sábado, 31 de julio de 2010

VIVIR EN SODOMA

Toda la vida es un cúmulo de elecciones. Elecciones trascendentes y de las otras, elecciones triviales y otras no tanto. Pero todas ellas, por mínimas que parezcan, tienen consecuencias eternas porque son reflejo de las inclinaciones de nuestro corazón. Clara demostración de ello fue la elección que hizo Lot:
“Y alzó Lot sus ojos, y vio toda la llanura del Jordán, que toda ella era de riego, como el huerto de Jehová, como la tierra de Egipto en la dirección de Zoar, antes que destruyese Jehová a Sodoma y a Gomorra. Entonces Lot escogió para sí toda la llanura del Jordán; y se fue Lot hacia el oriente, y se apartaron el uno del otro.  Abram acampó en la tierra de Canaán, en tanto que Lot habitó en las ciudades de la llanura, y fue poniendo sus tiendas hasta Sodoma. Mas los hombres de Sodoma eran malos y pecadores contra Jehová en gran manera”. Génesis 13:10-13
¿Qué implicaba la decisión del joven patriarca?
En busca de ventajas materiales, riqueza y comodidades, halló una sociedad altamente corrompida, con características que debería haber evitado. El saldo de su incursión fue que perdió todo los bienes que había acumulado, junto a su esposa y sus hijas; legó además a la posteridad dos pueblos que se contaron entre los peores enemigos de Israel.
Veamos algunas impactantes descripciones del carácter de los habitantes de esta malvada ciudad registradas en la Biblia:
“He aquí que esta fue la maldad de Sodoma tu hermana: soberbia, saciedad de pan, y abundancia de ociosidad tuvieron ella y sus hijas; y no fortaleció la mano del afligido y del menesteroso”. Ezequiel 16:49
Como Sodoma y Gomorra y las ciudades vecinas, las cuales de la misma manera que aquéllos, habiendo fornicado e ido en pos de vicios contra naturaleza, fueron puestas por ejemplo, sufriendo el castigo del fuego eterno”. Judas 7
“Porque de la vid de Sodoma es la vid de ellos, y de los campos de Gomorra; Las uvas de ellos son uvas ponzoñosas, racimos muy amargos tienen”. Deuteronomio 32:32
“y si condenó por destrucción a las ciudades de Sodoma y de Gomorra, reduciéndolas a ceniza y poniéndolas de ejemplo a los que habían de vivir impíamente, y libró al justo Lot, abrumado por la nefanda conducta de los malvados (porque este justo, que moraba entre ellos, afligía cada día su alma justa, viendo y oyendo los hechos inicuos de ellos)” 2º Pedro 2:6-8
Convendría repasar la lista de los males mencionados en los textos anteriores:
  • Maldad
  • Soberbia
  • Abundancia
  • Ociosidad
  • Comodidad
  • Ventajas materiales
  • Complacencia egoísta
  • Vivir de las apariencias
  • Burla
  • Engaño
  • Deshonestidad
  • Falta de misericordia
  • Vicio
  • Fornicación
Las ponzoñosas uvas de Sodoma perduran en la actualidad, amenazando corromper con su veneno a los hijos de Dios. Aunque la ciudad pecadora ya no existe más, su espíritu impío y mundano sobrevive extendiendo sus fronteras hasta abarcar el mundo entero. Hoy ya no se trata de evitar vivir en Sodoma, sino de sobrevivir dentro de ella.
No obstante, la marea del mal que amenaza llevarse todo rastro de nobleza y virtud del corazón humano, no es más poderosa que la gracia de Dios. Así como Lot fue librado de la pecaminosa ciudad, nos puede librar a nosotros. Solamente se requiere de cada hijo de Dios que sea decidido en su oposición al mal y actúe en el temor del Señor para salvar su familia, como hizo Noé: “Por la fe Noé, cuando fue advertido por Dios acerca de cosas que aún no se veían, con temor preparó el arca en que su casa se salvase; y por esa fe condenó al mundo, y fue hecho heredero de la justicia que viene por la fe”. Hebreos 11:7
Al temeroso Lot se le ordenó: "Escapa por tu vida" Génesis 19: 17. 
Resolvamos también escapar de la corrupción de este mundo si queremos ser contados con los que heredarán la salvación venidera.

