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viernes, 20 de abril de 2012

DE LO INVISIBLE Y ETERNO


“No mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven; pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas”. 2ª Corintios 4:18
El personaje de Saint Exupery declaraba en su libro El Principito que lo esencial es invisible a los ojos”. 
Esta es una gran verdad, ya se trate de cosas del mundo físico o del ámbito espiritual. Gran parte de lo relevante que ocurre en el universo se halla oculto a nuestra vista Lo que acontece dentro de nuestro organismo, el viento, la fotosíntesis o las fuerzas gravitatorias por ejemplo, están fuera de nuestro campo de visión, aunque podemos sentir sus efectos. La mayor parte de las ondas -luminosas, sonoras y electromagnéticas- y los procesos físicos y bioquímicos más espectaculares, también permanecen invisibles para nuestros menguados ojos. Más importante aún; los sentimientos de amor, ternura, abnegación, heroísmo o valentía, no son cosas tangibles o comprobables por los sentidos.
Al parecer, con nuestros ojos físicos... ¡no podemos ver casi nada!
No podemos “ver” el amor de Dios; que -aunque nos hallemos rodeados por él-, no se percibe por la razón o los sentidos; solo podemos experimentarlo y sentirlo mediante la fe. Tampoco vemos la operación del Espíritu o el cuidado de los ángeles, o las huestes de maldad que nos rodean...y la lista podría seguir.
A diferencia de Saint Exupery que decía que “no se ve bien sino con el corazón”, creo que aquella visión trascendente no depende de los sentimientos, sino de la fe; “porque por fe andamos, no por vista”. 2ª Corintios 5:7
Para poder ver con los ojos de la fe, necesitamos tener la actitud de Moisés, que eligió mirar algo diferente. “Por la fe Moisés, hecho ya grande, rehusó llamarse hijo de la hija de Faraón... teniendo por mayores riquezas el vituperio de Cristo que los tesoros de los egipcios; porque tenía puesta la mirada en el galardón. Por la fe dejó a Egipto, no temiendo la ira del rey; porque se sostuvo como viendo al Invisible”. Hebreos 11: 24-27
Cuando ponemos nuestros ojos en lo invisible y eterno, sus realidades se hacen patentes para nuestros sentidos. El mundo espiritual llega a ser tan real como lo que captan nuestros ojos y podemos sostenernos viendo al Invisible y Todopoderoso Señor de nuestras vidas.
Tener esta visión no depende del esfuerzo humano, sino del poder de Dios obrando en nosotros. Cuando elegimos mirar lo que no se ve, somos beneficiados con un discernimiento especial y los milagros están al alcance de la mano.
El registro de la vida del profeta Eliseo es una prueba de ello. El sucesor de Elías era un hombre profundamente espiritual, habituado a tener comunión con lo intangible. Se registra que en cierta oportunidad, cuando estaban rodeados por el ejército de Siria, su siervo manifestó temor por estar rodeados. “Y oró Eliseo, y dijo: Te ruego, oh Jehová, que abras sus ojos para que vea... Y luego que los sirios descendieron a él, oró Eliseo a Jehová, y dijo: Te ruego que hieras con ceguera a esta gente... Y cuando llegaron a Samaria, dijo Eliseo: Jehová, abre los ojos de éstos, para que vean. Y Jehová abrió sus ojos, y miraron”. 2ª Reyes 6:17-20
Al sonido de una simple oración su siervo pudo ver a los ángeles que los guardaban; al pedido de Eliseo, los sirios fueron cegados y recuperaron la vista ¡Qué maravilloso!
El mismo poder se halla disponible para nosotros hoy día. Basta desearlo,  pedirlo,  y colocarse en las manos de Dios, para que las cosas invisibles y eternas se hagan claramente visibles.
Por otra parte, si dejamos de lado la voluntad del Señor, nos volveremos ciegos a las realidades eternas. Cuando los fariseos rechazaron al ciego que recobró la vista, rechazaron también al Salvador. “Dijo Jesús: Para juicio he venido yo a este mundo; para que los que no ven, vean, y los que ven, sean cegados”.  Juan 9:39
¿Ves claramente? ¿Puedes ya percibir los sonidos y la luz inefable que bajan por las puertas de la Nueva Jerusalén?
Pronto ambos mundos se comunicarán para siempre; pero por ahora, las cosas invisibles y eternas solo se pueden ver por medio de la fe. Y esa fe victoriosa es la que abre los ojos a las realidades celestiales.
“Al Rey de los siglos, inmortal, invisible, al único y sabio Dios, sea honor y gloria por los siglos de los siglos. Amén”. 1 Timoteo 1:17
Busca hoy esa visión para gloria de Dios.

