domingo, 30 de agosto de 2009

EL TERCER CHASCO

Como parte de nuestra historia adventista, oímos hablar del chasco de 1844, cuando un grupo de creyentes norteamericanos esperaba el regreso de Cristo para el 22 de octubre de ese año. Cuando la fecha pasó, miles vieron sus esperanzas hechas pedazos y lloraron sin parar. La mayoría abandonó su fe en el movimiento, pero algunos continuaron creyendo que la experiencia espiritual que habían tenido era verdadera y de origen celestial, solo que se habían equivocado al interpretar la profecía.
Es en este punto en el que se apoyan los detractores de la iglesia para burlarse, criticar o rechazar al adventismo como carente de verdad.
Pero, ¿quién está peor, el creyente sinceramente equivocado o el que se ríe de él?
Después de examinar la evidencia bíblica e histórica durante los últimos 30 años, así como escuchar las críticas a tan dramática experiencia vivida por los primeros adventistas, tengo algunas cosas en claro:
  • Tanto adventistas como detractores coinciden en que el hecho ocurrió en realidad. Es HISTORIA y no fábula.
  • La iglesia no hizo ningún intento de ocultar el asunto o disfrazarlo, como hace uno con un error que quiere tapar.
  • Los críticos del movimiento se caracterizan por manifestar un espíritu no cristiano; son ácidos, burlones, despreciativos, o tratan de rebajar el asunto a un simple aprovechamiento de la credulidad e ignorancia de otros.
  • La iglesia creció; no se diluyó como es de esperar de los que siguen una mentira (ver Hechos 5:38,39).
Concluyo (así como otros), que lo que sucedió en 1844 con nuestros pioneros fue dirigido por Dios y es análogo a la experiencia vivida por los doce discípulos que creían con sinceridad, aunque equivocadamente, en un reinado terrenal de Jesús en sus tiempos (ver Lucas 24:21) a pesar de las claras advertencias de Cristo.
Pero vieron chasqueadas sus esperanzas de gloria mundanal y en la cruz tuvieron que soportar una prueba abrumadora para su fe.
En ambos casos no falló el Señor sino las expectativas de los creyentes. Esto levanta algunas preguntas lógicas como estas:
  • ¿Por qué permitió Dios que los creyentes sinceros se equivocaran al respecto y no los corrigió?
  • ¿Puede levantarse la iglesia verdadera sobre un error de interpretación?
  • ¿Volverá a ocurrir un chasco similar?
En cuanto al primer interrogante, entiendo que sucedió en ambos casos para probar los corazones de los creyentes y separar de los fieles a los que no creían de verdad en el mensaje. La iglesia tiene que ser zarandeada para separar la paja del trigo. Además impulsó una sincera y ferviente búsqueda en las Escrituras para conocer en qué habían fallado.
"Pero el tiempo señalado había pasado, y el Señor no había aparecido. Los creyentes sabían que la Palabra de Dios no podía fallar; su interpretación de la profecía debía estar pues errada; ¿pero dónde estaba el error? ... Dios se propuso probar a su pueblo. Su mano cubrió el error cometido en el cálculo de los períodos proféticos. Los adventistas no descubrieron el error, ni fue descubierto tampoco por los más sabios de sus adversarios.... Pasó el tiempo de expectativa, y no apareció Cristo para libertar a su pueblo. Los que habían esperado a su Salvador con fe sincera, experimentaron un amargo desengaño. Sin embargo los designios de Dios se estaban cumpliendo: Dios estaba probando los corazones de los que profesaban estar esperando su aparición. Había muchos entre ellos que no habían sido movidos por un motivo más elevado que el miedo. Su profesión de fe no había mejorado sus corazones ni sus vidas. Cuando el acontecimiento esperado no se realizó, esas personas declararon que no estaban desengañadas; no habían creído nunca que Cristo vendría. Fueron de los primeros en ridiculizar el dolor de los verdaderos creyentes." El Conflicto de los Siglos pags. 373,403,410
Dentro del plan divino, que solo se maneja con el bien, la verdad y la justicia, sus propósitos son inmutables, pero los hombres son la variable inestable de la ecuación. La otra variable es la acción de Satanás con sus huestes de demonios que influyen sobre los hombres para echar a perder los propósitos de Dios. Entre estas tres voluntades se centra el conflicto entre el bien y el mal, con la buena noticia de que al final, Dios siempre lleva a cabo su voluntad de salvación y misericordia.
Hay, por otra parte, muchos ejemplos en la Biblia de personas elegidas por Dios que obraron contrariamente a sus designios. Va como ejemplo el caso de Sansón, que cometió error tras error, pero Dios los utilizó para salvación: "Mas su padre y su madre no sabían que esto venía de Jehová, porque él buscaba ocasión contra los filisteos; pues en aquel tiempo los filisteos dominaban sobre Israel". Jueces 14:4
Él no aprueba los errores de sus hijos, sino que les da libertad de elección al tiempo que obra con sabiduría infinita para hacer avanzar sus planes.
Finalmente, con alarmante frecuencia, mezclamos la clara revelación de los asuntos divinos con agradables teorías de invención propia que no nos permiten captar la expresa voluntad de Dios. Tal fue el caso de los discípulos y también el de los primeros adventistas.
Continuamos con el tema en otras entradas.