sábado, 17 de julio de 2010

MI TESTIMONIO

Hay cosas que uno tarda en aprender. Conceptos que tiene por sabidos pero que en realidad son ajenos a nuestra experiencia diaria. Aunque me bauticé a fines del año 1978, no fue sino hasta mediados del año 1989 cuando recién comencé a entender que era un testimonio. 
En un congreso al que asistí, me pidieron que escribiera mi testimonio, lo que me puso en un aprieto por cuanto jamás había siquiera pensado en dar mi testimonio en forma regular.
No sabía que poner en el papel, en gran medida porque suponía que tendría que contar algo así como que había sido rescatado de la drogadicción, de la posesión demoníaca o de una vida criminal. Veía mi vida como bastante buena, correcta y moral desde mi juventud. Los pecados de los que me había arrepentido no eran nada público y en suma ¿qué podría yo decir de impactante?
En mi desesperación comprendí que no necesitaba comentar nada sensacional. Solamente tenía que hablar de la larga y silenciosa lucha que el Espíritu Santo había emprendido contra mi alma pecaminosa, mi porfiada resistencia durante ocho años y el admirable triunfo que el Señor había conseguido en mí.
Era precisamente la falsa seguridad que yo abrigaba la que me había mantenido fuera del alcance del amor de Dios, de responder a su gracia y rendirle mi vida. 
Cuando tuve mis primeras nociones de la existencia de Dios a través de diferentes medios, lo primero que sentí era que podría encontrar en la Biblia la seguridad, la paz y el sentido del que por entonces carecía. 
Siempre fui muy inseguro de niño, sobre todo por un defecto físico congénito que me avergonzaba, por mi debilidad y mi torpeza, que ahora veo que fueron más que nada ideas que otros sembraron en mi.
Escribií finalmente en aquel día, que al encontrarme con Jesús recibí no solamente el perdón de mis pecados, sinó un nuevo sentido a mi vida, una completa paz y la seguridad que antes no tenía.Ya diré algo de eso en la próxima entrada.
Pero con el paso del tiempo comprendí que el testimonio no se construye con hechos del pasado. Son las vivencias de cada día las que me pueden ayudar a contar a todos lo que el maravilloso Jesús está haciendo en mi vida. 
Los resultados de su obra en mi vida, por otra parte, hablan mejor que mis palabras. Y mis rebeldías, debilidades y defectos ¡ay!, testifican también de lo necesitado de su gracia que sigo estando.
 Mirando atrás puedo ver los abismos de iniquidad de los que el Señor me rescato, los valles oscuros por los que me condujo, los ríos de misericordia que derramó sobre mí y las alturas que me hizo alcanzar. 
El paisaje actual no es muy diferente, salvo que su perdón, su gracia y su amor me dieron la victoria sobre muchas de mis inseguridades, errores y pecados del pasado. 
Al mirar luego hacia adelante, puedo ver más luchas (mi corazón todavía alberga males que no conozco), más pruebas y tristezas que me aguardan, más necesidad de caer a sus pies en busca de perdón. 
Pero puedo ver, por sobre todo, que su vara y su cayado me infundirán aliento hasta el día en que pueda llegar a la luz que brilla al final del sendero, luz que emana de la ciudad celestial, al acabar mi peregrinaje. 
Si, puedo confiar en Dios, puedo creer en su amor, puedo tener esperanza para  el futuro. Puedo, por sobre todo, decir confiadamente en mi testimonio actual como el profeta Jeremías: "Por la misericordia de Jehová no hemos sido consumidos, porque nunca decayeron sus misericordias. Nuevas son cada mañana; grande es tu fidelidad". Lamentaciones 3:22,23

viernes, 16 de julio de 2010

AGENTES DE GRACIA II

“Tú, pues, hijo mío, esfuérzate en la gracia que es en Cristo Jesús”. 2 Timoteo 2:1-3
Pablo fue el predicador y expositor de la gracia por excelencia. Todos los demás vinieron después y se fundamentaron en sus escritos. Pero en el texto de cabecera encontramos una idea algo extraña.
¿Esforzarse en la gracia? ¿Y eso qué significa?
Se supone que la gracia es algo que recibimos sin mérito de nuestra parte. Que lo que hayamos hecho o vayamos a hacer no cuenta en absoluto. La misma idea de esfuerzo remite a algo parecido a la justificación por las obras. Es claro que no está hablando de eso.
El mismo apóstol dice: “Pero al que obra, no se le cuenta el salario como gracia, sino como deuda; mas al que no obra, sino cree en aquel que justifica al impío, su fe le es contada por justicia”. Romanos 4:4,5 y también afirma “y si por gracia, ya no es por obras; de otra manera la gracia ya no es gracia. Y si por obras, ya no es gracia; de otra manera la obra ya no es obra”. Romanos 11:6
Es que hay, además de la Divinidad, otros agentes a quienes se encomienda difundir su gracia.
En su bondad y sabiduría, el plan de Dios contempla que nosotros, los indignos y caídos seres humanos, seamos no solamente el escenario de su gracia, sinó también transmisores de ella.
El Señor desea revelar al mundo su gracia a través de su iglesia en la tierra; espera que los que han sido depositarios de su bendición la compartan con un mundo que vive totalmente ajeno a ella.
No existe mayor privilegio que colaborar con el Señor, no obstante, a muchos esta idea les parece algo impuesto, un deber gravoso y cosa de fanáticos.
Haríamos bien en considerar la siguiente cita: “El que más ame a Cristo hará la mayor suma de bien. No tiene límite la utilidad de aquel que, poniendo el yo a un lado, deja obrar al Espíritu Santo en su corazón, y vive una vida completamente consagrada a Dios. Con tal que los hombres estén dispuestos a soportar la disciplina necesaria, sin quejarse ni desmayar por el camino, Dios les enseñará hora por hora, día tras día. El anhela revelar su gracia. Con tal que los suyos quieran quitar los obstáculos, él derramará las aguas de salvación en raudales abundantes mediante los conductos humanos. Si los hombres de vida humilde fuesen estimulados a hacer todo el bien que podrían hacer, y ninguna mano refrenadora reprimiese su celo, habría cien personas trabajando para Cristo donde hay actualmente una sola”. El Deseado de Todas las Gentes Página 250
En el consejo de Pablo a Timoteo, se encuentra encerrada una gran verdad. Quienes reciben la gracia de Dios deben hacer esfuerzos consagrados para que los raudales de luz provenientes del trono del Altísimo iluminen las tinieblas de cada alma que se encuentre a su alrededor.
“Y ahora, hermanos, os encomiendo a Dios, y a la palabra de su gracia, que tiene poder para sobreedificaros y daros herencia con todos los santificados”. Hechos 20:32
Encomiende quien desea ser cristiano cada día su vida a la poderosa palabra de su gracia, para tener herencia con los que la alcanzaron.

