sábado, 4 de abril de 2009

El problema del pecado II

Antes de leer esto, por favor, sea tan amable de leer la entrada anterior para seguir la secuencia.
Cuando Pedro fue restaurado amorosamente por Jesús junto a la playa de la pesca milagrosa, según relata la Escritura, "Volviéndose Pedro, vio que les seguía el discípulo a quien amaba Jesús... Cuando Pedro le vio, dijo a Jesús: Señor, ¿y qué de éste?Jesús le dijo: Si quiero que él quede hasta que yo venga, ¿qué a ti? Sígueme tú." Juan 21:20-22
Es una tendencia natural del corazón humano compararnos con otros e indagar acerca de la situación de los demás. Pero nuestra experiencia con Cristo es personal. Lo mismo puede decirse de nuestra lucha contra el pecado. La siguiente cita lo corrobora y aunque es larga no tiene desperdicio: " Estamos viviendo ahora en el gran día de la expiación. Cuando en el servicio simbólico el sumo sacerdote hacía la propiciación por Israel, todos debían afligir sus almas arrepintiéndose de sus pecados y humillándose ante el Señor, si no querían verse separados del pueblo. De la misma manera, todos los que desean que sus nombres sean conservados en el libro de la vida, deben ahora, en los pocos días que les quedan de este tiempo de gracia afligir sus almas ante Dios con verdadero arrepentimiento y dolor por sus pecados. Hay que escudriñar honda y sinceramente el corazón. . . Empeñada lucha espera a todos aquellos que quieran subyugar las malas inclinaciones que tratan de dominarlos. La obra de preparación es obra individual. No somos salvados en grupos. La pureza y la devoción de uno no suplirá la falta de estas cualidades en otro. . . Cada cual tiene que ser probado y encontrado sin mancha, ni arruga, ni cosa semejante. "¡Maranata: El Señor Viene! pag. 91
Tres cosas se destacan en la cita:
  1. La actitud del corazón
  2. La lucha contra el mal en nuestra vida
  3. La prueba del carácter
Las tres son elementos esenciales en el proceso de preparar un pueblo para la venida del Señor.
El Espíritu trabaja individualmente en el corazón, reformando la vida de adentro hacia afuera, pero no lo hace sin nuestro consentimiento.
Primero produce el deseo de pureza y perdón, y es nuestra tarea responder a él con sinceridad del alma, con la convicción de que solamente Cristo puede limpiar nuestra vida. Debemos buscar a Dios tan anhelosamente como el ciervo brama por las corrientes de agua que sacian su sed.
Por causa de nuestra naturaleza no regenerada, esto no sucede sin lucha. Vez tras vez, el pecado quiere levantar su deforme cabeza y retomar el dominio que tenía en nuestro corazón. Necesitaremos todas nuestras fuerzas para resistir, tendremos que luchar para rendirnos a la naturaleza superior implantada por el Espíritu divino. De allí la importancia del dominio propio en la vida cristiana. Nada debe debilitar en lo más mínimo nuestra resolución de anonadar nuestra voluntad.
Finalmente, la prueba no consiste en superar algún requisito o estándar divino, sino en cuan total e incondicionalmente nos hemos rendido al amante llamado de Jesús, cuan decididos fuimos en buscar su rostro y ser librados.
Si tu y yo no nos rendimos, nadie puede hacerlo por nosotros. Es nuestra obra.
Esto no es legalismo, solamente es impotencia humana que busca revestirse del poder prometido y que vence por fe.