lunes, 24 de agosto de 2009

¿Olvidado? ¡Ni lo pienses!

Se olvidaron de que existo... ¿Habrá alguien que se interese en mí?... Nadie me tiene en cuenta... Me siento solo y abandonado por todos...
Frases que se escuchan con frecuencia en nuestro cada vez más solitario y atribulado mundo.
Muchos exclaman como el salmista: "Mírame, y ten misericordia de mí, Porque estoy solo y afligido". Salmo 25:16
Al paso que aumenta vertiginosamente la población mundial y se multiplican los medios y formas de comunicarse que acortan distancias, el ser humano se siente cada vez más alienado, solitario y aislado de los demás.
El pecado no solo separó al hombre de Dios, también nos ha separado unos de otros hundiéndonos en una vertiginosa e inevitable espiral de egoísmo, orgullo, envidia, celos y mezquindades. Se desconfía del otro, al punto de que el prójimo ya no es prójimo sino competidor, adversario, antagonista.
Las relaciones que debieran dar estabilidad a la sociedad son como cuerdas de arena, que no pueden mantener unidas a las familias, las amistades, las instituciones o los gobiernos.
Nos separamos cada vez más en tribus, naciones, etnias, castas, o grupos sociales; también por la raza, sexo, color, status, religión, cultura, apariencia, preferencias políticas, deportes, hábitos, costumbres y por cualquier otra razón imaginable (o hasta por algunas inimaginables).
Felizmente, la encarnación, vida y sacrificio de Jesús nos proveyó una salida, que continúa vigente para todos los que echen mano de ella.
Él no nos olvidó.
Estamos esculpidos en las cicatrices de las palmas de sus manos. Nos tiene junto a su corazón, porque pagó un alto precio por cada uno de nosotros.
Tampoco quiere que nos olvidemos unos a otros. Espera de sus seguidores que manifiesten la misma actitud hacia los demás.
La siguiente cita vale mucho: "Pero el amor de Cristo no se limita a una clase. Se identifica con cada hijo de la humanidad. A fin de que pudiésemos llegar a ser miembros de la familia celestial, se hizo miembro de la familia terrenal. Es Hijo del hombre, y así hermano de cada hijo e hija de Adán. Sus seguidores no se han de sentir separados del mundo que perece en derredor suyo. Son una parte de la trama y urdimbre de la humanidad; y el Cielo los mira como hermanos de los pecadores tanto como de los santos. Los que han caído, los que yerran y los pecaminosos, son abarcados por el amor de Cristo; y cada buena acción hecha para elevar a un alma caída, cada acto de misericordia, son aceptados como hechos a él. Los ángeles del cielo son enviados para servir a los que han de heredar la salvación. No sabemos ahora quiénes son; aún no se ha manifestado quiénes han de vencer y compartir la herencia de los santos en luz; pero los ángeles del cielo están recorriendo la longitud y la anchura de la tierra, tratando de consolar a los afligidos, proteger a los que corren peligro, ganar los corazones de los hombres para Cristo. No se descuida ni se pasa por alto a nadie. Dios no hace acepción de personas, y tiene igual cuidado por todas las almas que creó". El Deseado de Todas las Gentes págs. 638,639
No eres pasado por alto para tu Salvador.
Alábale por esto.
Pero recuerda que su solicitud por nosotros nos obliga a manifestar la misma actitud hacia nuestros semejantes.
Debemos ser considerados con los demás, que luchan con dificultades y angustias como las nuestras, y aún peores, convirtiéndonos en columnas para los que se sienten olvidados de Dios y del mundo, a quienes sus penas están a punto de aplastar.
Debemos colaborar con los esfuerzos de los ángeles, sin detenernos a pensar a quienes estamos sirviendo, y si son dignos o no de nuestro servicio.
La Biblia aconseja a los esclavos, pero vale para todos: "estad sujetos con todo respeto a vuestros amos; no solamente a los buenos y afables, sino también a los difíciles de soportar". 1 Pedro 2:18.
También dice al respecto: "no defraudando, sino mostrándose fieles en todo, para que en todo adornen la doctrina de Dios nuestro Salvador". Tito 2:10
¿Tu actitud hacia los demás adorna la doctrina que recibiste de Dios nuestro Salvador?

