lunes, 28 de junio de 2010

PECADO IRREVERSIBLE

“Porque si pecáremos voluntariamente después de haber recibido el conocimiento de la verdad, ya no queda más sacrificio por los pecados, sino una horrenda expectación de juicio, y de hervor de fuego que ha de devorar a los adversarios”. Hebreos 10:26
-¡No puede Ud. predicar sobre ese texto! la gente se desanima al escucharlo-, me dijo muy enojada una hermana de la iglesia cuando comencé mi predicación usando el pasaje anterior.
Como nunca antes habían objetado mis palabras en medio de un sermón, al principio no supe cómo reaccionar, luego le aseguré a esta ansiosa mujer que creía firmemente en el poder de la gracia de Dios para salvar hasta lo sumo.
Pero es verdad que a muchos este texto les deja perplejos y planteándose si han cometido el pecado imperdonable de rechazar al Espíritu Santo.
A riesgo de que me tilden de efectista por usar versículos controvertidos, por alguna razón están en la Biblia. Y no es para desanimar a nadie que se escribieron. Nuestra tarea no consiste en esquivarlos, sino en tratar de encontrar el mensaje que tienen para nosotros, tal como hacemos con aquellos textos que nos resultan agradables,
Transcríbo a continuación todo el pensamiento que le sigue: “Porque si pecáremos voluntariamente después de haber recibido el conocimiento de la verdad, ya no queda más sacrificio por los pecados, sino una horrenda expectación de juicio, y de hervor de fuego que ha de devorar a los adversarios. El que viola la ley de Moisés, por el testimonio de dos o de tres testigos muere irremisiblemente. ¿Cuánto mayor castigo pensáis que merecerá el que pisoteare al Hijo de Dios, y tuviere por inmunda la sangre del pacto en la cual fue santificado, e hiciere afrenta al Espíritu de gracia? Pues conocemos al que dijo: Mía es la venganza, yo daré el pago, dice el Señor. Y otra vez: El Señor juzgará a su pueblo. ¡Horrenda cosa es caer en manos del Dios vivo!... No perdáis, pues, vuestra confianza, que tiene grande galardón; porque os es necesaria la paciencia, para que habiendo hecho la voluntad de Dios, obtengáis la promesa. Porque aún un poquito, y el que ha de venir vendrá, y no tardará. Mas el justo vivirá por fe; y si retrocediere, no agradará a mi alma. Pero nosotros no somos de los que retroceden para perdición, sino de los que tienen fe para preservación del alma”. Hebreos 10:26-39
En una entrada anterior avancé un poco sobre este texto (ver Caer en manos de Dios). Pero ahora quiero abordarlo desde otra perspectiva.
En estos textos lo negativo antecede a lo positivo. Destaca las consecuencias de persistir en el mal pero muestra también que el blanco de la santidad es accesible para todo aquel que la desea.
Desde los versos 26 al 31 se enfatiza la consecuencia de rechazar la gracia de Dios. Se mencionan tres pasos hacia la perdición:
  • Pisotear al Hijo de Dios
  • Tener por inmunda la sangre de Cristo
  • Afrentar al Espíritu Santo
Resalta aquí una deliberada y voluntaria persistencia en la rebelión contra Dios que lleva a despreciar la obra de la gracia. El pecado no es cosa sencilla de tratar. El hecho de que el perdón divino se otorgue en abundancia no nos da licencia para pecar.
La muerte de Cristo nos debería recordar el inmenso costo de nuestra salvación y constituirse en escudo contra el pecado. Su sangre no se debería derramar en vano por nosotros.
Despreciar su sacrificio lleva a tal familiaridad con el pecado que la suave voz del Espíritu ya no se oye más.
Cuando nuestra voluntad se quebranta en la persistencia de la transgresión, nos aproximamos al punto de no retorno y nos encaminamos a la perdición. Esto no sucede en un día ni en un solo acto.
Pero las expectativas del Señor para nosotros son otras y muy diferentes.
Desde los versos 32 al 39 el apóstol insta a los creyentes a tener fe, afirmando que confía en la obra de la gracia que ya se estaba realizando en sus corazones y finalizando con una nota de triunfo.
Podemos confiar.
Podemos tener esperanza.
Podemos obtener la promesa.
Podemos vencer.
¡Él vendrá!

¡Qué maravillosa seguridad!
Todo el capítulo siguiente de Hebreos se dedica a explorar los testimonios de fe vencedora registrados en la antigüedad (¿quién dijo que en el AT la salvación no era por fe sino por obras?).
Estos magnos ejemplos de confianza vinieron de hombres como nosotros; con dudas y perplejidades, con arranques de valentía y con cobardes retrocesos. Ellos también vacilaron en las pruebas, pero se sobrepusieron mirando más allá de lo evidente. Cayeron, pero luego se aferraron por la fe de su maravilloso Salvador y fueron contados como triunfadores.
Hay un pecado irreversible, pero hay por sobre todo una salvación irreversible, la que Dios pone a nuestro alcance por medio de la fe.
Dios hoy quiere también tu y yo digamos con toda confianza: “Pero nosotros no somos de los que retroceden para perdición, sino de los que tienen fe para preservación del alma”. Hebreos 10:26-39

