martes, 10 de febrero de 2009

Lecciones de Deuteronomio 2

¿Qué puede haber en este capítulo que se relacione con la Venida del Señor?
Mucho. Tanto que a él dedicaré las siguientes tres entregas del blog.
Antes de seguir, relataré brevemente la historia de por qué escribo esto.
Estaba preparando una predicación, y como siempre, el viernes de noche antes de presentar a la congregación la Palabra de Dios, me puse a revisar el tema y hacer los últimos ajustes. Mi esposa estaba a mi lado leyendo su Biblia, cuando de pronto rompió el silencio y exclamó: ¡Es increíble lo que dice aquí! Su atención se había dirigido al capítulo 2 de Deuteronomio. Luego de compartir conmigo sus descubrimientos, yo dejé el texto que había preparado, me puse a investigar, lo escribí, y ese sábado hable de lo que a continuación les presento.
En el libro de Deuteronomio, Moisés recapitula la experiencia de los hebreos desde su salida de la cautividad hasta su muerte en el monte Nebo.
El pueblo de Israel había salido de Egipto, cruzado el mar en seco, recibido su Ley en el Sinaí, recorrido el desierto, pero al llegar a Cades-barnea, en lugar de entrar a la tierra que Dios le otorgaba, al ver las ciudades amuralladas y los gigantes, tuvo temor, se rebeló, desconfió de Su poder y llegó al extremo de desear volver al lugar de donde habían salido.
Esto les costó largos y dolorosos años de vagar por el desierto, sin poder heredar la promesa, hasta que murió el último de esa generación incrédula y rebelde
"Luego volvimos y salimos al desierto, camino del Mar Rojo, como Jehová me había dicho; y rodeamos el monte de Seir por mucho tiempo. Y Jehová me habló, diciendo: Bastante habéis rodeado este monte; volveos al norte(vs. 1-3)".
Era suficiente el tiempo que estuvieron dando vueltas, ahora debían avanzar, en una nueva oportunidad de alcanzar la bendición prometida.
No importa cual haya sido nuestra experiencia anterior, si alcanzamos su blanco o no, si fuimos fieles o desleales, si pasamos tiempo suficiente en la presencia de Dios o nos olvidamos de Él (salvo cuando tenemos problemas), nos ofrece continua y constantemente nuevas oportunidades, "teniendo paciencia para con nosotros".
Cuando no se cumplen los objetivos de Dios para sus hijos, el emplea la disciplina del sufrimiento y la adversidad para que se cumpla su propósito eterno de salvación. Así ha sido siempre y así es todavía hoy. Solamente nuestras dudas, nuestros temores e incredulidad nos mantienen en el desierto de este mundo. ¿No será que el Señor nos dice también a nosotros hoy lo mismo, "Bastante habéis rodeado este monte?"
¿No será hora ya de avanzar y alcanzar la Tierra Prometida, la nueva Jerusalén de Dios?
"Bastante habéis rodeado este monte?"
¿No hemos estado bastante en este mundo de pecado, maldad y sufrimiento?
"Bastante habéis rodeado este monte?"
Depende de la decisión de Dios y de nuestra respuesta.
Tenemos hoy la oportunidad de rogar al Señor que nos saque de este desierto gobernado por Satanás, de anhelar "una tierra mejor", de pedir el fin de nuestro peregrinaje.
¿Contestará Él?
Queda el asunto de las promesas divinas y el de los gigantes para las siguientes entradas...