domingo, 3 de julio de 2011

UN TONTO HOMBRE DE FE

“Y ella le dijo: ¿Cómo dices: Yo te amo, cuando tu corazón no está conmigo? Ya me has engañado tres veces, y no me has descubierto aún en qué consiste tu gran fuerza. Y aconteció que, presionándole ella cada día con sus palabras e importunándole, su alma fue reducida a mortal angustia. Le descubrió, pues, todo su corazón, y le dijo: Nunca a mi cabeza llegó navaja; porque soy nazareo de Dios desde el vientre de mi madre. Si fuere rapado, mi fuerza se apartará de mí, y me debilitaré y seré como todos los hombres”. Jueces 16:15-17
La historia de Sansón demuestra que un cristiano puede ser muy fuerte sin dejar de ser muy tonto.
Dotado desde su milagroso nacimiento con una fuerza prodigiosa, este héroe debía ser el instrumento en las manos del Señor para liberar a su pueblo del dominio filisteo. El propósito divino era que su vida le glorificara; pero Sansón utilizó su fortaleza solo para glorificarse a sí mismo.
Despreció los consejos de sus padres y la compañía de los de su nación y pasó más tiempo en territorio filisteo que en su propio terruño. Fue tras mujeres paganas y quebrantó uno tras otro los votos de su nazareato
Después de dos trágicas experiencias con mujeres filisteas, podría pensarse que aprendió la lección; pero no fue así. Por el contrario, buscó relacionarse con una tercera mujer filistea, Dalila, que le llevaría al desastre.
Al leer el relato uno no puede menos que pensar: ¿Cómo pudo ser tan tonto y no darse cuenta? ¿Cómo pudo arruinar así su vida?
José Hernández en su sublime poema gauchesco da en el clavo cuando afirma: “¡es zonzo el cristiano macho cuando el amor le domina!” (El Martín Fierro cap. X)
Su historia aparece en la Biblia como un faro de advertencia para todos los que han alcanzado grandes alturas espirituales, a fin de recordarnos que no debemos depositar nuestra confianza en las propias capacidades. Todo lo que tenemos y somos viene del Señor. Nuestros dones, bienes y talentos deben ocuparse en su servicio a fin de que se multipliquen; de lo contrario, los perderemos irremediablemente.
Sansón no cayó de un golpe. Poco a poco fue aventurandose en terreno enemigo, y en cada ocasión en que Dios lo libraba, se engañaba a sí mismo pensando que lo había conseguido por su propia fuerza. Cada victoria lo alentaba a ser un poco más descuidado. Cada obstáculo superado le hacía pensar que podía agradar sus sentidos al extremo y todavía gozar de las bendiciones divinas.
Esa es sin dudas la mejor receta del Diablo para llevarnos a la perdición. La Biblia dice: “Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios”. Santiago 4:4
El voto de nazareo incluía no consumir bebidas alcohólicas, no contaminarse con cuerpos muertos y no cortarse el cabello. Al final, el único que no había quebrantado todavía era este último.
Hay un límite para la transgresión, y cuando el hombre lo cruza, solamente le queda afrontar las consecuencias de su locura. El poderoso héroe de Israel quedó convertido en un ciego indefenso obligado a trabajar como un animal y fue la burla de los enemigos de su pueblo.
Pero la historia de Sansón también trae esperanza. Después de arruinar su vida, se arrepintió sinceramente y el Señor lo perdonó y lo utilizó para causar un gran daño a la causa de sus enemigos. Agradezcamos a nuestro buen Dios porque siempre está dispuesto a dar “últimas oportunidades” (en realidad está lleno de elllas).
La gracia que salva al pecador también puede restaurar al extraviado. El mismo amor que tiene hacia los que pecan sin saber, se extiende hacia los que a sabiendas desperdician sus oportunidades.
Lo maravillosamente paradójico de la historia de este insensato juez es que no se lo recuerda por sus errores, sino como un hombre de fe.
Aparece en Hebreos 11:32 como uno de los que por la fe resultaron triunfadores. El perdón de Dios fue suficientemente amplio para cubrir sus deficiencias (¡y las nuestras también!), echándolas  al olvido.
Un tonto hombre de fe por su debilidad cayó hasta extremos inconcebibles. La fe de un hombre tonto lo ayudó a aferrarse al último rayo de esperanza que provenía del trono de Dios y le permitió alcanzar la salvación.
Busca a Dios. Aférrate hoy de su fortaleza, no importa cuan bajo hayas caído ni cuantos errores hayas cometido. Recuerda a Sansón.