jueves, 30 de septiembre de 2010

MARCA REGISTRADA

"Aclamad a Dios con alegría, toda la tierra. Cantad la gloria de su nombre; poned gloria en su alabanza. Decid a Dios: ¡Cuán asombrosas son tus obras! Por la grandeza de tu poder se someterán a ti tus enemigos. Toda la tierra te adorará, y cantará a ti; cantarán a tu nombre. Venid, y ved las obras de Dios, temible en hechos sobre los hijos de los hombres". Salmos 66:1-5
A comienzos del siglo XX, el pastor O.E. Davis viajó al interior de las selvas de Guyana en respuesta al ruego de un jefe indígena que había soñado con un hombre blanco que llegaba con un libro negro. El pastor Davis deseaba alcanzar a este pueblo a quienes Dios había hablado por medio de una visión, pero el viaje era difícil y peligroso. Llegó cerca del monte Roraima, donde enfermó de malaria y luego murió. Sus esfuerzos no fueron en vano porque muchos en la tribu aceptaron el evangelio y adoptaron para sí el nombre del abnegado misionero. Son conocidos como los "indios Davis".
Historias como esta pueblan nuestros relatos misioneros. A lo largo de los siglos muchos hombres y mujeres, a veces familias enteras dejaron sus comodidades para llevar el mensaje del evangelio "a todo el mundo", como lo reclama la gran comisión.
Se cumplen ya 150 años de que un grupo insignificante de creyentes, remanente del movimiento millerita, adoptara como propio el nombre de Adventistas del 7º Día, pasando a convertirse hoy en una iglesia de alcance e influencia mundial.
¿Qué significa nuestro nombre?
Como en el relato inicial, adoptamos un nombre para honrar lo que creemos, como señal de las doctrinas que consideramos más relevantes y apropiadas para definirnos, y para definir nuestra misión como cristianos.
Ser "adventistas" es desear con todo el corazón la venida de Cristo, para acabar con el largo reinado del pecado sobre la raza humana. La añadidura "del 7º día" coloca en lugar relevante los mandamientos de Dios, sobre todo el sábado como memorial de la creación.
Ninguna de estas doctrinas tendría sentido si se las colocara fuera del contexto de nuestra necesidad de la gracia divina, de la justificación por la fe y del sacrificio expiatorio de Jesús. Pero en su debido marco, el sábado y el advenimiento magnifican las grandes doctrinas anteriores, revelan el amor de Dios y nos libran tanto de la gracia barata como del legalismo.
Estas dos características no solo nos diferencian de otros grupos religiosos, nos remiten al gran tema de la adoración. A quién, cómo y por qué adoramos.
¿Qué importancia tiene este aniversario?
Para mí significa tres cosas:
  • Alabanza al Señor
  • Cuidadosa reflexión
  • Necesidad de reforma y reavivamiento
Al mirar hacia atrás en la historia, los adventistas podemos gozarnos en lo que ha hecho Dios por nosotros.
De un pequeño y desanimado grupo que creía en la venida de Cristo para 1844, nos convertimos en una iglesia de relevancia mundial.
Bajo la influencia del poder divino, se levantaron hombres de fe y valor para avanzar hasta los más apartados confines del planeta llevando el mensaje del advenimiento; se estableció un pequeño periódico que creció hasta convertirse literalmente en raudales de luz que circundan el globo; progresó de una pequeña escuelita local a cientos de colegios y universidades en todas partes. Nuestro nombre y nuestro mensaje, antes desconocido e impopular, es hoy conocido y respetado.
Y así podríamos hablar de nuestra obra médica, de la asistencia a los necesitados, de vidas transformadas...
En mi corta experiencia de algo más de tres décadas al servicio de su causa, pude ver cumplirse las profecías que había estudiado. En el desarrollo de la historia y en la evolución de la sociedad observé también que hito tras hito de las señales han ido quedando atrás.  Estamos hoy más cerca de Su Venida. Con cada día que pasa, mi esperanza crece más y más, anhelando que sea hoy mismo ese magnífico día.
Si somos creyentes de verdad, los acontecimientos actuales nos gritan con fuerza:
¡DESPIERTEN!
Aunque la noche del mal para nosotros se hace desesperadamente larga, no obstante, podemos confiar que Dios no nos olvido ni se le han ido las cosas de las manos.
Todavía veremos actuar al Señor poderosamente en nuestro favor completando su tarea y viniendo a buscarnos. Si bien muchos de entre los nuestros abandonarán la fe para seguir "doctrinas de demonios" (1ª Timoteo 4:1), la lluvia final del Espíritu moverá los corazones y millones se convertirán en un día. Él evangelio triunfará al final.
Alabemos a Dios por esto.
Pero debemos precavernos del triunfalismo y del orgullo espiritual. No nos gloriemos como Nabucodonosor de la "Babilonia que hemos edificado".
El primer hecho doloroso e incontrastable para nosotros, que decimos ser su pueblo verdadero, la iglesia visible, el remanente final, es que todavía estamos de este lado de la eternidad.
No llegamos a nuestro hogar. No alcanzamos la meta. Cristo todavía no vino.
Segundo hecho innegable: ¿Ha mantenido el grueso de la iglesia el espíritu fervoroso y fiel de sus pioneros? Lamentablemente no.
Como en la fábula de Samaniego, muchos discuten si son galgos o lebreles los perros que amenazan comerlos. No debemos desperdiciar nuestro tiempo en debates, en herirnos mutuamente, o en intentar demostrar que tenemos razón, cuando miles necesitan oír que Cristo viene antes de que su tiempo de gracia termine. La apostasía y la rebelión, la mundanalidad y la indiferencia, por otra parte, están siempre presentes amenazándonos.
El anciano Juan recuerda a las iglesias dos consejos muy pertinentes:
"Recuerda, por tanto, de dónde has caído, y arrepiéntete, y haz las primeras obras; pues si no, vendré pronto a ti, y quitaré tu candelero de su lugar, si no te hubieres arrepentido". Apocalipsis 2:5
"Sé vigilante, y afirma las otras cosas que están para morir; porque no he hallado tus obras perfectas delante de Dios". Apocalipsis 3:2
Necesitamos recordar que si somos algo, lo somos por la gracia de Dios. Nada debemos al hombre, que es apenas un instrumento. La Biblia advierte en forma contundente: "Maldito el varón que confía en el hombre, y pone carne por su brazo, y su corazón se aparta de Jehová". Jeremías 17:5
Recordemos y apreciemos a nuestros pioneros. Pero tengamos la honestidad de ser como ellos. Honremos su memoria con hechos y no con palabras.
Valoricemos los logros, pero no nos equivoquemos al atribuírlos a otro que no sea nuestro maravilloso Dios.
Busquemos con humildad la gracia divina para estos peligrosos días que tenemos por delante. Nos esperan grandes conflictos por delante, pero también el glorioso triunfo final.
Aferrémonos a la promesa: "Por cuanto has guardado la palabra de mi paciencia, yo también te guardaré de la hora de la prueba que ha de venir sobre el mundo entero, para probar a los que moran sobre la tierra. He aquí, yo vengo pronto; retén lo que tienes, para que ninguno tome tu corona". Apocalipsis 3:10,11
MARANATHA

