viernes, 16 de marzo de 2012

EXPERTOS EN JESÚS


“Así que, hermanos, cuando fui a vosotros para anunciaros el testimonio de Dios, no fui con excelencia de palabras o de sabiduría. Pues me propuse no saber entre vosotros cosa alguna sino a Jesucristo, y a éste crucificado”. 1ª Corintios 2:1,2
De cuando daba mis primeros pasos en la fe cristiana, recuerdo a un muchacho de mi edad, que decía que las hijas del pastor eran “expertas en oraciones”. Siendo tan novato como yo, había quedado impresionado que dos niñitas oraran con tanta seguridad y fervor.
Conocí también a personas que tenían un admirable conocimiento de la Biblia y de los asuntos de la iglesia; pero pocas veces me topé con verdaderos “expertos” en Cristo; personas que en todas las facetas de su ser reflejaran al Señor.
Existen muchísimos licenciados en teología, otros con Master, con doctorados, y así para arriba... Pueden haber personas muy calificadas en casi cada rama del saber eclesiástico: idiomas bíblicos, eclesiología, escatología, cristología y otras logías varias; pero un título no habilita a nadie como cristiano. Esta es una tesis que no necesito defender; la historia y los hechos lo avalan.
Entonces, ¿qué lo hace a uno experto en Jesús?
De los discípulos se relata: “Y se congregaron allí todo un año con la iglesia, y enseñaron a mucha gente; y a los discípulos se les llamó cristianos por primera vez en Antioquía”. Hechos 11:26
Los llamaron así puesto que su tema de conversación era -una y otra vez-, nuestro Señor Jesucristo. Su vida, sus enseñanzas, sus milagros, su resurrección, su amor, su perdón libremente ofrecido, y por sobre todo, la promesa de su regreso, eran su recurrente tema. Deberían ser también el tema de supremo interés de quienes nos apellidamos de su nombre.
Como Pablo lo afirma en el versículo de cabecera, deberíamos subordinar todos nuestros intereses a Jesucristo y a este crucificado.
Tampoco basta con hablar de Jesús para ser cristianos. No alcanza con el solo conocimiento del amor de Dios manifestado en el don de su Hijo. En realidad, nunca podremos alcanzar a comprender plenamente este majestuoso tema.
“El amor de Cristo constituye nuestro cielo. Pero cuando procuramos hablar de este amor, el lenguaje nos falta. Pensamos en su vida sobre la tierra, en su sacrificio por nosotros; pensamos en su obra en los cielos como nuestro abogado, en las mansiones que está preparando para los que le aman; y no podemos menos que exclamar: “¡Qué altura y qué profundidad del amor de Cristo!” Al detenernos al pie de la cruz captamos una leve idea del amor de Dios, y decimos: “En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados”. 1 Juan 4:10.
Pero al contemplar a Jesús apenas estamos tocando el borde de un amor que es inmensurable. Su amor es como un vasto océano, sin fondo ni orillas”. The Review and Herald, 6 de mayo de 1902.
Es necesaria una experiencia de comunión diaria y constante con él. Tener una conexión viva y permanente con Cristo es lo que nos habilitará para ser idóneos y expertos en el Salvador.
Si bien la relación con Jesús está basada en su gracia -a la que nada podemos agregar ni quitar-, hay cuatro aspectos que resultan fundamentales en ella:
  • El estudio de las Sagradas Escrituras. Aunque el conocimiento no habilita, la falta de él ¡mucho menos! Un experto es aquel que “procura con diligencia presentar[se] a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que usa bien la palabra de verdad”. 2ª Timoteo 2:14
  • La oración se constituye al mismo tiempo en lugar de refugio y fuente de fortaleza para el creyente. De rodillas ante el Eterno recibimos todo lo necesario para enfrentar cada conflicto, cada tentación y cada necesidad.
  • La meditación. Es el arte de apropiarnos de los pensamientos de Dios. Es mantener en nuestra mente lo que hemos leído, escuchado o experimentado acerca de nuestro Señor. De esta forma, sus pensamientos llegan a ser los nuestros, sus intereses llegan a ser nuestros intereses y sus deseos se hacen nuestros; así es como llegamos a tener la mente de Cristo.
  • El testimonio. Si no tenemos nada que contar, es porque no hemos estado con Jesús. El resultado natural de la comunión será la comunicación. Al mismo tiempo, cuando hablamos a otros del gran motivo de nuestros afectos, estos crecerán y se afirmarán más y más en Cristo.
Dios necesita expertos ¿Quieres ser uno?