lunes, 12 de julio de 2010

HACIENDO FRENTE AL MAL

“Porque hay aún muchos contumaces, habladores de vanidades y engañadores ...a los cuales es preciso tapar la boca; que trastornan casas enteras, enseñando por ganancia deshonesta lo que no conviene”. Tito 1:10,11
En la entrada anterior hice hincapié en la necesidad de que nuestra respuesta ante el avance del mal entre el pueblo de Dios sea la oración y la entrega humilde y sincera del corazón.
“Porque el siervo del Señor no debe ser contencioso, sino amable para con todos, apto para enseñar, sufrido; que con mansedumbre corrija a los que se oponen, por si quizá Dios les conceda que se arrepientan para conocer la verdad, y escapen del lazo del diablo, en que están cautivos a voluntad de él”. 2 Timoteo 2:24-26
Pero soy consciente de que no siempre basta con orar. Mi respuesta no estaría completa sin evaluar la necesidad de acción rápida y sin concesiones. Habrá momentos en que deberemos colocarnos en la brecha y ser firmes en la defensa de la verdad. Cuando aquellos que se dicen cristanos pero son en realidad agentes del Maligno causan estragos en las filas de los creyentes, es necesario actuar con decisión.
No es bueno callar en semejante tiempo, pero vale recordar otra vez que nuestras palabras sólo deben salir de nuestra boca bajo el influjo del Espíritu Santo. No debemos permitir que el orgullo mande o que el apresuramiento nos conduzca a causar más daño que bien.
En cierta ocasión me tocó intervenir en un caso en el cual un hermano a quien yo apreciaba mucho comenzó a causar división en la iglesia. Manejar este asunto no fue sencillo porque habían muchas personas que procedían emocionalmente en lugar de buscar la sabiduría divina. Yo mismo no estaba bien seguro del asunto hasta muy avanzadas las discusiones. La mayoría no quería tomar una decisión en absoluto, (como si el problema se pudiera resolver por sí mismo) y otros no sabían que partido tomar. Las palabras que se cruzaron en la asamblea fueron duras y punzantes. El triste resultado fue que se volvieron a abrir entre los hermanos muchas heridas viejas y se agregaron otras nuevas.
La resolución del conflicto, debo decirlo, me causó muchas lágrimas y tristezas y me quitó muchas simpatías; bien que no fui yo (aunque presidí la comisión), sinó la iglesia, quien tomó la siempre dolorosa decisión de desfraternizar a nuestro hermano.
Al paso de los años, las heridas causadas en esa ocasión no han cerrado todavía para algunos.
Este asunto me hizo pensar en que lo que sucedíó en pequeño en nuestra congregación se convertirá en un asunto global muy pronto. La marea de la oposición va ganando terreno y la cizaña está ya crecida y lista para ahogar al precioso trigo del remanente.
Basta para ello ver en algunos foros o en espacios de opinión la creciente agresión de algunos que opinan en ellos. El descontento es contagioso y su mala semilla, la murmuración, se esparce rápidamente entre los que no están firmes en la fe. Debemos orar por sabiduría para actuar en esos momentos. Reclamar palabras que provengan de la boca de Dios y no de la nuestra para tapar la boca de los opositores.
No esperemos que todos estén contentos con lo que decimos o con nuestras acciones. La oposición se levantará como estaba profetizado: “Y de vosotros mismos se levantarán hombres que hablen cosas perversas para arrastrar tras sí a los discípulos”. Hechos 20:30
Pero se requiere valor, nacido de una sincera y ferviente comunión con lo alto, para actuar y permanecer firmes en medio de la oposición y los engaños de los tiempos actuales. Dios espera que sus hijos muestren de que lado están. 
Despertemos y carguemos el aceite celestial en nuestras lámparas. “Tiempo es de actuar, oh Jehová, Porque han invalidado tu ley”. Salmos 119:126