Era primavera, la mañana hermosa
llena de perfume, de trino de sol
se filtro alegre y gozosamente
dentro de los pliegues de mi corazón
y el Maestro vino, me hablo
quedamente-¿Irás a mis campos como sembrador?-
pero la mañana me llenaba el alma
y dije: -Maestro, no podré ir hoy,
cuando primavera apague sus luces,
cuenta con mi ayuda como sembrador.
Y vino el estío, la aurora nacía
con su explosión de luz y calor
todo lo incendiaba con chispas de oro
todo lo cubría con regio
capuzY de nuevo el Maestro se acerco y me dijo:
-¿Mis tiernas semillas irás a sembrar?-
pero era tan lindo, tan lindo el estío,
que dije sintiendo mi pecho cantar
-Cuando del verano se extinga la gloria
iré a tus campos gozoso a sembrar.
Y vino el otoño y el primer rocío
que
cayo abundante sobre la amplia mies,
puso en el aire su hálito sedante
como mano piadosa refresco mi sien,
de nuevo el Maestro se acerco y me dijo:
-¿Mis maduras mieses irás a segar?
si no te retardas aun llegas a tiempo-
Mas dije: -Maestro
déjame quedar
cuando haya gustado la ambrosía de otoño
correré a tus campos y podré segar.
Y vino el invierno, todo estaba blanco
hacia mucho frío, no brillaba el sol,
la nieve y el hielo todo lo cubrían
hasta se acercaron a mi corazón
y entonces, entonces voluntariamente
me acerque al Maestro, todo se lo di,
todo don precioso que habitaba en mí,
más el tristemente movió la cabeza
y me dijo: -
Pasose la cosecha,
solo queda en el campo un poco de trigo
a espera de que tú voluntario
lo fueras a sembrar, y como no fuiste
aun esta en el campo
y fue tu descuido el que lo dejó.
-El placer del año gustaste afanoso
cuando te llamaba no oíste mi voz,
¿de que sirve ahora tu
remordimiento?
¿Qué será del trigo que no se segó?
Autor desconocido