CAYERON TODOS A UNA

Hay pasajes del Antiguo Testamento que son sumamente trágicos e inexplicables, claros ejemplos de la insensatez de la naturaleza humana. Son relatos que solemos pasar por alto pues aparentan no tener ninguna enseñanza positiva. El que sigue es uno de ellos:
“Entonces se levantaron, y pasaron en número igual, doce de Benjamín por parte de Is-boset hijo de Saúl, y doce de los siervos de David. Y cada uno echó mano de la cabeza de su adversario, y metió su espada en el costado de su adversario, y cayeron a una; por lo que fue llamado aquel lugar, Helcat-hazurim, (campo de filos de espadas) el cual está en Gabaón”. 2º Samuel 2:15,16
En este singular relato, ocurrido a la muerte de Saúl, Abner comandaba el ejército que se mantenía de parte de la casa del fallecido rey, en tanto que Joab iba al frente del ejército de David, que había sido proclamado rey en Hebrón.
Habiendo dos pretendientes al trono, el asunto iba a resolverse por la fuerza de las armas. Las dos facciones ignoraban (¿voluntariamente?) las indicaciones que Dios había dado al respecto y procedían como el resto de las naciones de su época.
Para evitar una confrontación directa, cada bando eligió a sus campeones, doce en total, todos jóvenes. El resultado: “¡cayeron [todos] a una!”. No se salvó nadie.
Esta batalla entre hermanos es muy parecida a las luchas que suelen levantarse dentro de la iglesia y tiene una lección positiva para enseñarnos.
Cuando hay contiendas en la iglesia, generalmente se debe a luchas por el poder; encarnadas en pequeños egoísmos, malas sospechas, chismes acogidos con agrado, ofensas reales o imaginarias, etcétera, destinadas a exaltar nuestro yo desmereciendo al otro.
La Biblia nos advierte sobre este tipo de cosas, resultado de la mundanalidad que el pecado utiliza como cabeza de playa para penetrar en la iglesia.
“Pero si tenéis celos amargos y contención en vuestro corazón, no os jactéis, ni mintáis contra la verdad; porque esta sabiduría no es la que desciende de lo alto, sino terrenal, animal, diabólica. Porque donde hay celos y contención, allí hay perturbación y toda obra perversa”. Santiago 3:14-16
En los conflictos entre hermanos notamos algunos elementos que son comunes a la historia inicial.
  • No buscaron el consejo de Dios o de sus profetas
  • Utilizaron los métodos del mundo
  • No se expusieron a la lucha directa (que otros luchen por nosotros)
  • Los jóvenes en edad o en la fe suelen ser las primeras bajas
  • El predecible resultado: no hubo ganador, no se salvó nadie
  • Esto no evitó que la lucha continuara
Las peleas no provienen de lo alto. Cuando Dios corrige a su iglesia lo hace con métodos diferentes, en los que el orgullo humano no tiene cabida. En cambio cuando son los hombres los que intentan reformarla o extirpar la herejía, los resultados son terroríficos por lo malsanos. Baste recordar en la historia por ejemplo la aparición de la Inquisición.
En las instrucciones dadas por Pablo a Timoteo encontramos este consejo que todos los que deseamos ser siervos de Dios debíeramos seguir, especialmente los que se hallan en posición de liderazgo: “Pero desecha las cuestiones necias e insensatas, sabiendo que engendran contiendas. Porque el siervo del Señor no debe ser contencioso, sino amable para con todos, apto para enseñar, sufrido; que con mansedumbre corrija a los que se oponen, por si quizá Dios les conceda que se arrepientan para conocer la verdad”. 2 Timoteo 2:23-25
Volviendo a la historia del principio, la absurda muerte de estos jóvenes fue seguida de una matanza que solamente se detuvo cuando alguien reflexionó:
“Entonces los soldados benjaminitas se reunieron para apoyar a Abner, y formando un grupo cerrado tomaron posiciones en lo alto de una colina. Abner le gritó a Joab: —¿Vamos a dejar que siga esta matanza? ¿No te das cuenta de que, al fin de cuentas, la victoria es amarga? ¿Qué esperas para ordenarles a tus soldados que dejen de perseguir a sus hermanos?
Joab respondió:
—Tan cierto como que Dios vive, que si no hubieras hablado, mis soldados habrían perseguido a sus hermanos hasta el amanecer. En seguida Joab hizo tocar la trompeta, y todos los soldados, dejando de perseguir a los israelitas, se detuvieron y ya no pelearon más”.
(vers. 25-28 NVI)
Si pudieramos mirar el futuro y ver el resultado de nuestras luchas, quejas y discordias, comprenderíamos al igual que Abner, que las contiendas no tienen razón de ser. La victoria lograda a este precio resulta siempre amarga, desalentando y dividiendo, agotando las fuerzas y provocando heridas que quizá nunca sanen. Pelear contra nuestros hermanos es pelear la batalla equivocada.
Tomemos posiciones. Cerremos filas alrededor de la verdad.
Permitamos cada día que la sensata voz del Espíritu de Dios nos haga entrar en razón. Que el sonido de la trompeta no sea para llamar a la guerra fratricida y sin sentido que Satanás desea imponer en la iglesia. Más bien ella suena para congregarnos alrededor de la divisa gloriosa de nuestro Señor, para pelear la buena batalla de la fe.

domingo, 27 de junio de 2010

CHIVO EXPIATORIO

La situación era compleja. Mis alumnos más pequeños estaban en conflicto. Las acusaciones y las atribuciones de culpa iban de unos a otros, y ambos bandos parecían tener parte de razón...
Este tipo de situaciones es harto frecuente en mi tarea docente. En ellas no solamente tengo que obrar con rectitud, además debo justificar mi intervención ante los padres, que no siempre se muestran comprensivos o imparciales.
Por lo general, mediar en los conflictos escolares o en los de cualquier otro tipo requiere de criterio para obrar, de manera que:
  • Se imparta justicia
  • Se resuelva el conflicto a satisfacción de todas las partes
  • Se restauren las relaciones
En el contexto de la lucha universal entre el bien y el mal, las variables son prácticamente las mismas que en un pequeño incidente escolar.
El acusador (Satanás) ha puesto en entredicho la justicia de Dios, creando un conflicto de magnitud cósmica. Las relaciones entre los seres creados y con su Creador ya no fueron las mismas desde aquel triste día en que la rebelión comenzó. Pero nuestro grande y sabio Creador no fue tomado por sorpresa por la aparición del pecado, sinó que comenzó a poner en práctica su plan para redimirnos, que fuera trazado en la eternidad.
Este plan, casi incomprensible para los ángeles y revelado progresivamente a los seres humanos, tenia como centro la muerte de Cristo en la cruz. Su sacrificio reivindicaría el proceder divino, pagaría la cuenta del pecado y restauraría la quebrada relación con el pecador.
En razón de su soberania, el Señor podría haber resuelto el problema sin avisar y sin consultar a nadie. Pero Él no hace nada compulsivamente, quiere que los seres inteligentes que creó no tengan dudas sobre su justicia y amor en el trato con el pecado y los pecadores.
En los servicios del santuario, Dios anticipó por medio de símbolos lo que iba a realizar por medio de Jesús. El servicio diario del tabernáculo anticipaba las solemnes verdades reveladas en el Nuevo Testamento de que "la paga del pecado es muerte" (Romanos 6:23) y que "sin derramamiento de sangre no se hace remisión" (Hebreos 9:22).
Cada ofrenda saldaba la culpa individual por las ofensas cometidas y restablecía al pecador a la comunión con Dios. Estas llamaban también la atención al Cordero de Dios que quitaría el pecado del mundo gracias a su muerte vicaria (Juan 1:29).
Pero el santuario tenía también un servicio anual (ver Hebreos 9), dedicado no al pecado individual, sinó al colectivo, en el cual se utilizaban dos chivos que cumplían un papel relevante en la ceremonia de purificación del Lugar Santísimo.
Se habla hoy de "chivo expiatorio" en singular, aunque en la Biblia aparecen dos chivos o machos cabríos que eran utilizados en el día de la expiación.
¿Qué papel cumplía cada uno y que simbolizaban?
"Y echará suertes Aarón sobre los dos machos cabríos; una suerte por Jehová, y otra suerte por Azazel. Y hará traer Aarón el macho cabrío sobre el cual cayere la suerte por Jehová, y lo ofrecerá en expiación. Mas el macho cabrío sobre el cual cayere la suerte por Azazel, lo presentará vivo delante de Jehová para hacer la reconciliación sobre él, para enviarlo a Azazel al desierto". Levítico 16:8-10
En principio estos chivos no se diferenciaban físicamente en nada, pero luego habría gran diferencia entre ambos. Al que le caía la "suerte por Jehová" le tocaba ser ofrecido en holocausto para expiación por los pecados de todo el pueblo de Israel. Claramente, éste representa a Cristo que lleva los pecados de los creyentes para eliminarlos definitivamente, siendo expiador, no ya sustituto.
¿Qué papel cumplia el macho cabrío que quedaba vivo?
"Cuando hubiere acabado de expiar el santuario y el tabernáculo de reunión y el altar, hará traer el macho cabrío vivo; y pondrá Aarón sus dos manos sobre la cabeza del macho cabrío vivo, y confesará sobre él todas las iniquidades de los hijos de Israel, todas sus rebeliones y todos sus pecados, poniéndolos así sobre la cabeza del macho cabrío, y lo enviará al desierto por mano de un hombre destinado para esto. Y aquel macho cabrío llevará sobre sí todas las iniquidades de ellos a tierra inhabitada; y dejará ir el macho cabrío por el desierto". Levítico 16:20-22
Para que la justicia sea realmente justa, no alcanza con cubrir la demanda legal (alguien debe pagar), también es necesario que el culpable reciba su merecido. Cristo, el inocente, saldó nuestra deuda con la justicia en la cruz. Pero Satanás, el instigador del pecado todavía está libre. Debe haber un momento en que cargue con su parte de culpa.
El ritual del día de la Expiación anticipaba lo que Apocalipsis 20 profetiza en cuanto al Diablo. Cuando la expiación había terminado, el chivo restante era enviado al desierto para que muriera, cargando con el castigo por los pecados del pueblo. No cumplía este animal ninguna función vicaria.
Así también el maligno será desterrado en la venida de Cristo por mil años y luego "cuando los mil años se cumplan, Satanás será suelto de su prisión, y saldrá a engañar a las naciones que están en los cuatro ángulos de la tierra, a Gog y a Magog, a fin de reunirlos para la batalla; el número de los cuales es como la arena del mar. Y subieron sobre la anchura de la tierra, y rodearon el campamento de los santos y la ciudad amada; y de Dios descendió fuego del cielo, y los consumió".  Apocalipsis 20:7-9
El chivo simbólico recibirá su merecido en el fuego que purificará nuestro sufrido planeta del cáncer del pecado. Su final le llegará luego de un exhaustivo proceso judicial que dejará satisfecho a todo el universo en cuanto al proceder divino. Los juicios divinos entonces inspirarán solamente alabanza. Incluso el demonio, sus ángeles y los perdidos que adhirieron a su rebelión deberán confesar que Dios es justo.
"Para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre". Filipenses 2:10,11