jueves, 15 de julio de 2010

AGENTES DE GRACIA I

“En amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad, para alabanza de la gloria de su gracia, con la cual nos hizo aceptos en el Amado, en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados según las riquezas de su gracia”. Efesios 1:5-7
¿Qué es la gracia?
Según la alegre definición de mi esposa, son las “ganas” (el deseo intenso) que Dios tiene de salvarnos. Me agradó por lo simple, pero debo reconocer que este tema es infinitamente abarcante y complejo.
Basta investigar un poco para ver que hay muchas definiciones y muchas interpretaciones acerca de la gracia, y no todas concuerdan. Mucho se ha dicho y se ha discutido sobre la gracia. Ríos de tinta se gastaron en definirla y explicarla, grandes teólogos la han interpretado, grandes concilios se reunieron para examinarla o para condenar (¡que raro!) las interpretaciones de estos teólogos.
Pero la gracia es como el helado. No vienen todos los helados en un único gusto, cada quién elige el de su preferencia. No se compra además un helado para filosofar, debatir o analizar, sino para saborearlo y comérselo.
De la misma manera, la “multiforme gracia de Dios” es algo para experimentar, no para debatir. Es mi intención abordar este tema con sentido práctico, para poder apropiarnos de la bendición que se nos concede tan abundantemente. Cuando la recibamos no nos harán falta definiciones sobre ella.
¿De quién viene? ¿Cómo actúa?
Cristo mismo es la encarnación de la gracia. Gracia que perdona y que transforma a quienes lo reciben: “Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios. Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad”. Juan 1:12-14
La gracia pone a nuestro alcance el arrepentimiento, el perdón, la fe y la salvación, mediante la obra de Cristo por nosotros.
“Fuera de Cristo, "no hay otro nombre debajo del cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos." Por la fe, recibimos la gracia de Dios; pero la fe no es nuestro Salvador. No nos gana nada. Es la mano por la cual nos asimos de Cristo y nos apropiamos sus méritos, el remedio por el pecado. Y ni siquiera podemos arrepentirnos sin la ayuda del Espíritu de Dios. La Escritura dice de Cristo: "A éste ha Dios ensalzado con su diestra por Príncipe y Salvador, para dar a Israel arrepentimiento y remisión de pecados." El arrepentimiento proviene de Cristo tan ciertamente como el perdón”. El Deseado de Todas las Gentes Página 175
En la cita anterior vemos que la gracia encarnada en Jesús, la gracia externa, se complementa con una gracia interna. El Espíritu Santo es el segundo agente de la gracia, que obra en lo íntimo del corazón y la conciencia conduciendo al pecador al reconocimiento de su completa incapacidad e injusticia. Esta convicción lleva a la transformación de la vida mediante el poder del Consolador.
Estos dos agentes de la gracia trabajan al mismo tiempo para alcanzarnos, como se ve en la siguiente cita: "Si dais, arrepentidos, un solo paso hacia él, se apresurará a rodearos con sus brazos de amor infinito. Su oído está abierto al clamor del alma contrita. El conoce el primer esfuerzo del corazón para llegar a él. Nunca se ofrece una oración, aun balbuceada, nunca se derrama un lágrima, aun en secreto, nunca se acaricia un deseo sincero, por débil que sea de llegar a Dios, sin que el Espíritu de Dios vaya a su encuentro. Aun antes de que oración sea pronunciada, o el anhelo del corazón se dado a conocer, la, gracia de Cristo sale al encuentro de la gracia que está obrando en el alma humana." LP 190.
¡Maravillosa gracia!
Se nos ofrece inagotable, libre y abundantemente; ungida con el perfume del “puro afecto de su voluntad”. Puede ser nuestra ahora mismo, sin condiciones ni mayor requisito que nuestro anhelo por ella. El Padre la ofreció, el Hijo la hizo accesible, el Espíritu la hace realidad en nuestras vidas.
  • Es nuestro privilegio desearla.
  • Es nuestro derecho solicitarla.
  • Es nuestra necesidad tenerla.
  • Es nuestro gozo experimentarla.
  • Es nuestro deber compartirla.
¿Deseamos sentirla en nuestra vida? Será ella nuestro estudio por la eternidad cuando lleguemos a la presencia de Aquel que es todo “lleno de gracia y de verdad”.