viernes, 6 de abril de 2012

RECORDACIÓN, CELEBRACIÓN Y ANTICIPO III


“El Señor Jesús, la noche que fue entregado, tomó pan; y habiendo dado gracias, lo partió, y dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo que por vosotros es partido; haced esto en memoria de mí. Asimismo tomó también la copa, después de haber cenado, diciendo: Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre; haced esto todas las veces que la bebiereis, en memoria de mí. Así, pues, todas las veces que comiereis este pan, y bebiereis esta copa, la muerte del Señor anunciáis hasta que él venga”. 1ª Corintios 11:23-26
Aquella memorable cena de Pascua fue la ocasión elegida por el Señor Jesús para instaurar un mandato (haced esto... en memoria de mí) que serviría como recuerdo de su maravilloso sacrificio, a la vez que daría ocasión a una celebración solemne de la redención que nos fue concedida.
Al finalizar esta serie veremos el tercer aspecto vinculado a la Santa Cena: el anticipo de su venida en gloria y majestad.
En los propósitos divinos, ese último convite fue especialmente diseñado para impresionar nuestros sentidos, quebrantar nuestro corazón e iluminar la razón con profundas convicciones. Cada vez que comemos el pan y tomamos la copa, estamos anunciando la muerte de Cristo y anticipando su segundo advenimiento.
Anticipamos la victoria del amor de Dios, el fin del pecado y sus consecuencias, la justa destrucción de los enemigos de su causa (Satanás, sus ángeles y sus seguidores humanos), y por último, anticipamos una vida sin fin en compañía de nuestro Salvador.
Nuestra mente se transporta así desde aquel aposento alto de los tiempos bíblicos, hacia otro lugar maravilloso preparado por Dios. Allí no habrá una humilde mesa preparada solo para trece personas, no habrá en el menú cordero asado con hierbas amargas, ni escasez de sirvientes. Infinitamente más abundante y más gloriosa, aquella será una cena con los redimidos de todas las edades, junto a Jesús y sus ángeles. “Vendrán muchos del oriente y del occidente, y se sentarán con Abraham e Isaac y Jacob en el reino de los cielos”. Mateo 8:11
¿Pero qué lugar podría contener tan incontable multitud?
Juan el revelador escribió: “Bienaventurados los que son llamados a la cena de las bodas del Cordero”. Apocalipsis 19:9
En los dos últimos capítulos de este libro se presenta la Nueva Jerusalén con sus calles de oro, murallas de piedras preciosas, puertas de perlas y un mar de vidrio. Esta ciudad de proporciones gigantescas será nuestro hogar, y el escenario de la cena triunfal que con gozo Jesús preparará para nosotros. Y se nos dirá en aquel día: “Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor.” Mateo 25:21
El prometió que no tomaría más del jugo de la vid hasta el momento en que volvería a reunirse con su pueblo. Pero no comeremos solamente pan y jugo de uva. Habrá más, mucho más.
Elena de White escribió de aquel banquete: “Vi una mesa de plata pura, de muchos kilómetros de longitud, y sin embargo nuestra vista la abarcaba toda. Vi el fruto del árbol de la vida, el maná, almendras, higos, granadas, uvas y muchas otras especies de frutas”. Primeros Escritos, pags. 18-19
¡Qué extraordinario! Sentados en una mesa larguísima y abundante, junto a nuestros amados y a los héroes de los que leíste en tu Biblia. Los ángeles nos servirán y Jesús estará a la cabecera de la mesa.¿Ya te imaginas allí?
¿Qué es necesario para estar en ese maravilloso lugar? ¿que hace falta ser invitado a las bodas?
Lo grandioso de esto es que ¡Ya estas invitado! 
La gracia de Jesús, su sangre derramada por nosotros, su cuerpo quebrantado, su intercesión en los cielos, todo habla del ferviente deseo de nuestro Señor de recibirnos en las mansiones celestiales y de servirnos aquella fabulosa cena de bienvenida.
Todo está preparado y todos estamos invitados, pero...
Como en las parábolas que Jesús contó, la mayoría ignora la invitación, en tanto que otros parecen aceptar y van, pero sin estar vestidos de boda.
Estar vestidos de bodas significa estar revestidos con aquel manto de justicia, tejido en el telar del cielo sin un solo hilo de méritos humanos. Significa haber recibido por fe la justificación y vivir una vida enteramente consagrada al servicio y para la gloria de Dios. Significa que nuestros pensamientos, palabras y acciones gritan que hemos puesto en primer lugar el reino y su justicia. Nos convertimos en luz del mundo y sal de la tierra.
El cielo está esperando ansioso a sus invitados para la mayor cena de todos los tiempos. Espera que tu y yo estemos presentes, porque “El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento. Pero el día del Señor vendrá como ladrón en la noche; en el cual los cielos pasarán con grande estruendo, y los elementos ardiendo serán deshechos, y la tierra y las obras que en ella hay serán quemadas. Puesto que todas estas cosas han de ser deshechas, ¡cómo no debéis vosotros andar en santa y piadosa manera de vivir” 2ª Pedro 3:9-11
¿Recuerdas a cada instante que Jesús dio su vida por ti?
¿Deseas experimentar el gozo del reencuentro?
¿Ya anticipas ese día glorioso? 
Pronto comeremos con él.

sábado, 17 de marzo de 2012

¿APRESURAR LA VENIDA?