JUSTICIA Y JUICIO

“Justicia y juicio son el cimiento de tu trono; misericordia y verdad van delante de tu rostro. Bienaventurado el pueblo que sabe aclamarte; andará, oh Jehová, a la luz de tu rostro”. Salmos 89:14,15
Continuando con la entrada anterior, la palabra cáncer no tiene connotaciones agradables. Aunque también se refiere a una constelación y a un signo del zodíaco, casi todos la relacionamos con una temible y devastadora enfermedad. Millones de personas reciben con dolor ese diagnóstico que horroriza, y aunque hoy en día existen mejores métodos de curación que en el pasado, todavía sigue siendo temible.
El tratamiento generalmente utilizado para combatir este mal consiste en bombardear primero con radiación o con fármacos el tejido afectado y finalmente en la extirpación quirúrgica de la masa rebelde.
De modo similar obró Dios para sanarnos del terrible mal llamado pecado.
Atacó primero el carácter individual de la transgresión, destruyendo el poder del pecado en cada ser humano mediante la virtud de su sangre derramada en el Calvario. Su sacrificio en la cruz hizo posible no solo que pudiéramos ser perdonados pagando el precio de nuestra redención, también nos limpió, nos justificó delante de Dios y nos otorgó poder para vencer al pecado.
Pero todavía la redención no se completó. Aún no hemos vuelto a la casa del Padre. La amenaza sigue en pie, el pecado todavía reina en este mundo, intentando corromper lo que Él rescató.
Por ello el Señor diseñó una cirugía radical. En su segundo advenimiento y en el juicio subsiguiente, Dios acabará con el pecado para siempre. Todo lo dañado por el cáncer de la transgresión será eliminado, todo rastro de pecado desaparecerá y el mal no se levantará otra vez.
Estos dos aspectos de su trato con el pecado estaban ejemplificados en los servicios del santuario del Antiguo Testamento. Este tenía dos fases: el servicio diario y el anual. En la primera fase se satisface la justicia, en la segunda se lleva a cabo el juicio para terminar con el pecado.
En el servicio diario se presentaban ofrendas que tenían que ver mayormente con pecados individuales. La sangre derramada cubría las demandas de la ley divina y el pecador se iba perdonado. Los sacrificios representaban a Cristo como un “cordero sin mancha y sin contaminación" (1 Ped. 1: 19) que moría en sustitución del culpable. El ministerio del Sumo Sacerdote reflejaba la obra de Jesús como sustituto y mediador ante el Padre. La justicia quedaba satisfecha a nivel individual.
Pero en el gran día de la Expiación, el servicio anual, se trataba con el pecado de toda la congregación: “Porque en este día se hará expiación por vosotros, y seréis limpios de todos vuestros pecados delante de Jehová... Y hará la expiación por el santuario santo, y el tabernáculo de reunión; también hará expiación por el altar, por los sacerdotes y por todo el pueblo de la congregación. Y esto tendréis como estatuto perpetuo, para hacer expiación una vez al año por todos los pecados de Israel”. Levítico 16:30,33,34
Los pecados individuales habían sido transferidos simbólicamente del altar de holocaustos al santuario por medio de la sangre que se derramaba frente al velo. Ahora debían ser definitivamente quitados de su pueblo mediante esta ceremonia anual que representaba el juicio.
El Sumo Sacerdote se despojaba de sus ropas de gala, usando la túnica común de lino y realizaba un ritual distinto. Del mismo modo, Cristo lleva a cabo ahora en el cielo una función diferente, actuando como Juez en el juicio previo al advenimiento; prefigurado por ese ritual, profetizado en Daniel 7 y anunciado en el Apocalipsis.
En la siguiente entrada volveré sobre este tema.
El plan divino de la redención solamente estará completo cuando todo vestigio del mal haya desaparecido. Al igual que el cáncer, no debe quedar trazas de él, no debe haber sombra de duda que pueda oscurecer el gozo de los salvados en toda la eternidad.
Si hemos de ver el rostro de Dios, lo haremos sin mancha de pecado.
¡Aleluya!