Por qué yo estoy seguro que Cristo viene

¿Por qué yo estoy seguro que Cristo viene?

Lo anuncia sacudido este mundo en agonía.
Lo pide con angustia la naturaleza exhausta.
Lo gritan por doquiera las señales de los cielos.
Lo evidencia el avance de las enfermedades.
Lo vemos asomar en las catástrofes y la violencia sin sentido.
Lo deseamos cada vez que recibimos otra noticia de muerte y dolor.
Lo anhelan el sufriente, el hambriento, el pobre y el sometido.
Lo pide clamando la angustia existencial de las muchedumbres.
Lo solicitan, sintiéndose morir o en retirada, el amor y la fe.
Lo pregona el descaro de los burladores que rechazan su venida.
Lo necesita desesperadamente su iglesia dormida.
Lo demanda la justicia postergada desde la sangre de Abel.
Los ángeles están impacientes por su retorno.
Los mundos no caídos se encuentran en solemne expectativa.
Lo desea fervientemente mi alma, no para mañana, sino hoy mismo.
Clama conmigo:
"Sálvanos, Jehová Dios nuestro,
Y recógenos de entre las naciones,
Para que alabemos tu santo nombre,
Para que nos gloriemos en tus alabanzas.
Bendito Jehová Dios de Israel,
Desde la eternidad y hasta la eternidad;
Y diga todo el pueblo, Amén. Aleluya."

Salmos 106: 47,48

¡Ven Señor Jesús!

PARÁBOLA LABORAL

El reino de los cielos es semejante a un Gerente que salió por la mañana a contratar empleados para su empresa. Les prometió grandes beneficios, bonificaciones especiales, vacaciones pagas y un maravilloso plan de retiro.
Habiendo convenido con ellos los detalles los envió a su empresa a trabajar y salió a realizar algunas gestiones.
Pero ellos sin hacer caso se ocuparon cada uno en sus propios asuntos...
Un buen número de ellos comenzó a faltar sin previo aviso y sin justificación.
Unos llegaban siempre tarde, cualquiera sea su horario de trabajo.
Otros entraban, firmaban la tarjeta y se dedicaban a conversar en los pasillos, dejando que el trabajo se acumulara.
Un selecto grupo se dedicaba a supervisar el trabajo ajeno y a criticarlo abiertamente (dejando también sin hacer el suyo propio).
Peor todavía, determinados empleados comenzaron a criticar duramente al dueño y a su empresa.
Los restantes aparentaban estar muy ocupados, pero procuraban realizar lo menos posible, con la mirada fija en el reloj.
Los pocos que trabajaban se encontraban recargados por la negligencia de los demás.
Muchos se preguntaban si en verdad valía la pena el trabajo que estaban haciendo.
Todos, absolutamente todos, comentaban de lo difícil que era trabajar en esa empresa y varios hacían en secreto planes de buscar otro trabajo más fácil.

