miércoles, 10 de noviembre de 2010

¿RECIBIMOS LO QUE SEMBRAMOS?

"Y uno de los malhechores que estaban colgados le injuriaba, diciendo: Si tú eres el Cristo, sálvate a ti mismo y a nosotros. Respondiendo el otro, le reprendió, diciendo: ¿Ni aun temes tú a Dios, estando en la misma condenación? Nosotros, a la verdad, justamente padecemos, porque recibimos lo que merecieron nuestros hechos; mas éste ningún mal hizo. Y dijo a Jesús: Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino". Lucas 23:39-42
En la crucifixión, uno de los ladrones expresó la aguda contradicción que había entre su suerte y la de Jesús. En los dos homicidas se cumplía la justicia; pero en relación al nazareno que ocupaba la cruz del medio, ¿qué sucedía?
Es que el plan de Dios contempla a la vez justicia e injusticia (¿incomprensible, verdad?) ...
Una de las inalterables leyes del universo físico es que cosechamos lo que sembramos. Esto es cierto en el terreno físico y debería serlo también en el terreno espiritual. "No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará". Gálatas 6:7
Como las consecuencias de nuestros actos generalmente regidos por el pecado no suelen ser agradables, la réplica humana a dichos efectos suele ser la desesperación, la ira, la rebelión o cualquier combinación de estas.
Esto se hizo patente en cómo lo manifestó con amargura el primer asesino, al ser confrontado por Dios: "Y dijo Caín a Jehová: Grande es mi castigo para ser soportado". Génesis 4:13
Admitimos que la mala cosecha debe recibir castigo y la buena debe ser premiada. Eso lo sabe cualquiera. Es lo esperado; lo justo y necesario. Sin embargo, no siempre sucede así...
¿Qué pues si recibimos algo distinto de lo que plantamos? ¿No es injusto?
Consideremos la experiencia del Señor para con su pueblo Israel a fin de comprender un poco mejor este asunto.
Dios había intervenido poderosamente a lo largo de la historia para conducir a la nación israelita a una relación favorable de pacto con él, para que fueran sus testigos; la "luz para los gentiles".
Pero ellos respondieron vez tras vez con rebeldía, obstinación e idolatría.  Abundan los ejemplos de la obstinación de Israel y de la infinita paciencia y misericordia de Dios para con su necio rebaño.
Su dolor por la miserable cosecha recibida del abundante despliegue de su gracia, se refleja en el triste reclamo del profeta evangélico:
"Ahora cantaré por mi amado el cantar de mi amado a su viña. Tenía mi amado una viña en una ladera fértil. La había cercado y despedregado y plantado de vides escogidas; había edificado en medio de ella una torre, y hecho también en ella un lagar; y esperaba que diese uvas, y dio uvas silvestres. Ahora, pues, vecinos de Jerusalén y varones de Judá, juzgad ahora entre mí y mi viña. ¿Qué más se podía hacer a mi viña, que yo no haya hecho en ella? ¿Cómo, esperando yo que diese uvas, ha dado uvas silvestres?" Isaías 5:1-5
La respuesta inicial de Dios para con su pueblo rebelde, fue permitirle cosechar las consecuencias de sus propios actos; pero si prestamos atención, no terminaría allí. En los capítulos siguientes (6 y 7), le fue dado al profeta tener una visión de su gloria y se le manifiestó la intención divina de intervenir drásticamente en la historia de este mundo.
"Por tanto, el Señor mismo os dará señal: He aquí que la virgen concebirá, y dará a luz un hijo, y llamará su nombre Emanuel". Isaías 7:14
¡Darlo todo para recibir tan poco! Es tan triste. Puede decirse con propiedad que eso no es justo.
Sin embargo, la injusticia del hombre no hace más que resaltar la justicia y misericordia empleadas por la Divinidad para nuestra salvación. Él no se resigna a abandonarnos a nuestra suerte, pues nos ama con un amor que está más allá de todo entendimiento humano.
Como ya dije, el plan de Dios contempla a la vez justicia e injusticia. Por eso se lo llama el "misterio" de la redención.
Su carácter inmaculado ocupó el lugar del deforme caracter del pecador; se ofrecieron su justicia por nuestra inmundicia, su pureza por nuestras impurezas, su amor por nuestra ingratitud. Fue un pésimo trueque; el intercambio más desigual que se haya realizado en toda la historia del universo.
El Señor fue injusto con su inocente Hijo, para poder ser justo con sus hijos caídos de este mundo. El peso de la ley cayó sobre el inocente y el culpable salió libre.
Y todo fue por su amor hacia nosotros...
"Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación... Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él". 2º Corintios 5:19,21
La paradoja de la cruz, es que para ser justo y a la vez justificar a la raza caída, Jesús tuvo que pagar el horrible precio de la transgresión sufriendo la muerte por todos nosotros.
A manera de himno glorioso, el apóstol Pablo afirma sobre este hecho:
"Pero ahora, aparte de la ley, se ha manifestado la justicia de Dios, testificada por la ley y por los profetas; la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que creen en él. Porque no hay diferencia, por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios, siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús, a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados, con la mira de manifestar en este tiempo su justicia, a fin de que él sea el justo, y el que justifica al que es de la fe de Jesús". Romanos 3:21-26
¡Maravilloso e incomprensible amor redentor!
E.G. White dice también: "Cristo fue tratado como nosotros merecemos a fin de que nosotros pudiésemos ser tratados como él merece. Fue condenado por nuestros pecados, en los que no había participado, a fin de que nosotros pudiésemos ser justificados por su justicia, en la cual no habíamos participado. El sufrió la muerte nuestra, a fin de que pudiésemos recibir la vida suya. "Por su llaga fuimos nosotros curados." (Isaías 53:5)". El Deseado de todas las gentes pag. 25
¡Gracias Señor por haber sido injusto con tu amado Hijo, para que un rebelde como yo pueda ser salvo!