lunes, 21 de junio de 2010

LA PRIMERA MISIÓN DE LA IGLESIA

"Así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella, para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra, a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha". Efesios 5:25-27
Siempre afirmé que la actividad primordial de la iglesia era predicar el evangelio. Pero después de analizar este texto y otros semejantes me veo en la obligación de cambiar un tanto mi discurso. La primera misión de la iglesia, su gran obligación y su mayor necesidad, consiste en reflejar el carácter de Jesús. 
La predicación ocurrirá entonces por sí sola. El poder del evangelio se demostrará en vidas gloriosamente transformadas a la semejanza divina; un argumento que será irrebatible tanto para los hombres como para los demonios.
Pero pasaron ya casi dos mil años del momento en que Jesús dio su vida por nosotros. Pasaron cinco siglos desde la Reforma protestante y algo menos desde el despertar evangélico. Pasó más de un siglo y medio desde que se predicó por primera vez el mensaje de la segunda venida de Cristo.
Y todavía no estamos en su Reino.
¿Qué nos retiene aquí? ¿Falló acaso el poder de Dios?
"Los ángeles de Dios en sus mensajes dados a los hombres representan el tiempo como algo muy corto. Así es como siempre me ha sido presentado. Es cierto que el tiempo ha sido más largo de lo que habíamos esperado en los primeros días del mensaje. Nuestro Salvador no apareció tan pronto como lo esperábamos. ¿Pero ha fallado la Palabra de Dios? ¡Nunca! Debiera recordarse que las promesas y las amenazas de Dios son igualmente condicionales ... Tal vez tengamos que permanecer aquí en este mundo muchos años más debido a la insubordinación, como les sucedió a los hijos de Israel; pero por amor de Cristo, su pueblo no debe añadir pecado sobre pecado culpando a Dios de las consecuencias de su propia conducta errónea". Ev 504-505 (1901).
La razón primordial por la cual todavía estamos en este mundo de pecado no obedece a ninguna demora por parte de Dios, sinó en que, como iglesia, generación tras generación, no hemos permitido la obra de la gracia en nuestros corazones al punto de hallarnos listos para el cielo.
Que esta y no otra es la misión del remanente se ve en el siguiente texto de Pablo: "y de aclarar a todos cuál sea la dispensación del misterio escondido desde los siglos en Dios, que creó todas las cosas; para que la multiforme sabiduría de Dios sea ahora dada a conocer por medio de la iglesia a los principados y potestades en los lugares celestiales, conforme al propósito eterno que hizo en Cristo Jesús nuestro Señor". Efesios 3:9-11
Aunque siempre hubo en su medio hijos consagrados, fieles y obedientes, que brillaron en medio de las tinieblas del error, a la iglesia en conjunto le compete la tarea de llevar, como fragante perfume, el carácter del Salvador impreso en sus vidas.
El versículo antes citado no alude únicamente a nuestro testimonio ante los hombres, sinó ante las inteligencias celestiales. Ellas necesitan ver que el plan de salvación funciona, que la familia de Dios en la tierra está lista para unirse a su familia en el cielo. Está en la sabiduría del Señor revelar al universo los misterios de la redención por medio de su iglesia.
Por ello, el apóstol Pablo casi en todas sus cartas se refiere a: " la iglesia de Dios que está en..., a los santificados en Cristo Jesús, llamados a ser santos con todos los que en cualquier lugar invocan el nombre de nuestro Señor Jesucristo, Señor de ellos y nuestro". 1 Corintios 1:2
Se nos llama a ser santos, a alcanzar la perfección de carácter por medio del poder divino actuando en nuestras vidas. Y cualquiera que experimenta esa transformación se convierte en un testigo eficaz, deseoso de que todos acudan a recibir el agua de vida.
Tal es la misión de la iglesia; sumarse a la anhelante invitación final:"Y el Espíritu y la Esposa dicen: Ven. Y el que oye, diga: Ven. Y el que tiene sed, venga; y el que quiera, tome del agua de la vida gratuitamente". Apocalipsis 22:17
¿Cuál será el resultado de cumplir con nuestra misión?
"Cuando el fruto fuere producido, luego se mete la hoz, porque la siega es llegada". Cristo espera con un deseo anhelante la manifestación de sí mismo en su iglesia. Cuando el carácter de Cristo sea perfectamente reproducido en su pueblo, entonces vendrá él para reclamarlos como suyos.
Todo cristiano tiene la oportunidad no sólo de esperar, sino de apresurar la venida de nuestro Señor Jesucristo. Si todos los que profesan el nombre de Cristo llevaran fruto para su gloria, cuán prontamente se sembraría en todo el mundo la semilla del Evangelio. Rápidamente maduraría la gran cosecha final y Cristo vendría para recoger el precioso grano".- Palabras de vida del gran Maestro, págs. 46-48.
Llevemos hoy fruto abundante y maduro para su gloria.

sábado, 19 de junio de 2010

Himno Cotidiano

En este nuevo día
que me concedes, ¡oh, Señor!
dame mi parte de alegría
y haz que consiga ser mejor.

Dame tú el don de la salud,
la fe, el ardor, la intrepidez,
séquito de la juventud;
y la cosecha de verdad,
la reflexión, la sensatez,
séquito de la ancianidad.

Dichoso yo, si al fin del día,
un odio menos llevo en mí;
si una luz más mis pasos guía
y si un error más yo extinguí.

Y si por la rudeza mía
nadie sus lágrimas vertió,
y si alguien tuvo la alegría
que mi ternura le ofreció.

Que cada tumbo en el sendero
me vaya haciendo conocer
cada pedrusco traicionero
que mi ojo ruin no supo ver.

Y más potente me incorpore,
sin protestar, sin blasfemar.
Y mi ilusión la senda dore,
y mi ilusión me la haga amar.

Que dé la suma de bondad,
de actividades y de amor
que a cada ser se manda dar:
suma de esencias a la flor
y de albas nubes a la mar.

Y que, por fin, el siglo, engreído
en su grandeza material,
no me deslumbre hasta el olvido
de que soy barro y soy mortal.

Ame a los seres este día;
a todo trance halle la luz.
Ame mi gozo y mi agonía:
¡ame la prueba de mi cruz!
 Gabriela Mistral

