martes, 2 de febrero de 2010

EL DEFECTO DE JOSÉ

"La vara y la corrección dan sabiduría; mas el muchacho consentido avergonzará a su madre... Corrige a tu hijo, y te dará descanso, y dará alegría a tu alma". Proverbios 29:15,17
José es uno de los dos personajes sobresalientes de la Biblia a quienes no se les menciona ningún pecado o falta, (el otro es Daniel). Fue un joven  fiel, virtuoso, inteligente y capaz; a lo que hay que agregar que no mostró resentimiento hacia sus hermanos que lo habían vendido como esclavo.
¿Por qué entonces el título?
En el relato bíblico que aparece en Génesis 37 puede verse que Jacob consentía a José por sobre sus demás hijos, que llegaron a odiar a su hermanito menor.  En ese hogar no reinaba la paz. Siempre hubo competencia entre las cuatro mujeres de Jacob y esto se trasladó a la conducta de sus 10 hijos restantes que eran de genio belicoso y arrebatado; a veces hasta fueron sanguinarios y brutales.
El siguiente comentario muestra que los mimos y privilegios que le había otorgado su padre estaban arruinando su carácter y precipitando la tragedia que sufriría a manos de sus hermanos: "José y sus amos iban en camino a Egipto... Solo y sin amigos, ¿cuál sería su suerte en la extraña tierra adonde iba? Durante algún tiempo José se entregó al terror y al dolor sin poder dominarse... Pero, en la providencia de Dios, aun esto había de ser una bendición para él. Aprendió en pocas horas, lo que de otra manera le hubiera requerido muchos años. Por fuerte y tierno que hubiera sido el cariño de su padre, le había hecho daño por su parcialidad y complacencia. Aquella preferencia poco juiciosa había enfurecido a sus hermanos, y los había inducido a llevar a cabo el cruel acto que lo alejaba ahora de su hogar. Sus efectos se manifestaban también en su propio carácter. En él se habían fomentado defectos que ahora debía corregir. Estaba comenzando a confiar en sí mismo y a ser exigente. Acostumbrado al tierno cuidado de su padre, no se sintió preparado para afrontar las dificultades que surgían ante él en la amarga y desamparada vida de extranjero y esclavo". Patriarcas y Profetas Pág. 213
¿Cómo va la educación de nuestros hijos?
Debemos amar a nuestros vástagos. Pero el amor no es suficiente y a veces puede ser perjudicial.
Hay varios ejemplos en la Biblia de padres justos pero débiles, que fueron responsables del desastre espiritual de sus hijos.
  • En primer lugar está Jacob, que daba preferencia a José entre sus hijos, como se menciona en la cita anterior.
  • Luego aparece el caso del complaciente Aarón que vio perecer a sus hijos por no afirmar en ellos hábitos de reverencia y temperancia. (Ver Levítico 10:1-10)
  • Finalmente Elí el sacerdote que no intervino para disciplinar a sus profanos hijos que desprestigiaban el sacerdocio. El Señor lo reprendió diciendo: "has honrado a tus hijos más que a mí" 1º Samuel 2:29
No debe faltar en esta lista el pueblo que fue destruido por Dios a causa de su impiedad. Los padres fueron directamente responsables de la suerte de sus hijos según se desprende de este pasaje: "He aquí que esta fue la maldad de Sodoma tu hermana: soberbia, saciedad de pan, y abundancia de ociosidad tuvieron ella y sus hijas; y no fortaleció la mano del afligido y del menesteroso". Ezequiel 16:49
Muchos son dominados por el equivocado sentimiento de que "sus hijos no deben sufrir lo que ellos sufrieron ni les debe faltar lo que ellos no obtuvieron". Otros actúan bajo el complejo de culpa y quieren inútilmente reemplazar el tiempo que no les dedican con cosas materiales. Y otros finalmente creen que sus hijos cumplirán sus fantasías sin reparar en que no son extensiones de ellos mismos.
Los hijos son hábiles para percibir nuestros defectos de carácter y se aprovechan instintivamente de ellos.
Recuerdo años atrás, a una madre que retiraba a su niño de 5 años del preescolar. El niño hizo un berrinche y arrojó su corbatita a la zanja, en tanto que la madre protestaba débilmente: -"¡Ay, no se qué hacer con mi hijo!". (Todos los allí presentes ardíamos con el deseo de darle la unánime sugerencia de una buena paliza).
Este mismo clamor lo escucho cada vez con mayor frecuencia en mi tarea escolar. Y si los padres ya se rindieron, ¿quedan dudas de quién reina en la casa?
Los que creemos en Jesús debemos vigilar especialmente el carácter de nuestros hijos, que es su posesión más preciada y es de valor supremo para el cielo. No debemos permitir que lleguen a desarrollar un carácter profano, egoísta y mezquino.
Precisan de nosotros lecciones de abnegación y dominio propio, de piedad y de laboriosidad; las necesitan más que toda lección del colegio y con más urgencia que lecciones de inglés o música o cualquier otra cosa.
Eso no significa que debemos convertirnos en tiranos demandantes. Debe tenerse en cuenta la edad, el temperamento y la capacidad de cada uno, para que lo que requiramos de ellos no los desaliente. Pero la disciplina a su tiempo, la reprensión conveniente y nuestro ejemplo constante pueden salvar sus almas. El esfuerzo, cualquiera que sea, bien vale la pena.
El oportuno consejo inspirado nos recuerda: "Y vosotros, padres, no provoquéis a ira a vuestros hijos, sino criadlos en disciplina y amonestación del Señor". Efesios 6:4
En el caso de José, sus defectos fueron enmendados por las circunstancias dirigidas por la Providencia. Donde fallaron sus padres (¡no nos demos ese lujo!), Dios triunfó.
Recordemos que el Señor ama a nuestros hijos más que nosotros mismos y hagamos de él nuestro Poderoso y Fiel aliado en su educación para el presente y para la eternidad.

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