sábado, 27 de febrero de 2010

INVULNERABLES

Cuenta  la mitología nórdica, que el héroe Sigfrido forjó de nuevo la espada de su padre y con ella atravesó el corazón del dragón, en cuya sangre se bañó para hacerse invulnerable. Sólo un lugar de su espalda —donde cayó una hoja de tilo— no fue cubierta por la sangre. El paralelismo con el héroe Aquiles de la mitología griega es asombroso: Aquiles se hizo también invulnerable cuando su madre lo bañó en la laguna Estigia, y sólo en el talón (de donde le sujetaba) era mortal. Ambos personajes murieron al ser heridos en el único lugar vulnerable que tenían.
Los hijos de Dios también son invitados a colocarse una armadura (Efesios 6:10-17), que los hace inmunes a "los dardos encendidos del maligno".
La exhortación a revestirse toda la armadura celestial para poder resistir al diablo, no es casual. Si carecemos de alguna parte de ella, correremos sin duda la suerte de Sigfrido y Aquiles.
"Estad, pues, firmes, ceñidos vuestros lomos con la verdad, y vestidos con la coraza de justicia, y calzados los pies con el apresto del evangelio de la paz. Sobre todo, tomad el escudo de la fe, con que podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno.  Y tomad el yelmo de la salvación, y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios."
En nuestra lucha contra el enemigo de las almas, necesitamos este bagaje espiritual para poder estar firmes, es decir para alcanzar la victoria. Sin la verdad, la justicia, el evangelio, la fe, la salvación y la Palabra de Dios nadie podrá resisitir con éxito. Nos fueron dados por el Señor con un propósito.
Con dolor he visto, sin embargo, a muchos que parecían buenos cristianos renunciar a alguna parte de la armadura, por entender que "no es necesaria para su relación con Jesús".
El marcado énfasis relacional de la experiencia cristiana, que es bueno en sí mismo, puede también conducir a los engañados al error de dejar fuera la obediencia a la verdad, revestirse con su propia justicia, olvidar el evangelio y dejar de confiar en la eficiencia de las armas sagradas.
Vez tras vez he visto a amigos queridos abandonar el evangelio con el autoengaño de que "hago esto o aquello pero no me aparto de Jesús"; o bien, "ya no voy a la iglesia, pero mi fe está firme".
Confunden la absoluta consagración y pureza del alma que Dios demanda con simples requerimientos humanos o como algo que la iglesia impone pero que no es relevante para la salvación.
El demonio reviste a muchos de una falsa seguridad de que pueden seguir unidos a Cristo mientras dejan de lado las cosas que creen accesorias de la fe. Pero ciertamente, la verdad de Dios no tiene requerimientos descartables. No hay tal cosa como mandamientos sin importancia o pasados de moda.
Cuando empezamos a pensar que apartarse de ciertas compañías, modas y prácticas, -tal como lo aconseja la Biblia- en lugar de ser una necesidad, constituye una desventaja impuesta por personas que desean controlarnos o engañarnos, caminamos por el mortal territorio del maligno.
"No os unáis en yugo desigual con los incrédulos; porque ¿qué compañerismo tiene la justicia con la injusticia? ¿Y qué comunión la luz con las tinieblas? ¿Y qué concordia Cristo con Belial? ¿O qué parte el creyente con el incrédulo? ¿Y qué acuerdo hay entre el templo de Dios y los ídolos? Porque vosotros sois el templo del Dios viviente... Por lo cual, salid de en medio de ellos, y apartaos, dice el Señor, y no toquéis lo inmundo; y yo os recibiré, y seré para vosotros por Padre, y vosotros me seréis hijos e hijas, dice el Señor Todopoderoso". 2ª Corintios 6:14-18
Ceñirse con el cinto de la verdad implica sujetar todos nuestros deseos, intereses y pensamientos al desarrollo de la voluntad de Dios en nuestra vida. En ella hallaremos libertad para obedecer sus mandamientos. "Conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres" (Juan 8:32). La verdad sólo alcanza su eficacia cuando forma parte de nuestro ser más íntimo.
Por otro lado, no podemos pretender recibir la justicia de Cristo como un manto para tapar la deformidad de nuestro corazón pecaminoso. Necesitamos revestirnos de ella: "En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos,  y renovaos en el espíritu de vuestra mente,  y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad". Efesios 4:22-24
Nuestros deseos, viciados y engañosos como son, no pueden jamás constituirse en norma de justicia.
Tampoco podemos vivir simplemente una vida "de iglesia", sin compartir el evangelio. Debemos llegar a los perdidos y alcanzar sus corazones como lo hacía Jesús, renunciando a lo que sea necesario para que puedan ser salvos.
La Biblia, y la Biblia sola debe marcar el rumbo de nuestras vidas y determinar nuestros blancos. Recibir el poder para vivir en santidad debe ser lo más importante para cada uno de los que nos decimos cristianos: "Por lo cual también nosotros sin cesar damos gracias a Dios, de que cuando recibisteis la palabra de Dios que oísteis de nosotros, la recibisteis no como palabra de hombres, sino según es en verdad, la palabra de Dios, la cual actúa en vosotros los creyentes". 1ª Tesalonicenses 2:13
¿Estás vestido de toda la invulnerable armadura de Dios?
La invitación del Señor es que lo hagamos sin demora porque: "La noche está avanzada, y se acerca el día. Desechemos, pues, las obras de las tinieblas, y vistámonos las armas de la luz". Romanos 13:12