Para aplicar a la iglesia:
Pregunta Nº 1: Cuando venga, pues, el Gerente, ¿qué hará con estos empleados?

Pregunta Nº 2: Si ya contestó la primera, esta es aún más importante ¿Qué deben hacer los empleados?

lunes, 17 de agosto de 2009

LAS DOS MARÍAS

"Estaban junto a la cruz de Jesús su madre... y María Magdalena". Juan 19:25
Al pie de la cruz se encontraron dos mujeres muy distintas, de vidas y caracteres contrastantes
¿Quiénes eran ellas?¿Qué las había reunido allí?
La primera de estas singulares mujeres era la bienaventurada virgen María, que constituye para todos los creyentes un verdadero ejemplo de santidad y pureza, la elegida de Dios para ser la madre del Salvador. La segunda era una mujer despreciada por la sociedad, caída en el pecado y vapuleada por Satanás. No obstante, a pesar de sus diferencias, ambas fueron grandemente privilegiadas por nuestro Señor Jesús.
Veamos en primer lugar el caso de la madre de Jesús:
"Al sexto mes el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un varón que se llamaba José, de la casa de David; y el nombre de la virgen era María. Y entrando el ángel en donde ella estaba, dijo: ¡Salve, muy favorecida! El Señor es contigo; bendita tú entre las mujeres". Lucas 1:26-28
No hubo ni habrá nadie que pueda igualarse a la jovencita de Nazaret en cuanto al singular privilegio recibido por ésta. Llegó a ser un caso único en el universo, pues siendo humana, mortal y limitada, llevó al Dios Encarnado en su vientre.
No se trata aquí de ponerla al nivel de la divinidad. Ni ella ni ninguno de los personajes de la Biblia se adjudicaron jamás el honor de ser adorados o de recibir la honra que sólo Dios merece. Pero aunque era pequeña en su propia opinión y ella misma necesitaba un Salvador,(cf. Lucas 1:47), fue elegida por el Padre y cubierta por el Espíritu Santo. No fue una elección descuidada o azarosa la que realizó la Divinidad. María fue llamada bendita, favorecida y bienaventurada, no por los hombres sino por Dios mismo.
¡Increíble amor del Señor que honra así al débil ser humano!
Tuvo que ser especial para educar a Cristo, soportar con él la carga de incomprensión, hostilidad y desprecio que éste llevaría durante toda su existencia terrenal y afrontar la terrible prueba de fe, -que como espada traspasaría su alma,- que significó su crucifixión.
La otra María, la Magdalena, entra en la historia de Jesús por vías completamente diferentes.
No fue alguien elegida por su pureza o su entrega incondicional al servicio del Señor. La suya fue una vida cuesta abajo en cualquiera de los sentidos posibles hasta que se encontró con Cristo.
"Habiendo, pues, resucitado Jesús por la mañana, el primer día de la semana, apareció primeramente a María Magdalena, de quien había echado siete demonios". Marcos 16:9
Siempre me llamó la atención la mención de los siete demonios. ¿O sea que Jesús, en poco más de tres años de ministerio, tuvo que rescatarla siete veces de las garras de Satanás? Eso sería algo así como "endemoniarse" dos veces por año.