lunes, 12 de julio de 2010

HACIENDO FRENTE AL MAL

“Porque hay aún muchos contumaces, habladores de vanidades y engañadores ...a los cuales es preciso tapar la boca; que trastornan casas enteras, enseñando por ganancia deshonesta lo que no conviene”. Tito 1:10,11
En la entrada anterior hice hincapié en la necesidad de que nuestra respuesta ante el avance del mal entre el pueblo de Dios sea la oración y la entrega humilde y sincera del corazón.
“Porque el siervo del Señor no debe ser contencioso, sino amable para con todos, apto para enseñar, sufrido; que con mansedumbre corrija a los que se oponen, por si quizá Dios les conceda que se arrepientan para conocer la verdad, y escapen del lazo del diablo, en que están cautivos a voluntad de él”. 2 Timoteo 2:24-26
Pero soy consciente de que no siempre basta con orar. Mi respuesta no estaría completa sin evaluar la necesidad de acción rápida y sin concesiones. Habrá momentos en que deberemos colocarnos en la brecha y ser firmes en la defensa de la verdad. Cuando aquellos que se dicen cristanos pero son en realidad agentes del Maligno causan estragos en las filas de los creyentes, es necesario actuar con decisión.
No es bueno callar en semejante tiempo, pero vale recordar otra vez que nuestras palabras sólo deben salir de nuestra boca bajo el influjo del Espíritu Santo. No debemos permitir que el orgullo mande o que el apresuramiento nos conduzca a causar más daño que bien.
En cierta ocasión me tocó intervenir en un caso en el cual un hermano a quien yo apreciaba mucho comenzó a causar división en la iglesia. Manejar este asunto no fue sencillo porque habían muchas personas que procedían emocionalmente en lugar de buscar la sabiduría divina. Yo mismo no estaba bien seguro del asunto hasta muy avanzadas las discusiones. La mayoría no quería tomar una decisión en absoluto, (como si el problema se pudiera resolver por sí mismo) y otros no sabían que partido tomar. Las palabras que se cruzaron en la asamblea fueron duras y punzantes. El triste resultado fue que se volvieron a abrir entre los hermanos muchas heridas viejas y se agregaron otras nuevas.
La resolución del conflicto, debo decirlo, me causó muchas lágrimas y tristezas y me quitó muchas simpatías; bien que no fui yo (aunque presidí la comisión), sinó la iglesia, quien tomó la siempre dolorosa decisión de desfraternizar a nuestro hermano.
Al paso de los años, las heridas causadas en esa ocasión no han cerrado todavía para algunos.
Este asunto me hizo pensar en que lo que sucedíó en pequeño en nuestra congregación se convertirá en un asunto global muy pronto. La marea de la oposición va ganando terreno y la cizaña está ya crecida y lista para ahogar al precioso trigo del remanente.
Basta para ello ver en algunos foros o en espacios de opinión la creciente agresión de algunos que opinan en ellos. El descontento es contagioso y su mala semilla, la murmuración, se esparce rápidamente entre los que no están firmes en la fe. Debemos orar por sabiduría para actuar en esos momentos. Reclamar palabras que provengan de la boca de Dios y no de la nuestra para tapar la boca de los opositores.
No esperemos que todos estén contentos con lo que decimos o con nuestras acciones. La oposición se levantará como estaba profetizado: “Y de vosotros mismos se levantarán hombres que hablen cosas perversas para arrastrar tras sí a los discípulos”. Hechos 20:30
Pero se requiere valor, nacido de una sincera y ferviente comunión con lo alto, para actuar y permanecer firmes en medio de la oposición y los engaños de los tiempos actuales. Dios espera que sus hijos muestren de que lado están. 
Despertemos y carguemos el aceite celestial en nuestras lámparas. “Tiempo es de actuar, oh Jehová, Porque han invalidado tu ley”. Salmos 119:126