GRATITUD

Este viernes por la mañana recibí una gratísima sorpresa: un regalo inesperado y caro que me hizo llorar (lo que no es frecuente en mí).
Me provocó además sentimientos encontrados al descubrir algunas facetas negativas de mi carácter.
Llevaba ya varios días bastante abatido por distintas circunstancias, luchando con las sombras que intentaban cubrir mi vida y creo que este regalo fue la manera en que el Señor me dijo cuánto me ama, de una manera que yo le prestara atención.
Este domingo en Argentina se celebra el día del padre. Les había pedido a mis alumnos de segundo grado una pequeña cantidad de dinero, para que llevaran un regalito a sus progenitores. Me sorprendí cuando algunos me trajeron una suma mayor y al averiguar de que se trataba, los pequeños solamente me pudieron decir que una mamá lo estaba pidiendo para otro regalo.
Pensé: -¡que desconsideración! alguien está juntando dinero sin consultarme.
Para mi vergüenza, descubrí entonces que los padres de mis alumnos se habían puesto de acuerdo para obsequiarme un costoso calzado deportivo.
Cuando me entregaron el regalo sentí tristeza por los pensamientos negativos que cruzaron por mi mente, entremezclados con sorpresa, admiración y una creciente gratitud por el esfuerzo realizado y la bondad que me habían manifestado sin yo merecerlo.
Me dolió descubrirme tan insensato. Fue un reproche directo del cielo hacia mí.
¡Cuántas veces juzgamos equivocadamente y actuamos mal en consecuencia! Y lo hacemos con nuestro prójimo y con nuestro Redentor. Vemos faltas imaginarias en los demás y los censuramos en nuestra mente sin verificar si los hechos corresponden con nuestra impresión.
¡Qué decir de nuestra actitud para con Dios! Tontamente y con excesiva frecuencia nos quejamos, desconfiamos y renegamos de la conducción de nuestro amoroso Padre Celestial. Pero a pesar de nuestra falta de gratitud él sigue brindándonos constantemente su generoso e ilimitado amor.
Pero mi mayor descubrimiento fue que, de este modo tan maravilloso, mi buen Dios me habló.
Me hizo ver que no tenía razón para entregarme al descontento, al desaliento y a rumiar desgracias imaginarias.
Comparto esta cita que me hizo pensar: "El lado brillante y feliz de nuestra religión será representado por todos los que se consagran diariamente a Dios. Ellos le expresarán su gratitud trayendo sus ofrendas de agradecimiento. No queremos deshonrar a Dios relatando lúgubremente las pruebas que nos parecen penosas. Todas las pruebas que se reciben como educativas producirán gozo. Toda la vida religiosa será elevadora, ennoblecedora, fragante de buenas palabras y acciones. El enemigo está contento de que las almas se quejen y tropiecen en el camino, que estén deprimidas, apesadumbradas, gimiendo; porque Satanás quiere que tales impresiones parezcan ser los efectos de nuestra fe". (Manuscrito 70, del 6 de noviembre de 1897, "Diario").
La lección que saco es que debo hablar más del amor, la misericordia, la compasión de Dios. 
Nada de sombras y abatimiento porque le dan la victoria al Diablo y nos quitan la paz, la esperanza y el gozo de la salvación. Tengo que hacer memoria de sus bondades, de su intervención poderosa en mi vida, de su perdón, de la luz que hallé en su presencia, del gozoso privilegio de trabajar para Él, del valor inmenso de las almas que me permitió traer a sus pies, de la comunión con mis hermanos y de los momentos de felicidad que me brindó.
Motivos de gratitud sobran...
Me uno para decir con el salmista:
"Como el ciervo brama por las corrientes de las aguas,
Así clama por ti, oh Dios, el alma mía.
Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo;
¿Cuándo vendré, y me presentaré delante de Dios?
Fueron mis lágrimas mi pan de día y de noche,
Mientras me dicen todos los días: ¿Dónde está tu Dios?
Me acuerdo de estas cosas, y derramo mi alma dentro de mí;
De cómo yo fui con la multitud, y la conduje hasta la casa de Dios,
Entre voces de alegría y de alabanza del pueblo en fiesta.
¿Por qué te abates, oh alma mía,
Y te turbas dentro de mí?
Espera en Dios; porque aún he de alabarle,
Salvación mía y Dios mío.
Dios mío, mi alma está abatida en mí;
Me acordaré, por tanto, de ti desde la tierra del Jordán,
Y de los hermonitas, desde el monte de Mizar.
Un abismo llama a otro a la voz de tus cascadas;
Todas tus ondas y tus olas han pasado sobre mí.
Pero de día mandará Jehová su misericordia,
Y de noche su cántico estará conmigo,
Y mi oración al Dios de mi vida.
Diré a Dios: Roca mía, ¿por qué te has olvidado de mí?
¿Por qué andaré yo enlutado por la opresión del enemigo?
Como quien hiere mis huesos, mis enemigos me afrentan,
Diciéndome cada día: ¿Dónde está tu Dios?
¿Por qué te abates, oh alma mía,
Y por qué te turbas dentro de mí?
Espera en Dios; porque aún he de alabarle,
Salvación mía y Dios mío.
Salmos 42

