miércoles, 3 de noviembre de 2010

DOBLE MICROCOSMOS

Les propongo un estudio comparativo de dos parábolas enseñadas por Jesús que aparentemente no tienen relación entre sí; pero que vistas en conjunto, nos enseñan valiosas lecciones espirituales.
La primera de ellas es la parábola del buen samaritano; la otra la parábola del redil. 
"Y he aquí un intérprete de la ley se levantó y dijo, para probarle: Maestro, ¿haciendo qué cosa heredaré la vida eterna? El le dijo: ¿Qué está escrito en la ley? ¿Cómo lees? Aquel, respondiendo, dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas, y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo. Y le dijo: Bien has respondido; haz esto, y vivirás". Lucas 10:25-28
El énfasis de la pregunta, típica en un legalista, era: "qué debo hacer yo" para obtener la salvación.
El egoísta y autosuficiente corazón humano es incapaz de percibir que no hay absolutamente nada que podamos hacer por nuestra cuenta y mérito para alcanzarla.
La repregunta del Salvador y el relato siguiente, tenían como objetivo guiarlo de su errada confianza basada en la letra de la ley, a la nobleza del espíritu de la ley. Del error de la autojustificación, deseaba llevarlo a una correcta comprensión de lo que significa amar y obedecer a Dios. 
La respuesta del hombre fue defensiva: "Pero él, queriendo justificarse a sí mismo, dijo a Jesús: ¿Y quién es mi prójimo?
Respondiendo Jesús, dijo: Un hombre descendía de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de ladrones, los cuales le despojaron; e hiriéndole, se fueron, dejándole medio muerto. Aconteció que descendió un sacerdote por aquel camino, y viéndole, pasó de largo. Asimismo un levita, llegando cerca de aquel lugar, y viéndole, pasó de largo. Pero un samaritano, que iba de camino, vino cerca de él, y viéndole, fue movido a misericordia; y acercándose, vendó sus heridas, echándoles aceite y vino; y poniéndole en su cabalgadura, lo llevó al mesón, y cuidó de él. Otro día al partir, sacó dos denarios, y los dio al mesonero, y le dijo: Cuídamele; y todo lo que gastes de más, yo te lo pagaré cuando regrese. ¿Quién, pues, de estos tres te parece que fue el prójimo del que cayó en manos de los ladrones? El dijo: El que usó de misericordia con él. Entonces Jesús le dijo: Ve, y haz tú lo mismo". Lucas 10:29-37
De los tres viajeros, solo uno tuvo la actitud requerida por el Señor: la misericordia. 
"Oh hombre, él te ha declarado lo que es bueno, y qué pide Jehová de ti: solamente hacer justicia, y amar misericordia, y humillarte ante tu Dios". Miqueas 6:8
Eso fue lo que lo convirtió en un PRÓJIMO. 
No era pues cuestión de HACER sino de SER.
El relato siguiente era familiar para los judíos porque presenta escenas de la vida pastoril. Un redil, un rebaño, un pastor, acompañados de otros personajes, buenos y malos, todos comunes al contexto de la historia.
"Ciertamente les aseguro que el que no entra por la puerta al redil de las ovejas, sino que trepa y se mete por otro lado, es un ladrón y un bandido. El que entra por la puerta es el pastor de las ovejas. El portero le abre la puerta, y las ovejas oyen su voz. Llama por nombre a las ovejas y las saca del redil... Ciertamente les aseguro que yo soy la puerta de las ovejas...  El ladrón no viene más que a robar, matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y la tengan en abundancia. Yo soy el buen pastor. El buen pastor da su vida por las ovejas. El asalariado no es el pastor, y a él no le pertenecen las ovejas... Yo soy el buen pastor; conozco a mis ovejas, y ellas me conocen a mí, así como el Padre me conoce a mí y yo lo conozco a él, y doy mi vida por las ovejas. Tengo otras ovejas que no son de este redil, y también a ellas debo traerlas. Así ellas escucharán mi voz, y habrá un solo rebaño y un solo pastor". Juan 10:1-16
En este relato hay una aparente confusión de roles: el asalariado y el verdadero pastor, el ladrón y el pastor, las ovejas de dentro y fuera del redil. Al final, queda claro el lugar de cada uno.
En el cuadro que sigue, una relación de los personajes de ambos relatos nos proporciona una visión comparativa del "quién es quién" en este microcosmos de la redención.

EL BUEN SAMARITANOPARÁBOLA DEL REDIL
HOMBREOVEJAS
LADRONESLADRON
SACERDOTEASALARIADO
LEVITAASALARIADO
BUEN SAMARITANOBUEN PASTOR
MESONEROPORTERO

Tanto el viajero moribundo como las ovejas (tu y yo), son presentados como indefensos, incapaces de hacer algo por sí mismos para cambiar su suerte. Son nuestro fiel reflejo, pues sin el auxilio de la gracia divina seríamos fácil presa de Satanás. Pero aunque necesitados y débiles, somos llamados a la salvación.
Las ovejas, además, ya sea las que están en el redil, como las que se hallan fuera, son objeto del más alto interés del pastor, que está dispuesto a dar su vida por ellas. 
La Biblia es meridianamente clara al afirmar que ninguna otra cosa que la misericordia del Salvador obra nuestra salvación; que nuestra obediencia, aunque necesaria, es posterior y derivada de este soberano acto de redención.  La observancia de la ley es consecuencia de la morada del Espíritu en el corazón del creyente.
 El mesonero y el portero representan a los que, con fidelidad, aunque sin brillar, colaboran activamente en el adelanto de la causa del Señor: Podemos encontrarlos en la puerta de cada iglesia con una sonrisa de cálida aceptación. Son los que dan la bienvenida, cobijan y sostienen a los nuevos creyentes.
 En contraste, tanto el levita, como el sacerdote y el asalariado se ocupan nada más que de sus propios asuntos. Son representativos de aquellos que aman más a los bancos del templo que a quienes se sientan en ellos. Éstos sienten pasión por los programas de la iglesia, pero desprecian a sus beneficiarios. Hablan de la responsabilidad pero huyen de ella.
El elemento negativo lo aportan el y los ladrones de sendas historias. No traen más que problemas, robo, muerte y destrucción. Reflejan la triste categoría de muchos que pueblan nuestras congregaciones, no siendo trigo sinó cizaña.
Felizmente, en ambas aparecen con el calificativo de bueno, un samaritano y un pastor. Los dos son despreciados; el primero por su nacimiento, el segundo por su profesión. No son religiosos profesionales sino humildes trabajadores. No obstante, traen salvación, cuidado y seguridad a quienes se encuentran bajo su responsabilidad. Representan sin duda a Jesús, nuestro maravilloso pastor y auxiliador.
Cada uno de nosotros es inevitablemente uno de los personajes de estas parábolas, con excepción de los últimos dos nombrados. 
¿Con cuál de estos personajes te identificas?