viernes, 29 de mayo de 2009

PRUEBAS, CHASCOS Y DESALIENTO

Cuando yo era niño, mi padre recibió como premio -por cuestiones comerciales- un viaje a los EEUU y se propuso llevarnos además a mi primo, a mi hermano y a mí. La increíble noticia produjo en nuestras cabecitas infantiles una alegría enorme y un entusiasmo desbordante, poblado de ilusiones, pero debido a causas que de pequeño yo no podía comprender, el viaje soñado nunca se realizó.
Cuando nos enteramos, lloré durante un día entero. Fue, no obstante, apenas la primera de muchas desilusiones que experimentaría en mi vida.
¿No pasa lo mismo en la vida cristiana? ¿Por qué será que tiene que estar el camino de los creyentes sembrado de pruebas, chascos y amargo desaliento?
En la vida de Cristo encontramos una experiencia que nos puede ayudar a comprender en parte la razón de las pruebas en nuestra vida.
El había alimentado una multitud con cinco panes y dos peces, y todos, con gran entusiasmo, pensaban hacerle rey por la fuerza y de inmediato, sólo pensando en derrocar a los odiados romanos. Sin embargo, el Salvador dispersó a la multitud, enfrió sus ánimos y se fue de allí. "Desde entonces muchos de sus discípulos volvieron atrás, y ya no andaban con él." (Juan 6:66)
La reacción popular resultó en que la mayoría abandonó a Jesús. Su orgullo no les dejó ver en Cristo al Mesías esperado; la senda de la abnegación y la humildad que proponía no cuajaba con sus deseos de exaltación propia y poder mundanal. El egoísmo de sus corazones y sus prejuicios rechazaron a Aquel que era el pan de vida y su garantía de vida eterna.
¿Por qué desanimó él a tan entusiastas seguidores? Encontré un brillante comentario al respecto:
"Aunque no podemos comprender ahora las obras y los caminos de Dios, podemos discernir su gran amor, que está a la base de todo su trato con los hombres. El que vive cerca de Jesús comprenderá mucho del misterio de la piedad. Reconocerá la misericordia que administra reprensión, que prueba el carácter y saca a luz el propósito del corazón.
Cuando Jesús presentó la verdad escrutadora que hizo que tantos de sus discípulos se volvieran atrás, sabía cuál sería el resultado de sus palabras; pero tenía un propósito de misericordia que cumplir. Preveía que en la hora de la tentación cada uno de sus amados discípulos sería severamente probado. Su agonía de Getsemaní, su entrega y crucifixión, serían para ellos una prueba muy penosa. Si no hubiese venido una prueba anterior, habrían estado relacionados con ellos muchos impulsados solamente por motivos egoístas. Cuando su Señor fuese condenado en el tribunal; cuando la multitud que le había saludado como Rey le silbase y le vilipendiase; cuando la muchedumbre escarnecedora clamase: "Crucifícale;" cuando sus ambiciones mundanales fuesen frustradas, estos egoístas, renunciando a su fidelidad a Jesús habrían abrumado el corazón de los discípulos con una amarga tristeza adicional al pesar y chasco que sentían al ver naufragar sus esperanzas más caras. En esa hora de tinieblas, el ejemplo de los que se apartasen de él podría haber arrastrado a otros con ellos. Pero Jesús provocó esta crisis mientras podía por su presencia personal fortalecer todavía la fe de sus verdaderos seguidores. ¡Compasivo Redentor que, en pleno conocimiento de la suerte que le esperaba, allanó tiernamente el camino para los discípulos, los preparó para su prueba culminante y los fortaleció para la aflicción final!"
Deseado de Todas las Gentes pag. 394
Él también nos desafía hoy a cada uno de nosotros. ¿Contestaremos igual que Pedro?

"Dijo entonces Jesús a los doce: ¿Queréis acaso iros también vosotros? Le respondió Simón Pedro: Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna." (Juan 6:67,68)