miércoles, 22 de septiembre de 2010

BUEN ENCUENTRO

“Era Abraham ya viejo y bien avanzado en años y Jehová había bendecido a Abraham en todo. Y dijo Abraham a un criado suyo, el más viejo de su casa, que gobernaba en todo lo que tenía” (Génesis 24:1,2)
Siempre hemos oído llamar a Abraham "el padre de la fe", por la manera en que se sometió en todo a la conducción divina.  Este gran hombre no solamente creía, sino que transmitía con eficacia su convicción a quienes le rodeaban. Puede decirse con toda justicia que también fue el primer misionero posterior al diluvio. Pero en el texto aparecen no uno, sino dos hombres mayores tomando en serio las promesas de Dios; el mismo patriarca y su sirviente.
El criado era con seguridad Eliezer (Génesis 15: 2), que aunque provenía de Damasco, era creyente en el Dios de Abraham. El ejemplo piadoso de su amo sin duda había sido suficientemente poderoso como para imitarlo. Pero la fe que manifestó en esa ocasión no era una simple copia; la suya era una fe sólida y firme en un Poder que contesta las oraciones del más humilde de sus hijos.
La misión encomendada a este humilde y fiel anciano era delicada; tenía que buscar para el hijo de su señor una mujer de su misma sangre y de su misma fe. No sería lo mismo cualquier señorita pagana, por bella y talentosa que fuese.
Vemos en las instrucciones que recibió y en su respuesta una fe sin límites en la conducción divina. El convencimiento de Abraham era que el mismo Dios que lo había llevado allí, “el enviará su ángel delante de ti, y tú traerás de allá mujer para mi hijo…” (vers. 7)
Cargando diez camellos colmados de regalos, Eliezer marcho con un rumbo definido, pero al mismo tiempo fue a la ventura. No podía saber el resultado de su viaje ni tenía seguridad de encontrar a una joven que cumpliera tan altos requisitos.
La oración del sirviente fue “Y dijo: oh Jehová, Dios de mi señor Abraham, dame, te ruego, el tener hoy buen encuentro y haz misericordia con mi señor Abraham”. (vers. 12)
Con fe sincera, encomendó su viaje al Altísimo y pidió tener "buen encuentro". Pidió tener éxito en su empresa y que Dios demostrara el amor que tenía hacia su amo.
En toda la oración no encontramos ninguna consideración egoísta o preocupación personal. No usó apelaciones que busquen  obligar o "sobornar" al Señor como hacen algunos predicadores modernos. Nada de promesas o votos de incierto cumplimiento.
En la infantil confianza de este hombre, todo lo que tenía que hacer era pedir y luego esperar el resultado de su petición. Sus deseos estaban tan identificados con los de Dios que no deseaba sino ver como se haría realidad su ferviente oración.
La Biblia dice: "y esta es la confianza que tenemos en él, que si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad, él nos oye. Y si sabemos que él nos oye en cualquiera cosa que pidamos, sabemos que tenemos las peticiones que le hayamos hecho". 1º Juan 5:14,15
Eso es todo lo que hace falta. Lo pides, lo tienes. Nada más.
Entonces...¿por qué cuesta tanto creerlo?
Recordemos que "tenemos un Dios cuyo oído no está cerrado a nuestras peticiones, y si probamos su palabra, él honrará nuestra fe. El quiere que entretejamos todos nuestros intereses con los suyos, y luego podrá bendecimos sin peligro, porque entonces no nos apoderaremos de la gloria cuando seamos bendecidos, sino que le daremos toda la alabanza a Dios. Dios no siempre contesta nuestras oraciones la primera vez que acudimos a él, porque si lo hiciera así, nosotros daríamos por sentado que tenemos derecho a todas las, bendiciones y favores que él derrama sobre nosotros. En lugar de escudriñar nuestros corazones para ver si abrigábamos algún mal, si accedíamos al pecado, nos tornaríamos descuidados y dejaríamos de comprender nuestra dependencia de él... " Dios nos Cuida Página 112
La clave se halla en la dependencia. Eliezer y Abraham pusieron todo en manos de Dios. Tanto el comienzo como el final exitoso del viaje dependían por entero de la dirección divina.
Es como cuando emprendemos un viaje en avión. Nos subimos y nos relajamos confiando en la capacidad del  piloto. Ponemos todo en sus manos, confiando en que sabe lo que hace; de lo contrario no subiríamos. 
El resultado de su encuentro llevó al criado a la adoración: ”y me incliné y adoré a Jehová, Dios de mi señor Abraham, que me había guiado por camino de verdad…” (vers. 48)
¡Qué maravilloso es ver la obra de Dios y gozarnos en sus resultados!
Pedimos poco tal vez porque esperamos poco. Si tuviésemos la misma sencilla confianza en que Dios hará exactamente como dice en su Palabra, pediríamos con más cosas y con mayor frecuencia. Si lo hacemos para su gloria el resultado seguro será, tal como le pasó a Eliezer, maravillarnos de la respuesta del Señor.
¿No quieres esta mañana (o a cualquier hora del día), pedir al Señor tener un "buen encuentro"?

domingo, 19 de septiembre de 2010

COLUMNAS

"Al que venciere, yo lo haré columna en el templo de mi Dios, y nunca más saldrá de allí; y escribiré sobre él el nombre de mi Dios, y el nombre de la ciudad de mi Dios, la nueva Jerusalén, la cual desciende del cielo, de mi Dios, y mi nombre nuevo". Apocalipsis 3:12
¿Qué significa que seremos hechos columnas?
A primera vista, las columnas están inmóviles, no hacen nada, solo están allí. Esto no es muy agradable.
Pero el texto dice que no saldremos del templo y la presencia de Dios, y que tendremos escrito el nombre de la Nueva Jerusalén sobre nosotros -en sentido simbólico- lo cual da sentido de permanencia; mientras que en esta tierra todo es efímero. Eso es bueno.
En la Biblia habla mucho sobre las columnas. Pablo refiere que  "Jacobo, Cefas y Juan, que eran considerados como columnas, nos dieron a mí y a Bernabé la diestra en señal de compañerismo". Gálatas 2:9
Ser columnas, aplicado a las personas implica que se trata de quienes pueden soportar el peso de la obra de Dios. Los líderes, los entendidos, los que saben qué hacer y cómo hacerlo. Se necesita esa clase de personas hoy, que sean firmes y constantes, honestos y confiables como las columnas; que puedan soportar el calor del día y la oposición de los incrédulos y traidores. Estos apóstoles eran los de mayor ascendencia entre sus hermanos, sus principales dirigentes.
¡Qué bueno que el Señor nos promete que en su reino vamos a tener el alto honor de ser considerados columnas de su templo!
Pero para serlo allí, debemos comenzar aquí, en el lugar que nos toca evangelizar, a desempeñar nuestra tarea de la mejor manera posible. Los verdaderos discípulos son misioneros, que cumplen el cometido celestial de predicar el evangelio a toda criatura (Mateo 24:14).
Pero de manera especial quiero referirme a las columnas que Salomón hizo construir para su magnífico templo: "Y vació dos columnas de bronce; la altura de cada una era de dieciocho codos(alrededor de 6 metros)... Hizo también dos capiteles de fundición de bronce, para que fuesen puestos sobre las cabezas de las columnas; la altura de un capitel era de cinco codos, y la del otro capitel también de cinco codos... Estas columnas erigió en el pórtico del templo; y cuando hubo alzado la columna del lado derecho, le puso por nombre Jaquín, y alzando la columna del lado izquierdo, llamó su nombre Boaz". 1º Reyes 7:15, 16, 21
Estas dos columnas eran de bronce fundido y todo indica que no sostenían la estructura, más bien tenían una función puramente ornamental.
Es un dato curioso, pero no menor, que a ambas se les colocaron nombres. A la de la derecha se la llamó Jaquín, "Él establece"; a la de la izquierda se la denominó Boaz, "fuerza o firmeza".
Los comentadores de la Biblia han tratado de desentrañar el significado literal y espiritual de estas construcciones. Hay muy buenos comentarios al respecto. Sin pretender alcanzar la altura de ninguno de ellos, me gustaría proponer algunas aplicaciónes de este tema.
Tengo algunos conocidos que le ponen nombre a sus autos o a otros objetos inanimados de su propiedad, lo cual resulta algo simpático. Pero nuestro Dios no es ni extravagante ni ocurrente; todo lo que hace -y lo que permitió que quedara registrado en su Palabra- tiene un sentido.
¿Por qué les pondría nombre a estas dos columnas?
  • En primer lugar, las columnas nos hablan de la increíble gracia de Dios. Estaremos en el cielo porque Él lo quiso. Así como ellas fueron colocadas en el templo sin ser necesarias para sostenerlo; del mismo modo somos incorporados como "templo de Dios" (1º Corintios 3:16) sin mérito o capacidad por nuestra parte.
  • Jaquín nos dice que Dios es el que nos establece en su reino. Él llama, convence, convierte, perdona y justifica al pecador, adoptándolo como hijo suyo amado. "Nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús" (Efesios 2:6). Nos ve ya como triunfadores. Alabemos al Señor por la inagotable y amorosa provisión hecha para nuestra redención, que brota de la cruz de Cristo.
  • Boaz testifica que "Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad" (Filipenses 2:13). Nos justifica, si, pero también nos santifica, otorgándonos el poder del Espíritu Santo para hacer su voluntad y obedecer sus mandamientos. La gracia divina sería insuficiente si no tuvieramos la fuerza y la firmeza necesarias para abandonar el pecado y vencer, luego de haber sido perdonados. Por su poderosa intervención "somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen como por el Espíritu del Señor" (2º Corintios 3:18).
  • Finalmente, el propósito principal de las columnas era contribuir a la belleza del edificio. Somos los experimentos de su gracia, que dejarán satisfechos al resto de la creación, con el justo trato que el Señor dio al pecado y a los pecadores. Cada redimido adornará el templo celestial con la pureza de un carácter transformado por la gracia divina; testificando por los siglos al resto del universo el amor, la bondad y la justicia de Dios
Es muy pertinente para los cristianos de hoy la exhortación del apóstol:  
"Mas el Dios de toda gracia, que nos llamó a su gloria eterna en Jesucristo, después que hayáis padecido un poco de tiempo, él mismo os perfeccione, afirme, fortalezca y establezca". 1 Pedro 5:10
Seamos columnas.