domingo, 11 de julio de 2010

FRENANDO LA CAUSA DE DIOS

"Entonces levantándose en el concilio un fariseo llamado Gamaliel, doctor de la ley, venerado de todo el pueblo, mandó que sacasen fuera por un momento a los apóstoles, y luego dijo: Varones israelitas, mirad por vosotros lo que vais a hacer respecto a estos hombres... Y ahora os digo: Apartaos de estos hombres, y dejadlos; porque si este consejo o esta obra es de los hombres, se desvanecerá; mas si es de Dios, no la podréis destruir; no seáis tal vez hallados luchando contra Dios". Hechos 5:34,35; 38,39
A veces hay entre el pueblo de Dios personas muy difíciles de tratar. Su manera de proceder nos irrita o nos desconcierta. Esto se debe, en la mayoría de los casos, que tanto ellos como nosotros no estamos actuando como cristianos, o a que quizás no hemos crecido en la gracia lo suficiente para ser comprensivos y amantes con nuestros hermanos que difieren de nosotros. 
Otras veces, sin embargo, el problema proviene de elementos negativos que el diablo introduce para causar confusión en la iglesia. Necesitamos saber como proceder con estos falsos hermanos, que detienen sea por acción o por influencia el avance del evangelio.
La experiencia del profeta Daniel, registrada en el capítulo 10 de su libro, nos puede ayudar a encontrar algunas pautas para resolver estos conflictos entre el pueblo de Dios.
En sus años de vejez, veía que el regreso de los israelitas a Palestina permitido por Ciro enfrentaba grandes dificultades y oposición, al punto que no había perspectivas de que tanto la ciudad como el templo pudieran reedificarse de acuerdo a la profecía (ver caps. 8 y 9).
"En el año tercero de Ciro rey de Persia fue revelada palabra a Daniel, y la palabra era verdadera, y el conflicto grande; pero él comprendió la palabra, y tuvo inteligencia en la visión. En aquellos días yo Daniel estuve afligido por espacio de tres semanas... Y el día veinticuatro del mes primero estaba yo a la orilla del gran río Hidekel... Entonces me dijo: Daniel, no temas; porque desde el primer día que dispusiste tu corazón a entender y a humillarte en la presencia de tu Dios, fueron oídas tus palabras; y a causa de tus palabras yo he venido. Mas el príncipe del reino de Persia se me opuso durante veintiún días; pero he aquí Miguel, uno de los principales príncipes, vino para ayudarme, y quedé allí con los reyes de Persia. He venido para hacerte saber lo que ha de venir a tu pueblo en los postreros días; porque la visión es para esos días". Daniel 10:1-4; 12-14
Daniel vio que el "conflicto era grande". La lucha no se resolvería fácilmente porque el demonio no suelta sus presas sin luchar. Desde el principio de la rebelión Satanás, como pretendido príncipe de este mundo, se enfrentó a Jesús representado aquí bajo el nombre "Miguel" el "príncipe" que está a nuestro favor.
Esta identificación es controvertida, pero tanto el nombre mismo, que significa "quién es como Dios" y las prerrogativas que ejerce, manifiestan un carácter divino. Este discutido nombre simbólico no implica que Jesús fuera un ángel, sinó que es otro de los tantos nombres que recibe nuestro Salvador en el Antiguo Testamento.
En el milenario conflicto por la verdad, el carácter de Dios y la ley que expresa su voluntad fueron cuestionadas constantemente por Satanás y sus agentes. El punto focal es si se puede vivir en obediencia a sus mandamientos (Apoc. 14:12); y es en las mentes de los hombres donde se libra esta batalla.
Tanto Dios como su adversario intentan controlar a individuos y naciones en favor del bien o del mal. Cada uno de ellos usa a los seres humanos para cumplir sus fines, aunque con marcadas diferencias.
El Señor utiliza a quienes le ceden su voluntad libremente, en cambio el Diablo fuerza la sumisión humana con toda obra de maldad. Cristo convence a través del amor y la persuasión; el Maligno doblega usando la fuerza y mediante vicios que anulan la voluntad y arruinan el carácter. Finalmente, Dios trae a la comunión de la iglesia a quienes han de ser salvos para completar la obra de la redención; en tanto que Satanás introduce en ella elementos no convertidos para estorbar sus planes, causar discordia y desacreditar al pueblo de Dios.
Aunque la Divinidad logrará imponer finalmente sus planes, no lo hará forzando el libre albedrío de sus hijos o de sus opositores. La parte que nos toca es colaborar con sus propósitos de misericordia. 
En Daniel 10, las huestes celestiales entran en controversia con los poderes de las tinieblas para influir sobre la voluntad del rey de Persia. El motivo del conflicto era el cumplimiento de las profecías con respecto a los judíos en su retorno del cautiverio. La resolución de las dificultades que estaban experimentando los que habían vuelto a Jerusalén dependían de la voluntad de un rey pagano.
Daniel, sin saberlo, participa también del conflicto con las armas que nos fueron dadas: un sincero interés por la causa de Dios que lleva a la oración, el ayuno y la humilde búsqueda del favor divino.
Es muy notable aquí, que lo que inclinó la balanza a favor del pueblo de Dios no fue solo el ministerio de los ángeles, sinó la oración humilde y ferviente del profeta. No hubo un encuentro personal entre Daniel y el rey persa, pero su oración llegaba hasta el trono celestial, a la vez que influía sobre un trono terrenal.
Su intercesión movió tanto el poder divino como la mente del soberano persa hacia una decisión favorable.
Este es un misterio insondable, que se expresa en las palabras de la Escritura: "Entonces me dijo: Daniel, no temas; porque desde el primer día que dispusiste tu corazón a entender y a humillarte en la presencia de tu Dios, fueron oídas tus palabras; y a causa de tus palabras yo he venido". Daniel 10:12
¡A causa de tus palabras!... La súplica fervorosa sin duda tiene un enorme poder.
A la vez, ¡qué papel maravilloso podemos representar en la lucha de los siglos! Hasta el más humilde hijo de Dios puede mover el brazo divino con la incontenible potencia de una oración. Es nuestro privilegio hacerlo y el Señor honra la fe de sus siervos interviniendo poderosamente.
Al enfrentarnos con la oposición de los enemigos de la iglesia, usemos las mismas armas, tengamos la misma actitud que Daniel. No luchemos con las que Satanás utiliza, que son la crítica, el chisme, los agravios, la agresión, la persecución o la ira (por más "santa" que parezca) o cosas como estas. No están luchando contra nosotros, sinó contra Dios mismo.
Como el anciano profeta, volvámonos con toda humildad y fervor al poderoso Salvador en busca de auxilio, que siempre nos otorgará la victoria contra los enemigos de su causa. No se han forjado aún las armas que puedan derrotar a nuestro Capitán.
Colaboremos humildemente con los propósitos del Señor buscándole en oración y ayuno.
Él vencerá. 