Cualquiera de nosotros se hubiera dado por vencido a la segunda o tercera vez que esto sucediera. No estamos dispuestos fácilmente los hombres a conceder tantas oportunidades al pecador, ni los pecadores a persistir en su búsqueda tras tantos fracasos. Escasos son, si hay algunos, que estén dispuestos a enfrentarse a la humillación, a la condena social y a las miradas reprobatorias de los "santos" que abundan en todas partes que parecen decir: "para qué molestarse contigo..."
Pero la Magdalena fue honrada precisamente por perseverar en buscar al Salvador a pesar de tantos y tan sonados fracasos a lo largo del camino. Su fe creció, no en la victoria, sino en la derrota, al ver el constante amor y la invariable aceptación que Cristo le mostraba. Su corazón se quebrantaba y se rendía ante la misericordia del Redentor, que le daba nuevas oportunidades en cada encuentro.
Elena de White identifica a esta singular dama con María de Betania, lo que agrega nuevas dimensiones a su figura.
Comenta lo siguiente: "Cuando a la vista humana su caso parecía desesperado, Cristo vio en María aptitudes para lo bueno. Vio los rasgos mejores de su carácter. El plan de la redención ha investido a la humanidad con grandes posibilidades, y en María estas posibilidades debían realizarse. Por su gracia, ella llegó a ser participante de la naturaleza divina. Aquella que había caído, y cuya mente había sido habitación de demonios, fue puesta en estrecho compañerismo y ministerio con el Salvador. Fue María la que se sentaba a sus pies y aprendía de él. Fue María la que derramó sobre su cabeza el precioso ungüento, y bañó sus pies con sus lágrimas. María estuvo junto a la cruz y le siguió hasta el sepulcro. María fue la primera en ir a la tumba después de su resurrección. Fue María la primera que proclamó al Salvador resucitado". El Deseado de Todas las Gentes pag.568
¡Otra maravilla de la gracia divina!
María de Nazaret tuvo el privilegio de ser la madre del Señor y de verlo nacer. María Magdalena tuvo el privilegio de ungirlo para la sepultura y de ser la primera en verlo resucitado. Una calificada en las Escrituras como bienaventurada, la otra como pecadora. Ambas objeto del mismo maravilloso experimento de la gracia de Dios que se manifiesta "para salvación a todos los hombres" (Tito 2:11)
No importa entonces si nosotros nos tildamos de "santos" o de "pecadores" o si los demás lo hacen. Lo que verdaderamente importa es lo que Jesús puede hacer con quienes lo buscan.
¿Cuál es tu caso?
Ya sea que nuestra vida sea la de un cristiano "normal" o que hayamos fracasado más veces de las que triunfamos, estas mujeres ejemplares nos muestran que cuando nos sometemos al poder divino y experimentamos su gracia, llegamos a ser también enormemente privilegiados. El Salvador nos ve como podemos llegar a ser. Nota los mejores rasgos de nuestro carácter. Nos hace participantes de la naturaleza divina. Llegamos a ser hijos de Dios con pleno derecho a la redención y a la vida eterna.
¿Las posibilidades de Dios se realizarán en tu vida?