sábado, 18 de septiembre de 2010

ATEÍSMO

"Sabiendo primero esto, que en los postreros días vendrán burladores, andando según sus propias concupiscencias, y diciendo: ¿Dónde está la promesa de su advenimiento? Porque desde el día en que los padres durmieron, todas las cosas permanecen así como desde el principio de la creación. Estos ignoran voluntariamente, que en el tiempo antiguo fueron hechos por la palabra de Dios los cielos, y también la tierra, que proviene del agua y por el agua subsiste, por lo cual el mundo de entonces pereció anegado en agua; pero los cielos y la tierra que existen ahora, están reservados por la misma palabra, guardados para el fuego en el día del juicio y de la perdición de los hombres impíos". 2 Pedro 3:3-7
Un ateo no es alguien que no cree en la existencia de Dios, sino alguien que preferiría que Él no exista. Su sola mención le molesta, le perturba. Llamativamente, parece que no hay ateos en contra de la existencia de Alá, o Buda, o cualquier otro aparte del Dios de los cristianos; por lo tanto se puede decir que el ateísmo es fundamentalmente anticristiano."Ve" a Dios (alguien de quien asegura que no existe) como injusto, irracional y restrictivo.
La Palabra de Dios anticipaba ya la aparición de personas que ignorarían voluntariamente al Señor y andarían según su propio criterio. Desde que Satanás tentó a Adán y Eva con la mentira primigenia, diciéndoles que al desobedecer serían "como Dios", casi cada ser humano ha intentado hacer un dios de sí mismo. Los resultados están a la vista.
No intento aquí descalificar a los ateos, puesto que el evangelio  enseña a no descartar a nadie. Sería además pagarles con la misma moneda, lo cual es ajeno al espíritu cristiano.
Comprendo incluso que alguien diga que no cree en Dios, puesto que la maldad en el mundo y la inconsecuencia de los que se dicen cristianos lo descalifica. Hay, por qué negarlo, en el mismo seno de la iglesia verdaderos ateos portando carteles de "cristianos". Entiendo a aquellos que dicen haber sido chasqueados por los que debiéramos representar a Cristo. Es comprensible...
Nada más quiero exponer aquí diez conclusiones personales al respecto.
No soy ateo porque:
  1. El cristianismo es una religión de fe y esperanza, en cambio el ateísmo se basa en el descreimiento y la incertidumbre.  
  2. El Espíritu divino albergado en el alma trae gozo, paz y orden a la vida; el ateísmo conduce a la anarquía y la insubordinación. 
  3. Aunque el cristiano no tenga todas las respuestas, sí tiene muchas; el ateísmo en cambio, sólo tiene todas las preguntas y ninguna respuesta satisfactoria.
  4. Conocer a Dios nos lleva a la humildad, renegar de él nos lleva a la terrible arrogancia del "yo me basto solo".
  5. La relación con Dios trae sabiduría, su ausencia trae una total ignorancia disfrazada de conocimiento.
  6. El siervo de Cristo se vuelve prudente, el que lo rechaza cae en una insensatez que se hace pasar por amplitud de criterio.
  7. El que es impulsado por Dios adquiere dominio propio, los que no creen en él ceden a cualquier pasión y se gozan en el pecado.
  8. Conocerle da sentido a la vida, pero, como lo dice esta poesía que enlazo, (ver El hombre sin Dios) el ateo no tiene rumbo cierto.
  9. El creyente es libre y por eso respeta la ley, el ateo está en rebelión contra toda ley por considerarla una limitación de su libertad.
  10. Quien es cristiano auténtico respeta a los demás, quien niega a Dios lo manifiesta con burlas y con la descalificación del pensamiento ajeno.
Esta filosofía de vida es algo así como intentar practicar algún deporte sin tener en cuenta ninguna de sus reglas. Además de ser una experiencia caótica y frustrante, se perdería toda la diversión.
El siguiente comentario, aunque un poco extenso, me parece que da en el clavo al exponer los resultados del ateísmo: "Más acertado sería que las naciones aboliesen sus estatutos y dejaran al pueblo hacer lo que quisiese, antes de que el Legislador del universo anulase su ley y dejase al mundo sin norma para condenar al culpable o justificar al obediente. ¿Queremos saber cuál sería el resultado de la abolición de la ley de Dios? El experimento se ha hecho ya. Terribles fueron las escenas que se desarrollaron en Francia   cuando el ateísmo ejerció el poder. Entonces el mundo vio que rechazar las restricciones que Dios impuso equivale a aceptar el gobierno de los más crueles y despóticos".  El Conflicto de los Siglos Página 584
Lo sucedido durante la revolución francesa es muy ilustrativo. La existencia de Dios fue negada por decreto de la asamblea revolucionaria. La temible guillotina no paraba de funcionar, llevandose la vida de enemigos y "aliados" por igual. La justicia, el derecho  y la virtud perdieron totalmente su valor. Con razón se llamó a aquel período "el reinado del terror" (que duró desde septiembre de 1793 a la primavera de 1794). Fue consecuencia directa del rechazo abierto a la autoridad de Dios y su ley.
La cita continúa diciendo: "Cuando se echa a un lado la norma de justicia, queda abierto el camino para que el príncipe del mal establezca su poder en la tierra. Siempre que se rechazan los preceptos divinos, el pecado deja de parecer culpa y la justicia deja de ser deseable. Los que se niegan a someterse al gobierno de Dios son completamente incapaces de gobernarse a sí mismos. Debido a sus enseñanzas perniciosas, se implanta el espíritu de insubordinación en el corazón de los niños y jóvenes, de suyo insubordinados, y se obtiene como resultado un estado social donde la anarquía reina soberana. Al paso que se burlan de la credulidad de los que obedecen las exigencias de Dios, las multitudes aceptan con avidez los engaños de Satanás. Se entregan a sus deseos desordenados y practican los pecados que acarrearon los juicios de Dios sobre los paganos". Idem ant.
Tenemos un ejemplo más moderno en los regímenes ateos surgidos en el siglo XX, como la revolución bolchevique, la "revolución cultural" china, o el declarado ateísmo de Albania, que no pudieron apagar el hambre de Dios en sus ciudadanos, incluso bajo la más cruel represión. Todas estas naciones volvieron a sus antiguas formas religiosas (o algunas nuevas), hastiadas de opresión, abuso y miseria por parte de aquellos que les prometieron libertad.
En conclusión; el ateísmo se lleva todo y no me deja nada. No quiero eso para mí.
He encontrado algo mejor y no pienso cambiarlo: a Cristo mi Señor y Salvador, quien constituye la razón de mi vida.
Puedo decir confiadamente con el bíblico poeta:
"Hallé luego al que ama mi alma; lo así, y no lo dejé". Cantares 3:4

