miércoles, 11 de agosto de 2010

¿DESCARTADOS?


"Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, Y renueva un espíritu recto dentro de mí. No me eches de delante de ti, y no quites de mí tu santo Espíritu. Vuélveme el gozo de tu salvación, Y espíritu noble me sustente". Salmos 51:10-12
Vivimos en una generación "descartable", tanto en lo material como en lo referente a relaciones humanas. Las personas también se usan y se tiran. Basta la mas mínima ofensa o descuido de nuestra parte (o tan solo haber perdido utilidad), para que seamos dejados de lado por los demás, como si de un trapo sucio se tratase.
Produce mucho dolor descubrir que aquellos a quienes amamos, en los que confiamos y depositamos nuestros afectos, nos han dejado de lado. Cuando un familiar nos deja de hablar, un amigo nos retira su amistad o cuando nuestros colegas nos tratan con frialdad "profesional", algo se quiebra en nosotros. No importa en verdad qué hayamos hecho o dejado de hacer, tengamos algo de culpa o no en lo sucedido; nos llegamos a sentir como parias. Es que el desafecto es devastador para cualquiera, puesto que somos básicamente seres sociales.
  • El hijo que olvida a sus padres, o peor todavía, la madre que olvida a sus hijos...
  • Un hermano que desprecia a su hermano...
  • El jefe que no valora a su sobordinado (o viceversa)...
  • El amigo que nos traiciona y habla a nuestras espaldas...
Pero si ser descartado por las personas es triste, ¿cuánto más será ser dejados de lado por Dios mismo?
El rey David había cometido un grave pecado, y en una actitud singular escribió el  bello salmo 51, en el que registró sus sentimientos de pesar y tristeza por el pecado.
¿Cantaría yo un canto de reconocimiento por mis pecados? No estoy seguro...
Su mayor preocupación era que Dios no lo abandonara. No quería perder su preciosa compañía ni permanecer alejado de él. Todo su interés se centra en el gozo que sentía cuando se hallaba en comunión con Dios, el dolor de la separación y el deseo de ser restaurado a una correcta relación con su Señor.
¡Qué ejemplo maravilloso de un hombre que, aún sabiéndose pecador, sigue confiando en su Salvador!
Es que aunque nuestros familiares, hermanos, amigos o colegas renieguen de nosotros y nos desechen, nuestro persistente Dios y Señor no nos descarta. Su amor no se rinde ante nuestras reiteradas flaquezas, doblez e inconsistencia ni se muda ante la más necia ingratitud. En ello se basa nuestra seguridad de salvación. Como prueba nos ha dejado registradas sus promesas, que incluyen todo recurso imaginable para alcanzar la vida eterna:
  • "He aquí, yo estoy contigo, y te guardaré por dondequiera que fueres, y volveré a traerte a esta tierra; porque no te dejaré hasta que haya hecho lo que te he dicho". Génesis 28:15
  • "Porque él dijo: No te desampararé, ni te dejaré". Hebreos 13:5
No obstante, la gracia de Dios no debe ser vista como un signo de debilidad de su parte. Un día la gracia habrá hecho su tarea y desplegará sus alas para no retornar. Nuestro gran Sumo Sacerdote culminará su obra mediadora y vendrá a buscar a los suyos.
Los que como David reconocen sus faltas y buscan su misericordia hallarán perdón; pero los que rechazan su amor un día se encontrarán sin intercesor, y serán rechazados en el juicio. Jesús no descartará a nadie que no lo haya previamente descartado a él: "Entonces dirá también a los de la izquierda: Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles". Mateo 25:41
Entonces, el fuego final, que solamente estaba destinado para Satanás y su hueste, abrasará también a los que resistieron locamente toda invitación de la misericordia divina.
Digamos como David: "Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, Y renueva un espíritu recto dentro de mí. No me eches de delante de ti, y no quites de mí tu santo Espíritu. Vuélveme el gozo de tu salvación, y espíritu noble me sustente". Salmos 51:10-12