El problema del pecado I

Después que la rebelión entró en el mundo con la caída de nuestros primeros padres, -Adán y Eva- se propagó rápidamente y la tierra llegó a ser el dominio casi absoluto del maligno.
La escritura dice: "Y vio Jehová que la maldad de los hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal. Y se corrompió la tierra delante de Dios, y estaba la tierra llena de violencia. Y miró Dios la tierra, y he aquí que estaba corrompida; porque toda carne había corrompido su camino sobre la tierra." Génesis 6:5,11,12
Pasaron ya alrededor de 4500 años desde aquel momento en que el Señor intervino en los asuntos humanos, destruyendo la Tierra con un diluvio.
¿Vivimos los que esperamos el regreso inminente de Jesús en días diferentes a los de Noé?
Él mismo advirtió acerca de nuestros tiempos que "como en los días de Noé, así será la venida del Hijo del Hombre." Mateo 24:37
¿Qué más esperamos que ocurra?
Porque aunque el mal seguramente aumentará, no es cuestión de grado.
El pecado ya es insoportable hoy mismo, sin necesidad de más crímenes, estafas, egoísmo, divorcios, sida, enfermedades, accidentes, guerras, pestes, sufrimiento, contiendas, etc.
No es la condición del mundo la que nos debiera preocupar. El asunto del fin tiene más que ver con la actitud de los hijos de Dios hacia el avasallamiento de la ley divina.
El gradual aumento del mal debiera producir en nosotros un creciente rechazo hacia él.
Pero esto no está sucediendo. Es más, parece suceder todo lo contrario.
Los cristianos de hoy podemos observar sin horrorizarnos en lo más profundo de nuestras almas, sin sentir dolor en el corazón, con una indiferencia que alarma, en la televisión o en otros medios, perversidad, crimen, violencia, deshonestidad, impureza, mentira, y toda clase de maldad, reales o ficticias.
Frecuentemente, como Adán, desviamos la atención hacia otros o hacia las circunstancias. No estamos diciendo otra cosa que: "la mujer que me diste o la serpiente que creaste tiene la culpa."
No nos damos cuenta que al obrar así estamos directamente culpando a Dios de ser el causante de nuestra transgresión. Transferir la culpa no la elimina.
Muchos aún, que advierten esta situación, vuelven sus armas contra la organización, apuntando en la dirección equivocada. Sin dudas que la iglesia necesita reformas y conversión en forma urgente. Pero el zarandeo no es tarea de hombres, sino del Señor.
Quieren los que actúan de esta manera corregir el pecado ajeno, no el propio, y colaboran así sin darse cuenta con el enemigo de las almas en traer desánimo a su pueblo y vergüenza a la causa de Dios.
No, el asunto es personal. Siempre lo fue y siempre lo será.
Cada uno de nosotros debe reformarse para que la iglesia sea reformada.
¿Cómo modificar esto?¿Quién puede cambiarlo?
Atendamos a esta cita:
"La expulsión del pecado es obra del alma misma. Por cierto, no tenemos poder para librarnos a nosotros mismos del dominio de Satanás; pero cuando deseamos ser libertados del pecado, y en nuestra gran necesidad clamamos por un poder exterior y superior a nosotros, las facultades del alma quedan dotadas de la fuerza divina del Espíritu Santo y obedecen los dictados de la voluntad, en cumplimiento de la voluntad de Dios." ¡Maranata: El Señor Viene! Pag. 89
¿Clamas a Dios por liberación del pecado en tu vida?
Continuamos en la siguiente entrada.

El reloj (por qué creo en la oración)

Estaba pasando por una época dura y difícil, sobre todo en lo económico.
Sin trabajo y sin dinero, -sólo mi esposa estaba trabajando- con hijos pequeños y bastantes deudas, el horizonte parecía de un color negro intenso.
Es notable cómo la adversidad incide en nuestra fe. Aunque creemos en la providencia divina, en los momentos difíciles, parece que nos olvidamos de que Dios está de nuestro lado y tiene todo el poder en sus manos.
Recuerdo claramente mis sentimientos y pensamientos, yo estaba quejándome más bien de mi suerte (no era precisamente una oración) ante mi Padre Celestial , como si él necesitara que yo le recordara sus promesas. Me parecía que no merecía esa suerte, que era injusto que un hijo de Dios pasara necesidades y careciera de todo por servirle.
Hundido en mis pensamientos, de pronto me dí cuenta que no sabía la hora que era, y que no tenía reloj para averiguarlo.
Fue la gota que desbordó el vaso.
Me irrité profundamente conmigo mismo y con mi situación.
Como siempre sucede, son las cosas pequeñas las que nos hacen perder el dominio propio y la felicidad. Las zorras pequeñas echan a perder las viñas del carácter.
Compréndanme, yo siempre había usado reloj, y por esos días el mío se había inutilizado. No tenía posibilidad de adquirir uno, pues las prioridades eran otras.
Seguí caminando. Pocas calles después, sonó la bocina de una vieja camioneta. Alguien me estaba llamando.
Era un pariente que hacía varios años que no veía. Pensé: "¿y ahora, qué querrá este de mí?"
Para mi sorpresa, se detuvo en medio de la calle y me citó a su taller mecánico, en donde -según dijo- tenía algo para mí.
Cuando llegué al negocio de mi pariente, el entró en una habitación y luego salió llevando en sus manos ¡un reloj!
Y no cualquiera, sino uno de buena marca, de los que me gustaban, con varias funciones y alarmas.
Me dijo que hacía rato que lo tenía guardado para mí. Sin salir de mi asombro por lo sucedido, me retiré de allí después de darle las gracias desde el fondo de mi alma
Mil preguntas brotaron en mi mente: ¿por qué decidió regalarme justo a mí un reloj?¿y porqué justo ahora? ¿por qué justo en ese lugar y en ese día nos habíamos encontrado?
Entonces comprendí: "Y antes que clamen, responderé yo; mientras aún hablan, yo habré oído." Isaías 65:24
Pedí perdón y alabé a mi Señor al mismo tiempo. Me sentía gozoso
Dios había respondido a mis necesidades cuando yo estaba pensando que El me había olvidado
Por esto (y por muchas otras razones), creo con más firmeza que antes en la oración.
Todavía conservo el reloj en mi muñeca después de muchos años, ya de un modelo viejo y algo averiado, para mostrarlo a mis alumnos -ahora trabajo en doble turno en un colegio- o a quien quiera oír este sencillo testimonio de la Providencia del Señor que estoy relatando.
¡Maravilloso Señor!