lunes, 22 de noviembre de 2010

EL PUNTO DE VISTA DE DIOS I

Cuando todo parezca ir mal... No desesperes.
Cuando todo parezca ir mal, cuando las cosas no salen como uno quisiera, o incluso cuando salen como no deberían salir, es tiempo de retomar el punto de vista de Dios.
Específicamente hablando de la condición actual de la iglesia, podemos notar un agudo contraste entre lo que debería ser y lo que es.
Debería ser la luz del mundo y sal de la tierra; debería ser un refugio para los pecadores donde puedan encontrar perdón, paz y pureza; debería ser promotora de cambios en los corazones de los hombres y en la sociedad; debería ser su cuerpo santo, su esposa sin mancha, ni arruga ni cosa semejante.
Son muchos debería ¿verdad?
Duele decirlo, pero la iglesia a veces, en lugar de los altos ideales mencionados, resulta en un lugar de contiendas, celos y pequeñeces. Mas que un pedazo de cielo en la tierra, es un anticipo del infierno. En vez de exaltar a Cristo, resalta a los hombres pecadores. En vez de seguir al Cordero por dondequiera que va, termina siguiendo al líder carismático, al hábil predicador o al entretenido cantante "cristiano" de moda. En lugar de Su perfecta justicia, busca beber de cisternas rotas que no retienen agua. En vez de belleza y santidad, presenta al mundo caracteres no santificados y más parecidos a éste que a Cristo.
Quizá parezca duro lo que acabo de escribir, pero no es más que un pequeño baño de realidad humana.
La iglesia de hoy es Laodicea, desventurada, miserable, pobre, ciega y desnuda, a punto de ser vomitada de su boca. Cualquiera que mire objetivamente la situación actual de la iglesia (hablo de la tuya y la mía), puede ver que es amarga y desesperada; y puede también sentirse plenamente justificado en abandonarla.
Pero la perspectiva de Dios es distinta de la nuestra. El ve nuestras fallas, sí, pero no nos descarta por eso. Dirige a Laodicea la más tierna de las invitaciones de la que es capaz su misericordia.
Precisamente porque no ve las cosas como nosotros, sigue adelante con su plan de redención.
Vale como ejemplo de lo antes dicho lo que pasó durante la pasión de Jesús:
En el momento del juicio y la crucifixión de Cristo, las cosas estaban realmente mal desde el punto de vista humano. Para los discípulos era una catástrofe. Pero desde el punto de vista divino era la hora de la VICTORIA; así, con mayúsculas.
"Entonces el sumo sacerdote le dijo: Te conjuro por el Dios viviente, que nos digas si eres tú el Cristo, el Hijo de Dios. Jesús le dijo: Tú lo has dicho; y además os digo, que desde ahora veréis al Hijo del Hombre sentado a la diestra del poder de Dios, y viniendo en las nubes del cielo". Mateo 26:63,64
Cuando Caifás conminó a Jesús a confesar a su Padre, éste no pudo seguir callando. Con inmortales palabras dirigió la vista de sus torturadores hacia las realidades celestiales. Él no estaba allí como derrotado, estaba ante ellos como inocente Víctima, victorioso Rey e inminente Juez.
No estaban ante un pobre galileo atado con cadenas y blanco de las burlas e insultos; no era simplemente el objeto del más vil de los maltratos, era Dios en forma humana quien los miraba con ojos que penetraban hasta el alma.
"Por un momento la divinidad de Cristo fulguró a través de su aspecto humano. El sumo sacerdote vaciló bajo la mirada penetrante del Salvador. Esa mirada parecía leer sus pensamientos ocultos y entrar como fuego hasta su corazón. Nunca, en el resto de su vida, olvidó aquella mirada escrutadora del perseguido Hijo de Dios.  "Desde ahora --dijo Jesús,-- habéis de ver al Hijo del hombre sentado a la diestra de la potencia de Dios, y que viene en las nubes del cielo." Con estas palabras, Cristo presentó el reverso de la escena que ocurría entonces. El, el Señor de la vida y la gloria, estaría sentado a la diestra de Dios. Sería el juez de toda la tierra, y su decisión sería inapelable. Entonces toda cosa secreta estaría expuesta a la luz del rostro de Dios, y se pronunciaría el juicio sobre todo hombre, según sus hechos". El Deseado de Todas las Gentes Página 707
Encontramos en esta maravillosa escena dos visiones en agudo contraste:
I- El punto de vista de la mayoría
  •  Los dirigentes judíos ahora se alegraban porque lo tenían en sus manos.
  •  Estaban seguros de su victoria y creían haberlo sometido.
  • Ellos veían al hombre vencido.
  •  Pilato y los soldados romanos veían a Jesús con lástima.
  •  Él había perdido la partida y no había dudas en cuanto a quién tenía la victoria.
  •  A la vista de los hombres, Jesús estaba vencido y pronto estaría muerto por su error de cálculo.
  •  Los judíos habían ganado, Cristo había perdido.
  •  Esa era desde el punto de vista humano la única 'realidad' .
II-  El punto de vista del Señor
  •  Entendía que estaban en juego cosas mucho mayores que ese mal juicio, invisibles ante los ojos humanos.
  •  El Señor era consciente de que se estaba librando una batalla entre el bien y el mal, la justicia y la injusticia, la verdad y el error.
  •  Sabía además que había un vasto universo que los observaba, del cual los seres humanos no tenían idea.
  •  Para Jesús, esa visión cósmica era más importante que el conflicto visible.
  •  Jesús conocía su papel en ese conflicto y sabía quién era: El Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. 
  • Él se veía como vencedor.
  • Siendo juzgado, era el Juez. Siendo condenado, condenaría a  sus jueces trayendo perdón y reconciliación a la raza humana.
  •  Anticipaba su victoria por la fe en las promesas de Dios.
  • Su aparente derrota era el único medio para extirpar el pecado del universo.
Desde el punto de vista de Dios, lo que para los hombres es fracaso, para él es victoria. Las pequeñas escaramuzas de hoy no deciden la suerte de una batalla, que fue librada triunfalmente en el Calvario al costo infinito de su preciosa sangre. Lo que parece que hará caer a su iglesia, no es más que el último e inútil esfuerzo del enemigo, que fue ya vencido en la cruz. "Las puertas del Hades no prevalecerán contra ella [la iglesia]" (Mateo 16:18), dijo Jesús, y sin lugar a dudas cumplirá su promesa.
Cristo está a cargo; purificará su iglesia, vencerá a sus enemigos y traerá la vida eterna a sus fieles.
Puedes mirar con confianza hacia el futuro si ves las cosas como Dios las ve.