sábado, 11 de junio de 2011

SIGUE PARTICIPANDO

“Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio.“ 2ª Timoteo 1:7
Una de las cosas que están cada vez más ausentes de la vida cristiana es la participación. No hablo de participar en los grandes eventos de evangelización, en convocaciones multitudinarias, agradables reuniones sociales o campamentos, sino en participar de la vida del evangelio.
¿Qué implica participar del evangelio?
Desde la óptica del apóstol Pablo, participar es sufrir dificultades, persecusión y todo tipo de incomodidades.
No presenta su ministerio como el de alguien que solamente tiene que preparar buenos sermones, viajando con comodidad de un lado a otro, parando en buenos hoteles y recibiendo toda clase de atenciones.
Nada de popularidad, de megaiglesias, o de estadios llenos con música potente y cantantes pagos. No había expectativas de recibir diezmos abundantes o dinero de la venta de sus libros.
Ni por asomo soñaba en participar en política, en programas de opinión televisiva, o en movilizaciones para “cambiar la sociedad”. Más bien, era por principio un excluido de ella.
Escribiendo a Timoteo le dice: “no te avergüences de dar testimonio de nuestro Señor, ni de mí, preso suyo, sino participa de las aflicciones por el evangelio según el poder de Dios” (2ª Timoteo 1:8).
Y también “Acuérdate de Jesucristo, del linaje de David, resucitado de los muertos conforme a mi evangelio, en el cual sufro penalidades, hasta prisiones a modo de malhechor; mas la palabra de Dios no está presa. Por tanto, todo lo soporto por amor de los escogidos, para que ellos también obtengan la salvación que es en Cristo Jesús con gloria eterna” (2ª Timoteo 2:8-10).
¿Participa hoy la mayoría de nosotros de este espíritu? 
Me temo que para buena parte de los cristianos nos resulta desconocido.
Aunque en algunos lugares nuestros hermanos ya están siendo perseguidos, sea individual o colectivamente, la abrumadora mayoría vive (¿vivimos?) un evangelio que no levanta oposición y le da descanso al diablo.
Pero se acerca el día en que participar volverá a ser una actividad de alto riesgo. 
Ni bien se despierte la iglesia de su sueño, recuperando su fervor misionero y su amor por las almas, se levantarán nuevamente los fuegos de la persecusión y la intolerancia (y en un grado jamás alcanzado).
Pero esta perspectiva no debería inquietarnos, “porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio.“ 2ª Timoteo 1:7
En realidad, la oposición resulta necesaria para separar la paja del buen grano, las ovejas de los cabritos, el trigo de la cizaña. Es el medio aprovechado por el Señor para que se haga evidente quiénes son sus verdaderos discípulos. Las dificultades prueban las almas y fortalecen la fe, pues cuando tenemos abundancia resulta fácil declararse cristiano, pero en la escasez muchos aflojan y se apartan. 
Los panes y los peces atraen gente, pero el oprobio y el rechazo atraen a verdaderos discípulos.
No esperemos un tiempo futuro lleno de peligros para reaccionar. Dios espera que participemos ahora mismo. Tenemos las armas para enfrentar tal lucha, cual es el poder  el poder del Espíritu Santo, el amor de Cristo y el dominio propio que surge de una firme y fiel adhesión a su causa.
Participar de los sufrimientos de Cristo es más que un honor para los verdaderos creyentes. “Palabra fiel es esta: si somos muertos con él, también viviremos con él; si sufrimos, también reinaremos con él;    si le negáremos, él también nos negará. si fuéremos infieles, él permanece fiel; Él no puede negarse a sí mismo” (2ª Timoteo 1:11-13).
Participemos del espíritu correcto, el espíritu que impera en el cielo. El mismo espíritu de abnegación y renunciamiento propio que caracterizó la vida de Jesús en la tierra, y que por largo tiempo los ángeles han esperado ver manifestarse en nosotros.
Participemos con valor del avance del evangelio, “porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio.“ 2ª Timoteo 1:7
¿Lo tenemos?

