miércoles, 29 de abril de 2009

EL ESPÍRITU SANTO

En una época solía salir en los diarios un anuncio pago que rezaba: "Gracias Espíritu Santo por la gracia concedida..."
Para esas personas, el Espíritu era sólo un dispensador de favores.
Para otros ha llegado a ser un medio de exhibir en un gran show "dones" espectaculares como profecía, milagros o hablar en lenguas.
Aún algunos lo ven de modo impersonal, algo así como una escencia inmaterial que puede ser derramada o dividida en "porciones".
¿Quién es Él realmente?
Si bien su naturaleza misma es un misterio, no se halla fuera de nuestra comprensión. Si prestamos atención al lenguaje de la Biblia, sin presuposiciones, resulta evidente que el Espíritu Santo es un ser personal, distinto del Padre y del Hijo.
En Génesis 1 se lo muestra participando activamente en la Creación. En otro pasaje aparece también como sustentador de la vida: "Envías tu Espíritu, son creados, Y renuevas la faz de la tierra." Salmos 104:30
Antes del nacimiento de Cristo, se presenta como quién lo engendraría en el seno de María. En ocasión del bautismo de Jesús, (la Trinidad se reúne allí) desciende sobre él y conduce cada aspecto de su ministerio terrenal hasta su culminación en la cruz. Luego del Pentecostés conduce a los creyentes a una obra de ferviente testificación.
Olvidando la sustancia y concentrándose en el detalle, algunos reniegan de su personalidad para afirmar que es la "influencia" de Dios y no un ser distinto.
Aunque ciertamente aparece representado en varias formas, (paloma, lenguas de fuego, siete espíritus, etc.) seamos cuidadosos de no confundir al Espíritu con las metáforas que lo explican.
Estas concepciones y otras similares, vacían al Espíritu de su naturaleza divina y de su función principal como Consolador; el Dirigente, Guía e Intercesor de los creyentes.
Ya en el Antiguo Testamento, aparece cumpliendo ese papel:
"En toda angustia de ellos él fue angustiado, y el ángel de su faz los salvó; en su amor y en su clemencia los redimió, y los trajo, y los levantó todos los días de la antigüedad. Mas ellos fueron rebeldes, e hicieron enojar su santo espíritu; por lo cual se les volvió enemigo, y él mismo peleó contra ellos. Pero se acordó de los días antiguos, de Moisés y de su pueblo, diciendo: ¿Dónde está el que les hizo subir del mar con el pastor de su rebaño? ¿Dónde el que puso en medio de él su santo espíritu?" Isaías 63:9-11
Será porque Cristo es tan importante para nosotros, que a veces nos olvidamos que su Espíritu no es un delegado o un personaje subordinado. Jesús afirmó: "Os conviene que yo me vaya; porque si no me fuera, el Consolador no vendría a vosotros; mas si me fuere, os lo enviaré." Juan 16:7
¿Por qué nos convenía que se fuera?
Porque ya había pagado el precio por el pecado, su tarea en nuestro mundo estaba terminada.
Por causa de haber adoptado la naturaleza humana, el Salvador no podía estar en todas partes. Finalmente, porque comenzaría su ministerio intercesor en el Santuario Celestial.
El Espíritu sería su Vicario, ocuparía su lugar. Nadie más puede hacerlo.
Para nuestro beneficio, el Consolador continuaría la obra de Jesús en la Tierra hasta el fin del mundo, no de manera impersonal, sino con la cercanía y con la intimidad que indica su título. ¡Qué maravilloso ayudador tenemos!
En el libro de Hechos aparece en toda su dimensión como conductor y consejero de la naciente iglesia cristiana, convirtiendo a un pequeño, vacilante y heterogéneo grupo de creyentes en una comunidad mundial explosivamente expansiva.
Tristemente para la iglesia, la conducción del Espíritu y de los hombres guiados por Él fue demasiado pronto reemplazada por la de los "profesionales de la religión", y sobrevino entonces la decadencia y la consiguiente apostasía de la iglesia.
Necesitamos considerar de nuevo al Divino Agente como lo hicieron los primeros cristianos. No como un medio para un fin. Él era Dios mismo a su lado. Constituía en todo su fuente impulsora y su garantía de éxito.
Debía ser buscado, recibido y obedecido.
"El descenso del Espíritu Santo sobre la iglesia es esperado como si se tratara de un asunto del futuro: pero es el privilegio de la iglesia tenerlo ahora mismo. Buscadlo, orad por él, creed en él. Debemos tenerlo y el cielo está esperando concederlo" (Review and Herald, 19 de marzo, 1895).
Necesitamos volver al Espíritu.
No podemos reemplazarlo con programas, ni con calendarios, ni con reuniones de reavivamiento, ni con semanas de oración ni con ninguna otra cosa, por útil o necesaria que sea.
Necesitamos volver al Espíritu.
La organización es indispensable y los buenos líderes son necesarios y dignos de respeto, la iglesia no puede prescindir de ellos, pero no pueden sustituir al Espíritu Santo.
Necesitamos volver al Espíritu.
Hagámoslo hoy.

