martes, 9 de febrero de 2010

LA ESPERANZA ETERNA


Así como hay un evangelio eterno, hay también una esperanza eterna. La esperanza del segundo advenimiento se remonta al Jardín del Edén, cuando nuestros primeros padres recibieron la promesa de la Simiente que habría de aplastar la cabeza de la serpiente antigua que es Satanás.
Si bien el triunfo de Cristo en la cruz fue completo y perfecto, su plan incluye algo más que salvarnos del poder del pecado. El mal debe ser eliminado sin que quede ninguna duda; en forma completa y definitiva para que la armonía retorne al universo.
La supresión del pecado y los pecadores incluye un juicio previo al advenimiento y luego la manifestación gloriosa del Señor tanto tiempo aguardada por su iglesia militante en este mundo.
La esperanza adventista comenzó cuando Adán repitió la promesa a sus hijos y la Biblia lo confirma diciendo: "De éstos también profetizó Enoc, séptimo desde Adán, diciendo: He aquí, vino el Señor con sus santas decenas de millares, para hacer juicio contra todos, y dejar convictos a todos los impíos..." Judas vs. 14,15
Fue también la esperanza de Abraham, Isaac, Jacob, Moisés, David, Juan, Pablo (ver Hebreos 11), en fin, de todos los hijos de Dios registrados en su Palabra.
También en los siglos posteriores se mantuvo viva la que Pablo llamó "la esperanza bienaventurada" Tito 2:13, como puede verse en los párrafos siguientes: 
"Lutero declaró: "Estoy verdaderamente convencido de que el día del juicio no tardará más de trescientos años. Dios no quiere ni puede sufrir por más tiempo a este mundo malvado". "Se acerca el gran día en que el reino de las abominaciones será derrocado".
"Este viejo mundo no está lejos de su fin", decía Melanchton. Calvino invita a los cristianos a "desear sin vacilar y con ardor el día de la venida de Cristo como el más propicio de todos los acontecimientos", y declara que "toda la familia de los fieles no perderá de vista ese día". "Debemos tener hambre de Cristo -dice-, debemos buscarlo, contemplarlo hasta la aurora de aquel gran día en que nuestro Señor manifestará la gloria de su reino en su plenitud" (Daniel T. Taylor, The Reign of Christ on Earth or the Voice of the Church in all Ages, págs. 158, 134).
"¿No llevó acaso nuestro Señor Jesús nuestra carne al cielo? -dice Knox, el reformador escocés-, ¿y no ha de regresar por ventura? Sabemos que volverá, y esto con prontitud". Ridley y Latimer, que dieron su vida por la verdad, esperaban con fe la venida del Señor. Ridley escribió: "El mundo llega sin duda a su fin. Así lo creo y por eso lo digo. Clamemos del fondo de nuestros corazones a nuestro Salvador, Cristo, con Juan el siervo de Dios: Ven, Señor Jesús, ven" (Id., págs. 151, 145).
"El pensar en la venida del Señor -decía Baxter- es dulce en extremo para mí y me llena de alegría". "Es obra de fe y un rasgo característico de sus santos desear con ansia su advenimiento y vivir con tan bendita esperanza". "Si la muerte es el último enemigo que ha de ser destruido en la resurrección, podemos representarnos con cuánto ardor los creyentes esperarán y orarán por la segunda venida de Cristo, cuando esta completa y definitiva victoria sea alcanzada". "Ese es el día que todos los creyentes deberían desear con ansia por ser el día en que habrá de quedar consumada toda la obra de su redención, cumplidos todos los deseos y esfuerzos de sus almas". "¡Apresura, oh Señor, ese día bendito!" (Ricardo Baxter, Works, tomo 17, págs. 555, 500; 182, 183).
Tal fue la esperanza de la iglesia apostólica, de la "iglesia del desierto", y de los reformadores".
Maranata: El Señor Viene! Pág. 12
La esperanza es eterna por cuanto se renueva en cada creyente y se vuelve más fresca con el paso del tiempo, pues cada vez estamos más cerca del cumplimiento de tan ansiada profecía, y de nuestro hogar  la patria celestial que gozaremos en la presencia de Dios.