viernes, 9 de julio de 2010

PREPARACIÓN PARA LO QUE NOS ESPERA


“Buscad a Jehová todos los humildes de la tierra, los que pusisteis por obra su juicio; buscad justicia, buscad mansedumbre; quizás seréis guardados en el día del enojo de Jehová”. (Sofonías 2: 3).
La transgresión casi ha llegado a su límite. La confusión llena el mundo y pronto ha de sobrecoger a los seres humanos un gran terror. El fin está muy cerca. El pueblo de Dios debiera estarse preparando para lo que ha de sobrevenir al mundo como una sorpresa abrumadora.
El "tiempo de angustia, cual nunca fue desde que hubo gente" se iniciará pronto; y para entonces necesitaremos tener una experiencia que hoy por hoy no poseemos y que muchos no pueden lograr debido a su indolencia. Sucede muchas veces que los peligros que se esperan no resultan tan grandes como uno se los había imaginado; pero éste no es el caso respecto de la crisis que nos espera. La imaginación más fecunda no alcanza a darse cuenta de la magnitud de tan dolorosa prueba. En aquel tiempo de tribulación, cada alma deberá sostenerse por sí sola ante Dios. "Si Noé, Daniel y Job estuvieren" en el país, "¡vivo yo! dice Jehová el Señor, que ni a hijo ni a hija podrán ellos librar por su justicia; tan sólo a sus propias almas librarán" (Eze. 14: 20, VM).
El último gran conflicto entre la verdad y el error no es más que la última batalla de la controversia que se viene desarrollando desde hace tanto tiempo con respecto a la ley de Dios. En esta batalla estamos entrando ahora; es la que se libra entre las leyes de los hombres y los preceptos de Jehová, entre la religión de la Biblia y la religión de las fábulas y de la tradición.
Deberíamos estudiar los grandes hitos que nos señalan los tiempos en que vivimos. . . Deberíamos orar fervientemente para estar listos para las luchas del gran día que Dios está preparando.
Los que se colocan bajo el control de Dios para ser guiados y dirigidos por él, captarán la marcha firme de los sucesos que él ordenó. Inspirados por el Espíritu de Aquel que dio su vida por la vida del mundo, no continuarán inactivos en la impotencia, señalando lo que no pueden hacer. Colocándose la armadura del cielo, avanzarán hacia la batalla deseosos de hacer cosas osadas en favor de Dios, sabiendo que la omnipotencia divina suplirá su necesidad. 
¡Maranata: El Señor Viene! Página 159

miércoles, 7 de julio de 2010

LA MANIFESTACIÓN DE LA BONDAD DIVINA


“Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable". 1 Pedro 2: 9.
"Así como la cera toma la semejanza del sello al que se adhiere, el alma recibe y conserva la imagen moral de Dios. Nos sentimos completos y transfigurados cuando contemplamos su pureza y su justicia. A menos que tengamos una fe firme, constante y activa, nuestras almas se volverán descuidadas y nuestra fe se debilitará.
El gran pecado del pueblo de Dios en la actualidad consiste en que no aprecia el valor de las bendiciones que Dios derrama sobre él. Servimos al Señor con corazones divididos. Albergamos algún ídolo y rendimos culto en su altar. La verdad de Dios, si se la incorpora a la vida y se la entrelaza con el carácter, será elevada y santa, y santificará el alma. Dios está tratando de que, por medio de su verdad, lleguemos a ser un pueblo separado y diferente. Este es el resultado de la influencia de la verdad. Nuestra obediencia y devoción no se equiparan con la luz que tenemos y los privilegios de que gozamos. La sagrada obligación que descansa sobre nosotros de caminar como hijos de la luz, no se cumple en nuestras vidas. Como cristianos no logramos ponernos a la altura de nuestra elevada vocación. Hemos recibido advertencias y reprensiones de parte de Dios, pero han ejercido influencia sobre nosotros por sólo poco tiempo, porque no consideramos que sea la obra de nuestra vida avanzar y ascender hacia la meta del premio de nuestra elevada vocación en Cristo Jesús.
¡Cuánto quisiera que el pueblo de Dios comprendiera sus privilegios y entendiera, gracias a la luz que emana de la Palabra de Dios, que seremos juzgados de acuerdo con la luz que resplandece en nuestra senda! Todos los privilegios y oportunidades que Dios nos ha dado, tienen el propósito de hacer de nosotros mejores hombres y mujeres. El pueblo de Dios debe avanzar a partir de un principio bien definido, de manera que su primer propósito sea buscar el reino de Dios y su justicia y de allí en adelante avanzar desde la luz a una luz aún mayor.
Toda alma que realmente cree en la Palabra de Dios lo revelará por medio de sus obras. La gran bondad de Dios se manifiesta ampliamente en su voluntad. No pueden ser cristianos si son negligentes en cumplir todo lo que su voluntad y su Palabra les piden que hagan" (Carta 8, del 11 de febrero de 1887).
Meditación que aparece en el libro Cada Día con Dios página 50