lunes, 14 de junio de 2010

REPRENDER EL PECADO

"Clama a voz en cuello, no te detengas; alza tu voz como trompeta, y anuncia a mi pueblo su rebelión, y a la casa de Jacob su pecado". Isaías 58:1
Recuerdo una ocasión de mi niñez en la que estabamos jugando en la cama de nuestros padres con mi hermano mayor. De pronto nos empeñamos en una encarnizada guerra de almohadas. Al escuchar los gritos y el ruido, una de mis hermanas mayores acudió para poner orden; pero en lugar de traer calma, ocupó mi lugar en la contienda tomándose a almohadazos con mi adversario, mientras yo me divertía con la ridícula escena.
Entre el pueblo de Dios sucede a veces algo similar, aunque no tiene nada de divertido.
Muchos hay que ven las faltas en los demás y se escandalizan, y se ocupan en denunciar el pecado ajeno; pero al intentar corregir el mal, con demasiada frecuencia se enredan en discusiones, provocando un perjuicio más grave que el que dicen combatir. Su ardor procede más bien del orgullo que de una santa indignación hacia el mal, y en seguida manifiestan un espíritu de crítica, condenación y enojo hacia sus propios hermanos, hiriendo a quienes debieran sanar.
La vocación "profética" de denunciar lo malo no es algo que uno deba asumir por cuenta propia.
Es cierto que los cristianos son llamados a denunciar la iniquidad con una voz clara y firme. No debe haber transigencia con Babilonia. Si callamos ante el pecado abierto, la injusticia y el error, nos hacemos cómplices de estos males como si los hicieramos nosotros mismos. Hay un refrán que dice sabiamente: "es tan ladrón el que espera en la puerta como el que roba en la huerta".
Esta obra triste, pero necesaria, fue la de los profetas de la antigüedad. Es también la tarea de los profetas modernos, y será la obra final del remanente que denunciará los pecados de Babilonia. El Señor comisionó a Isaías, a Jeremías, a Juan el Bautista entre otros para denunciar los males de quienes se llamaban a sí mismos el pueblo de Dios. Cristo mismo, con lágrimas en sus ojos, clamó contra la hipocresía de los dirigentes religiosos de su tiempo.
Pero es cierto también que la obra de corregir lo deficiente no debe estar en manos del criterio siempre falible de un solo hombre o de algunos pocos.
En las relaciones entre los hijos de Dios, Jesús dejó un modelo supremo en Mateo 18:15-17: "Por tanto, si tu hermano peca contra ti, ve y repréndele estando tú y él solos; si te oyere, has ganado a tu hermano. Mas si no te oyere, toma aún contigo a uno o dos, para que en boca de dos o tres testigos conste toda palabra. Si no los oyere a ellos, dilo a la iglesia; y si no oyere a la iglesia, tenle por gentil y publicano".
Es aquí la iglesia quien debe administrar la disciplina, luego de que se hubo tratado el asunto con la mejor de las cortesías y con el mayor tacto posible.
En el caso particular de que la iglesia se halle en decadencia o que ya esté en abierta apostasía, el asunto se encuentra todavía en las manos divinas.
Nadie debe pensar que ha sido comisionado para una obra de esa naturaleza en virtud de que no cayó en las faltas de sus hermanos. Emprender una reforma sin haber sido especialmente llamado por el Señor induce a la exaltación propia y producirá únicamente frutos amargos de disensión, contienda y división.
Cuidémonos de ser mensajeros sin mensaje. La Biblia advierte acerca de aquellos que proclaman: "Estate en tu lugar, no te acerques a mí, porque soy más santo que tú; éstos son humo en mi furor, fuego que arde todo el día". Isaías 65:5
El mensaje divino procura remediar el mal, corregir el error e inducir al arrepentimiento. Sus resultados, cuando la advertencia es obedecida, serán firmes conversiones, seguidas de una reforma y un reavivamiento genuinos.
Cuando los resultados no son estos, sinó que se manifiestan disensiónes, dura crítica, agrias denuncias y airadas descalificaciones, tengamos por seguro que el espíritu que dirige esa obra no es del cielo, sinó terrenal, animal, diabólica.
La cita siguiente dice con mucha sabiduría que: "Los hombres duros y criticones con frecuencia se disculpan o tratan de justificar su falta de cortesía cristiana porque algunos de los reformadores obraron con un espíritu tal, y sostienen que la obra que debe hacerse en este tiempo requiere el mismo espíritu; pero tal no es el caso. Un espíritu sereno y perfectamente controlado es el que más conviene en cualquier lugar, aun en la compañía de los más toscos. Un celo furioso no hace bien a nadie.... Aunque los ministros de Cristo deben denunciar el pecado y la impiedad, la impureza y la mentira, aunque son llamados a veces a reprender la iniquidad, tanto entre los encumbrados como entre los humildes, y a mostrarles que la indignación de Dios caerá sobre los transgresores de su ley, no deben ser intolerantes ni tiránicos; deben manifestar bondad y amor, y un espíritu deseoso de salvar más bien que de destruir".  Joyas de los Testimonios Tomo 1 Página 566
La iglesia de Cristo, su remanente del tiempo del fin, está todavía más necesitada de reprensión que el antiguo Israel o que la iglesia apostólica. Por algo se la identifica en la profecía de las 7 iglesias de Apocalipsis 2 y 3 con la tibia Laodicea, a quien Dios amenaza con vomitar de su boca (¡le da náuseas!).
Sin embargo no necesita ser reprendida por aquellos que todavía tienen que aprender de la mansedurmbre del Cordero de Dios, de la tierna simpatía del Buen Pastor hacia sus ovejas descarriadas, del amoroso trato del Padre, que castiga y reprende porque ama.
Clamemos al Señor por el poder de su Espíritu en nuestras vidas, oremos para que su iglesia sea purificada, pero no por mano humana, sinó por Aquel de quién se dijo: "Su aventador está en su mano, y limpiará su era; y recogerá su trigo en el granero, y quemará la paja en fuego que nunca se apagará". Mateo 3:12

viernes, 11 de junio de 2010

BIEN HECHO

"Verá el fruto de la aflicción de su alma, y quedará satisfecho". Isaías 53:11 .
La fidelidad en la obra del Santuario es un paréntesis agradable en la conflictiva y espasmódica historia del pueblo de Israel. Con frecuencia se habían quejado de sus aparentes dificultades, habían dudado de la conducción divina y se habían rebelado; incluso habían caído en la apostasía. Pero cuando Dios los perdonó después del incidente del becerro de oro, sacaron a relucir un espíritu de alegre consagración, de una generosidad y un entusiasmo que antes no habían manifestado.
"Y habló Moisés a toda la congregación de los hijos de Israel, diciendo: Esto es lo que Jehová ha mandado: Tomad de entre vosotros ofrenda para Jehová; todo generoso de corazón la traerá a Jehová; oro, plata, bronce, azul, púrpura, carmesí, lino fino, pelo de cabras, pieles de carneros teñidas de rojo, pieles de tejones, madera de acacia, aceite para el alumbrado, especias para el aceite de la unción y para el incienso aromático, y piedras de ónice y piedras de engaste para el efod y para el pectoral... De los hijos de Israel, así hombres como mujeres, todos los que tuvieron corazón voluntario para traer para toda la obra, que Jehová había mandado por medio de Moisés que hiciesen, trajeron ofrenda voluntaria a Jehová".  Exodo 35:4-9, 29
Se ilustra aquí el papel de la mente y el alma en el servicio a Dios. Lo que hicieron, lo hicieron voluntariamente y de corazón.
En primer lugar, la voluntad es clave en la salvación; no porque tenga virtud salvadora sino porque mediante ella tomamos decisiones que son la única vía para apropiarse de la bendición prometida.
La voluntad santificada por el Espírtitu Santo es una poderosa herramienta contra el pecado. Necesitamos decidir rendirle nuestra voluntad a Dios, decidir servirle, decidir ponernos de parte del Señor en sus batallas, decidir ser fieles en cada situación.
Pero no es un simple asunto intelectual. La entrega debe ser completa. Para ello debemos rendir también nuestro corazón, es decir nuestros sentimientos, afectos y deseos más profundos. Al rendir nuestra voluntad y nuestros afectos a Dios lo hacemos con la convicción de que dependemos absolutamente de Él. Nada de lo que tenemos o hacemos alcanza, nada es demasiado como para retenerse.
La pregunta del creyente no es: ¿cuánto es lo mínimo que puedo dar?, sinó: ¿qué más me falta?
Cuando ellos lo hicieron así, lo que siguió fue consecuencia natural de su completa consagración; la bendición del Señor
"Y tomaron de delante de Moisés toda la ofrenda que los hijos de Israel habían traído para la obra del servicio del santuario, a fin de hacerla. Y ellos seguían trayéndole ofrenda voluntaria cada mañana. Tanto, que vinieron todos los maestros que hacían toda la obra del santuario, cada uno de la obra que hacía, y hablaron a Moisés, diciendo: El pueblo trae mucho más de lo que se necesita para la obra que Jehová ha mandado que se haga. Entonces Moisés mandó pregonar por el campamento, diciendo: Ningún hombre ni mujer haga más para la ofrenda del santuario. Así se le impidió al pueblo ofrecer más; pues tenían material abundante para hacer toda la obra, y sobraba". Exodo 36:4-7
Ofrecer lo mejor para la causa de Dios es el fruto lógico de una vida que ya se ha rendido totalmente a Él.
Los resultados de la entrega completa de sus vidas y sus bienes al Señor no se hicieron esperar: la obra se había terminado, el blanco se había alcanzado y sobrepasado. Ya no se necesitaba que hicieran nada más.
"Cada mañana y cada tarde se ofrecía en holocausto sobre el altar un cordero de un año...  para simbolizar la consagración diaria a Dios de toda la nación y su constante dependencia de la sangre expiatoria de Cristo.   Hemos de entregarnos al servicio de Dios, y debiéramos tratar de hacer esta ofrenda tan perfecta como sea posible. Dios no quedará satisfecho sino con lo mejor que podamos ofrecerle. Los que lo aman de todo corazón, desearán darle el mejor servicio de su vida, y constantemente tratarán de poner todas las facultades de su ser en perfecta armonía con las leyes que los habilitan para hacer la voluntad de Dios". Cristo en su Santuario pag. 37
De la misma forma, en el tiempo final, Cristo está empeñado en finalizar con su obra expiatoria en el santuario del cielo, que hará evidente quién es suyo y quién no.
Cuando los hijos de Dios manifiesten el mismo espíritu que tuvo en esa ocasión el pueblo de Israel, la predicación del evangelio terminará y el plan de salvación verá su culminación. No habrá más nada que hacer en favor de la salvación de ningún ser humano.
Entonces, para recoger el fruto de la aflicción de su alma... Él vendrá.
"Los israelitas hicieron toda la obra tal y como el Señor se lo había ordenado a Moisés. Moisés, por su parte, inspeccionó la obra y, al ver que la habían hecho tal y como el Señor se lo había ordenado, los bendijo". Exodo 39:42,43 NVI
Si Dios inspeccionara la obra de nuestras vidas... ¿Saldríamos aprobados?...