“Esperen la llegada del día de Dios, y hagan lo posible por apresurarla.”2º Pedro 3:12 (Versión Dios Habla Hoy)
Lo registrado en 2º Pedro 3:10-13 es uno de los fragmentos más solemnes -y al mismo tiempo más felices- de las Escrituras.
El retorno de nuestro Señor en gloria y majestad, precedido por pavorosas señales en los cielos y la tierra. La naturaleza misma rindiéndose a los pies de su Creador que viene a buscar a los suyos con poder. El fin del pecado, el mal, el dolor, el sufrimiento y la muerte. Recibir la inmortalidad y la vida eterna. Ver a nuestro Dios cara a cara. No hay esperanza mayor que esta.
¿Pero... podemos apresurar la venida del Señor?
El texto arriba citado parece decir justamente eso. Pero consultando en algunas versiones más modernas, el resultado es un tanto diferente.
  • “Esperando ansiosamente la venida del día de Dios” (NVI).
  • “Y esperar con ansias el día en que Dios juzgará a todo el mundo” (TLA).
  • “Vivid en la anhelante expectativa del día aquel” (Castillian).
Tal vez porque haya mejores manuscritos disponibles; o quizás porque los traductores modernos son remisos a pensar que podemos obligar a Dios a hacer algo; el asunto es que  parecen decir que solo nos toca esperar, sin influir en nada.
La versión Reina Valera 1960 rinde el pasaje completo de esta manera: “Pero el día del Señor vendrá como ladrón en la noche; en el cual los cielos pasarán con grande estruendo, y los elementos ardiendo serán deshechos, y la tierra y las obras que en ella hay serán quemadas. Puesto que todas estas cosas han de ser deshechas, ¡cómo no debéis vosotros andar en santa y piadosa manera de vivir, esperando y apresurándoos para la venida del día de Dios, en el cual los cielos, encendiéndose, serán deshechos, y los elementos, siendo quemados, se fundirán! Pero nosotros esperamos, según sus promesas, cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia”. 2ª Pedro 3:10-13
Según la manera en que leamos este texto, nos convertiremos en actores o en espectadores. Quedaremos a la expectativa, sin creer que nuestras acciones incidan en el resultado final, o nos adelantaremos con valor a proclamar el mensaje.
Si entendemos correctamente el papel que nos toca desempeñar en el gran drama de los siglos, los seres humanos somos colaboradores de Dios en su tarea de comunicar el evangelio a un mundo caído en el pecado.
Él no nos involucra porque nos necesite, pues ya tiene a los ángeles (que están mucho más dispuestos a hacer su voluntad que nosotros), como mensajeros suyos. Pero en los propósitos del Señor, y para nuestro bien, ha puesto en manos de su iglesia en la tierra presentar el mensaje de salvación, el evangelio eterno (ver Apocalipsis 14:6-12).
“A toda nación, tribu, lengua y pueblo se han de proclamar las nuevas del perdón por Cristo. El mensaje ha de ser dado, no con expresiones atenuadas y sin vida, sino en términos claros, decididos y conmovedores. Centenares están aguardando la amonestación para poder escapar a la condenación. El mundo necesita ver en los cristianos una evidencia del poder del cristianismo. No meramente en unos pocos lugares, sino por todo el mundo, se necesitan mensajes de misericordia”. (Obreros Evangélicos pag. 29).
Respecto al momento de nuestra salvación, es bueno recordar que Dios “muda los tiempos y las edades; quita reyes, y pone reyes” (Daniel 2:21). No está en nosotros adelantar el tiempo de la venida de Jesús, él es dueño absoluto de los tiempos; sin embargo, puesto que somos sus asistentes en la obra de amonestar al mundo podemos demorar sus propósitos si no cumplimos con nuestra parte.
Esto es claramente visible en la historia del antiguo Israel. Pudieron haber entrado en Canaán en pocas semanas, pero vagaron cuarenta años por el desierto.
La demora en entrar, ¿a quién se debió?
No a un designio divino, ciertamente; la demora se debió enteramente a la acción humana. No pudieron entrar debido a su incredulidad.
Tenemos que reconocer, al mismo tiempo, que por más esfuerzos que hagamos no lograremos tampoco adelantar su venida un solo segundo. Los soberanos designios de Dios no son apremiados por el hombre.
Quiero aquí hacer una advertencia: algunos, tomando al pie de la letra este mensaje han creído su deber hacer algo para adelantarla. Entienden que siendo agresivos, presentando las verdades y los cuadros proféticos más impactantes, y aún fijando fechas, pueden obligar a Dios a apresurar su regreso.
Pero este es un error fatal. Ni Jesús mismo presentaba el núcleo duro de su mensaje a quienes no estaban preparados. No es con airadas denuncias, o asustando a la gente, o presentándole mensajes de condenación como allanaremos el camino. En realidad, así es como conseguiremos totalmente lo contrario. Por esta vía solamente conseguiremos que el prejuicio se levante, los oídos se cierren y las almas se pierdan para siempre.
Se necesitan mensajes de misericordia. La puerta de la gracia aún sigue abierta, y los que proclaman que “la hora de su juicio ha llegado” necesitan imitar las actitudes de Cristo en la presentación de su mensaje. Como dice la cita anterior, en términos claros, decididos y conmovedores tenemos que presentar al Cordero de Dios que quita el pecado del mundo como su última gran esperanza. Entonces estarán listos para escuchar acerca de cómo escapar de la condenación y de los engaños del gran enemigo.
En este punto se requiere infinita discreción para no errar. Aunque no debemos aprobar el fanatismo, tampoco debemos condenar a quienes presentan mensajes fuertes sin antes examinar su procedencia y sus frutos.
Así como ahora hay hombres arrogantes y fanáticos que quieren “apurar” al Señor, pronto habrá verdaderos siervos de Dios con mensajes intrépidos; no los coloquemos en la misma categoría.
Ya llegará el momento en que la gente tenga que oír tales mensajes, esté preparada o no. Pero el cuando, lo decidirá su Espíritu, no la temeraria acción humana.
En síntesis, no podemos adelantar el retorno de nuestro amado Salvador por nuestra cuenta, pero podemos retrasarlo si no colaboramos con los planes divinos. Lo que definitivamente no debemos intentar hacer, es forzar el brazo de Dios, porque no nos irá bien.
Es tiempo de poner nuestra vida en las manos de Dios, de resignar toda ambición mundanal, de consagrarnos sin reservas a la predicación de las buenas nuevas de la redención. Tiempo también de examinar todo lo que somos y tenemos, echar fuera lo que desagrada al Señor y apropiarnos de todas las gracias celestiales. Tenemos un carácter que preparar para la eternidad, un cielo que ganar, almas que salvar y un infierno del cual escapar.
Pronto anochecerá, la crisis se acerca y “la noche viene, cuando nadie puede trabajar”. Juan 9:4