miércoles, 12 de agosto de 2009

LA IMPACIENCIA

"Y los hijos de Israel oyeron decir que los hijos de Rubén y los hijos de Gad y la media tribu de Manasés habían edificado un altar frente a la tierra de Canaán, en los límites del Jordán, del lado de los hijos de Israel. Cuando oyeron esto los hijos de Israel, se juntó toda la congregación de los hijos de Israel en Silo, para subir a pelear contra ellos". Josué 22:11,12
En el tiempo cuando los israelitas se establecieron en Canaán, dos tribus y media quedaron al otro lado del río. Se les había dado a estas, claras instrucciones de no adorar los ídolos de esa tierra y ofrecer sus sacrificios solamente en el tabernáculo construido por Moisés que por entonces estaba en Silo.
El rumor de la construcción del altar llevó a todos a la lógica conclusión de que sus hermanos habían caído en la idolatría. Tenían aun penosamente fresco en la memoria el caso del pecado de Acán con sus terribles resultados, y las 9 tribus y media se reunieron espontáneamente para tomar medidas urgentes.
Comisionaron entonces a una delegación presidida por Finees hijo del sacerdote Eleazar para investigar en persona el asunto. En el diálogo subsiguiente (ver vss. 15-29), los rubenitas y gaditas aclararon respetuosamente que dicho altar solo tenía como fin recordar su pertenencia al pueblo de Jehová y que no harían sacrificios en el.
"Y dijo Finees... a los hijos de Rubén, a los hijos de Gad y a los hijos de Manasés: Hoy hemos entendido que Jehová está entre nosotros, pues que no habéis intentado esta traición contra Jehová. Ahora habéis librado a los hijos de Israel de la mano de Jehová. Y el asunto pareció bien a los hijos de Israel, y bendijeron a Dios los hijos de Israel; y no hablaron más de subir contra ellos en guerra... Y los hijos de Rubén y los hijos de Gad pusieron por nombre al altar Ed; porque testimonio es entre nosotros que Jehová es Dios". (vss. 31-34)
La impaciencia en actuar, el dejarse llevar por la ira, el deseo de hacer justicia por su cuenta y el escuchar rumores, pudieron en este caso haber ocasionado un desastre de proporciones inimaginables. Felizmente, este pasaje tiene una nota positiva en cuanto al pueblo de Dios:
No obraron con apresuramiento ni permitieron que las armas hablaran antes que la razón.
  • Primero se tomaron tiempo para escuchar las razones de sus hermanos y estuvieron dispuestos a aceptar sus argumentos.
  • Luego se gozaron en que la unidad se mantuviera. El Comentario Bíblico Adventista afirma: "Si los hombres de las tribus que se establecieron al oeste del Jordán hubiesen actuado impulsados por motivos egoístas, habrían sido demasiado orgullosos para regocijarse de que se habían equivocado al hacer las acusaciones, y habrían buscado otro motivo de queja. Algunas veces los hermanos cristianos se enorgullecen tanto de sus propias opiniones que desean más la victoria sobre un supuesto antagonista que la vindicación de la justicia. Los que viven cerca del Señor están dispuestos a admitir su error y se interesan más en alcanzar la verdad que en convencer a otros de que tienen razón". (Tomo 2 com. sobre Josué 22)
  • Finalmente, lo mejor de todo es que dieron por finalizado el incidente y olvidaron el asunto.
¡Qué ejemplo para nosotros!
A veces y demasiado frecuentemente, el amor propio, la pasión o la soberbia son los que dictan el tono de nuestras relaciones con nuestros hermanos. La razón, la paciencia, el amor fraternal y la tolerancia son moneda tristemente escasa.
Hablar primero y disparar después. Este sería el principio a seguir en nuestras relaciones, que nos evitaría muchos malentendidos y airadas trifulcas.
El aceite del Espíritu debe suavizar los roces entre las coyunturas del cuerpo de Cristo y fluir en abundancia de nuestros corazones.
Debemos considerarnos con humildad a nosotros mismos y considerar a los demás como superiores a nosotros en pro de la paz y la unidad de la iglesia comprada con la sangre preciosa de Jesús.
Recordemos el pasaje inspirado:
"Por esto, mis amados hermanos, todo hombre sea pronto para oír, tardo para hablar, tardo para airarse; porque la ira del hombre no obra la justicia de Dios. Por lo cual, desechando toda inmundicia y abundancia de malicia, recibid con mansedumbre la palabra implantada, la cual puede salvar vuestras almas". Santiago 1:19-21