A DIOS LE DA LO MISMO

¿Qué significa este título...?
¿Será que para Dios habrá algo que le dé lo mismo...?
¿Estoy acaso queriendo decir que nuestro Señor es indiferente a alguna situación...?
Estoy seguro que algunos protestarían ante tal pensamiento. 
Si bien el Señor no es impasible ni neutral en lo que tenga que ver con el pecado, o con cualquier otra situación que aflija a sus hijos, hay cosas que a Él no le afectan en lo más mínimo. 
En realidad, lo que a Dios le da lo mismo, juega a nuestro favor. Que Él no haga diferencias nos resulta una bendición.
Él no se hace problemas:
  • Para salvar: “Dijo, pues, Jonatán a su paje de armas: Ven, pasemos a la guarnición de estos incircuncisos; quizá haga algo Jehová por nosotros, pues no es difícil para Jehová salvar con muchos o con pocos.” 1ª Samuel 14:6
  • Para ayudar: “Y clamó Asa a Jehová su Dios, y dijo: ¡Oh Jehová, para ti no hay diferencia alguna en dar ayuda al poderoso o al que no tiene fuerzas! Ayúdanos, oh Jehová Dios nuestro, porque en ti nos apoyamos, y en tu nombre venimos contra este ejército. Oh Jehová, tú eres nuestro Dios; no prevalezca contra ti el hombre”. 2ª Crónicas 14:11
  • Para justificar: “[otorgando] la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que creen en él. Porque no hay diferencia”. Romanos 3:22
  • Para bendecir: “Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen; para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos”. Mateo 5:44,45
  • Para juzgar: “En este mismo tiempo estaban allí algunos que le contaban acerca de los galileos cuya sangre Pilato había mezclado con los sacrificios de ellos. Respondiendo Jesús, les dijo: ¿Pensáis que estos galileos, porque padecieron tales cosas, eran más pecadores que todos los galileos? Os digo: No; antes si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente”. Lucas 13:1-3
Tenemos un Dios que no es indiferente sino ilimitado. No se halla restringido como nosotros por el tiempo ni por el espacio; no se pone ansioso por circunstancias adversas, no le importan los números, ni sufre por falta de recursos o de ideas; nada de aquello que nos cause perplejidad le afecta a él de la misma forma.
El Dios Todopoderoso, invariable e ilimitado está a nuestro favor ¡Aleluya!
Pero necesitamos tener presente que aunque a Dios le den lo mismo, las cosas no son así para nosotros. Por causa de nuestra humana limitación, debemos prestar atención para no caer en fatal error.
Los sacerdotes del antiguo pacto, además de ofrecer sacrificios y mediar entre Dios y el pueblo debían ser maestros: “Y enseñarán a mi pueblo a hacer diferencia entre lo santo y lo profano, y les enseñarán a discernir entre lo limpio y lo no limpio.” Ezequiel 44:23
Lamentablemente de ellos se dice: “Sus sacerdotes violaron mi ley, y contaminaron mis santuarios; entre lo santo y lo profano no hicieron diferencia, ni distinguieron entre inmundo y limpio; y de mis días de reposo apartaron sus ojos, y yo he sido profanado en medio de ellos”. Ezequiel 22:26
Para el cristiano no todo da lo mismo; debemos ser cuidadosos y estar capacitados para discriminar entre el bien y el mal. Debemos tener afinados nuestros “sentidos espirituales” para conocer la diferencia entre lo que le agrada al Señor y lo que no.
De lo contrario nos sucederá como a aquellos religiosos de la época de Jesús, a quienes dijo con tristeza: “Y os digo que vendrán muchos del oriente y del occidente, y se sentarán con Abraham e Isaac y Jacob en el reino de los cielos; mas los hijos del reino serán echados a las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes.” Mateo 8:11,12
Para todo hijo de Dios y especialmente para quienes vivimos en el umbral de los tiempos, las pequeñas cosas hacen grandes diferencias. Nos toca ser completamente fieles o perecer, nos toca examinar nuestra propia experiencia y por la gracia de Dios quitar todo estorbo y fuente de contaminación espiritual para nosotros y para los demás.
No es lo mismo la verdad que el error, no da igual guardar o no un mandamiento por pequeño que parezca, no tienen el mismo resultado la transigencia y la obediencia, no es lo mismo profesar una religión que ser cristiano.
Deberíamos tener presente el consejo del apóstol: “si invocáis por Padre a aquel que sin acepción de personas juzga según la obra de cada uno, conducíos en temor todo el tiempo de vuestra peregrinación”. 1ª Pedro 1:17
Bendiciones