martes, 21 de julio de 2009

¡Vuelve el Señor! Lo afirman los albores

¡Vuelve el Señor! Lo afirman los albores
del triunfo de la luz sobre el pecado
la claridad del día prefijado
que se anuncia con vivos resplandores

Lo proclaman los andantes rumores,
el torbellino de odios desatado,
lo dice el terremoto y el tornado,
de la angustia en los pueblos los dolores.

¡Viene el Señor! Promesa no ilusoria
indicios mil confírmala a porfía
señales que son cortas de victoria
a todo aquel que guarda en su memoria
la fiel palabra que dijera un día
¡Vendré otra vez en majestad y gloria!

Autor desconocido

GOZOSO ARRIBA EL NAVEGANTE AL PUERTO

Gozoso arriba el navegante al puerto
y acaba su viaje el peregrino
¡con qué placer termina su camino
el que cruzó por áridos desiertos!

Grato es mirar el horizonte abierto
después de negro abrumador destino,
o disfrutar en cambio repentino,
glorioso triunfo, tras combate incierto.

Mas grato mucho más sin semejanza
será acabar la obscura travesía,
donde tanta miseria nos alcanza.

Y en el cielo a la luz de la eternidad
ver a Dios, satisfecha la esperanza
con la visión feliz que el alma ansía.

Carlos Araujo

ERA PRIMAVERA, LA MAÑANA HERMOSA

Era primavera, la mañana hermosa
llena de perfume, de trino de sol
se filtro alegre y gozosamente
dentro de los pliegues de mi corazón
y el Maestro vino, me hablo quedamente
-¿Irás a mis campos como sembrador?-
pero la mañana me llenaba el alma
y dije: -Maestro, no podré ir hoy,
cuando primavera apague sus luces,
cuenta con mi ayuda como sembrador.

Y vino el estío, la aurora nacía
con su explosión de luz y calor
todo lo incendiaba con chispas de oro
todo lo cubría con regio capuz
Y de nuevo el Maestro se acerco y me dijo:
-¿Mis tiernas semillas irás a sembrar?-
pero era tan lindo, tan lindo el estío,
que dije sintiendo mi pecho cantar
-Cuando del verano se extinga la gloria
iré a tus campos gozoso a sembrar.

Y vino el otoño y el primer rocío
que cayo abundante sobre la amplia mies,
puso en el aire su hálito sedante
como mano piadosa refresco mi sien,
de nuevo el Maestro se acerco y me dijo:
-¿Mis maduras mieses irás a segar?
si no te retardas aun llegas a tiempo-
Mas dije: -Maestro déjame quedar
cuando haya gustado la ambrosía de otoño
correré a tus campos y podré segar.

Y vino el invierno, todo estaba blanco
hacia mucho frío, no brillaba el sol,
la nieve y el hielo todo lo cubrían
hasta se acercaron a mi corazón
y entonces, entonces voluntariamente
me acerque al Maestro, todo se lo di,
todo don precioso que habitaba en mí,
más el tristemente movió la cabeza
y me dijo: -Pasose la cosecha,
solo queda en el campo un poco de trigo
a espera de que tú voluntario
lo fueras a sembrar, y como no fuiste
aun esta en el campo
y fue tu descuido el que lo dejó.

-El placer del año gustaste afanoso
cuando te llamaba no oíste mi voz,
¿de que sirve ahora tu remordimiento?
¿Qué será del trigo que no se segó?

Autor desconocido