miércoles, 5 de agosto de 2009

Bienaventuranzas de la muerte

Ayer me tocó oficiar en el sepelio de un familiar. Los más de los presentes no eran creyentes, y me preguntaba qué decir con sinceridad que fuera alentador para sus corazones angustiados y que a la vez despertara sus conciencias. ¿Cómo se puede presentar la muerte como una buena noticia si la muerte es sin dudas la peor de las malas noticias por su carácter definitivo?
Por eso se me ocurrió este título que puede parecer contradictorio.
Comencemos por el principio; la muerte es un enemigo, algo rechazado por malo y tenebroso, ¿cómo puede tener alguna bendición?
Sin embargo, la hay. "Oí una voz que desde el cielo me decía: Escribe: Bienaventurados de aquí en adelante los muertos que mueren en el Señor"... Apocalipsis 14:13
¿Qué puede tener de bueno la muerte?
Para muchos, es un misterio insondable, fuente de curiosidad y de innumerables teorías y especulaciones sin fundamento.
Aunque el enemigo de las almas tuvo gran éxito en hacerle creer a la mayoría de la humanidad que cuando uno muere en realidad no está muerto (recuerden su primer mentira expresada en el jardín del Edén: "no moriréis"), sino que pasa a un plano superior de existencia, a otra vida mejor que la actual; el hecho asombrosamente simple, de acuerdo a las Escrituras, es que al morir, sencillamente estamos muertos; dejamos de existir en cuerpo, alma y espíritu.
La Biblia lo expresa así:"Porque los que viven saben que han de morir; pero los muertos nada saben, ni tienen más paga; porque su memoria es puesta en olvido. También su amor y su odio y su envidia fenecieron ya; y nunca más tendrán parte en todo lo que se hace debajo del sol". Eclesiastés 9:5,6
Jesús la comparó con un sueño. Los que "duermen" en sus tumbas ya no participan ni son afectados por lo bueno o malo que sucede en este triste planeta. Cesa al cerrar sus ojos, su posibilidad ulterior de perderse o de salvarse. La inconsciencia del sueño de la muerte pone al fallecido fuera del alcance de toda intervención propia y ajena en los asuntos de este mundo y del venidero, hasta el momento de la gloriosa venida de Cristo.
Este definitivo y fatal acontecimiento afecta a cada uno de manera diferente según su situación.
  • Para el ateo e incrédulo, la muerte es algo horrible, la penosa e inevitable certeza de la cesación de la existencia.
  • Para el apóstata, es el espanto del juicio y de la terrible retribución de sus descarriados actos.
  • Para el enemigo de la causa de Dios es el temido freno a su loca carrera.
Para el cristiano, en cambio, la muerte puede ser vista con varias connotaciones positivas:
Para el hijo de Dios sufriente, es la anticipación de la segunda venida de Cristo, el descanso de todas sus luchas: "Perece el justo, y no hay quien piense en ello; y los piadosos mueren, y no hay quien entienda que de delante de la aflicción es quitado el justo". Isaías 57:1
Para el creyente temeroso y perplejo, es momento de reflexión: "Mejor es ir a la casa del luto que a la casa del banquete; porque aquello es el fin de todos los hombres, y el que vive lo pondrá en su corazón". Eclesiastés 7:2
Para el perseguido injustamente por amor su causa, es el momento de encontrarse con Aquel que es la justicia: "Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos los que aman su venida". 2 Timoteo 4:8
Para el que ha perdido un ser querido, es el preludio del reencuentro, que le hace desear con impaciencia la venida del Señor: "Tus muertos vivirán; sus cadáveres resucitarán. !Despertad y cantad, moradores del polvo! porque tu rocío es cual rocío de hortalizas, y la tierra dará sus muertos". Isaías 26:19
Para todo fiel, si bien es cierto que no es ni puede ser algo grato, finalmente, es el momento en que nuestra lucha termina, un breve lapso hasta que al abrir nuestros ojos podamos contemplar a Aquel que es nuestra esperanza. Le sigue felizmente la gloriosa resurrección y la vida eterna.
La muerte será el último vestigio del pecado en ser eliminado, pero entre tanto que esto suceda, nos recuerda que debemos estar siempre preparados para encontrarnos con nuestro Dios, porque nuestra existencia es efímera y el momento en que se acaba es impredecible.
El apóstol Juan nos invita a permanecer en unión con Jesús, a estar listos y a cuentas con nuestro Salvador, para que ya sea que vivamos o que muramos antes de que regrese, ese encuentro sea un momento de gozo y no de angustiosa separación: "Y ahora, hijitos, permaneced en él, para que cuando se manifieste, tengamos confianza, para que en su venida no nos alejemos de él avergonzados". 1º Juan 2:28