martes, 6 de julio de 2010

FUIMOS ELEGIDOS

“Pero nosotros debemos dar siempre gracias a Dios respecto a vosotros, hermanos amados por el Señor, de que Dios os haya escogido desde el principio para salvación, mediante la santificación por el Espíritu y la fe en la verdad, a lo cual os llamó mediante nuestro evangelio, para alcanzar la gloria de nuestro Señor Jesucristo. Así que, hermanos, estad firmes, y retened la doctrina que habéis aprendido, sea por palabra, o por carta nuestra. Y el mismo Jesucristo Señor nuestro, y Dios nuestro Padre, el cual nos amó y nos dio consolación eterna y buena esperanza por gracia, conforte vuestros corazones, y os confirme en toda buena palabra y obra”. 2 Tesalonicenses 2:13-17
Hay una enorme diferencia entre la elección de Dios y la de los hombres. Cuando somos elegidos por otras personas para cumplir una función, lo hacen en base a nuestras habilidades o conocimiento. Se espera de nosotros que estemos capacitados para enfrentar y solucionar los problemas que se nos presentan. Si no alcanzamos a cubrir las expectativas ajenas podemos perder nuestro puesto o posición. La aceptación de los demás se basa en nuestro desempeño.
La elección de Dios en cambio está basada en premisas completamente diferentes. No tienen nada que ver nuestros talentos, dones, sabiduría o entrenamiento. No se sustenta en alguna dignidad anterior o en merecimientos. Ni siquiera se espera que estemos capacitados para lo que nos llama a hacer. Nada tiene que ver tampoco lo bien o mal que cumplamos nuestra labor.
Él es quien llama en base a su gracia, confiere toda dignidad y capacidad a sus hijos y nos confirma en la fe, mediante claras señales que el Espíritu se encarga de impirmir en nuestros corazones. Su fidelidad es la garantía de nuestra aceptación. Su amor cubre todo lo demás.
Todo lo que se espera de nosotros es que retengamos nuestra profesión, que aceptemos el llamado y las provisiones que el cielo ha hecho para que lo cumplamos, avanzando por la fe.
Es digno de notar que el texto citado al principio está relacionado con la advertencia acerca del hombre de pecado y continúa de esta manera: “Por lo demás, hermanos, orad por nosotros, para que la palabra del Señor corra y sea glorificada, así como lo fue entre vosotros, y para que seamos librados de hombres perversos y malos; porque no es de todos la fe. Pero fiel es el Señor, que os afirmará y guardará del mal. Y tenemos confianza respecto a vosotros en el Señor, en que hacéis y haréis lo que os hemos mandado. Y el Señor encamine vuestros corazones al amor de Dios, y a la paciencia de Cristo”. 2 Tesalonicenses 3:1-5
Se espera de cada hijo suyo, que ha sido llamado a la salvación, que sea fiel y obediente. Pero la fidelidad y la obediencia no son otra cosa que el fruto de la santificación obrada por el Espíritu en nuestros corazones. Esto es lo que diferencia a los que son de la fe de los que no lo son.
Quizá la mayor dificultad, el mayor estorbo que el cristiano encuentra en el camino, se halla en que no todos los que están en la iglesia son llamados por Dios. Con harta frecuencia somo malinterpretados por nuestros hermanos en la fe. Sufrimos chascos, desilusión, amargura y somos desalentados por quienes debieran ayudarnos en nuestro camino.
El resultado se expresa en desconfianza, peleas y divisiones irreconciliables sobre cosas pequeñas.
Las luchas y contiendas que estos infiltrados provocan no obran a favor de la perfección cristiana. Por el contrario, detienen, desalientan y confunden la marcha del pueblo de Dios.
Pero no tenemos que desanimarnos ni dudar por eso. Somos llamados a perseverar y a ser constantes en lo que hemos aprendido por Aquel que fue siempre fiel.
Retener la doctrina, en este contexto no significa solamente sostener un ortodoxo sistema de creencias, sino más bien estar confirmados en seguir haciendo el bien, en estar firmes “en toda buena palabra y obra”
Y esto también es obra de su fidelidad que alcanza hasta los cielos. Podemos confiar en ella para que nos guarde del mal, porque “el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo”. Filipenses 1:6

domingo, 4 de julio de 2010

NUESTRO AYUDADOR

Demasiado a menudo olvidamos que sin la presencia de Dios en nuestra vida no somos nada. Andamos por la vida con la confianza puesta en nuestras "habilidades" innatas o adquiridas, creyendo que existen situaciones en las que nos podemos manejar solos.
Si alguien interfiere en nuestras labores habituales con consejos, es un pesado. Nos molesta también por ejemplo, que nos den indicaciones sobre cosas que ya sabemos, o que quieran enseñarnos algo que ya damos por conocido.
Pongo por caso el atarse los zapatos. Con frecuencia los alumnos más pequeños acuden, sin asomo de vergüenza, pidiendo ayuda en esa tarea que para ellos resulta complicada. Pero si nos ofreciéramos a hacerlo a un niño de 6º grado, o peor aún, a un adulto, se ofenderían sin remedio.
Probablemente protestarían diciendo: -¡yo puedo solo!
Tal vez alguien piense que es un ejemplo muy tonto. Lo malo de esto es que esta misma actitud la trasladamos al ámbito espiritual. Creemos que podemos enfrentar solos las trampas que el Diablo pondrá en nuestro camino y por ello fracasamos sin remedio.
Olvidamos que hacemos frente a un experto en poner trampas “caza bobos”, como las que ponían los soldados en la guerra para hacer caer a los desprevenidos.
Precisamente por eso el Señor permite que pasemos por penosas situaciones en las que nos podamos desencantar de nosotros mismos y así aprender lecciones de dependencia.
David tuvo que pasar buena parte de sus mejores años como fugitivo. Su constante zozobra e inseguridad le llevaron a buscar repetidamente la dirección divina y a reconocer su fragilidad.
Así lo expresó en este hermoso salmo:
“A no haber estado Jehová por nosotros,
Diga ahora Israel;
A no haber estado Jehová por nosotros,
Cuando se levantaron contra nosotros los hombres,
Vivos nos habrían tragado entonces,
Cuando se encendió su furor contra nosotros.
Entonces nos habrían inundado las aguas;
Sobre nuestra alma hubiera pasado el torrente;
Hubieran entonces pasado sobre nuestra alma las aguas impetuosas.
Bendito sea Jehová,
Que no nos dio por presa a los dientes de ellos.
Nuestra alma escapó cual ave del lazo de los cazadores;
Se rompió el lazo, y escapamos nosotros.
Nuestro socorro está en el nombre de Jehová,
Que hizo el cielo y la tierra”
. Salmos 124
¿No deberíamos también nosotros reconocer esto?
Sin la constante protección que nuestro amante Dios nos proporciona, caeríamos presa de nuestro hábil enemigo. Seríamos como aves incautas, tan indefensos para contener su avance como quien intenta contener una inundación.
Cuando entremos en nuestra morada celestial y podamos conversar con nuestros ángeles enterándonos de los peligros de los cuales nos libraron, ¡qué sorpresas habrá!
Brotarán de nuestras bocas canciones de alabanza por la gran liberación que Dios realizó.
Pero no tenemos que esperar al futuro para hacerlo. Necesitamos hoy ese humilde reconocimiento de nuestra total y absoluta incapacidad para hacer frente al pecado. Deberíamos deshacernos de la confianza propia y ser como niños; sencillos y dependientes.
Comienza hoy el día reconociendo que:
“Nuestro socorro está en el nombre de Jehová,
Que hizo el cielo y la tierra”.

