martes, 26 de mayo de 2009

ACEPTACIÓN

"Había entonces en Damasco un discípulo llamado Ananías, a quien el Señor dijo en visión: Ananías. Y él respondió: Heme aquí, Señor. Y el Señor le dijo: Levántate, y ve a la calle que se llama Derecha, y busca en casa de Judas a uno llamado Saulo, de Tarso... Entonces Ananías respondió: Señor, he oído... cuántos males ha hecho a tus santos en Jerusalén... El Señor le dijo: Ve, porque instrumento escogido me es éste... Fue entonces Ananías y entró en la casa, y poniendo sobre él las manos, dijo: Hermano Saulo, el Señor Jesús, que se te apareció en el camino por donde venías, me ha enviado para que recibas la vista y seas lleno del Espíritu Santo." Hechos 9:10-17
En esta historia de la Biblia hay, por sobre muchos otros, un elemento conmovedor.
La inmediata y sencilla obediencia de Ananías incluye la aceptación de Saulo como su igual, pese a conocer de él una historia terrible como perseguidor de los creyentes.
¡Qué impresionante cambio de actitud y sentimientos! Mi enemigo ahora es mi hermano...
Ananías se constituye así en ejemplo para nosotros de bondadosa aceptación, de inclusión en la familia de Dios, hasta de los que consideraríamos los peores candidatos.
No se trata de simple cortesía, ni de una aceptación ingenua de cualquiera, ni de pretendido universalismo, sino más bien de una verdadera actitud cristiana que nace de una auténtica relación con el Señor.
Está bien claro, por otro lado, que también tenemos que orar "para que seamos librados de hombres perversos y malos; porque no es de todos la fe" 2º Tesalonicenses 3:2
Lo que quiero resaltar es que en tanto Dios no lo indique, tenemos que considerar como nuestros hermanos a todos aquellos que buscan conocer y obedecer a Dios.
A los que predican la amonestación final para este mundo, el Señor les dice lo que dijo a sus discípulos que se opusieron a uno que predicaba a Cristo fuera de su círculo, "el que no es contra nosotros, por nosotros es." Marcos 9:40
No estoy hablando de que debamos ignorar la perversión de la doctrina, o los males que hay en los demás. Pero en lo que nos compete, debemos recibir y aceptar a todos los que hacen la obra de Dios sin considerar si creen exactamente como creemos nosotros. (¿no es fácil, verdad?)
Una historia más:
"Y habían quedado en el campamento dos varones, llamados el uno Eldad y el otro Medad, sobre los cuales también reposó el espíritu; estaban éstos entre los inscritos, pero no habían venido al tabernáculo; y profetizaron en el campamento. Y corrió un joven y dio aviso a Moisés, y dijo: Eldad y Medad profetizan en el campamento. Entonces respondió Josué hijo de Nun, ayudante de Moisés, y dijo: Señor mío Moisés, impídelos. Y Moisés le respondió: ¿Tienes tú celos por mí? Ojalá todo el pueblo de Jehová fuese profeta, y que Jehová pusiera su espíritu sobre ellos." (ver Números 11:26-29)
A veces como Josué tenemos la idea de impedir la labor de los que no parecen estar siguiendo al Señor, pero al llamar a los setenta ancianos, Dios envió su espíritu tanto sobre los que se encontraban reunidos como sobre los que no estaban allí.
Nuestro amado Señor no tiene cartelitos. Son los hombres quienes los ponen.
No distingue entre católicos, protestantes, evangélicos o no cristianos.
No clasifica a los hombres entre fundamentalistas, legalistas, liberales u ortodoxos.
Para Él no existen esas categorías, solamente tiene ovejas. Dentro y fuera de la iglesia, como en el caso de Ananías y Saulo.
Jesús mismo lo explicó en Juan 10 que tiene "otras ovejas" que no están en el redil.
El trabajo de los que están dentro es traer las ovejas que están fuera, no determinar quién es digno de estar en el aprisco. La nuestra es una labor de inclusión, no de separación.
La tarea de separar las ovejas de los cabritos le pertenece al Señor en el juicio de las naciones.
Debemos derribar la pared de separación, dejar de lado nuestros prejuicios y considerar a los demás como Moisés y Ananías lo hicieron, poniendo en primer lugar los intereses de la causa de Dios, antes que su apreciación negativa de las personas.
Recordemos que somos "aceptos en el Amado" (Efesios 1:6) no por lo que creemos ni por lo que hacemos, sino porque Jesús murió por nosotros.
No debemos ocuparnos en enderezar, sino en aceptar a los demás, pues la obra de cada uno se hará manifiesta tarde o temprano por sus frutos.
En el día final, se verá quien edificó con paja y quién lo hizo con buen material.
No nos toca a nosotros determinarlo. Nuestro omnisapiente Dios lo hará.
Recibámonos unos a otros en el amor de Jesús.