LA TRINIDAD

Vale antes de empezar: "Y le dijo el Señor: Quita el calzado de tus pies, porque el lugar en que estás es tierra santa..." Hechos 7:33
Quiero considerar el concepto de un Dios que se manifiesta en tres personas desde el mayor de los respetos hacia otras posturas y con el insuficiente respaldo de mi propia experiencia.
El tema de la Trinidad, según creo, se reduce sencillamente a estas tres preguntas básicas:
  • ¿Cuántos dioses hay?
  • ¿Es Cristo Dios?
  • ¿Es el Espíritu Santo Dios?
La Biblia dice: "Oye, Israel: Jehová nuestro Dios, Jehová uno es." Deuteronomio 6:4
En este y otros textos se afirma tan claramente que tenemos un sólo Dios, que no admite discusión ni es posible entenderlo de otra manera.
No obstante, Jesús afirmó ser uno con el Padre. Los judíos, al oírlo, quisieron apedrearlo porque entendieron las implicaciones de su afirmación diciendo: "siendo hombre te haces Dios". (Juan 10:33)
Además, el uso frecuente por parte de Cristo de la frase "YO SOY" era sumamente ofensiva a los dirigentes religiosos de su época por que implicaba igualarse a la Divinidad.
Así lo entendieron ellos y así debemos entenderlo nosotros. Jesús se proclamó Dios.
Esta cuestión no fue relevante para mí durante mucho tiempo por mi anterior formación católica, pero en cierta oportunidad, algunas personas pusieron en duda este concepto. Ello me condujo a estudiar en profundidad lo que la Biblia dice al respecto. Mi preocupación fundamental no era polemizar, sino entender lo que antes me parecía sobreentendido. Honestamente le pregunté al Señor si lo que creía era correcto.
Hallé (¿lo hice yo?), después de larga búsqueda y mucha oración, más de 30 pasajes en los cuales el Nuevo Testamento aplica a Cristo títulos de Dios que aparecen en el Antiguo Testamento.
O Jesús era realmente Dios o era un usurpador de títulos.
Como lo último no es posible, este estudio me confirmó que lo que yo creía tenía base bíblica.
Entiendo también que hay otros pasajes complicados de conciliar con estos. Pero no voy a esperar a que toda duda desaparezca para creer lo que la Escritura pone como evidente.
ESO NO SERÍA FE.
Creo en un Dios que apela a nuestra inteligencia, pero también creo que la inteligencia humana debe rendirse ante la revelación de su Palabra y ésta debe dominar nuestros propios conceptos, que si son errados, no debemos vacilar en abandonarlos completa e incondicionalmente.
Ahora consideremos que afirma Elena White sobre la divinidad de Cristo:
"El Verbo existía como un ser divino, como el eterno Hijo de Dios, en unión y unidad con su Padre. Desde la eternidad era el Mediador del pacto, Aquel en quien todas las naciones de la tierra, tanto judíos como gentiles, habían de ser benditas si lo aceptaban."El Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios" ( Juan 1:1). Antes de que fueran creados los hombres o los ángeles, el Verbo era con Dios y el Verbo era Dios. El mundo fue hecho por él, "y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho" (Juan 1: 3). Si Cristo hizo todas las cosas, existió antes de todas las cosas. Las palabras pronunciadas acerca de esto son tan decisivas, que nadie debe quedar en la duda. Cristo era esencialmente Dios y en el sentido más elevado. Era con Dios desde toda la eternidad, Dios sobre todo, bendito para siempre". Mensajes Selectos Tomo 1 Pág. 290
Finamente, mi texto preferido referente a su divinidad es este: "Pero sabemos que el Hijo de Dios ha venido, y nos ha dado entendimiento para conocer al que es verdadero; y estamos en el verdadero, en su Hijo Jesucristo. Este es el verdadero Dios, y la vida eterna". 1 Juan 5:20
Espero que lo anterior sea un principio de contestación de las dos primeras preguntas, y les guíe como a mí en la búsqueda de un mayor entendimiento de quien es nuestro grande y maravilloso Dios y Señor.
En la entrada siguiente hablaremos sobre la divinidad del Espíritu Santo.