martes, 14 de septiembre de 2010

UNA VIDA DOBLE

Nuestra comunión verdaderamente es con el Padre, y con su Hijo Jesucristo. (1 Juan 1: 3).
"Nada es más necesario en nuestro trabajo que los resultados prácticos de la comunión con Dios. Debemos mostrar con nuestra vida diaria que tenemos paz y descanso en el Salvador. Su paz en el corazón se reflejará en el rostro. Dará a la voz un poder persuasivo. La comunión con Dios ennoblecerá el carácter y la vida. Los hombres verán que hemos estado con Jesús como lo notaron en los primeros discípulos. Esto comunicará al obrero un poder que ninguna otra cosa puede dar. No debe permitir que cosa alguna lo prive de este poder.
Hemos de vivir una vida doble: Una vida de pensamiento y de acción, de silenciosa oración y fervoroso trabajo.
Todos los que están en la escuela de Dios necesitan de una hora tranquila para la meditación, a solas consigo mismos, con la naturaleza y con Dios... Cada uno de nosotros ha de oír la voz de Dios hablar a su corazón. Cuando toda otra voz calla, y tranquilos en su presencia esperamos, el silencio del alma hace más perceptible la voz de Dios. Él nos dice: "Estad quietos, y conoced que yo soy Dios" (Salmo 46: 10). Esta es la preparación eficaz para toda labor para Dios. En medio de la presurosa muchedumbre y de las intensas actividades de la vida, el que así se refrigera se verá envuelto en un ambiente de luz y paz. Recibirá nuevo caudal de fuerza física y mental. Su vida exhalará fragancia y dará prueba de un poder dividno que alcanzará a los corazones de los hombres.
Muchos, aun en sus momentos de devoción, no reciben la bendición de la verdadera comunión con Dios. Están demasiado apremiados. Con pasos presurosos penetran en la amorosa presencia de Cristo y se detienen tal vez un momento dentro de ese recinto sagrado, mas no esperan consejo. No tienen tiempo para permanecer con el divino Maestro. Vuelven con sus preocupaciones al trabajo.
Estos obreros jamás podrán lograr el mayor éxito hasta que aprendan cuál es el secreto de la fuerza. Tienen que dedicar tiempo a pensar, orar, esperar que Dios renueve su poder físico, mental y espiritual. Necesitan la influencia elevadora de su Espíritu. Al recibirla, serán vivificados con nueva vida. El cuerpo gastado y el cerebro cansado se refrescarán, y el corazón abrumado se aliviará".
Tomado de: ¡Maranata: El Señor Viene! Página 123

domingo, 12 de septiembre de 2010

¿CERCANO O LEJANO?

Recuerdo aquella vez en Mar del Plata (Argentina), en que me perdí en la playa. Tendría por entonces unos 7 u 8 años. El colorido espectáculo de las carpas y sombrillas, las incontables personas en sus trajes de baño, la arena dorada y caliente, las risas y los gritos, el olor de la sal en el viento; todo formaba un cuadro fascinante para un niño pequeño. Entretenido como estaba, sin darme cuenta, me alejé de mi familia. Cuando me vi perdido, naturalmente comencé a llorar (¿qué otra cosa podía hacer un niño?).
¿Dónde estaban mis familiares? No podía verlos.
La gente aplaudía y yo continuaba llorando sin entender nada, pero por suerte, el corro que se había formado a mi alrededor atrajo a mis hermanas, y pronto pude reunirme con ellos.
Pero hay una tragedia mayor que no saber donde están nuestros seres queridos. Es la de quienes han perdido de vista al Salvador.
En el día de la resurrección de Cristo, la primera en acudir junto a su tumba fue María Magdalena. Entre todos los seguidores de Jesús, nadie evidenció mayor devoción que esta despreciada mujer. Fue allí para descargar su pena por lo que había sucedido.
"Pero María estaba fuera llorando junto al sepulcro... y vio a dos ángeles con vestiduras blancas, que estaban sentados el uno a la cabecera, y el otro a los pies, donde el cuerpo de Jesús había sido puesto. Y le dijeron: Mujer, ¿por qué lloras? Les dijo: Porque se han llevado a mi Señor, y no sé dónde le han puesto". Juan 20:11-13
Hallar la tumba vacía la llenó de dudas y desconcierto. Al dolor de la pérdida ahora se sumaba la desaparición del cuerpo físico de su amado Señor. Estaba tan abrumada que no advirtió que había ángeles allí y que el que buscaba estaba cercano.
En forma similar al caso de María, existen hoy muchos cristianos confundidos, que perdieron de vista al Señor. Les parece lejano, pues no lo ven ni en las circunstancias ni en las personas que dicen seguirle. Viven llorando con una sensación de inseguridad y pérdida, sin hallar paz ni gozo en su experiencia cristiana. No importa cuanto aplaudan los demás los progresos de la obra de Dios, ellos no son felices.
Alguien se ha llevado a su Señor y no lo encuentran. Esta es una tragedia muy actual y muy frecuente.
Es bien cierto que la situación aparenta ser desesperada. Cualquiera puede ver que la condición de la iglesia hoy no es la que debería ser. Hay hipocresía, debilidad, mundanalidad y tibieza espiritual por todas partes. Esto pasa no solo en la iglesia adventista, sinó en cada denominación cristiana. Sobran motivos para llorar por nuestra condición y la de la iglesia. Por todos lados y de todos los sectores se levantan además durísimos cuestionamientos a casi cada práctica o doctrina del cristianismo.
Pero no necesitamos caer en el desaliento. Como la Magdalena, lo que necesitamos es sentir un anhelo profundo por la presencia del Maestro: "Cuando había dicho esto, se volvió, y vio a Jesús que estaba allí; mas no sabía que era Jesús. Jesús le dijo: Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas? Ella, pensando que era el hortelano, le dijo: Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto, y yo lo llevaré". Juan 20:14,15
Aunque en su dolor no percibía que Cristo estaba a su lado, su actitud es ejemplar. En su angustia no se paralizó, sinó que pasó a la acción, demostrando su ferviente deseo de tenerlo cerca. No se conformaría con menos.
Vale preguntarse si es que Dios está lejano o cercano de nosotros en este malvado mundo en que vivimos.
-¿Por qué no interviene, por qué no hace algo para frenar nuestro pesar y nuestro llanto? -dicen muchos-
Nuestro Dios no se ha alejdo de nosotros, por el contrario, está bien cerca, tal como lo afirman las Escrituras:
  • Porque ¿qué nación grande hay que tenga dioses tan cercanos a ellos como lo está Jehová nuestro Dios en todo cuanto le pedimos? Deuteronomio 4:7
  • Cercano está Jehová a los quebrantados de corazón; Y salva a los contritos de espíritu. Salmos 34:18
  • Cercano está Jehová a todos los que le invocan, A todos los que le invocan de veras. Salmos 145:18
Para toda tristeza, dolor o pérdida, ya sea física o espiritual, el remedio es el mismo que halló la hermana de Lázaro junto a la tumba vacía. La presencia del Salvador. No necesitamos confundirnos o dudar. Porque con él a nuestro lado nos sentiremos plenos y saciados. Ninguna otra cosa puede hacer desvanecer la incertidumbre y el desánimo. Si lo hemos perdido de vista, su presencia es todo lo que necesitamos.
El bálsamo para la duda y la perplejidad están en experimentar, al igual que ella, el gozo del encuentro: "Jesús le dijo: ¡María! Volviéndose ella, le dijo: ¡Raboni! (que quiere decir, Maestro). Jesús le dijo: No me toques, porque aún no he subido a mi Padre; mas ve a mis hermanos, y diles: Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios. Fue entonces María Magdalena para dar a los discípulos las nuevas de que había visto al Señor, y que él le había dicho estas cosas". Juan 20:16-18
¿Estás llorando? ¿Te parece que Dios se ha alejado de tu vida? ¿Tienes dudas?
Él está cercano.
Tenemos que secar nuestras lágrimas para poder darnos cuenta que Él no se ha ido lejos, que está cerca, a nuestro lado, deseando impartirnos seguridad, gozo y paz.
Él está cercano.
El mismo lo aseguró: "he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo". Mateo 28:20
Aunque, como María, tengamos que esperar un rato más el momento del abrazo; aunque hoy su presencia física nos sea negada, podemos volver nuestros ojos a la luz de su presencia, y salir a dar las nuevas de que hemos visto al Señor. Un mundo que yace en tinieblas necesita la seguridad que proporciona ese mensaje.
Tengamos confianza, él está cercano.