sábado, 5 de junio de 2010

GETSEMANÍ


LA NOCHE

En la noche de tragedia
con mi Maestro salí.
Por la llaga de mi espíritu
se acercó Getsemaní.
Sobre la roca de mi alma
cayó el divino Rabí:
"Pasa, Señor, este cáliz,
pasa este cáliz de Mí".

En la noche de tragedia
me pidió: "Ruega hasta el fin".
En el flanco de la roca
con los demás me dormí.
La mirada del Maestro
sobre la frente sentí:
"Ni una hora de tinieblas
pudiste velar por Mí".
Cuando vi sangre y anhelos
en su frente de marfil;
cuando la copa de ajenjo
vi en la roca del jardín,
de redención traspasada
contra la noche caí:
"La copa de Tu amargura
déjame beber a mi".

El cáliz quedó en mis manos;
un sorbo apenas bebí:
la acritud de largos siglos
en un segundo sentí.
Como una daga de amores
la voz llegó del Rabí:
"La copa henchida de hieles
apuré, hombre, por ti".

EL DÍA

"Basta, divino Maestro,
no puedo esta hiel sufrir".
Y la noche se hizo día:
Jesús la bebió por mi

Leonilda A. Peverini

LA NIÑA DE SUS OJOS

"Oh Sion, la que moras con la hija de Babilonia, escápate. Porque así ha dicho Jehová de los ejércitos: Tras la gloria me enviará él a las naciones que os despojaron; porque el que os toca, toca a la niña de su ojo". Zacarías 2:7,8
En los días de Zacarías, el pueblo de Israel estaba pasando por un momento de gran incertidumbre, que se traducía en debilidad y derrotismo. Tras el entusiasmo inicial de volver a su patria, encontraron grandes dificultades para proseguir. Habían abandonado entonces la obra de reedificación del santuario y se habían dedicado cada uno a sus propios asuntos, con el triste convencimiento de que sus propias fuerzas no alcanzaban a cambiar el rumbo de las cosas.
Cuando todo sale mal y fracasan las mejores expectativas es cuando se hace evidente lo que hay en el corazón.
Es fácil en la bonanza ser amigable; pero cuando las cosas no marchan bien, el inconverso espíritu humano se irrita con sus hermanos, busca culpables, critica, acusa y se olvida de la misericordia.
El pueblo de Israel era consciente de que sus pecados habían causado el cautiverio, que incluso ahora mismo no estaban en la correcta relación con Dios. Les parecía que ya no podrían ser bendecidos por el favor divino. Fue allí cuando entró en acción el espíritu de profecía, por medio del sacerdote Esdras y los profetas Hageo y Zacarías; dándoles mensajes animadores y proveyendo los medios para continuar la obra de reconstrucción.  
Se presenta entonces la significativa visión del sumo sacerdote Josué intercediendo por su pueblo: "Me mostró al sumo sacerdote Josué, el cual estaba delante del ángel de Jehová, y Satanás estaba a su mano derecha para acusarle. Y dijo Jehová a Satanás: Jehová te reprenda, oh Satanás; Jehová que ha escogido a Jerusalén te reprenda. ¿No es éste un tizón arrebatado del incendio? Y Josué estaba vestido de vestiduras viles, y estaba delante del ángel. Y habló el ángel, y mandó a los que estaban delante de él, diciendo: Quitadle esas vestiduras viles. Y a él le dijo: Mira que he quitado de ti tu pecado, y te he hecho vestir de ropas de gala. Después dijo: Pongan mitra limpia sobre su cabeza. Y pusieron una mitra limpia sobre su cabeza, y le vistieron las ropas. Y el ángel de Jehová estaba en pie. Y el ángel de Jehová amonestó a Josué, diciendo: Así dice Jehová de los ejércitos: Si anduvieres por mis caminos, y si guardares mi ordenanza, también tú gobernarás mi casa, también guardarás mis atrios, y entre éstos que aquí están te daré lugar. Escucha pues, ahora, Josué sumo sacerdote, tú y tus amigos que se sientan delante de ti, porque son varones simbólicos. He aquí, yo traigo a mi siervo el Renuevo. Porque he aquí... quitaré el pecado de la tierra en un día.". Zacarías 3:1-9
Al atribulado pueblo que había salido de Babilonia se le dirigieron estas palabras llenas de consuelo:
  • Dios estaba decididamente a su lado para echar por tierra las acusaciones de Satanás.
  • En virtud de que los salvó, arrebatándolos del fuego, son suyos, le pertenecen.
  • Él reviste al pueblo de su propia justicia, quitando las viles vestiduras de los méritos humanos.
  • Pone además en su cabeza una mitra limpia, que en los sacerdotes llevaba la inscripción: "Santidad a Jehová".
  • Les invita a la obediencia por la fe.
  • Por medio del prometido Renuevo (Cristo), ofrece quitar sus pecados en "un día".
Esta visión es un símbolo de la obra de gracia que Jesús realiza ahora mismo desde el santuario celestial.
Intercede por su pueblo indigno, revistiendo a los que creen del albo manto de su propia justicia. Se goza en arrebatar sus víctimas al reino infernal de Satanás, para convertirlos en fieles testigos suyos ante el mundo. Los presenta ante el universo como su preciosa adquisición, la "niña de sus ojos".
Me encantó la cita siguiente: "El Señor Jesús está realizando experimentos en los corazones humanos, por medio de la manifestación de su misericordia y abundante gracia. Está realizando transformaciones tan sorprendentes que Satanás, con toda su triunfante jactancia, con toda su confederación del mal unida contra Dios y las leyes de su gobierno, se detiene para mirarla como una fortaleza inexpugnable ante sus sofismas y engaños. Son para él un misterio incomprensible. Los ángeles de Dios... contemplan con asombro y gozo cómo hombres caídos, una vez hijos de la ira, están desarrollando, por la enseñanza de Cristo, caracteres a la semejanza divina, para ser hijos e hijas de Dios, para desempeñar una parte importante en las ocupaciones y los deleites del cielo". La Iglesia Remanente Páginas 15,16
¡Ojalá los cristianos pudieran ver a la iglesia como la ve el Señor!
Aunque es cierto que necesitan correción, Dios no mira a sus hijos con frialdad y reprobación. Aunque conoce su debilidad, no les reprocha su condición caída. Por el contrario, les recuerda sus promesas y les extiende su gracia.
Son sus "experimentos de gracia", que dejan a los ángeles y a los demonios con la boca abierta y al mal sin excusa. Son el muro defensivo de la verdad, cotra el cual se estrella el mundo en rebeldía sin hacerle mella.
¡Ojalá los que rechazan a la iglesia por defectuosa pudieran contemplar esta visión!
Cesarían entonces las quejas, los reclamos, los reproches, las invectivas, las acusaciones y el espíritu de controversia.
Acabarían las demoras y todos nuestros recursos, nuestro tiempo y talentos se volcarían hacia los perdidos.
No tendríamos que preocuparnos por el rumbo de la iglesia ni pensar en crisis.
Jesús nos reconocería como suyos y vendría a buscarnos. 
¡Ojalá! Fea palabra por señalar algo que no se concreta. 
¡Cuánto me gustaría ya no tener que decir ojalá, sinó gozarme en verlo con mis ojos!
Bendiciones en Cristo.
Willy

