo, tanto los ángeles, como los habitantes de otros mundos creados por Dios necesitan estar seguros de que no reincidiremos en el pecado después de haber sido redimidos. Bien conocen nuestras fallas en la tierra, las veces que fracasamos en ser fieles al Señor. Cabe para todos ellos la pregunta: ¿no volverán a caer en el pecado?
    ¤ En cuanto a los que se salvan, ¿en qué se diferencian de los perdidos si ambos son pecadores?; ¿son dignos de recibir la vida eterna por sus méritos, por capricho divino o por otra razón justificada?
    ¤ Y los que se perderán, ¿qué los hace indignos del cielo?
Antes de contestar a estos puntos, quiero destacar esto:
Nuestro bondadoso Creador y Salvador está dispuesto a contestar todas las preguntas, formuladas y por formular, que se le puedan ocurrir a cada ser inteligente que existe o existirá. La justicia de su trato con el mal quedará plenamente evidenciada y vindicada más allá de toda duda por la eternidad.