VENCER AL DIABLO

"Y le llevó el diablo a un alto monte, y le mostró en un momento todos los reinos de la tierra. Y le dijo el diablo: A ti te daré toda esta potestad, y la gloria de ellos; porque a mí me ha sido entregada, y a quien quiero la doy. Si tú postrado me adorares, todos serán tuyos". Lucas 4:5-7
Finalizando esta serie de temas sobre la victoria, quiero ocuparme de nuestro mayor enemigo, que aparece en la Escritura con varios nombres: Lucifer, Satanás, el Diablo, el Demonio.
Su obra es la tentación, su fuerza reside en nuestra propia debilidad, sus armas son la seducción, la mentira y el engaño. Su fin será la destrucción.
Los creativos de publicidad hacen gala de ingenio para vendernos todo tipo de productos. Había uno en la TV que me resultaba muy gracioso. Una mujer se veía muy relajada mientras decía: - ¿Qué sería mi vida sin...? (y nombraba ¡un jabón para lavar la ropa!). El colmo de la felicidad estaría entonces ¿en un jabón?
Somos blanco de todo tipo de mensajes mentirosos que intentan vendernos algo; pero su autor lleva siglos haciéndolo.
Satanás es quien inventó la mentira y el engaño; ya en el Edén, nuestros primeros padres tuvieron que hacer frente a sus sofismas, y así ha sido con cada generación subsiguiente. Jesús les dijo a sus oponentes: "Vosotros sois de vuestro padre el diablo, y los deseos de vuestro padre queréis hacer. El ha sido homicida desde el principio, y no ha permanecido en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando habla mentira, de suyo habla; porque es mentiroso, y padre de mentira". Juan 8:44
Diseña toda clase de engaños que cautivan los sentidos de multitudes; vende ilusiones, propaga chismes y calumnias, presenta todo lo que agrada al corazón irregenerado. Su objetivo es separarnos de Dios y arrastrarnos hacia sus redes para que quedemos presos.
El vicio es presentado como virtud. La satisfacción de cada mal deseo se presenta como la meta de la vida. La intemperancia en todos los aspectos aparece como un signo de prosperidad. Sus milagros mentirosos como provenientes del Señor. Falsifica además los dones del Espíritu, haciendo parecer que los que están bajo su poder son instrumentos del bien. Fomenta la apostasía y la mundanalidad en la iglesia, desacreditando así el nombre de Dios.
Así como tentó a Cristo, tienta a cada ser humano para corromperlo y apartarlo de las fuentes de la salvación. Su meta es aliarnos a su rebelión contra el cielo.
Recibiremos a cambio, como "premio" por servirle, la infelicidad, la desgracia, el dolor y la muerte.
Pero en la Biblia se nos invita a resistir sus sugestiones:
  • "Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar; al cual resistid firmes en la fe". 1 Ped. 5: 8, 9.
  • " Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros". Sant. 4: 7
  • "Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo". Efesios 6:11
Aunque es un ángel poderoso, acompañado por una incontable legión de seguidores igualmente vigorosos, no es invencible. En el desierto de la tentación Jesús lo venció por completo. Las armas que utilizó están a nuestra disposición.
Contamos con toda la ayuda necesaria para triunfar contra Satanás y su hueste. Elena de White afirma: "Dios es hoy tan poderoso para salvar del pecado como en los tiempos de los patriarcas, de David y de los profetas y apóstoles. La multitud de casos registrados en la historia sagrada, en los cuales Dios libró a su pueblo de sus iniquidades, debe hacer sentir al cristiano de esta época el anhelo de recibir instrucción divina y celo para perfeccionar un carácter que soportará la detenida inspección del juicio" (Joyas de los Testimonios, tomo 1, págs. 438, 442, 443).
El Demonio es un enemigo vencido, cuyo fin está cerca. Él sabe que le queda poco tiempo para ser destruido y procura la perdición del mayor número posible para hacer sufrir a Dios.
En contraste con ese triste cuadro, la recompensa ofrecida a los vencedores supera toda imaginación.
La tierra nueva, la vida eterna, la comunión con Cristo cara a cara, el gozo sin fin, libertad de la enfermedad y de la muerte, la realización de todas nuestras aspiraciones, la compañía de los santos y los ángeles, la naturaleza restaurada y el universo entero como campos de estudio; todavía queda mucho por nombrar, pero eso es lo que el Señor prometió.
Él se comprometió mediante juramento que nos haría herederos de esas glorias diciendo: "El que venciere heredará todas las cosas, y yo seré su Dios, y él será mi hijo". Apocalipsis 21:7
¿Caeremos en sus engaños o venceremos? El honor de nuestro Dios y nuestra salvación eterna están en juego.

sábado, 11 de septiembre de 2010

VENCIENDO AL MUNDO

"El cual se dio a sí mismo por nuestros pecados para librarnos del presente siglo malo, conforme a la voluntad de nuestro Dios y Padre". Gálatas 1:4
La Biblia usa las expresiones siglo o mundo, para referirse, entre otras cosas, a lo terrenal en contraste con lo espiritual. A un sistema de vida de la sociedad que no conoce a Dios, porque no quiere, por estar dominada por Satanás, la codicia, el ansia de poder y el egoísmo. También representa una multitud malvada y hostil a Dios. 
  • "¡Oh almas adúlteras! ¿No sabéis que la amistad del mundo es enemistad contra Dios? Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios". Santiago 4:4
  • "El que fue sembrado entre espinos, éste es el que oye la palabra, pero el afán de este siglo y el engaño de las riquezas ahogan la palabra, y se hace infructuosa". Mateo 13:22
  • "No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta". Romanos 12:2
  • "Porque por ahí andan muchos... que son enemigos de la cruz de Cristo; el fin de los cuales será perdición, cuyo dios es el vientre, y cuya gloria es su vergüenza; que sólo piensan en lo terrenal". Filipenses 3:18,19
La línea se traza claramente.
El mundo es malo, ahoga el amor por la verdad, está en enemistad con Dios y debe ser rechazado por los que desean hacer el bien. Todo lo que de el proviene está contaminado por el pecado y el error.
Los que quieren vencer, como decía en las entradas anteriores, además de vencerse a sí mismos, deberán luchar contra la influencia externa de este sistema perverso. El gobernante de este mundo (aunque usurpador) es el diablo, quien ha diseñado todo tipo de tentaciones y placeres para hacerlo poderosamente atractivo. El poder, el dinero, el lujo, la posición social, las ventajas materiales, las perversiones de lo bueno; todas se encaminan en dirección contraria a la cruz.
Antes de dirigirse al Calvario, nuestro Salvador oró por nosotros con estas palabras: "Yo les he dado tu palabra; y el mundo los aborreció, porque no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del mal. No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad". Juan 17:14-17
No esperemos que sean eliminadas todas las influencias pecaminosas. No seremos arrebatados de esta tierra para librarnos del mal. Nos toca permanecer en el mundo luchando para no ser de él.
Entonces... ¿Cómo haremos para vencer?
Un dicho popular expresa: "no podemos evitar que los pájaros vuelen sobre nuestra cabeza, pero podemos evitar que hagan nido en ella".
Podemos resistir la influencia de lo terrenal en nuestra vida, aferrándonos a Cristo y a su palabra; podemos decidir echar nuestra suerte con la verdad y la justicia. Jesús lo hizo y pudo decir que hacía siempre lo que a Dios le agradaba.
En la Biblia hay, además del de Cristo, sonados casos de personajes que vencieron al mundo y a la carne, en fiero conflicto con el enemigo:
Enoc, Noé y Abraham ejemplifcan a los que caminan con Dios en medio de una generación corrupta, sin mancharse con ella.
Nehemías, Daniel y José son modelo de aquellos que están en el mundo, incluso ocupando cargos de responsabilidad, y son fieles hasta las últimas consecuencias, sin transigir con lo malo.
Moisés, Elías y Juan el Bautista son prototipo de los creyentes del tiempo del fin. Habiéndose apartado de la sociedad y encontrado con el Señor, volvían al mundo con el mensaje divino de arrepentimiento y reforma que los salvaría de la destrucción.
Decir todo esto es más sencillo que luchar contra la fascinación de nuestros sentidos y la corriente de engaño, corrupción y perversidad que emana del presente sistema de cosas. Reconozco que el mundo es muy atractivo.
Pero por más encantador que parezca, recordemos que su hermosura es pasajera y no tiene destino de eternidad. Su gloria es pura y vana ilusión.
En el día del regreso de nuestro Señor, todo lo deslumbrante de este siglo desaparecerá en un instante, para dar paso a lo eternamente duradero: "Pero el día del Señor vendrá como ladrón en la noche; en el cual los cielos pasarán con grande estruendo, y los elementos ardiendo serán deshechos, y la tierra y las obras que en ella hay serán quemadas. Puesto que todas estas cosas han de ser deshechas, ¡cómo no debéis vosotros andar en santa y piadosa manera de vivir, esperando y apresurándoos para la venida del día de Dios, en el cual los cielos, encendiéndose, serán deshechos, y los elementos, siendo quemados, se fundirán!" 2 Pedro 3:10-12
¿De qué lado estaremos?
Enfatizo para finalizar que:
  • Podemos vencer por medio de la fe.
  • Jesús murió para hacerlo posible.
  • La victoria ya es nuestra.
La Biblia lo confirma diciendo: "Porque todo lo que es nacido de Dios vence al mundo; y esta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe". 1 Juan 5:4

