miércoles, 8 de febrero de 2012

COMO RESOLVÍA JESÚS SUS CONFLICTOS III

“Y enseñaba cada día en el templo; pero los principales sacerdotes, los escribas y los principales del pueblo procuraban matarle. Y no hallaban nada que pudieran hacerle, porque todo el pueblo estaba suspenso oyéndole”. Lucas 19:47,48
Mi yerno comenzó a estudiar la Biblia con unas personas que no creen en la divinidad de Cristo ni en la personalidad del Espíritu Santo.Cada vez que les presentaba un pasaje de las Escrituras, uno de estos hombres gritaba:
-¡Te refuto, te refuto...!
Demás está decir que no llegaron a ningún lado y que el estudio acabó.
Por su trato y costumbres libres de prejuicio, por lo singular de su mensaje y por sus innegables milagros, el Señor recibía incesantes críticas de sus opositores. Fue despreciado y condenado por los líderes de Israel, pero el común del pueblo le escuchaba de buena gana.
¿Por qué le escuchaban con tanto gusto? ¿Tal vez porque sus mensajes estaban destinados a cautivar los sentidos o a agradar a la audiencia?
Nada de eso. Jesús exponía la verdad sin disfraces; revelaba la “luz verdadera, que alumbra a todo hombre”; sin embargo, “a lo suyo vino, y los suyos no le recibieron”, porque su luz hería sus corazones egoístas y pecaminosos. (ver  Juan 1:9,11).
Aunque jamás se enojó u ofendió por los ataques de los que era objeto constante, supo contestar cada una de las objeciones de manera redentora.Nunca trató mal a ninguno de sus opositores, no los rebajó ni expuso abiertamente sus errores. 
Aunque expuso los engaños de Satanás y llamó al pecado por su nombre, siempre prefirió sanar corazones antes que escarmentar a sus acusadores.
Así definió él mismo su misión de misericordia: “El Espíritu de Jehová el Señor está sobre mí, porque me ungió Jehová; me ha enviado a predicar buenas nuevas a los abatidos, a vendar a los quebrantados de corazón, a publicar libertad a los cautivos, y a los presos apertura de la cárcel”. Isaías 61:1
Lo mismo se espera de nosotros. No que discutamos, contendamos, nos enojemos y que lancemos anatemas sobre los que no creen como nosotros.
Nos toca más bien predicar al mundo las maravillosas promesas de la gracia y la salvación en Cristo, hablar de las virtudes y el amor de nuestro Maestro y del glorioso momento de su retorno. Incluso estamos obligados a presentar los impopulares temas de la temperancia y del juicio venidero, de la caída de Babilonia y de su condenación, pero imitando a Jesús en sus métodos de presentar el mensaje.
Y el apóstol Pablo insistió, escribiendo a Timoteo lo siguiente: “recuérdales esto, exhortándoles delante del Señor a que no contiendan sobre palabras, lo cual para nada aprovecha, sino que es para perdición de los oyentes”. 2ª Timoteo 2:14
¿Cómo respondía Jesús a quienes le cuestionaban?
Como ya afirmé, el Señor hablaba con autoridad. No discutía ni argumentaba, ni intentaba dejar en ridículo a sus adversarios para sostener su posición. Nadie jamás alcanzó la salvación por esa vía, tan a gusto de los polemistas.
Veamos sus métodos para enfrentarse a los contenciosos y algunos pasajes bíblicos a modo de ejemplo.
Recomiendo a mis lectores leer los cuatro evangelios, tomando nota de las veces que Cristo tuvo que enfrentar oposición y que hizo en cada caso ¡Sin duda que el estudio valdrá la pena!
1- Citando las escrituras. El mismo era la Palabra de Dios encarnada. Sabía los pasajes de memoria y los relacionaba de manera que desarmaba y enternecía a sus oyentes.
  • La pregunta sobre el divorcio (Mateo 19:3-6).
Aquí remitió el asunto a la autoridad del relato de los orígenes (hoy tan cuestionado) para zanjar la cuestión. El hombre y la mujer fueron creados para ser una sola carne. No usó una larga cadena de textos para probar lo que decía, sino uno solo, presentado en forma positiva y con toda autoridad.
2- Actuando sin mediar palabra. Los hechos son mejores que las palabras y resultan más contundentes y definitivos. Además, las palabras se pueden desoír, retorcer o malinterpretar; las acciones no.
  • Pregunta de los discípulos de Juan el Bautista (Lucas 7:18-23).
Ante la duda de su siervo Juan, el Salvador no respondió directamente (en verdad, nunca lo hacía). Dedicó el resto del día a hacer milagros de sanidad, luego les dijo que se fueran de vuelta y contaran lo que habían visto ¡Qué respuesta extraordinaria!
3- Por medio de una lección objetiva.
  • La moneda del tributo (Mateo 22:15-21)
Buscando entrampar a Jesús le presentaron un dilema; él lo resolvió de manera práctica y sencilla utilizando una moneda. La lección así presentada se graba en la mente en forma indeleble, a través de la experiencia y mediante el refuerzo visual.
4- Mediante parábolas.
  • El buen samaritano (Lucas 10:25-37)
iPortentosa sabiduría del Maestro de los maestros! Una simple historia, que se convirtió en la impulsora de miles y millones de obras de misericordia hacia los necesitados. Esta y todas sus parábolas han sido estudiadas por siglos; tanto las mentes más brillantes como las más sencillas las han explorado sin alcanzar jamás su profundidad y, al mismo tiempo, todas fueron beneficiadas por su lectura.
5- Utilizando la lógica.
  • El paralítico en Capernaúm (Marcos 2:1-12)
En una sorprendente lectura de los corazones incrédulos que presenciaban el milagro, preguntó con impecable y lapidaria lógica: “¿Qué es más fácil, decir al paralítico: Tus pecados te son perdonados, o decirle: Levántate, toma tu lecho y anda?” (vers. 9). De esta forma acalló a los quejosos, redimió al paralítico, honró la fe de sus amigos y dio un colosal testimonio del amor de Dios a todos los presentes. 
Este es nuestro Salvador. Toda gloria, alabanza y honor sean dados a su nombre. 
En todo aspecto de su lucha contra el mal, Jesús se mostró como un  “misericordioso y fiel sumo sacerdote”, soportándolo todo por amor a nosotros, siendo paciente, bondadoso y compasivo. Agradezcamos a Dios que “en cuanto él mismo padeció siendo tentado, es poderoso para socorrer a los que son tentados” (Hebreos 2:17,18).