lunes, 24 de agosto de 2009

¿Olvidado? ¡Ni lo pienses!

Se olvidaron de que existo... ¿Habrá alguien que se interese en mí?... Nadie me tiene en cuenta... Me siento solo y abandonado por todos...
Frases que se escuchan con frecuencia en nuestro cada vez más solitario y atribulado mundo.
Muchos exclaman como el salmista: "Mírame, y ten misericordia de mí, Porque estoy solo y afligido". Salmo 25:16
Al paso que aumenta vertiginosamente la población mundial y se multiplican los medios y formas de comunicarse que acortan distancias, el ser humano se siente cada vez más alienado, solitario y aislado de los demás.
El pecado no solo separó al hombre de Dios, también nos ha separado unos de otros hundiéndonos en una vertiginosa e inevitable espiral de egoísmo, orgullo, envidia, celos y mezquindades. Se desconfía del otro, al punto de que el prójimo ya no es prójimo sino competidor, adversario, antagonista.
Las relaciones que debieran dar estabilidad a la sociedad son como cuerdas de arena, que no pueden mantener unidas a las familias, las amistades, las instituciones o los gobiernos.
Nos separamos cada vez más en tribus, naciones, etnias, castas, o grupos sociales; también por la raza, sexo, color, status, religión, cultura, apariencia, preferencias políticas, deportes, hábitos, costumbres y por cualquier otra razón imaginable (o hasta por algunas inimaginables).
Felizmente, la encarnación, vida y sacrificio de Jesús nos proveyó una salida, que continúa vigente para todos los que echen mano de ella.
Él no nos olvidó.
Estamos esculpidos en las cicatrices de las palmas de sus manos. Nos tiene junto a su corazón, porque pagó un alto precio por cada uno de nosotros.
Tampoco quiere que nos olvidemos unos a otros. Espera de sus seguidores que manifiesten la misma actitud hacia los demás.
La siguiente cita vale mucho: "Pero el amor de Cristo no se limita a una clase. Se identifica con cada hijo de la humanidad. A fin de que pudiésemos llegar a ser miembros de la familia celestial, se hizo miembro de la familia terrenal. Es Hijo del hombre, y así hermano de cada hijo e hija de Adán. Sus seguidores no se han de sentir separados del mundo que perece en derredor suyo. Son una parte de la trama y urdimbre de la humanidad; y el Cielo los mira como hermanos de los pecadores tanto como de los santos. Los que han caído, los que yerran y los pecaminosos, son abarcados por el amor de Cristo; y cada buena acción hecha para elevar a un alma caída, cada acto de misericordia, son aceptados como hechos a él. Los ángeles del cielo son enviados para servir a los que han de heredar la salvación. No sabemos ahora quiénes son; aún no se ha manifestado quiénes han de vencer y compartir la herencia de los santos en luz; pero los ángeles del cielo están recorriendo la longitud y la anchura de la tierra, tratando de consolar a los afligidos, proteger a los que corren peligro, ganar los corazones de los hombres para Cristo. No se descuida ni se pasa por alto a nadie. Dios no hace acepción de personas, y tiene igual cuidado por todas las almas que creó". El Deseado de Todas las Gentes págs. 638,639
No eres pasado por alto para tu Salvador.
Alábale por esto.
Pero recuerda que su solicitud por nosotros nos obliga a manifestar la misma actitud hacia nuestros semejantes.
Debemos ser considerados con los demás, que luchan con dificultades y angustias como las nuestras, y aún peores, convirtiéndonos en columnas para los que se sienten olvidados de Dios y del mundo, a quienes sus penas están a punto de aplastar.
Debemos colaborar con los esfuerzos de los ángeles, sin detenernos a pensar a quienes estamos sirviendo, y si son dignos o no de nuestro servicio.
La Biblia aconseja a los esclavos, pero vale para todos: "estad sujetos con todo respeto a vuestros amos; no solamente a los buenos y afables, sino también a los difíciles de soportar". 1 Pedro 2:18.
También dice al respecto: "no defraudando, sino mostrándose fieles en todo, para que en todo adornen la doctrina de Dios nuestro Salvador". Tito 2:10
¿Tu actitud hacia los demás adorna la doctrina que recibiste de Dios nuestro Salvador?

Por qué yo estoy seguro que Cristo viene

¿Por qué yo estoy seguro que Cristo viene?

Lo anuncia sacudido este mundo en agonía.
Lo pide con angustia la naturaleza exhausta.
Lo gritan por doquiera las señales de los cielos.
Lo evidencia el avance de las enfermedades.
Lo vemos asomar en las catástrofes y la violencia sin sentido.
Lo deseamos cada vez que recibimos otra noticia de muerte y dolor.
Lo anhelan el sufriente, el hambriento, el pobre y el sometido.
Lo pide clamando la angustia existencial de las muchedumbres.
Lo solicitan, sintiéndose morir o en retirada, el amor y la fe.
Lo pregona el descaro de los burladores que rechazan su venida.
Lo necesita desesperadamente su iglesia dormida.
Lo demanda la justicia postergada desde la sangre de Abel.
Los ángeles están impacientes por su retorno.
Los mundos no caídos se encuentran en solemne expectativa.
Lo desea fervientemente mi alma, no para mañana, sino hoy mismo.
Clama conmigo:
"Sálvanos, Jehová Dios nuestro,
Y recógenos de entre las naciones,
Para que alabemos tu santo nombre,
Para que nos gloriemos en tus alabanzas.
Bendito Jehová Dios de Israel,
Desde la eternidad y hasta la eternidad;
Y diga todo el pueblo, Amén. Aleluya."

Salmos 106: 47,48

¡Ven Señor Jesús!

PARÁBOLA LABORAL

El reino de los cielos es semejante a un Gerente que salió por la mañana a contratar empleados para su empresa. Les prometió grandes beneficios, bonificaciones especiales, vacaciones pagas y un maravilloso plan de retiro.
Habiendo convenido con ellos los detalles los envió a su empresa a trabajar y salió a realizar algunas gestiones.
Pero ellos sin hacer caso se ocuparon cada uno en sus propios asuntos...
Un buen número de ellos comenzó a faltar sin previo aviso y sin justificación.
Unos llegaban siempre tarde, cualquiera sea su horario de trabajo.
Otros entraban, firmaban la tarjeta y se dedicaban a conversar en los pasillos, dejando que el trabajo se acumulara.
Un selecto grupo se dedicaba a supervisar el trabajo ajeno y a criticarlo abiertamente (dejando también sin hacer el suyo propio).
Peor todavía, determinados empleados comenzaron a criticar duramente al dueño y a su empresa.
Los restantes aparentaban estar muy ocupados, pero procuraban realizar lo menos posible, con la mirada fija en el reloj.
Los pocos que trabajaban se encontraban recargados por la negligencia de los demás.
Muchos se preguntaban si en verdad valía la pena el trabajo que estaban haciendo.
Todos, absolutamente todos, comentaban de lo difícil que era trabajar en esa empresa y varios hacían en secreto planes de buscar otro trabajo más fácil.

Para aplicar a la iglesia:
Pregunta Nº 1: Cuando venga, pues, el Gerente, ¿qué hará con estos empleados?

Pregunta Nº 2: Si ya contestó la primera, esta es aún más importante ¿Qué deben hacer los empleados?