martes, 15 de febrero de 2011

FIDELIDAD EXTREMA (3 de 10)

ENOC, EL QUE CAMINÓ CON DIOS

“Por la fe Enoc fue sacado de este mundo sin experimentar la muerte; no fue hallado porque Dios se lo llevó, pero antes de ser llevado recibió testimonio de haber agradado a Dios”. (Hebreos 11:5 NVI)

La rutina puede ser cansadora. Lo saben muy bien los que trabajan en las sedentarias tareas modernas. Pero no hay nada más rutinario que las tareas del hogar. Día tras día, siempre lo mismo; hacer las compras, limpiar la casa, cocinar, lavar los platos, cortar el césped, atender los niños...
Y al día siguiente (no importa cuan bien hayamos hecho nuestro trabajo), todo vuelve a empezar: los platos volverán a estar sucios, los niños requerirán atención y el pasto volverá a crecer...
Docenas de cosas más -que ya hicimos ayer-, requerirán atención otra vez ¡Qué fastidio!
Hacer lo mismo durante años puede parecer aburrido o falto de incentivos; pero en el caso de este patriarca, no fue así.
Durante 365 años este santo varón se dedicó a una sola y extraordinaria tarea: caminar con Dios.
“Vivió Enoc sesenta y cinco años, y engendró a Matusalén. Y caminó Enoc con Dios, después que engendró a Matusalén, trescientos años... Y fueron todos los días de Enoc trescientos sesenta y cinco años. Caminó, pues, Enoc con Dios, y desapareció, porque le llevó Dios”. Génesis 5:21-24
Dios se lo llevó, porque lo había observado durante tres siglos y medio y había notado su constante fidelidad.
Como ambos gozaban de su mutua compañía, lo sacó de este mundo de pecado y lo llevó con él. Esto implica que Enoc nunca murió.
Sigue viviendo, pero ahora en la presencia divina; a salvo para siempre de los problemas, el dolor, la degradación humana, la idolatría y la maldad que tuvo que enfrentar en su vida terrenal.
¿Cómo era la vida de Enoc?¿Qué lo hizo tan especial?
Me impresionó mucho el siguiente comentario: “El andar de Enoc con Dios no era en arrobamiento o en visión, sino en el cumplimiento de los deberes de su vida diaria. No se aisló de la gente convirtiéndose en ermitaño, pues tenía una obra que hacer para Dios en el mundo. En el seno de la familia y en sus relaciones con los hombres, como esposo o padre, como amigo o ciudadano, fue firme y constante siervo de Dios... Cuanto más intima era su unión con Dios, tanto más profundo era el sentido de su propia debilidad e imperfección”. Historia de los Patriarcas y Profetas Página 85  
Cumplir fielmente los deberes de la vida diaria, viviendo en constante santidad en medio de un mundo que se hundía en la corrupción y la idolatría no es poca cosa.
Pero su existencia fue más que rutina. La suya fue una vida que agradó a Dios.
Fue un verdadero misionero, seguidor de los pocos fieles que quedaban en la tierra, llamando al arrepentimiento a una generación que pronto perecería en el Diluvio.
Fue además un poderoso profeta, que anticipó el juicio y la destrucción de los malvados que seguirá a la Segunda Venida de Cristo: "He aquí el Señor es venido con sus santos millares, a hacer juicio contra todos, y a convencer a todos los impíos de entre ellos tocante a todas sus obras de impiedad que han hecho impíamente." (Judas 14, 15.)
Es en el trato diario en donde se nota si andamos con Dios. Cada vez que entramos en contacto con otra alma deberíamos proyectar sobre ella los rayos de la luz del evangelio. Cada vez que nos relacionamos, deberíamos ser para los demás la sal de la tierra.
Cada acción, cada palabra y cada pensamiento nuestro, deberían reflejar la imagen del que nos rescató del abismo del pecado en que habíamos caído.
Siendo serviciales, amables, bondadosos, corteses y piadosos cada día. Teniendo en mente la gloria de Dios y sin más ambición que servir a nuestros semejantes, sin duda cumpliremos el propósito del Señor para nuestras vidas y seremos fuente de bendición para los demás.
Al igual que Enoc, al estar cada vez más cerca del cielo, nos daremos cuenta con mayor claridad de nuestra indignidad, de nuestra necesidad de gracia y perdón. Jesús nos parecerá cada vez más atractivo y el mundo más detestable. El bien nos resultará mas agradable a cada paso, y el pecado nos será cada vez más repulsivo.
El resultado de un andar semejante nos llevará a estar en la misma presencia de Cristo hoy mismo, para luego continuar morando con él por la eternidad sin fin.
¡Qué hermoso es caminar con Dios! ¿Y tú, quieres hacerlo también?