lunes, 27 de febrero de 2012

CRISTO NUESTRO INTERCESOR III

“Mas éste, por cuanto permanece para siempre, tiene un sacerdocio inmutable; por lo cual puede también salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos. Porque tal sumo sacerdote nos convenía: santo, inocente, sin mancha, apartado de los pecadores, y hecho más sublime que los cielos”. Hebreos 7:24-26
De niños, mi hermano y yo teníamos pasión por los modelos a escala. Podían conseguirse en aquella época aviones de plástico para armar, muy similares a los verdaderos. Dedicábamos mucho tiempo y paciencia para armarlos y luego nos deleitábamos en jugar con ellos. Aprendí de esta forma cómo eran los aviones de la Segunda Guerra Mundial; a reconocer las formas, escudos y marcas de cada uno.
De idéntica manera, Dios mismo diseñó -con propósitos didácticos- un santuario, que era un modelo a escala del verdadero Templo del cielo.
En el capítulo 9 de Hebreos se resume su diseño y objetivo. Constaba de un atrio, en el cual se realizaban los sacrificios y la purificación y del Tabernáculo, al cual se transportaba la sangre. Esta tienda estaba dividido en dos partes por una cortina exquisitamente bordada; el Lugar Santo y el Santísimo.
¿Cuál era la razón de esta división? ¿Por qué el autor siguió el modelo del Tabernáculo del desierto en vez del Templo de Salomón o el de Herodes?
Sin duda, se debe a que del primero se dice en forma expresa que era un modelo. Y sus partes señalaban hacia dos funciones distintas: una de intercesión y la otra de juicio.
El Lugar Santo era el centro de las ceremonias diarias, en el cual era depositada la sangre de los sacrificios de todo tipo que se presentaban ante Dios. Pero el Santísimo era visitado únicamente una vez al año -también con sangre-, para cerrar el año ceremonial.
Todo era una representación de verdades más amplias y más trascendentes. “Fue, pues, necesario que las figuras de las cosas celestiales fuesen purificadas así; pero las cosas celestiales mismas, con mejores sacrificios que estos. Porque no entró Cristo en el santuario hecho de mano, figura del verdadero, sino en el cielo mismo para presentarse ahora por nosotros ante Dios... pero ahora, en la consumación de los siglos, se presentó una vez para siempre por el sacrificio de sí mismo para quitar de en medio el pecado. Y de la manera que está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio, así también Cristo fue ofrecido una sola vez para llevar los pecados de muchos; y aparecerá por segunda vez, sin relación con el pecado, para salvar a los que le esperan”. Hebreos 9:23-26
Cuando Jesús ascendió a los cielos, lo hizo para comenzar su intercesión en nuestro favor. La sangre derramada en el Calvario, estaba ahora ante el trono de Dios para abogar por nosotros.
Cada pecado confesado por los hijos de Dios, cada arrepentimiento sincero, son cubiertos por los méritos superabundantes de nuestro Salvador. Sus pecados son perdonados y su nombre es escrito en el libro de la vida.
Pero, tal como vemos en este pasaje, a la intercesión sigue el juicio. Y al juicio sigue su venida.
De la misma manera que el Sumo Sacerdote en el servicio terrenal se despojaba de sus vestiduras sagradas para entrar en el Lugar Santísimo en el día de la expiación, Jesús comenzó una obra de juicio en el lugar correspondiente del Santuario Celestial .
Si el juicio es anterior al regreso de Cristo en las nubes del cielo, es porque ese juicio está en marcha ahora mismo. No se trata del gran juicio final, sino de uno realizado en el cielo en favor de los santos (Ver Daniel 7:9,10,22 y  1ª Pedro 4:17).
En el gran día de la expiación del ritual hebreo, todos debían arrepentirse de sus pecados y confesarlos; pues estos sacrificios, que incluían al macho cabrío “para Jehová”, no se ofrecían a fin de perdonar pecados, sino para “purificar” el santuario de todos los pecados ya cometidos.
Desde 1844 en adelante, Jesús ha estado realizando una obra final de juicio a nuestro favor, para demostrar ante el universo que sus redimidos son dignos de heredar la vida eterna.
Este juicio no quita ni agrega nada a nuestra condición. Los pecados que confesamos ya fueron perdonados, su justicia ya nos fue acreditada. Pero los registros de ellos son eliminados del cielo y el carácter amoroso de Dios queda fuera de toda objeción.
Recién cuando esta obra termine, Jesús podrá venir. Su remanente ha sido sellado, su obra mediadora habrá concluido y se pronunciará la sentencia. “El que es injusto, sea injusto todavía; y el que es inmundo, sea inmundo todavía; y el que es justo, practique la justicia todavía; y el que es santo, santifíquese todavía” Apocalipsis 22:11.
Cristo pronto vendrá a buscar a su pueblo. Todas las energías celestiales están en acción, todos sus recursos se hallan disponibles para que podamos estar listos.
Jesús ministra en el Santuario Celestial para acabar con el pecado. El Espíritu gime por nosotros, esperando que acudamos a nuestro fiel Sumo Sacerdote para hallar salvación. Los ángeles vuelan de aquí para allá llevando fortaleza y gracia a cada tentado hijo de Dios. Los habitantes de otros mundos observan expectantes, impacientes de aquel momento en que las familias del cielo y la tierra puedan ser al fin reunidas. Todo se apresura hacia el fin.
Solo faltamos tú y yo. Acude hoy ante el trono de la gracia.