miércoles, 2 de junio de 2010

SALIR DE BABIONIA IV

"Y a aquel que es poderoso para guardaros sin caída, y presentaros sin mancha delante de su gloria con gran alegría, al único y sabio Dios, nuestro Salvador, sea gloria y majestad, imperio y potencia, ahora y por todos los siglos. Amén". Judas 24,25

Nos queda por ver todavía la identidad de la Babilonia profética.
Aunque en un sentido personal, (como ya mencioné) Babilonia tiene un alcance universal, puesto que "todas las naciones han bebido del vino del furor de su fornicación" (Apocalipsis 18:3), las características que la profecía asigna a este poder son sumamente concretas:
  1. Es una mujer, que en la Biblia representa a la iglesia
  2. Pero es una adúltera, es decir un poder religioso apóstata
  3. Está sentada sobre una bestia, símbolizando la unión de la iglesia con el estado
  4. Blasfema, es decir presenta falsas enseñanzas
  5. Persigue y mata a los santos (mártires)
  6. Reina o ejerce dominio sobre los reyes de la Tierra
¿Quién cumple todos estos requisitos? Para saberlo debemos mirar hacia atrás, al pasado.
La Biblia rastrea la historia del pueblo de Dios desde los días de Adán hasta la muerte de los discípulos. A partir de allí debemos seguir sus huellas apoyándonos en registros extrabíblicos.
La historia debe ayudarnos a confirmar nuestra fe en la profecía, como lo dijo Jesús: "Y ahora os lo he dicho antes que suceda, para que cuando suceda, creáis." Juan 14:29
Al abordar la profecia desde el punto de vista de la historia, es bueno recordar que debemos ser muy cuidadosos, pues ésta admite varias lecturas.
Sin embargo, aunque podamos tener varias posturas sobre un hecho histórico, no deberíamos negar su existencia.
Podemos debatir sobre la época de Alejandro Magno o de Hitler, pero no podemos eliminar los hechos relacionados con ellos o negar su realidad, su influencia y sus conquistas militares sin caer en una falsedad intolerable.
La Babilonia mística fue anticipada en varios símbolos y figuras, tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo (ver por ejemplo Daniel 7 y 8; Mateo 10:16-22; Hechos 20:28-30; 2º Tesalonicenses 2).
Sería un proceso de apostasía que comenzaría en el seno mismo de la iglesia cristiana.
La corrupción no vendría desde fuera, surgiría de adentro y dejaría apenas unos pocos fieles. En el Apocalipsis 12:17 el dragón o Satanás se presenta haciendo guerra, ya no contra toda la iglesia, sino contra "el resto de la descendencia de ella" (la mujer simbólica).
El elemento tiempo también es determinante para lograr ubicarla. Este poder dominaría la cristiandad por 42 meses o 1260 días/años proféticos. (Daniel 7:25 ; Apocalipsis 11:3, 12:6,14; 13:5,6).
El "hombre de pecado" pensaría además en cambiar los tiempos y la ley. (Daniel 7:25). O sea que intentaría anular o cambiar los mandamientos de Dios.
Echaría por tierra el lugar de su Santuario (Daniel 8:11), reemplazando la mediación de Cristo en el Santuario del cielo por la mediación de seres humanos.
Quiero detenerme un instante para expresar dos cosas desde lo profundo de mi corazón:
1- No intento ofender a nadie, pero la historia y la Biblia coinciden en señalar hechos que fueron reconocidos públicamente por sus mismos dignatarios no hace mucho tiempo atrás.
2- La condición caída de Babilonia no incluye a todos los que están dentro; sinó el llamado a abandonarla no tendría sentido. Yo estuve en ella y se que aún hay mucho pueblo de Dios alli; hijos buenos y fieles que andan en toda la luz que recibieron.
Si alguien piensa: -"bueno, yo no pertenezco a esa confesión religiosa, así que"...
Haría bien en recordar que la profecía advierte que ella tiene "hijas", que adoptaron algunas de sus enseñanzas. Incluso hay muchos en la iglesia "correcta" que, sin estar en apostasía evidente, están bebiendo abundantemente de su vino.
Aunque Babilonia se encuentra en esa condición caída desde hace mucho, Dios no ha agotado su  amor ni su misericordia para ella. Sigue llamando.
Al terrible pregón del segundo ángel de Apocalipsis 14, debe unírsele todavía otro mensaje poderoso de amonestación que iluminará la tierra con su gloria.
A Babilonia y a sus hijas se dirige el llamado del ángel de Apocalipsis 18, diciendo en voz alta: "¡salid de ella pueblo mío!"
  • ¿Estás adentro? Debes salir.
  • ¿Bebes de su vino? Sal definitivamente.
  • ¿Te crees inmune a su atractivo? Sal ya. Corres un peligro mucho mayor.
Nos esperan tiempos de una gravedad abrumadora. Los engaños que el Dragón ha propiciado por medio de Babilonia casi han alcanzado su culminación y concluirán, como en la antigüedad, en intensa y cruel persecusión. Únicamente Jesús es capaz de conducirnos a salvo en medio de la tormenta de los últimos días. Nada ni nadie más puede darnos esperanza y seguridad en el angustioso tiempo final.
Pero pronto Babilonia será destruida y Dios vencerá. Habrá entonces un único Rebaño y un único Pastor.
¿Responderemos a su llamado?