sábado, 20 de noviembre de 2010

LLAMADOS

"Por quien recibimos la gracia y el apostolado, para la obediencia a la fe en todas las naciones por amor de su nombre; entre las cuales estáis también vosotros, llamados a ser de Jesucristo... amados de Dios, llamados a ser santos". Romanos 1:5-7
Cuando era todavía un adolescente, en nuestro país había servicio militar obligatorio. Los números de orden, que eran sorteados en sesión especial de la Lotería Nacional en un día determinado del año, eran seguidos con atención por todos para saber si éramos convocados o no. Los "números bajos" se exceptuaban y los otros según sus cifras ascendentes determinaban el ingreso al ejército, la marina o la aeronáutica respectivamente.
Tiempo después tuve que presentarme a revisación médica para determinar mi llamado a realizar el servicio, que llamábamos familiarmente "la colimba". Por aquella época ser llamado implicaba para algunos una prueba de hombría, y para otros era un fastidio. En mi caso, quedé exceptuado por una afección cardíaca leve (que nunca me impidió hacer pesas o deportes).
Hay otro llamamiento que supera en expectativa al mencionado: el llamamiento celestial. Esta convocatoria es realizada por Dios mismo a sus criaturas caídas en el pecado, para formar parte de su familia.
El apóstol Pablo escribió "a los santificados en Cristo Jesús, llamados a ser santos con todos los que en cualquier lugar invocan el nombre de nuestro Señor Jesucristo, Señor de ellos y nuestro" 1 Corintios 1:2
También el profeta Isaías pone en boca del Señor estas palabras: "Todos los llamados de mi nombre; para gloria mía los he creado, los formé y los hice". Isaías 43:7
La divina convocatoria no tiene en cuenta la aptitud de los llamados, sino la del que llama; es decir, el Señor Jesucristo. Somos hechos idóneos para ser embajadores del evangelio por medio de la obra interna de la gracia. Para ser santos y glorificar su nombre, debemos ser primero transformados en nuevas criaturas, nacidas de lo alto. Esto solamente es posible por la acción regeneradora del Espíritu Santo
Para el creyente arrepentido y convertido, su modelo de vida, carácter y misión es Jesús. Se le invita a conocerlo, a imitarlo y a entrar en estrecha comunión con él.
El autor de Hebreos nos exhorta: "Por tanto, hermanos santos, participantes del llamamiento celestial, considerad al apóstol y sumo sacerdote de nuestra profesión, Cristo Jesús; el cual es fiel al que le constituyó, como también lo fue Moisés en toda la casa de Dios. Porque de tanto mayor gloria que Moisés es estimado digno éste, cuanto tiene mayor honra que la casa el que la hizo. Porque toda casa es hecha por alguno; pero el que hizo todas las cosas es Dios. Y Moisés a la verdad fue fiel en toda la casa de Dios, como siervo, para testimonio de lo que se iba a decir; pero Cristo como hijo sobre su casa, la cual casa somos nosotros, si retenemos firme hasta el fin la confianza y el gloriarnos en la esperanza". Hebreos 3:1-6
Aquí se contrasta a Jesús con Moisés, que cumplió con el llamado del Señor para sacar a su pueblo de Egipto y llevarlo a la tierra prometida. Pero Cristo es superior, porque nos llevará a nuestro hogar definitivo, la Tierra Nueva, libres por siempre del mal y del pecado ¡Aleluya!
¿A cuántos y a quienes se extiende ese llamado?
La Biblia afirma que es para todo ser humano, hombre o mujer, que habita o habitó en este pecaminoso mundo desde Adán en adelante. Pero reconoce que no todos responderán favorablemente a su convocatoria.
Hay tres respuestas básicas al llamado:
  • La mayoría desechará por completo el llamado y seguirán en sus pecados
  • Algunos le oirán y le seguirán un tiempo, pero al ser probados, fallarán en su compromiso y se perderán
  • Un pequeño remanente final oirá la voz del Pastor y le seguirá, encontrando vida eterna.
"Porque muchos son llamados, y pocos escogidos". Mateo 22:14
¿Qué involucra este privilegio de ser llamados por Dios?
Como mencionaba en la entrada anterior, un cristiano que participa del llamamiento celestial, vive de manera diferente porque es diferente. Su fe lo hace distinto, singular, apartado del mundo y del pecado.
Desde la cárcel, el apóstol a los gentiles recordaba a sus hermanos y a nosotros, que ser llamado implica una serie de compromisos: con la unidad en la fe, con mantener la armonía y el amor entre los creyentes y con cuidar de la pureza doctrinal de la iglesia.
"Yo pues, preso en el Señor, os ruego que andéis como es digno de la vocación con que fuisteis llamados, con toda humildad y mansedumbre, soportándoos con paciencia los unos a los otros en amor, solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz; un cuerpo, y un Espíritu, como fuisteis también llamados en una misma esperanza de vuestra vocación; un Señor, una fe, un bautismo, un Dios y Padre de todos, el cual es sobre todos, y por todos, y en todos".  Efesios 4:1-6
Al ser participantes del "llamamiento celestial", somos parte de la familia de Dios y herederos de las glorias celestiales; por lo cual debemos además formar parte de la gran misión de rescate que el Salvador consumó en la cruz. Nos toca el privilegio de hacer cuanto esté de nuestra parte para llevar almas a los pies de Jesús. Proclamar con poder la última invitación de misericordia a un mundo a punto de ser condenado para siempre.
¿Cuál es el resultado de ser llamado?
El anciano Pedro lo expresa con estas maravillosas palabras:
"Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según su grande misericordia nos hizo renacer para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos, para una herencia incorruptible, incontaminada e inmarcesible, reservada en los cielos para vosotros, que sois guardados por el poder de Dios mediante la fe, para alcanzar la salvación que está preparada para ser manifestada en el tiempo postrero. En lo cual vosotros os alegráis, aunque ahora por un poco de tiempo, si es necesario, tengáis que ser afligidos en diversas pruebas, para que sometida a prueba vuestra fe, mucho más preciosa que el oro, el cual aunque perecedero se prueba con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo, a quien amáis sin haberle visto, en quien creyendo, aunque ahora no lo veáis, os alegráis con gozo inefable y glorioso; obteniendo el fin de vuestra fe, que es la salvación de vuestras almas". 1º Pedro 1:3-9
El Señor te llama: "Hijo, ve hoy a trabajar en mi viña" Mateo 21:28
¿Cuál será tu respuesta?