miércoles, 11 de noviembre de 2009

Cuando Jesús nació

"Cuando Jesús nació en Belén de Judea en días del rey Herodes, vinieron del oriente a Jerusalén unos magos, diciendo: ¿Dónde está el rey de los judíos, que ha nacido? Porque su estrella hemos visto en el oriente, y venimos a adorarle. Oyendo esto, el rey Herodes se turbó, y toda Jerusalén con él. Y convocados todos los principales sacerdotes, y los escribas del pueblo, les preguntó dónde había de nacer el Cristo. Ellos le dijeron: En Belén de Judea; porque así está escrito por el profeta" Mateo 2:1-5
Lo insólito del relato de la visita de los magos no se encuentra tanto en el arribo de estos personajes de lejanas tierras, tampoco en la visita de los pastores, sino más bien en la actitud de los habitantes de Jerusalén.
Ninguno fue a corroborar la noticia dada por los sabios de oriente. Todos "se pusieron muy nerviosos" (vs. 3 versión BLS) pero nadie fue a ver si era cierto lo que habían escuchado.
¿No sería esta la buena nueva que habían esperado por siglos? ¿No habría llegado el Mesías prometido en las Escrituras que decían conocer?
Desde que Adán cayó y se le prometió un salvador, el pueblo de Dios comenzó a aguardar su advenimiento. La promesa fue repetida a Abraham de que en su simiente serían benditas las naciones de la tierra. Y a Moisés se le informó que el Señor enviaría al "Profeta" a quien debían escuchar. Más tarde, los profetas como Isaías, Daniel y Miqueas entre otros, agregaron mayores precisiones al augusto acontecimiento venidero. Se anunció el lugar, el tiempo y las circunstancias de su venida, así como su obra y su muerte por los pecados del mundo.
No les faltaba información. Los religiosos de la época no tuvieron problemas para dar al rey la ubicación exacta del lugar del nacimiento del Mesías, pero no se interesaron en absoluto en ir a su encuentro.
Sus corazones llenos de prejuicio, orgullo y planes mundanales, no tenían cabida para un pequeño niño en Belén, fuera quien fuese. Por otra parte, es de notar que la singular profecía que citaron en esa ocasión los sabios de oriente fue dada por Balaam, un profeta apóstata que ni siquiera era israelita.
No, pensaron ellos; esos extranjeros incircuncisos no podían saber algo que los judíos ignoraban. Y así todos; ya sea por ceguera, prejuicios o por simple indiferencia, dejaron pasar la oportunidad de sus vidas.
Nuestro amante Señor no deja a nadie sin el suficiente conocimiento para su salvación, pero en este caso, estos extranjeros aprovecharon la escasa luz recibida y fueron al encuentro del Prometido, la Estrella de Jacob, con plena confianza.
¿Cómo nos relacionamos nosotros hoy con la luz que el Señor envía sobre su segunda venida?
"Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él. El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios. Y esta es la condenación: que la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas. Porque todo aquel que hace lo malo, aborrece la luz y no viene a la luz, para que sus obras no sean reprendidas. Mas el que practica la verdad viene a la luz, para que sea manifiesto que sus obras son hechas en Dios". Juan 3:17-21
Las polillas, las mariposas y otros insectos voladores son atraídos por la luz y bailan una danza perpetua alrededor de cualquier fuente luminosa. Las cucarachas, arañas y otras alimañas en cambio huyen a esconderse en las tinieblas. Son ilustraciones adecuadas de los seres humanos. Los que ansían la justicia de Dios por la fe vienen a la luz pero los que no lo aman, huyen de Aquel que es la luz del mundo.
¿Acudes al encuentro de la luz?