Estaba pasando por una época dura y difícil, sobre todo en lo económico.
Sin trabajo y sin dinero, -sólo mi esposa estaba trabajando- con hijos pequeños y bastantes deudas, el horizonte parecía de un color negro intenso.
Es notable cómo la adversidad incide en nuestra fe. Aunque creemos en la providencia divina, en los momentos difíciles, parece que nos olvidamos de que Dios está de nuestro lado y tiene todo el poder en sus manos.
Recuerdo claramente mis sentimientos y pensamientos, yo estaba quejándome más bien de mi suerte (no era precisamente una oración) ante mi Padre Celestial , como si él necesitara que yo le recordara sus promesas. Me parecía que no merecía esa suerte, que era injusto que un hijo de Dios pasara necesidades y careciera de todo por servirle.
Hundido en mis pensamientos, de pronto me dí cuenta que no sabía la hora que era, y que no tenía reloj para averiguarlo.
Fue la gota que desbordó el vaso.
Me irrité profundamente conmigo mismo y con mi situación.
Como siempre sucede, son las cosas pequeñas las que nos hacen perder el dominio propio y la felicidad. Las zorras pequeñas echan a perder las viñas del carácter.
Compréndanme, yo siempre había usado reloj, y por esos días el mío se había inutilizado. No tenía posibilidad de adquirir uno, pues las prioridades eran otras.
Seguí caminando. Pocas calles después, sonó la bocina de una vieja camioneta. Alguien me estaba llamando.
Era un pariente que hacía varios años que no veía. Pensé: "¿y ahora, qué querrá este de mí?"
Para mi sorpresa, se detuvo en medio de la calle y me citó a su taller mecánico, en donde -según dijo- tenía algo para mí.
Cuando llegué al negocio de mi pariente, el entró en una habitación y luego salió llevando en sus manos ¡un reloj!
Y no cualquiera, sino uno de buena marca, de los que me gustaban, con varias funciones y alarmas.
Me dijo que hacía rato que lo tenía guardado para mí. Sin salir de mi asombro por lo sucedido, me retiré de allí después de darle las gracias desde el fondo de mi alma
Mil preguntas brotaron en mi mente: ¿por qué decidió regalarme justo a mí un reloj?¿y porqué justo ahora? ¿por qué justo en ese lugar y en ese día nos habíamos encontrado?
Entonces comprendí: "Y antes que clamen, responderé yo; mientras aún hablan, yo habré oído." Isaías 65:24
Pedí perdón y alabé a mi Señor al mismo tiempo. Me sentía gozoso
Dios había respondido a mis necesidades cuando yo estaba pensando que El me había olvidado
Por esto (y por muchas otras razones), creo con más firmeza que antes en la oración.
Todavía conservo el reloj en mi muñeca después de muchos años, ya de un modelo viejo y algo averiado, para mostrarlo a mis alumnos -ahora trabajo en doble turno en un colegio- o a quien quiera oír este sencillo testimonio de la Providencia del Señor que estoy relatando.
¡Maravilloso Señor!
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