martes, 7 de septiembre de 2010

VICTORIA SOBRE EL YO

Milón de Crotona fue un célebre atleta griego de la antigüedad que destacó en la lucha, y que en los Juegos Olímpicos ganó 32 veces el premio. Se cuenta que cierto día llevó un ternerito recién nacido sobre sus espaldas dando la vuelta al estadio con el; y repitió ese hecho cada día, hasta que el animal tuvo cuatro años. Lo echó nuevamente sobre sus espaldas, recorriendo con esta carga unos 120 pasos, y lo mató luego de un puñetazo.
Semejante hazaña, si era cierta, se debía a que su esfuerzo fue constante y progresivo. Otra hubiera sido la historia si hubiese comenzado con un buey adulto. En nuestra lucha contra el mal vale el mismo principio.
Si bien la muerte de Cristo abrió la victoria contra el pecado, la aplicación de los méritos de su victoria a nuestra vida es un asunto diario, una lucha de todos los días que acabará recién cuando el Señor venga. No habrá descanso, porque nuestros enemigos jamás duermen.
En la entrada anterior decía que tenemos que luchar contra nosotros mismos (la carne), contra el mundo y contra el Diablo, pero que en primer lugar debemos vencernos a nosotros mismos. ¿Por qué vencer al yo tiene tan alta prioridad?
Consideremos esta cita: "Debemos dar a Dios todo el corazón o, de otra manera, el cambio que se ha de efectuar en nosotros, y por el cual hemos de ser transformados conforme a su semejanza, jamás se realizará... La guerra contra nosotros mismos es la batalla más grande que jamás hayamos tenido. El rendirse a sí mismo, entregando todo a la voluntad de Dios, requiere una lucha; mas para que el alma sea renovada en santidad, debe someterse antes a Dios". El Camino a Cristo pag. 43
¡No hay otra batalla mayor!
Esto es por que "Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá?" Jeremías 17:9
Jesús enseñó también que tenemos que cuidarnos más de lo interno que de lo exterrno. En cierta ocasión en que los discípulos comían sin el lavamiento ceremonial de las manos, los fariseos objetaron al Señor esa conducta. El les respondió que tenía prioridad lo de adentro, "porque de dentro, del corazón de los hombres, salen los malos pensamientos, los adulterios, las fornicaciones, los homicidios, los hurtos, las avaricias, las maldades, el engaño, la lascivia, la envidia, la maledicencia, la soberbia, la insensatez. Todas estas maldades de dentro salen, y contaminan al hombre". Marcos 7:21-23
No necesitamos buscar otro a quien echarle la culpa por nuestros males. Debemos comenzar por reconocer humildemente que "toda cabeza está enferma y todo corazón doliente" (Isaías 1:5); que en lugar de hacer lo bueno, tendemos al mal en cada una de nuestras acciones como resultado de una naturaleza degenerada por el pecado. Esto no significa rebajarse o desmerecerse, es simple y pura honestidad en quienes aceptamos como verdadera la luz de la Palabra de Dios.
El fermento del pecado comienza entonces en el interior de nuestro ser. Su poder reside en que "cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido. Entonces la concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, da a luz la muerte". Santiago 1:14,15
¡Tremenda batalla nos espera! En comparación, cualquier otra resulta sencilla de luchar. 
Pelear contra nosotros mismos es como combatir contra nuestra sombra. Cada golpe que lanzamos choca contra nuestros puños sin causar más daño que el que nos infligimos. Por más que nos esforcemos, que tiremos nuestro más poderosos golpes o aunque nos movamos con la velocidad del rayo, no podemos derrotarla. Es un ejercicio completamente inútil.
¿Cómo podemos triunfar contra tan poderoso adversario, que para peor, está dentro nuestro?
Si bien resulta paradójico, triunfamos cuando nos rendimos. En la historia de la lucha de Jacob contra el Ángel del Señor (aquí era Cristo mismo), encontramos un modelo de victoria contra el yo.
Durante toda su vida, el mañoso patriarca había engañado y manipulado, había mentido y se había esforzado en mejorar su situación por medio de sus propios esfuerzos. Sus ardides únicamente le habían traído desarraigo, desgracia y sufrimiento.
Al volver a su hogar, la gratitud por las bendiciones de Dios se mezclaban con los recuerdos de sus faltas y pecados. Deseaba tener la seguridad de contar con la bendición divina. Quería saber que sus pecados habían sdo perdonados. Le angustiaba además el enfrentamiento con su rencoroso hermano.
"Y se levantó aquella noche... y pasó el vado de Jaboc... Así se quedó Jacob solo; y luchó con él un varón hasta que rayaba el alba. Y cuando el varón vio que no podía con él, tocó en el sitio del encaje de su muslo, y se descoyuntó el muslo de Jacob mientras con él luchaba. Y dijo: Déjame, porque raya el alba. Y Jacob le respondió: No te dejaré, si no me bendices. Y el varón le dijo: ¿Cuál es tu nombre? Y él respondió: Jacob. Y el varón le dijo: No se dirá más tu nombre Jacob, sino Israel; porque has luchado con Dios y con los hombres, y has vencido". Génesis 32:22-28
No fue sino hasta que desistió de luchar con sus propias fuerzas y se abrazó suplicante a los pies del Señor, que llegó a ser un vencedor. Las heridas de esa lucha llegaron a ser su mayor bendición, porque testificaban de su victoria  ¡Qué ejemplo para nosotros!
El secreto de la victoria no es ningún secreto. Consiste en renunciar diariamente al yo, escondiéndolo en nuestro poderoso Salvador.
Caigamos cada día a los pies de Jesús, y aferrándonos de él, digamos con todo nuestro ser y en plena certidumbre de fe: "no te dejaré si no me bendices".