sábado, 3 de julio de 2010

VESTIDOS CON TELAS DE ARAÑA

“Y temerán desde el occidente el nombre de Jehová, y desde el nacimiento del sol su gloria; porque vendrá el enemigo como río, mas el Espíritu de Jehová levantará bandera contra él”. Isaías 59:19
Todo el libro de Isaías constituye una formidable denuncia del calamitoso estado espiritual de de Israel; declinación que lo llevaría al cautiverio a manos de los asirios primero (las 10 tribus) y de los babilonios con posterioridad.
En el capítulo 59 Dios contesta a las quejas de su pueblo de haberlo abandonado, demostrando que en realidad fue Israel quien lo desechó a él (vers. 1-8).
Se dice de ellos: “Incuban huevos de áspides, y tejen telas de arañas; el que comiere de sus huevos, morirá; y si los apretaren, saldrán víboras. Sus telas no servirán para vestir, ni de sus obras serán cubiertos; sus obras son obras de iniquidad, y obra de rapiña está en sus manos”. (vers. 5, 6)
¿Qué significa estar vestido con telas de araña?
Significa estar vestidos con las hojas de higuera de nuestra propia justicia, en vez de tener el manto de la perfecta justicia de Cristo. Es estar en realidad desnudos a los ojos de Dios, sin importar la ropa que llevemos puesta.
Esta drástica imagen habla de la inutilidad, la injusticia y la maldad que resultan de llevar una vida de aparente profesión religiosa, pero carente de una verdadera y viviente relación con la Deidad. La Biblia afirma repetidamente que las obras que podamos realizar fuera de Dios no son sino una maldición para nosotros y para los demás.
En las buenas obras de un justo hay bendición, pues las hace únicamente para gloria del Señor.
En cambio en las buenas obras de los que solo aparentan servir a Cristo, hay un poder engañoso que corrompe, desvía y confunde a los que buscan seguir el camino correcto.
Esta apariencia, a semejanza del follaje de la higuera estéril, carece de valor para el cielo. Su fruto es “iniquidad y rapiña”.
A partir del versículo 9 y hasta la mitad del 15 hay un cambio de interlocutor; es el pueblo quien ahora habla, admitiendo su culpabilidad y describiendo los efectos del pecado en sus vidas:
“Por esto se alejó de nosotros la justicia, y no nos alcanzó la rectitud; esperamos luz, y he aquí tinieblas; resplandores, y andamos en oscuridad. Palpamos la pared como ciegos, y andamos a tientas como sin ojos; tropezamos a mediodía como de noche; estamos en lugares oscuros como muertos. Gruñimos como osos todos nosotros, y gemimos lastimeramente como palomas; esperamos justicia, y no la hay; salvación, y se alejó de nosotros. Porque nuestras rebeliones se han multiplicado delante de ti, y nuestros pecados han atestiguado contra nosotros; porque con nosotros están nuestras iniquidades, y conocemos nuestros pecados”. (vers. 9-12)
¿Por qué razón el ser humano persiste en su alejamiento de Dios? ¿Por qué insiste en permanecer en esa condición y seguir esa conducta tan autodestructiva? La única explicación se encuentra en el poder atrapante del pecado; que cual espantosa araña, paraliza, ciega, hipnotiza y destruye a los que caen en sus redes.
Desde ese punto hasta el final del capítulo, Dios interviene poderosamente para salvar a sus rebeldes e indignos hijos. Se presenta como un guerrero revestido de justicia y de salvación, trayendo la retribución al enemigo de su pueblo. Aunque el adversario junte todas sus fuerzas y ataque con la fuerza avasallante de un río, nada podrá hacer contra aquellos que ponen su confianza en su gran Defensor.
¡Glorioso Salvador!
A pesar de nuestra injusticia, de nuestra inmundicia, de nuestra condición lastimosa y caída, él no nos abandona. Trae plena renovación al alma cautiva del mal por medio de su Espíritu, que levantará bandera de salvación a nuestro favor.
Basta ya de estar vestidos con telas de araña.
Pidamos hoy la victoria y recibamos sin demora el manto de su perfecta justicia. Descansemos en su paz. Alabemos su poder y su amor maravilloso.