domingo, 22 de enero de 2012

LA COMPRENSIÓN BÍBLICA DEL JUICIO

“Con mi alma te he deseado en la noche, y en tanto que me dure el espíritu dentro de mí, madrugaré a buscarte; porque luego que hay juicios tuyos en la tierra, los moradores del mundo aprenden justicia”. Isaías 26:9
¿Un juicio o muchos? Examinemos el asunto a la luz de la Biblia.
Desde el momento en que el pecado entró en el universo perfecto de Dios, la armonía reinante se quebró. A fin de restablecerla, se inició el plan divino de rescate -que incluye un continuo proceso judicial-, a fin de establecer tres cosas:
  • Si Dios era justo. El primer cuestionado en el Juicio es el Señor mismo en su trato con los transgresores.
  • Si el pecador podía ser perdonado. El siguiente acusado es el pecador individual en relación con los requerimientos de la ley divina.
  • Si es posible vivir sin pecar. Este asunto, estrictamente relacionado con los dos anteriores, es crucial para la seguridad cósmica en la eternidad futura.
La expulsión de Adán y Eva del Edén, el diluvio, la destrucción de Sodoma, la conquista de Canaán, el exilio babilónico, fueron manifestaciones parciales de los juicios divinos. Todos  tienen elementos en común:
a) Dios ejecuta la sentencia
b) un remanente es salvado.
c) todos los castigos tuvieron mezcla de misericordia.
d) tras ellos, los seres humanos volvieron a caer en el pecado.
Por lo último que expresé, queda todavía por realizar un juicio definitivo para resolver el problema del pecado y esclarecer los tres asuntos mencionados.
  • El amor de Dios en cuestión:
“Un día vinieron a presentarse delante de Jehová los hijos de Dios, entre los cuales vino también Satanás... Y Jehová dijo a Satanás: ¿No has considerado a mi siervo Job, que no hay otro como él en la tierra, varón perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal? Respondiendo Satanás a Jehová, dijo: ¿Acaso teme Job a Dios de balde?” Job 1:6,8-9
El pecado comenzó en el cielo con Lucifer. A partir de su rebelión, todo el universo está comprometido. Abarca a los ángeles leales y a los ángeles rebeldes, a los nacidos en esta Tierra y a los habitantes de otros mundos creados que no cayeron como nosotros.
Todos los involucrados necesitan que se conteste la acusación del Diablo: ¿Es Dios un Dios de justicia? ¿Cómo puede perdonar al culpable y seguir siendo justo?
La muerte de Jesús en la cruz contestó satisfactoriamente las dos primeras cuestiones. Dios puede ser al mismo tiempo justo y justificar al transgresor en virtud de que él mismo pagó el precio de nuestra salvación (ver Romanos 3:25,26). Nuestro Salvador se convirtió en sustituto del pecador y garante de nuestra redención.
La norma del juicio es la gran ley de los diez mandamientos, la ley de libertad (Santiago 2:12), por la cual serán juzgados todos los vivientes, tanto ángeles, como hombres; ya sean leales a Dios o rebeldes a su gobierno.
Hay por lo tanto tres etapas del juicio:
  • El juicio investigador establece la justicia divina ante los seres no caídos.
“Pero tú, ¿por qué juzgas a tu hermano? O tú también, ¿por qué menosprecias a tu hermano? Porque todos compareceremos ante el tribunal de Cristo. Porque escrito está: vivo yo, dice el Señor, que ante mí se doblará toda rodilla, y toda lengua confesará a Dios”. Romanos 14:10,11
Esta instancia -en favor del pueblo de Dios-, debe realizarse antes de que Cristo venga y los santos sean trasladados al cielo. Constituye la respuesta a dos de las preguntas antes formuladas: si los salvados son aptos para la compañía de los seres celestiales, y si no volverán a caer en el pecado.
  • El juicio durante el milenio establece la justicia divina ante los redimidos.
“Y vi tronos, y se sentaron sobre ellos los que recibieron facultad de juzgar; y vi las almas de los decapitados por causa del testimonio de Jesús y por la palabra de Dios, los que no habían adorado a la bestia ni a su imagen, y que no recibieron la marca en sus frentes ni en sus manos; y vivieron y reinaron con Cristo mil años”. Apocalipsis 20:4
¿A quiénes juzgarán los que se salven?
Este segundo juicio servirá para que podamos comprobar si el Señor fue justo al privar de la vida eterna a los que se pierdan, tanto ángeles como hombres. Las Escrituras afirman:
“¿O no sabéis que los santos han de juzgar al mundo? Y si el mundo ha de ser juzgado por vosotros, ¿sois indignos de juzgar cosas muy pequeñas? ¿O no sabéis que hemos de juzgar a los ángeles? ¿Cuánto más las cosas de esta vida?” 1ª Corintios 6:2,3
Por último, despejadas las dudas, solamente resta ejecutar la sentencia. Pero antes de ella, comparecerán ante Dios todos los actores del gran drama de los siglos para vindicar su justicia. Allí toda rodilla se doblará ante el Creador y reconocerá su perfecta justicia.
  • El juicio final establece la justicia divina ante los perdidos
“Y vi un gran trono blanco y al que estaba sentado en él... y vi a los muertos, grandes y pequeños, de pie ante Dios; y los libros fueron abiertos, y otro libro fue abierto, el cual es el libro de la vida; y fueron juzgados los muertos por las cosas que estaban escritas en los libros, según sus obras... y fueron juzgados cada uno según sus obras. Y la muerte y el Hades fueron lanzados al lago de fuego. Esta es la muerte segunda. Y el que no se halló inscrito en el libro de la vida fue lanzado al lago de fuego”. Apocalipsis 20:11-15
La lección será completa y definitiva. No habrá más dudas sobre el amoroso carácter de nuestro Padre Celestial. El pecado ya no se levantará más y habrá perfecta paz, armonía y felicidad para siempre.
Amén.

