viernes, 25 de septiembre de 2009

NO HABRÁ OTRA OPORTUNIDAD

Uno de mis alumnos de 2º grado de primaria lloraba a todo pulmón y rogaba con su mejor carita de pena buscando conmoverme: -"me da otra oportunidad profe..."
Con mucha frecuencia escucho esto de mis alumnos, tanto de los niños como de los ya adolescentes. No quieren ser castigados por sus faltas. Todos quieren una oportunidad más.
Prometen cambiar, estudiar, mejorar y ser completamente diferentes (generalmente terminan siendo solo declaraciones de buenas intenciones).
La preguntas que uno se hace al respecto son: ¿hasta cuando hay que seguir dando oportunidades? ¿Las aprovecharán o abusaran de ellas? ¿Servirá de algo ofrecerlas?
La respuesta no es fácil, puesto que hay una línea muy delgada que separa la misericordia de la justicia y los seres humanos somos bastante miopes para distinguirla con claridad en cada ocasión.
En el ámbito espiritual, ¿qué podemos decir de la actitud de Dios hacia el pecador?
La Biblia no deja dudas de la actitud de generosa misericordia que mantiene para con el pecador, extendiendo vez tras vez su gracia a quienes no lo merecemos.
Jamás se cansa de perdonar a quienes lo buscan. Su fidelidad y compasión son inconmensurables. Son una parte inseparable de su naturaleza amante.
Pero, la Escritura también afirma que llegará un día en que la gracia ya no estará más disponible para el transgresor y se pronunciará la sentencia: "Deja que el malo siga haciendo el mal y que el vil siga envileciéndose; deja que el justo siga practicando la justicia y que el santo siga santificándose". Apocalipsis 22:11 NVI
Muchos, si no todos, estaríamos perdidos si el Señor no nos concediera renovadas oportunidades de perdón. Vez tras vez, a la par que decimos amarle, resistimos su invitación de misericordia, jugamos con el pecado o volvemos a caer en nuestros carnales patrones de conducta.
Pero resistir la obra interior del Espíritu inevitablemente tiene su precio.
La conciencia se insensibiliza hacia el pecado, se hace más fácil reincidir en la transgresión y los amorosos llamados de Dios nos conmueven cada vez en menor grado, hasta que...ya no se escuchan.
Es terrible jugar con la gracia. Las consecuencias son pavorosas.
"Creemos sin duda alguna que Cristo va a venir pronto... Nos estamos preparando para encontrar a Aquel que aparecerá en las nubes de los cielos escoltado por una hueste de santos ángeles, para dar a los fieles y justos él toque final de la inmortalidad. Cuándo él venga, no lo hará para limpiarnos de nuestros pecados, quitarnos los defectos de carácter, o curarnos de las flaquezas de nuestro temperamento y disposición. Si es que se ha de realizar en nosotros esta obra, se hará antes de aquel tiempo". ¡Maranata: El Señor Viene! Página 219
No se trata de una mala disposición divina sino de extravío humano. Solemos pensar que ya habrá tiempo para volvernos a Dios y perseveramos ciegamente en el mal camino. Pero no disponemos de la eternidad para nuestra preparación para el cielo.
La misma actitud caracterizó al pueblo de Israel, hasta que la Biblia registra con tristeza: "Y Jehová el Dios de sus padres envió constantemente palabra a ellos por medio de sus mensajeros, porque él tenía misericordia de su pueblo y de su habitación. Mas ellos hacían escarnio de los mensajeros de Dios, y menospreciaban sus palabras, burlándose de sus profetas, hasta que subió la ira de Jehová contra su pueblo, y no hubo ya remedio". 2º Crónicas 36:15,16
Como afirme en una entrada anterior, la preparación para la eternidad es un asunto nuestro. Es también una tarea impostergable, porque tiene una fecha de vencimiento: la segunda venida de Cristo.
Ya no habrá otra oportunidad.
No porque se haya agotado la misericordia o la paciencia de nuestro amante Señor, sino porque la humanidad en general ya no la buscará ni la deseará.
Únicamente unos pocos fieles habrán jugado su suerte con Jesús por la eternidad, en medio de la mayor tormenta de odio y oposición hacia los justos que se haya desatado desde que Caín mató a Abel.
Ya no habrá otra oportunidad.
Ahora y en ningún otro tiempo que ahora, debemos alistar nuestro carácter para la traslación.
"Cuando venga él Señor, los que son santos seguirán siendo santos. Los que han conservado su cuerpo y espíritu en pureza, santificación y honra, recibirán el toque final de la inmortalidad. Pero los injustos, inmundos y no Santificados permanecerán así para siempre. No se hará en su favor ninguna obra que elimine sus defectos y les dé un carácter santo. El Refinador no se sentará entonces para proseguir su proceso de refinación, y quitar sus pecados y su corrupción. Todo esto debe hacerse en las horas del tiempo de gracia. Ahora debe realizarse esta obra en nosotros". ¡Maranata: El Señor Viene! Página 219
Ya no habrá otra oportunidad.
Roguemos que el Señor haga realidad el deseo de Pablo a la iglesia de Tesalónica: "Que Dios mismo, el Dios de paz, los santifique por completo, y conserve todo su ser —espíritu, alma y cuerpo— irreprochable para la venida de nuestro Señor Jesucristo". 1º Tesalonicenses 5:23 NVI
¡Carpe diem!