sábado, 8 de mayo de 2010

JUNTOS

A lo largo de los siglos las contiendas y divisiones han sido la únca constante entre el pueblo de Dios, de modo tal que no podemos ni debemos colocar nuestra total confianza en los hombres. La apostasía y  el mal testimonio de los profesos creyentes rondan por doquier; surge entonces la pregunta: ¿Para qué tener una iglesia?
O también, ¿por qué no entender como algunos, que cada quién responderá por su cuenta ante Dios?
Comienzo con este pensamiento: “La Biblia desconoce la religión solitaria.”  John Wesley (1703-1791).
Y la Santa Palabra divina agrega: "¿Andarán dos juntos, si no estuvieren de acuerdo?" Amós 3:3
Jesús fundó la iglesia sobre la firme roca de su vida inmaculada y su sacrificio expiatorio y prometió que las puertas del infierno no prevalecerían sobre ella. El ideal de Dios para su iglesia es que funcione como un cuerpo, unida y concertada; que se asemeje a un ejército en marcha con orden y poder; más aún la iglesia es "columna y baluarte de la verdad" (ver 1º Cor. 12:27; Cantares 6:10; 1º Timoteo 3:15).
Pero por sobre todas esas cosas, la iglesia es Su ciudad de refugio, en donde el pecador debe hallar socorro para sus males, compañía, consuelo, camaradería y amor sanador.
"Y tres amigos de Job, Elifaz temanita, Bildad suhita, y Zofar naamatita, luego que oyeron todo este mal que le había sobrevenido, vinieron cada uno de su lugar; porque habían convenido en venir juntos para condolerse de él y para consolarle". Job 2:11
Nuestro Redentor espera que la comunidad cristiana sea un lugar abierto a todos, en el cual la paz, la armonía y la concordia nazcan del amor que tienen hacia su Maestro y entre sus amigos y compañeros de milicia. Desea que su amoroso carácter se reproduzca en nosotros.
Sin embargo suele resultar que nos llamamos "hermanos" pero no somos amigos en los hechos; resultando como los compañeros de Job en verdaderos "salvavidas de plomo" que hunden en vez de auxiliar.
Tristemente a veces la iglesia se vuelve un lugar de contiendas, en la cual los miembros sospechan unos de otros y unos a otros se maltratan entre sí, trayendo mayor desdicha que si esto nos ocurriera con quienes no profesan amar al Señor, como lo expresó David: "Porque no me afrentó un enemigo, lo cual habría soportado; ni se alzó contra mí el que me aborrecía, porque me hubiera ocultado de él; sino tú, hombre, al parecer íntimo mío, mi guía, y mi familiar; que juntos comunicábamos dulcemente los secretos, y andábamos en amistad en la casa de Dios". Salmos 55:12-14
No quiero parecer ingenuo; yo se que entre el pueblo de Dios hay entremezclados enemigos de la verdad, verdaderos agentes de Satanás, que sólo están allí para impedir el progreso de su causa y conducir a los demás a la apostasía.
Debemos dar sin ambages al pecado el nombre que le corresponde y separar de la comunión de la iglesia a quienes se hallan en abierta oposición a sus principios, con ánimo de restaurarlos nuevamente. Como lo hace el Señor, debemos herir para sanar. La misericordia y la compasión deben reinar en dicho proceso o no debiéramos emprenderlo. No debemos eludir este deber, pero no obstante, esta no debe ser la causa primordial de nuestra existencia en la iglesia.
Como en la parábola del trigo y la cizaña, no nos toca a nosotros arrancar las malas hierbas. No tenemos ni el discernimiento ni la autorización para ello. Eso es trabajo del Señor.
Nuestra parte consiste en trabajar unidos por la salvación de los que están perdidos en sus delitos y pecados; viviendo al mismo tiempo vidas tan consagradas por la gracia de Dios, que seamos un pueblo distinto y mejor. Que suceda con nosotros como con los primeros discípulos, de los que se afirma:"Y por la mano de los apóstoles se hacían muchas señales y prodigios en el pueblo; y estaban todos unánimes en el pórtico de Salomón. De los demás, ninguno se atrevía a juntarse con ellos; mas el pueblo los alababa grandemente. Y los que creían en el Señor aumentaban más, gran número así de hombres como de mujeres". Hechos 5:12-14
Juntos debemos formar un carácter para el cielo, juntos habremos de terminar la obra de la predicación del evangelio, juntos hemos de ver regresar a nuestro Señor y juntos hemos de entrar por las puertas de perlas de la Ciudad celestial.
¿Formas tu parte del ideal divino: "una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha"? Efesios 5:27.