Nota:
Entradas anteriores relacionadas con el tema:

miércoles, 18 de enero de 2012

Divino Amor, la demora del advenimiento y la Misión de la Iglesia.




Un caluroso día de verano, un niño de trece años estaba sentado en un barril de madera en los frescos pasillos de una vieja tienda de Vermont. A las dos en punto, el viejo reloj del abuelo colgado en la pared, empezó a repicar. Pero el mecanismo se apiñó y el reloj continuó golpeando. En su decimonoveno golpe el joven se levantó de repente y corriendo hacia la calle empezó a gritar, "¡Nunca había sido tan tarde!" "¡Nunca había sido tan tarde ni para los estudiantes de las profecía bíblica!"
En su segunda epístola, el apóstol Pedro insta a la preparación del corazón para la venida de Cristo (2Ped. 3:11-3). El apóstol hace énfasis en tres puntos significativos: (1) como vives afecta lo que crees y lo que crees afecta como vives, (2) la demora del advenimiento no ha ocurrido debido alguna falla por parte de Dios y (3) es posible apresurar el Advenimiento.
El estilo de vida determina la teología
Pedro hace referencia a su primer punto significativo en los versículos 3-4, "Sabiendo primero esto, que en los postreros días vendrán burladores, andando según sus propias concupiscencias. Y diciendo: ¿Dónde está la promesa de su advenimiento?" En efecto, ellos están diciendo, "No va ha venir". Esto se revela en la ultima parte de su pregunta: "Porque desde el día en que los padres durmieron, todas las cosas permanecen así como desde el principio de la creación."
La pregunta, en sus mentes, ya ha sido contestada. No están esperando una respuesta. Son burladores y así la pregunta no está fuera de la deshonestidad, de la genuina sinceridad.
Pero note que estos "burladores" caminan "según sus propias concupiscencias." Los hombres y mujeres persiguiendo sus propios deseos, hacen la pregunta, "¿Dónde está la promesa de su advenimiento?". Su estilo de vida determina su teología. Su moralidad (o falta de ella) dicta lo que creen y niegan la inminencia del Advenimiento.
Este pasaje introduce el hecho de que nuestra forma de actuar comúnmente determina lo que creemos, mientras es verdad que lo que nosotros creemos sinceramente determina como actuamos. De esta forma si yo estoy fascinado por las concupiscencias que me cautivan en televisión, si los deportes dominan mi pensar, si el materialismo me agarra, o si mi principal objetivo en la vida es hacer dinero, estos intereses afectaran mi actitud hacia la pronta venida de Cristo.
Además de esto, claro, lo que creo acerca de la segunda venida debe tener un impacto en mi estilo de vida. Hay una sutil forma de pensar acerca del Advenimiento que también puede despertar nuestro ardor y entusiasmo en el regreso de Jesús tanto como en un estilo de vida mundanal. El razonamiento viene así: No hace ninguna diferencia si Cristo viene en 25, 50, 100 o 1000 años. ESA NO ES TU PREOCUPACIÓN. TU PREOCUPACIÓN ES SIMPLEMENTE ESTAR LISTO.
Puede sonar bien en la superficie, pero sus efectos pueden despertar la moral de la iglesia. Es como decirle a un estudiante de medicina, "Sus tablas de estado llegaran este año o el próximo o hasta el otro. Tal vez puedan llegar en cinco años; sólo alístate". ¡Hay algo acerca del reordenamiento de prioridades cuando ves la inminencia de un evento! El hecho del evento condiciona tu comportamiento.
Un sentido del Advenimiento cercano siempre ha espoleado a la iglesia. Un sentido de que Cristo viene pronto siempre ha guiado a la oración, al compromiso y al reavivamiento. La iglesia siente una urgencia y canaliza su tiempo, energía y fondos a la actividad evangelística y misionera. Hay algo acerca de la inminencia. Hay algo acerca de la pronta venida del Salvador.
Note quien dice, "¿Dónde esta la promesa de su advenimiento?", burladores. Note quien dice, "Mi Señor se tarda en venir" (Mat. 24:48); El siervo malvado, no el siervo inteligente. Así que aquellos entre nosotros quienes dicen ese tiempo no hace diferencia, y el Señor esta demorando su venida, y el no vendrá en 50 o 100 años, no están clasificados con el siervo inteligente en las Escrituras.
¿Por qué demora?