lunes, 6 de septiembre de 2010

VICTORIA COMPLETA

"Vi también como un mar de vidrio mezclado con fuego; y a los que habían alcanzado la victoria sobre la bestia y su imagen, y su marca y el número de su nombre, en pie sobre el mar de vidrio, con las arpas de Dios". Apocalipsis 15:2
Tanto el deporte como la guerra nos han legado heroicos y vibrantes relatos de victorias; algunas nobles y altruistas, otras trágicamente egoístas. El prestigio, el honor, la libertad, la verdad, la justicia, la patria, el bien ajeno, etc., son algunos de los ideales que se evocan para alcanzarla.
De ellas también se nutre la Sagrada Escritura para representar el triunfo del bien sobre el mal, de Cristo sobre Satanás.
La victoria, al igual que todo en la vida cristiana, se obtiene por gracia. Si bien se nos anima a contender "ardientemente por la fe una vez dada a los santos" (Judas 3), la Biblia deja en claro que solo se puede vencer por medio de Cristo. El asunto fundamental es que sin duda tendremos que hacer nuestra parte, pero, para no ser derrotados, no debemos centrarnos en nuestros esfuerzos sino en la sumisión al poder y al propósito divino.
Consideremos los siguientes pasajes:
  • "Mas gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo". 1 Corintios 15:57
  • "El caballo se alista para el día de la batalla; Mas Jehová es el que da la victoria". Proverbios 21:31
  • "Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó". Romanos 8:37
  • "Mas a Dios gracias, el cual nos lleva siempre en triunfo en Cristo Jesús, y por medio de nosotros manifiesta en todo lugar el olor de su conocimiento". 2 Corintios 2:14
En los textos anteriores se ve con claridad que vencer es no solo posible, es necesario; incluso diría obligatorio.
De esta manera llevamos gloria al nombre de Dios y mostramos al mundo que somos sus testigos. Es así como llegamos a ser la luz del mundo. Cuando por la fe el triunfo de Jesús pasa a ser el nuestro, confirmamos la validez y el poder del evangelio.
Para triunfar, además de la gracia divina hacen falta determinación, firmeza y esfuerzo, como lo afirma la cita siguiente:
"Determinémonos a ser victoriosos. Busquemos una medida grande de gracia divina. . . No seamos dominados por los elementos del mundo, sino mostremos que estamos resueltos a llegar a ser vencedores día tras día y hora tras hora. Los ángeles de Dios están velando sobre nosotros cada día. . . Representemos a Cristo y a la verdad dondequiera vayamos para que podamos permanecer en esa posición donde podemos glorificar a Dios. Mis hermanos y hermanas, Jesús anhela interceder por vosotros. Aferraos a Jesús. Esforzaos por ser vencedores para que el Salvador pueda daros la bienvenida a la ciudad de Dios donde podréis cantar los triunfos de la gracia redentora".
En Lugares Celestiales pag. 280
Pero...¿victoria sobre que o sobre quién?
Para poder alcanzar el triunfo, tenemos primero que saber contra quienes luchamos.
Nuestro adversario fundamental es el pecado, y hay tres temibles instrumentos suyos con los cuales debemos lidiar:
  1. La carne, es decir nuestra naturaleza pecaminosa, nuestros malos deseos y pasiones que nos desvían de Dios
  2. El mundo, entendido como las cosas y personas que nos apartan de los designios divinos. 
  3. El Diablo, nuestro enemigo por excelencia.
En las próximas entradas, desarrollaré más ampliamente estos tres puntos. Como anticipo, quiero decir que los coloqué así deliberadamente en función de su importancia.
Porque nuestro principal enemigo no es Satanás ni el influjo de lo mundano, el peor de todos es nuestro yo, como lo afirmara un célebre escritor italiano: "Temo a un solo enemigo que se llama, yo mismo". (Giovanni Papini)
Reitero:
Vencer es necesario. De otro modo deshonramos a nuestro Señor.
Vencer es indispensable. O no entraremos en la patria celestial.
Vencer es posible. Todos los recursos del cielo están empeñados en ello.
Vencer es una obligación. El universo quiere vernos vencedores.
Vencer es nuestro privilegio. Cristo pagó con su sangre para hacerlo posible.
Él ya nos ve en pie sobre el mar de vidrio, como triunfadores, entonando un canto de alabanza y gratitud por la victoria. El mérito será entonces (tal como debe serlo ahora), todo para el Cordero. Nadie se atribuirá ni un átomo de crédito por la derrota final de nuestro temible adversario. Los que estemos allí (¿te incluyes también?) sabremos por experiencia que sin el poder de la cruz y la resurrección de Jesús lo único seguro sería la perdición eterna. Habiendo elegido al Señor, venceremos al Diablo, al mundo y a la carne.
No basta desearla, debemos reclamarla cada día. La victoria es por sobre todo, una cuestión de elección.
¿Qué elegiremos?
Hay maravillosas promesas en la Escritura para quienes deseamos ser victoriosos. Echemos mano de ellas para transitar con éxito la áspera senda que tenemos por delante, hasta que se cumpla la promesa final:"Al que venciere, le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono". Apocalipsis 3:21

sábado, 4 de septiembre de 2010

LA CREACIÓN Y YO

"Porque Dios, que mandó que de las tinieblas resplandeciese la luz, es el que resplandeció en nuestros corazones, para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo". 2º Corintios 4:6
Cuando era chico, me gustaba observar a las hormigas.
Al mirar su organización y trabajo, la complejidad del hormiguero y sus hábiles movimientos pensaba:
- ¡Qué inteligentes que son las hormigas!
A renglón seguido, viendo cómo llevaban un insecto hacia su nido, tironeando unas para un lado y otras para el lado opuesto; me decía a mi mismo:
- ¡Qué tontas que son estas hormigas!
En la contemplación del mundo natural, podemos llegar también a conclusiones de ese tipo. Podemos ver belleza, orden y perfección; o podemos encontrar fealdad, caos y confusón. Todo dependerá de la perspectiva de nuestras observaciones.
Se nos reprocha a los adventistas por creer que lo registrado en los 11 primeros capítulos del Génesis es un relato fiel del comienzo de la humanidad. Somos "fundamentalistas", "fanáticos", "ultraortodoxos"; o cualquier otro epíteto que nos muestre como ignorantes, locos e ingenuos, tomando un mito o alegoría de los comienzos como algo real.
Muchos afirman cosas tales como: "el Génesis fue escrito por gente común de este planeta cuyos conocimientos de cosmología eran escasos, acorde a su época. Obviamente, algo así no pudo ser inspirado por el supuesto creador o diseñador del universo. Si así hubiese sido, él, como conocedor absoluto de su creación, no hubiese inspirado mentiras" (tomado de Biology Cabinet).
Mucho se ha dicho acerca de que la religión es oscurantista y citan como prueba el caso de Galileo, que fue condenado por la iglesia al enseñar que la Tierra no es el centro del universo. Debemos recordar no obstante, que quienes lo rechazaron (basados en las teorías del incuestionable Aristóteles, no en la Biblia), más que sacerdotes, eran ¡los científicos de su época!
Yo creo en la ciencia; la buena y verdadera ciencia. Pero la ciencia no es más verdadera y más grande que quienes la practican y enseñan. Tristemente hoy la ciencia es materialista a rajatabla, teñida de un posmodernismo relativista que elimina a Dios y a lo absoluto de sus conceptos.
La Biblia afirma respecto a esta clase de gente:
"Nadie se engañe a sí mismo; si alguno entre vosotros se cree sabio en este siglo, hágase ignorante, para que llegue a ser sabio. Porque la sabiduría de este mundo es insensatez para con Dios; pues escrito está: El prende a los sabios en la astucia de ellos. Y otra vez: El Señor conoce los pensamientos de los sabios, que son vanos". 1 Corintios 3:18-20
Añado a esto las palabras del "Martín Fierro" de José Hernández:
"Hay hombres que de su ciencia
tienen la cabeza llena;
hay sabio de todas menas,
mas digo, sin ser muy ducho:
es mejor que aprender mucho
el aprender cosas buenas".
Tengo el derecho de elegir a quiénes y en qué voy a creer (y lo digo sin disculpas). Entonces:
  • No quiero creer en la visión materialista y azarosa de que venimos de la nada y vamos hacia ella. Que todo lo que existe no tiene un propósito y que el bien y el mal son relativos.
  • No me interesa creer en quienes afirman que la muerte no es el resultado del pecado sinó un método de selección para  "perfeccionar" el material genético de las especies ¿Mejorar a través de la destrucción?, me parece espantoso.
  • No puedo aceptar que el tiempo mejore las cosas (pasen los millones de años que pasen). Me basta ver mi foto a los 15 años y compararla con una actual para comprobar lo contrario.
  • Menos creíble me parece todavía que la vida haya surgido de la materia inanimada, es decir, de la ausencia de vida
  • No puedo creer que todo da igual, y que la supervivencia del más apto (o la justificación de la violencia) sea la ley de la vida.
  • Mucho menos comparto la visión de quienes hacen componendas entre evolucionismo y fe; intentando colocar a Dios como creando la materia y luego desentendiéndose de su creación. Ese Dios lejano e impersonal, frío y distante, no es el que yo conozco.
Alguno dirá que confundo la ciencia con la filosofía. Pues bien, somos como pensamos, y analizamos las cosas en base a nuestros preconceptos.
La ciencia también se rige por paradigmas, que no son otra cosa que patrones de pensamiento, construcciones filosóficas.
Por eso:
  • Creo firmemente en una creación literal, desarrollada en siete días de 24 horas, como el sentido evidente del texto y como el propósito que tuvo Dios al consignar este relato en la Biblia. "Porque él dijo, y fue hecho; El mandó, y existió". Salmos 33:9
  • Creo en un Creador Todopoderoso, sabio, amante, compasivo y misericordioso.
  • Creo que nos hizo para su gloria, con destino de eternidad.
  • Creo que Adán cayó en la desobediencia, trayendo miseria y desgracia a toda la humanidad subsiguiente.
  • Creo que Cristo vino a este mundo para redimirnos del pecado y sus consecuencias.
  • Y creo que pronto volverá para acabar con el mal y restaurar la armonía inicial del universo.
Esta es la visión que quiero tener, la que me parece más de acuerdo a la lógica y a la razón y la única que me produce verdadera paz. Por ella el Señor iluminó mi corazón para llegar a conocerle y poder un día contemplar "la gloria de Dios en la faz de Jesucristo".
Es por medio de Cristo que puedo llegar a entender su creación. Solo mediante esta perspectiva alcanzaré la sabiduría necesaria para decir con el salmista: "Te alabaré; porque formidables, maravillosas son tus obras; estoy maravillado, Y mi alma lo sabe muy bien". Salmos 139:14
¿Fanático yo?
Sí, gracias.

