sábado, 7 de agosto de 2010

ENAJENACIÓN

"Y volviendo en sí, dijo: ¡Cuántos jornaleros en casa de mi padre tienen abundancia de pan, y yo aquí perezco de hambre!" Lucas 15:17
 Esta expresión se repite en Hechos 12:11, que dice: "Entonces Pedro, volviendo en sí, dijo: Ahora entiendo verdaderamente que el Señor ha enviado su ángel, y me ha librado de la mano de Herodes, y de todo lo que el pueblo de los judíos esperaba."
¿Es posible estar ausente de uno mismo?
Entiendo que la frase se usa en aquí el sentido de recapacitar, de darse cuenta, de advertir la propia condición. Tanto el hijo pródigo como Pedro se encontraban enajenados; sin una adecuada percepción de la realidad, aunque por diferentes motivos.
La palabra enajenación tiene varias acepciones:
  1. Significa figurativamente distracción, falta de atención, embeleso.
  2. En el derecho legal, es el acto de transmitir a otra persona la propiedad o derecho que se tiene sobre una cosa.
  3. En la sicología es definida como enajenación mental, locura, privación del juicio.
  4. Falta de atención a causa de un pensamiento o de una impresión fuerte.
(Fuente: Diccionario Enciclopédico Vox 1. © 2009 Larousse Editorial)
En la parábola de Lucas 15, el jóven se había apartado del hogar paterno por propia voluntad, encandilado por el deseo de gozar de los placeres que no hallaba en su hogar y felicitándose de su independencia del Padre. Todo terminó abruptamente en el chiquero, sin brillo, ni gloria, ni gozo ni libertad. Caben para este caso los tres primeros significados de enajenación, que son efecto del pecado.
Cuando niño, era un ávido coleccionista de historietas. Recuerdo una ocasión en que un muchacho, bastante mayor que yo, me mostró un nuevo ejemplar, diciendo que era un número que todavía no había salido (¿?) y que me lo cambiaría por la gruesa pila de revistas que tenía. Aprovechándose de mi inocencia, se llevó todo lo mío a cambio de una sola que, para mi disgusto, pude encontrar más tarde en el kiosco.
El pecado distrae, embelesa, hipnotiza a sus víctimas con las antiguas y falsas promesas de superación y libertad. Despierta la codicia y nos hace creer que apartados de Dios y de su ley nos irá mejor; que fuera de su "restrictiva" presencia serán abiertos nuestros ojos y llegaremos a ser dioses. Pero como lo descubrieron Adán y Eva en el Edén, son solamente mentiras de Satanás que nos arrebatan todo lo que tenemos.
Aturdidos por el encanto de la transgresión cedemos, de propia voluntad y al más terrible precio, nuestra voluntad a manos del Maligno. Podríamos afirmar como Pablo: "Porque sabemos que la ley es espiritual; mas yo soy carnal, vendido al pecado. Porque lo que hago, no lo entiendo; pues no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco, eso hago". Romanos 7:14, 15
En tercer lugar la persistencia en el mal lleva a un estado mental que se puede definir como locura. Cambiamos oro por baratijas; la vida eterna por la infelicidad y la culpa. Cuando nos hemos vendido (o más bien regalado) al pecado, perdemos el dominio propio y nos degradamos en forma progresiva hasta recoger los frutos de nuestra elección: la muerte y la separación eterna de Dios.
Finalmente, y para bien, aún nos queda la cuarta acepción y la segunda historia.
Es imposible por propia cuenta escapar del dominio del pecado. Si el Señor no interviniera, nunca recobraríamos la razón.
Pero por el milagro misterioso de su gracia, él nos alcanza, nos convence y nos eleva del fango del pecado y la degradación. Nos quita nuestra vestidura manchada por el pecado revistiéndonos de su perfecto manto de justicia, pone en nuestro dedo el anillo de su pacto de amor y nos restaura a la condición de hijos e hijas de Dios.
Cuando esa liberación se produce, al igual que Pedro no nos queda otra cosa que despertar y maravillarnos de la gloria del amor redentor manifestado en nuestro favor. Nuestra pobre fe se abruma ante la fuerte impresión que las realidades celestiales abren al entendimiento por obra del Espíritu que aviva la conciencia. Alabemos a Dios por esto.
¿Te encuentras hoy enajenado o liberado?