Pedro discute en términos claros la demora del Advenimiento. El dice, "Mas, oh amados, no ignoréis esto: que un día delante del Señor es como mil años y mil años como un día." La evaluación del tiempo para Dios es diferente a la mía.
Pedro esta diciendo que Dios tiene una tabla del tiempo divina. Si usted estudia las profecías relacionadas con la primera venida del Señor, verán que Jesús vino a tiempo. "Venido el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo" (Gal. 4:4); "a su tiempo murió por los impíos" (Rom. 5:6)
Cuando Jesús es bautizado en cumplimiento de Daniel 9, Él dice "El tiempo es cumplido" (Mar. 1:14-15). Cuando el reloj profético marcó la hora, el Mesías vino la primera vez. Pedro dice en efecto, que Dios tiene una tabla de tiempo profética, y cuando el reloj marque la hora profética, Cristo vendrá.
Ahora Pedro explica la aparente demora del Advenimiento, "El Señor no tarda su promesa, como algunos la tienen por tardanza; si no que es paciente con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos precedan al arrepentimiento" (ver. 9). Pedro explica que para Dios, una demora, es una naturaleza de largo sufrimiento.
Me gustaría que usted considerara la demora del advenimiento a la luz de un Dios sufriendo y a la luz de un amor sufriendo. Cuando Jesús estaba colgado en el Calvario, reveló que Dios prefería sufrir que dejar que tu y yo nos perdiéramos. La cruz es una revelación a nuestros apagados sentidos, de tal forma que Dios preferiría sufrir la agonía del pecado y sufrir la segunda muerte que dejar que nos perdiéramos. La demora del Advenimiento revela un Dios que sufre en amor.
Seguido pensamos en la demora del Advenimiento en términos de nuestro sufrimiento en un mundo de perversos, un mundo donde hay Bosnios y Gerzegovinos y Somalíes; en un mundo donde hay hambruna, angustia y niños explotados. Pero la demora del Advenimiento revela que Dios prefiere sufrir que permitir que una persona se pierda.
Piense en ello de esta forma: Nos vemos unos a otros y seguido decimos, "¿Cómo va tu día?" "Mi día esta bien". ¿Cómo estuvo el día de Dios hoy? Dios fue a 10,000 funerales hoy y aun más, irá a otros 10,000 mañana. Y él ama a cada uno de aquella gente más que de lo que tú puedas posiblemente amar a tu hijo o hija. El corazón de amor de Dios sufre con cada persona postrada en un hospital muriendo de cáncer. En una forma que nunca podré entender, Jesús en su ministerio del Santuario, carga con nuestras aflicciones.
Dios lleva la pena de cada mujer cuyo esposo se ha ido con otra. Dios lleva la agonía de cada mujer quien ha sido golpeada hasta que sus ojos se amorataron y su nariz sangró, porque su marido es un alcohólico y la golpea. Dios lleva el dolor de cada pareja cuyo hijo nació muerto. Dios lleva el dolor, en una forma que yo no puedo entender, de cada joven que choca violentamente con el vidrio de su auto destrozado. Y el Advenimiento se demora, porque Él prefiere seguir sufriendo que cortar la salvación de alguno que pudiera ser salvo. La demora del Advenimiento nos afecta, pero piense como afecta a Dios.
En el gran Día de Gracias cuando Dios venga, se sentará a la mesa, y verá tu lugar y mi lugar. Y si esa silla está vacía, habrá un vacío en su corazón que es siempre indescriptible. La demora del Advenimiento no es porque Dios aumentó el tiempo, es porque está alcanzando a la gente. La demora del Advenimiento es porque Jesús en su amor prefiere sufrir como el intercesor de la humanidad y experimentar el dolor corporal que el pecado cósmico y universal trae; que tener que perder gente que pudo haber sido salvada.
Cuando el periodo de prueba termine, no terminará porque la misericordia de Dios haya finalizado. El fin del periodo de prueba es más bien la declaración por parte de Dios que si la puerta del Santuario permaneciera abierta, no habría ninguna diferencia porque cada persona esta completamente lista para la cosecha. El que es justo, sea justo todavía; el que es injusto, sea injusto todavía (Apoc. 22:11). La puerta del periodo de prueba no se cerrará hasta que todos hayan hecho su última, irrevocable y completa decisión. El advenimiento se demora no porque las promesas de Dios hayan fallado, sino porque su amor es implacable, su misericordia alcanza para salvar a los hombres y mujeres.