miércoles, 1 de septiembre de 2010

RECONOCIDOS POR DIOS

"El cual pagará a cada uno conforme a sus obras: vida eterna a los que, perseverando en bien hacer, buscan gloria y honra e inmortalidad, pero ira y enojo a los que son contenciosos y no obedecen a la verdad, sino que obedecen a la injusticia; tribulación y angustia sobre todo ser humano que hace lo malo, el judío primeramente y también el griego, pero gloria y honra y paz a todo el que hace lo bueno, al judío primeramente y también al griego; porque no hay acepción de personas para con Dios". Romanos 2:6-11
Inmediatamente después de mi conversión, me di a la tarea de contar a todos los que tenía cerca lo que estaba conociendo y experimentando. Para mi tristeza, la mayoría de las veces me decían que no les hablara más del tema, se ofendían o se burlaban. Pero eso, aunque doliera, era algo que yo estaba preparado para soportar.
No así lo que me dijo uno de mis empleados cuando surgió el tema de mi nueva fe:
- ¡Es muy complicado! Dejame con lo que yo creo nomás...(sic)
¿Será que el evangelio es complicado y difícil de entender?
Creo que somos nosotros quienes lo hacemos incomprensible para los demás. Nos gusta enredar y complicar las cosas, cuando al Señor le encanta simplificar. 
Las condiciones para la salvación son tan claras en la Biblia que cualquier niño las puede entender:
  • Somos salvados por gracia por medio de la fe. 
  • Somos justificados y aceptados por Dios como hijos y herederos suyos en base a los méritos de Cristo.
  • El perdón, la justificación y la redención se hallan al alcance de todos los que lo pidan de corazón.
  • La santificación es obra de Espíritu que transforma nuestro carácter y lo hace apto para el cielo.
En cuanto a lo necesario para nuestra restauración, todo lo pone Dios, nada es nuestro. Ni siquiera podemos reconocer nuestro pecado o alcanzar el arrepentimiento por nuestra propia cuenta. Él es quien nos busca, nos convence y nos lleva a la contrición por su bondad (Romanos 2:4).
Desde la óptica divina todo es muy sencillo. Nadie necesita confundirse. No hay lugar para falsas interpretaciones.
El problema comienza cuando lo vemos desde el punto de vista humano.
¿Cómo sabemos si alguien está convertido?
¿Cómo saber si yo estoy convertido?
Para la primera de estas preguntas hemos inventado una serie de parámetros y pruebas "científicas". Debe ser así o asá. Hará esto o aquello. Tiene que comportarse de esta o de aquella forma. Analizamos y disecamos el carácter y las obras de los demás con un empeño digno de mejor causa.
Y casi siempre... nos equivocamos.
Los que creíamos que eran, pueden no ser; los que descartábamos, puede que sean convertidos al final.
La segunda pregunta es fuente de mucho dolor, angustia, sentimiento de culpa, frustración, desencanto y otros sentimientos negativos. Puede llevar al naufragio de la fe. Siendo una pregunta legítima (porque lo es), produce mucha zozobra cuando nos miramos a nosotros mismos.
A despecho de todas las medidas humanas, Cristo trazó una regla sencilla e infalible: somos reconocidos por Dios y los hombres por los frutos que se manifiestan en nuestras vidas.
"No es buen árbol el que da malos frutos, ni árbol malo el que da buen fruto. Porque cada árbol se conoce por su fruto; pues no se cosechan higos de los espinos, ni de las zarzas se vendimian uvas. El hombre bueno, del buen tesoro de su corazón saca lo bueno; y el hombre malo, del mal tesoro de su corazón saca lo malo; porque de la abundancia del corazón habla la boca". Lucas 6:43-45
No está de más remarcar que nadie puede dar lo que no tiene. Sin una renovación de lo alto, no podremos hacer nada que no esté manchado de egoísmo. Si el Espíritu de Dios vive en nosotros, el fruto será bueno. De lo contrario, estaremos intentando lo imposible. Los frutos de la morada del Espíritu en la vida del creyente (Gálatas 5:22,23) se harán conocidos inevitablemente.
Las obras o frutos serán claramente visibles en las palabras, acciones y conducta de los verdaderos hijos de Dios. Los resultados de vivir entregados al Señor son inconfundibles. 
Otra vez: "todo lo que el hombre sembrare, esto también segará". Gálatas 6:7
Los que buscan al Señor y hacen su voluntad se salvarán.
Los que rechazan el evangelio y hacen lo malo se perderán.
Tan simple como eso. Porque lo que hagamos nunca determinará nuestra aceptación como hijos suyos; solo mostrará de qué lado estamos en el gran conflicto entre el bien y el mal.
"Pero el fundamento de Dios está firme, teniendo este sello: conoce el Señor a los que son suyos; y: apártese de iniquidad todo aquel que invoca el nombre de Cristo". 2º Timoteo 2:19
De la salvación de los demás no le toca juzgar a nadie. Es trabajo de Dios. Nuestra tarea es presentar el evangelio con toda claridad "a todas las naciones" (Mateo 24:14), no decidir si merecen ser salvos.
En cuanto a nuestra propia salvación, nos toca pedirla y confiar en que Él hará exactamente como lo prometió. No necesitamos dudar, porque él puede encargarse de hacernos triunfadores. Con la confianza sencilla de un niño debemos aferrarnos a sus promesas porque: "fiel es el que prometió" (Hebreos 10:23).
¿Eres reconocido por Dios?