viernes, 22 de octubre de 2010

MIA Y LAS MIGAS DE PAN

"Respondiendo él, dijo: No está bien tomar el pan de los hijos, y echarlo a los perrillos. Y ella dijo: Sí, Señor; pero aun los perrillos comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos. Entonces respondiendo Jesús, dijo: Oh mujer, grande es tu fe; hágase contigo como quieres. Y su hija fue sanada desde aquella hora". Mateo 15:26-28
Hace un par de años entró a nuestras vidas una simpática y cariñosa perrita, dueña de una sensibilidad muy especial; se convirtió en la sombra de mi hija y en la mimada de toda la familia. Le pusimos por nombre "Mía".
Aunque tratamos de educarla lo mejor posible, adquirió con el tiempo una costumbre singular; su inexplicable pasión por las migas de pan.
Y no es que pase hambre, o que le falte el alimento. Simplemente, cuando advierte que hay migajas, pierde todo interés por cualquier otro alimento que le demos. Espera con paciencia que terminemos de comer, para hacerse cargo con todo entusiasmo de las migas que caen cuando se sacude el mantel, e incluso come las que les lanzamos en el patio a los pajaritos. No presta la más mínima atención a la abundante comida en su plato; las migas son su deleite, su pasión.
Este hábito curioso de mi perrita me hizo recordar el incidente de la mujer sirofenisa que buscó con persistencia el auxilio de Jesús.
Elena White comenta: "La mujer presentaba su caso con instancia y creciente fervor, postrándose a los pies de Cristo y clamando: "Señor, socórreme." Jesús, aparentando todavía rechazar sus súplicas, según el prejuicio despiadado de los judíos, contestó: "No es bien tomar el pan de los hijos, y echarlo a los perrillos"... Esta respuesta habría desanimado completamente a una suplicante menos ferviente. Pero la mujer vio que había llegado su oportunidad. Bajo la aparente negativa de Jesús, vio una compasión que él no podía ocultar. "Sí, Señor  mas los perrillos comen de las migajas que caen de la mesa de sus señores." Mientras que los hijos de la casa comen en la mesa del padre, los perros mismos no quedan sin alimento. Tienen derecho a las migajas que caen de la mesa abundantemente surtida. Así que mientras muchas bendiciones se daban a Israel, ¿no había también alguna para ella? Si era considerada como perro, ¿no tenía, como tal, derecho a una migaja de su gracia?" El Deseado de Todas las Gentes pag. 401
De este relato de la Biblia podemos extraer varias lecciones.
La primera de ellas es que todos tenemos el mismo derecho a las abundantes bendiciones de Dios. Tanto los que conocen la verdad como los que buscan al Señor sin conocerla plenamente, tienen acceso a la misma fuente de gracia y plenitud.
El que no hace acepción de personas y hace salir el sol y caer la lluvia sobre buenos y malos, no escatima sus bondades a quien las solicita. "Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces, en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación". Santiago 1:17
No hay lugar, entonces, para el orgullo denominacional, tan caro para muchos. No existen los "adventistas de cuna" (en el sentido de tener algún privilegio por ello), ni debemos referirnos a los que no son de nuestra fe como "los de afuera".
Los discípulos no vieron en la mujer alguien digno de recibir nada del Salvador, pero Cristo la bendijo conforme a su fe. Cuidemos de parecernos a ellos, siendo exclusivistas.
Por otro lado, corremos el peligro de olvidar las abundantes bendiciones que el Señor tiene disponibles, para alimentarnos con "migajas".
No debemos conformarnos con:
  • Migajas de oración. Oramos poco y recibimos poco de las gracias celestiales que se alcanzan por la persistencia en la oración secreta, que es la llave que da acceso a todos los recursos del cielo. No seamos escasos en pedir, alabar y agradecer Recordemos la promesa: "y todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. " Juan 14:13
  • Migajas de comunión. Para muchos, basta ir a la iglesia de vez en cuando; relacionarse con sus hermanos en la fe apenas un poco. Prefieren andar por la vida solos o en compañía de quienes no tienen su misma fe. Deberíamos imitar la actitud de David cuando dijo: "Vale más pasar un día en tus atrios que mil fuera de ellos; prefiero cuidar la entrada de la casa de mi Dios que habitar entre los impíos." Salmos 84:10
  • Migajas de su palabra. La lectura de la Biblia no tiene nada de mágico, pero es el medio dispuesto por el cielo para la nutrición espiritual. Que podamos decir con el profeta: "Fueron halladas tus palabras, y yo las comí; y tu palabra me fue por gozo y por alegría de mi corazón" Jeremías 15:16
¿Qué resultados se obtienen de esta actitud descuidada y pobre? Solamente tendremos:
  • Migajas del Espíritu
  • Migajas de fe
  • Migajas de poder
Por último, Jesús alabó la fe de la mujer, que con una sorprendente humildad ignoró el rechazo de los discípulos y las palabras duras pronunciadas por los labios de Cristo.
Como el corredor que se aproxima a la meta, ella perdió de vista su ego y sus propios intereses en pos de la sanidad de su amada hija. Obtener la gracia estaba antes que su orgullo, y si no podía tenerlo todo, ansiaba al menos las migajas de la plenitud divina.
¿Te han tratado alguna vez de perro?
Jesús mismo había insultado a esta mujer, y sin embargo no hizo caso. Conozco muchas personas que cuando se sintieron maltratadas o insultadas por un hermano, se ofendieron y abandonaron la fe.
Cuando nuestro ego está por encima del deseo de alcanzar la gracia divina, nos encontramos en gravísimo peligro. Que su perseverante humildad, digna de un sincero y contrito hijo de Dios sea nuestro ejemplo a seguir.
¿Te conformas con migas habiendo un suculento banquete a tu disposición?
¿Es tu orgullo un obstáculo para recibir la plenitud del Espíritu?
No pierdas de vista que a pesar de lo que los hombres puedan hacer o decir, Él no ha cambiado. Todavía sigue siendo el mismo.
"Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos), y juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús, para mostrar en los siglos venideros las abundantes riquezas de su gracia en su bondad para con nosotros en Cristo Jesús". 
Efesios 2:4-7

GRACIAS SEÑOR


Gracias Señor, por tu voz tan quieta
que se hace oír cuando el dolor aprieta
y es como ungüento de consuelo santo
que neutraliza mi cruel quebranto.

Gracias Señor, por tu amistad contínua
que me liberta de toda ruina
dándome fuerza para seguir
por el sendero del buen vivir.

Gracias Señor, porque tú existes
para los pobres, para los tristes,
para el humilde de corazón
que arrepentido busca el perdón.

En fin, Señor, gracias por todo
lo que eres, y por el modo
tan compasivo que hay en tí.
Yo soy tu hijo, ven, mora en mí. 

Autor anónimo