Apresurando el Advenimiento
El tercer punto de Pedro es la posibilidad de apresura el día del Advenimiento de nuestro Señor. Note lo que dice, desde que vivimos en el borde del Advenimiento, y viene rápidamente, como un ladrón, viendo que toda la naturaleza será disuelta, ¿Qué tipo de personas debemos ser? Pedro dice: "Lo que crees impacta tu vida. Esperando y apresurandoos".
¿Es posible apresurar el advenimiento? Es posible, pero viene un punto en la historia cuando los eventos cataclísmicos se despliegan. Así que, cada semilla llega a la cosecha y el carácter se desarrolla rápidamente en una hora de crisis. Por tanto, aunque la iglesia pueda apresurar el advenimiento, la iglesia no puede demorarlo. Dios es soberano. Y últimamente Dios toma el control. Hay un punto en los días de Noé cuando el carácter fue completamente desarrollado. Aquellos quienes estuvieron del lado de Dios permanecieron así; y quienes no lo estuvieron, permanecieron en la oposición. Y la puerta del arca que había estado abierta fue cerrada. Esa acción no indicó un cese de la misericordia de Dios sino que cada semilla había sido cosechada. Cada ser humano ha hecho su decisión irrevocable y final.
¿Qué puede hacer la iglesia para apresura la venida de Dios? Las Escrituras muestran tres cosas.
Oración
En la oración del Señor somos instruidos para orar "Venga tu reino" (Luc. 11:2). ¿Estas orando de rodillas todos los días para que venga el reino de Jesús? El libro de Apocalipsis termina con la oración de Juan "Ven (rápidamente), Señor Jesús" (Apoc. 22:20). ¿Por qué orar por un rápido regreso de nuestro Señor? Eso por lo cual oras, más deseas. Eso por lo cual oras, (bajo el Espíritu Santo) crea en ti un deseo de cumplimiento. Mientras estamos de rodillas abriendo nuestros corazones ante Dios , se desarrolla una reorientación de nuestras prioridades, y somos alzados de la niebla de este mundo.
Arrepentimiento
Ahora, encontramos el llamado de arrepentimiento en los versículos 9,11. El Señor desea que "todos procedan al arrepentimiento" y vivan vidas devotas. El arrepentimiento es un cambio de actitud acerca de mi condición personal ante Dios. El llamado del fin del tiempo a la santidad en un llamado del final del tiempo para el arrepentimiento que me trae ante el Señor y dice "Dios, sin ti no soy nada". "Dios, sin ti voy a ser llenado de egoísmo. Sin ti seré llenado de crítica, chisme, enojo, amargura y placer. Dentro de mi hay semillas que están retrasando el advenimiento. Busco tu perdón y un cambio de vida porque yo he, tal vez inadvertidamente, perpetuando tu sufrimiento".
Prioridades re ordenadas
Pedro dice, reordena tus prioridades para que puedas salir de un mundo perdido e ir con Jesucristo, ("apresurandoos para la venida de Dios"). El mismo Maestro dice, "Y será predicado este evangelio del reino en todo el mundo, por testimonio a todos los gentiles: entonces vendrá el fin." (Mat. 24:14)
Los eventos en tiempos recientes de Europa del Este no son meramente eventos fortuitos en la historia secular, sino son parte de un plan divino que indica que este es el tiempo de la iglesia para establecerse en la complacencia de Laodicea.
En una forma maravillosa Dios ha abierto puertas en el mundo. Y el abrirá puertas en tu vida. ¿Hay alguien por quien estés orando? ¿Hay alguien en tu comunidad que te preocupa su alma? Necesito estar relacionado con ganar almas, no sólo por el alma de otras personas, sino por la mía.
Sin un involucramiento, el crecimiento de mi propio espíritu está atrofiado. Sin esto, mi propia vida espiritual esta desbaratada. Sin eso, la vida se vuelve egoísta.
Dios te esta guiando a tí y a mí a una santidad del fin del tiempo. Nos está guiando a una profunda oración, a un profundo arrepentimiento y profunda preocupación por las almas y a reordenar nuestras prioridades.

Autor: Mark Finley. Pastor, evangelista, escritor, Director Mundial de Evangelismo y Vicepresidente de la Conferencia General de la Iglesia Adventista del 7mo. Día.
Reproducido de:
ojo adventista / artículos y libros: Divino Amor, la demora del advenimiento y la Misión de la Iglesia. Por Mark A. Finley