LA BIBLIA

Hace muchos años, cuando cursaba el último año del secundario, tuve una compañera estadounidense de intercambio que hablaba un perfecto español. A pesar de ello, los modismos de nuestra región (con influencia del guaraní) , sumados a nuestra jerga adolescente, le desconcertaban en gran manera.
Para ayudarla, una de nuestras profesoras, con gran paciencia, se hizo a la tarea de explicar y traducir las expresiones pícaras que escuchaba de nuestra parte.
Sucede que nuestro bello idioma, siendo uno, tiene muchas variaciones locales debido a su mezcla con otras lenguas regionales y a su propia evolución; perpetuando así la historia de Babel.
Algo muy parecido sucede hoy con la Biblia, que siendo una sola, es proclamada por muchas denominaciones religiosas como la fuente de sus diferentes y discordantes credos.
Sus preciosas enseñanzas no son contradictorias ni ambiguas, ni fueron diseñadas por Dios para entrampar a nadie, ¿por qué entonces esta confusión?
No se debe a la Biblia misma, sino al ser humano pecador, no sometido a la revelación de Dios.
Ella es la luz de la verdad, que obra maravillas en el corazón de quienes la reciben, pero debemos ser moldeados por ella y no intentar ajustarla a nuestro molde.
¿Cómo beneficiarse entonces con su lectura?
Primero, recordemos que hay una bendición para quienes la toman en serio.
"Dichoso el que lee y dichosos los que escuchan las palabras de este mensaje profético y hacen caso de lo que aquí está escrito, porque el tiempo de su cumplimiento está cerca" Apocalipsis 1:3 (NVI)
¡Qué maravillosa promesa y qué maravilloso regalo divino encierran estas palabras!
En segundo lugar, tengamos presente que no puede ser interpretada a nuestro gusto. Siempre la Escritura se explica a sí misma por intervención del Intérprete Maestro, el Espíritu Santo.
Finalmente, su conjunto no debe ser jamás motivo de disputa sino de unidad en la fe.
Elena de White escribió: "Cuando se estudie, comprenda y obedezca la Palabra de Dios, una luz brillante se reflejará al mundo; nuevas verdades, recibidas y obedecidas, nos unirán a Jesús con poderosos vínculos. La Biblia y sólo la Biblia, ha de ser nuestro credo, el único vínculo de unión. Todos los que se inclinen ante esta Santa Palabra, estarán en armonía. Nuestros propios puntos de vista y nuestras ideas no deben dominar nuestros esfuerzos. El hombre es falible, pero la Palabra de Dios es infalible. En vez de discutir uno con otro, exalten los hombres al Señor. Hagamos frente a toda oposición como lo hizo nuestro Maestro, diciendo: "Escrito está". Levantemos el estandarte en el cual diga: La Biblia, nuestra norma de fe y disciplina" (The Review and Herald, 15 /12/1885).
¡Gracias Señor por tu palabra!