jueves, 28 de abril de 2011

SIETE ACTITUDES QUE IMPIDEN VENCER

La vida cristiana es una lucha constante. Si mantuviéramos una actitud de confianza perfecta en el Señor, nuestra experiencia sería de constante progreso en la fe, pero...
¿Por qué siempre tiene que haber un pero..?
Por la misma analogía de la lucha que menciono, se puede ver que en nosotros se desarrolla un duro combate entre nuestra naturaleza caída y la gracia de Dios. Pelean contra el llamamiento divino nuestras tendencias adquiridas y cultivadas hacia el pecado; el viejo hombre se resiste a morir, y vez tras vez tiende trampas ocultas a los ojos de los que no velan con perseverancia.
El Enemigo de las almas intenta además -por todo medio posible-, cerrar el camino a la convicción a fin de que no seamos salvos. Procura cegarnos, desalentarnos, llenarnos de culpabilidad y duda. Infunde desconfianza, incredulidad, rebeldía, celos y descontento. Nos echa en cara nuestros fracasos y quiere hacernos creer que ya hemos ido más allá del alcance de la paciencia de nuestro amante Dios.
Por medio de la intemperancia, el orgullo, el egoísmo, la suficiencia propia, el amor al mundo o la vanidad, procura cerrar el corazón a la voz de Cristo.
Puede utilizar como instrumentos suyos tanto a sus demonios y a los hombres pecadores como a nuestros seres queridos y hermanos en la fe. Le sirven tanto las influencias externas como nuestros propios defectos de carácter para causar nuestra perdición.  
Esto último es especialmente efectivo, pues por más que podamos soportar las presiones externas, es muy fácil que nos tomen desprevenidos nuestros propios malos deseos.
Menciono a continuación siete de esas actitudes que son muy frecuentes entre el pueblo de Dios y que cierran el camino a la victoria. Lo hago con la esperanza de que tú y yo podamos huir de ellas, siguiendo el consejo del Señor cuando dijo: “El que piensa estar firme, mire que no caiga”. 1ª Corintios 10:12
  1. Creerse mejor que los otros: “¿Qué, pues? ¿Somos nosotros mejores que ellos? En ninguna manera; pues ya hemos acusado a judíos y a gentiles, que todos están bajo pecado”. Romanos 3:9
  2. Confiar en la propia sabiduría: “Porque la sabiduría de este mundo es insensatez para con Dios; pues escrito está: El prende a los sabios en la astucia de ellos”. 1ª Corintios 3:19
  3. Ser incrédulos: “Mirad, hermanos, que no haya en ninguno de vosotros corazón malo de incredulidad para apartarse del Dios vivo”. Hebreos 3:12
  4. Ser indiferentes: “Volvió a enviar otros siervos, diciendo: Decid a los convidados: He aquí, he preparado mi comida; mis toros y animales engordados han sido muertos, y todo está dispuesto; venid a las bodas. Mas ellos, sin hacer caso, se fueron, uno a su labranza, y otro a sus negocios”. Mateo 22:4,5
  5. Ser inconstantes: “¿Qué haré a ti, Efraín? ¿Qué haré a ti, oh Judá? La piedad vuestra es como nube de la mañana, y como el rocío de la madrugada, que se desvanece “. Oseas 6:4
  6. Ser orgullosos: “Y envió Moisés a llamar a Datán y Abiram, hijos de Eliab; mas ellos respondieron: No iremos allá”. Números 16:12
  7. Desconfiar de la misericordia divina: “Saliste al encuentro del que con alegría hacía justicia, de los que se acordaban de ti en tus caminos; he aquí, tú te enojaste porque pecamos; en los pecados hemos perseverado por largo tiempo; ¿podremos acaso ser salvos?” Isaías 64:5
La última pregunta puede y debe ser contestada con un enfático SÍ.
No necesitamos temer que Dios se canse de nosotros y nos abandone. Su paciencia, su amor, su gracia y su misericordia son inagotables y sólo encuentran un límite en nuestras propias malas elecciones.
Alcemos nuestros ojos hacia Jesús sin vacilación, confiando plenamente en el que es "poderoso para salvar"; él es la fuente de aguas vivas a quien podemos acudir con confianza para saciar nuestra sed de salvación.
Digamos con el profeta: “Cantaré a ti, oh Jehová; pues aunque te enojaste contra mí, tu indignación se apartó, y me has consolado. He aquí Dios es salvación mía; me aseguraré y no temeré; porque mi fortaleza y mi canción es JAH Jehová, quien ha sido salvación para mí. Sacaréis con gozo aguas de las fuentes de la salvación. Y diréis en aquel día: Cantad a Jehová, aclamad su nombre, haced célebres en los pueblos sus obras, recordad que su nombre es engrandecido. Cantad salmos a Jehová, porque ha hecho cosas magníficas; sea sabido esto por toda la tierra. Regocíjate y canta, oh moradora de Sion; porque grande es en medio de ti el Santo de Israel”. Isaías 12:1-6
Amén. Aleluya.