que todo lo abarcas en tu inmensidad,
¿acaso podría mi labio infecundo,
contar por los siglos tu eterna bondad?
¿Qué es en tu presencia, Dios omnipotente,
el hombre, su gloria, su vano esplendor,
si sus días pasan cual raudo torrente
y desaparecen cual débil vapor?
¡Ah si! Yo comprendo que soy impotente
y que mi existencia cual sombra se va,
por eso contrito inclino mi frente
ante tu grandeza Señor, Jehová.
Otro año ya ostenta sus galas de rosa
y altivo se acerca con paso veloz
haz, oh, Señor mío, que tu faz gloriosa
alumbre mi senda, que escuche tu voz.
Autor anónimo