lunes, 27 de febrero de 2012

VIVIR CON JESÚS


Vivir con Jesús llena de alegría,
tal como nunca creí que sería.  
Vivir con Jesús me trae libertad,
libre soy de amar y decir la verdad.

Mientras lo sigo, camino seguro,
Él ilumina este mundo oscuro.
Quitó ya mi culpa y me perdonó,
con su roja sangre Cristo me salvó.

Miro hacia delante, marcho con Jesús,
ando en el camino que abrió su cruz.
Proclamando a todos la gran salvación,
¡Que el llanto se torne en bella canción!

Ando yo con Él, todo es nuevo ya,
soy su hijo amado y me guardará.
Odio ni mentira, ni grande dolor,
han de derrotarme, me guarda el Señor.

Con voz jubilosa ya puedo decir
en la Tierra Nueva pronto iré a vivir.
¿Quieres tú conmigo compartir su luz?
¡Pues ven mi amigo, vive con Jesús!
WILLY GROSSKLAUS

CRISTO NUESTRO INTERCESOR III

“Mas éste, por cuanto permanece para siempre, tiene un sacerdocio inmutable; por lo cual puede también salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos. Porque tal sumo sacerdote nos convenía: santo, inocente, sin mancha, apartado de los pecadores, y hecho más sublime que los cielos”. Hebreos 7:24-26
De niños, mi hermano y yo teníamos pasión por los modelos a escala. Podían conseguirse en aquella época aviones de plástico para armar, muy similares a los verdaderos. Dedicábamos mucho tiempo y paciencia para armarlos y luego nos deleitábamos en jugar con ellos. Aprendí de esta forma cómo eran los aviones de la Segunda Guerra Mundial; a reconocer las formas, escudos y marcas de cada uno.
De idéntica manera, Dios mismo diseñó -con propósitos didácticos- un santuario, que era un modelo a escala del verdadero Templo del cielo.
En el capítulo 9 de Hebreos se resume su diseño y objetivo. Constaba de un atrio, en el cual se realizaban los sacrificios y la purificación y del Tabernáculo, al cual se transportaba la sangre. Esta tienda estaba dividido en dos partes por una cortina exquisitamente bordada; el Lugar Santo y el Santísimo.
¿Cuál era la razón de esta división? ¿Por qué el autor siguió el modelo del Tabernáculo del desierto en vez del Templo de Salomón o el de Herodes?
Sin duda, se debe a que del primero se dice en forma expresa que era un modelo. Y sus partes señalaban hacia dos funciones distintas: una de intercesión y la otra de juicio.
El Lugar Santo era el centro de las ceremonias diarias, en el cual era depositada la sangre de los sacrificios de todo tipo que se presentaban ante Dios. Pero el Santísimo era visitado únicamente una vez al año -también con sangre-, para cerrar el año ceremonial.
Todo era una representación de verdades más amplias y más trascendentes. “Fue, pues, necesario que las figuras de las cosas celestiales fuesen purificadas así; pero las cosas celestiales mismas, con mejores sacrificios que estos. Porque no entró Cristo en el santuario hecho de mano, figura del verdadero, sino en el cielo mismo para presentarse ahora por nosotros ante Dios... pero ahora, en la consumación de los siglos, se presentó una vez para siempre por el sacrificio de sí mismo para quitar de en medio el pecado. Y de la manera que está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio, así también Cristo fue ofrecido una sola vez para llevar los pecados de muchos; y aparecerá por segunda vez, sin relación con el pecado, para salvar a los que le esperan”. Hebreos 9:23-26
Cuando Jesús ascendió a los cielos, lo hizo para comenzar su intercesión en nuestro favor. La sangre derramada en el Calvario, estaba ahora ante el trono de Dios para abogar por nosotros.
Cada pecado confesado por los hijos de Dios, cada arrepentimiento sincero, son cubiertos por los méritos superabundantes de nuestro Salvador. Sus pecados son perdonados y su nombre es escrito en el libro de la vida.
Pero, tal como vemos en este pasaje, a la intercesión sigue el juicio. Y al juicio sigue su venida.
De la misma manera que el Sumo Sacerdote en el servicio terrenal se despojaba de sus vestiduras sagradas para entrar en el Lugar Santísimo en el día de la expiación, Jesús comenzó una obra de juicio en el lugar correspondiente del Santuario Celestial .
Si el juicio es anterior al regreso de Cristo en las nubes del cielo, es porque ese juicio está en marcha ahora mismo. No se trata del gran juicio final, sino de uno realizado en el cielo en favor de los santos (Ver Daniel 7:9,10,22 y  1ª Pedro 4:17).
En el gran día de la expiación del ritual hebreo, todos debían arrepentirse de sus pecados y confesarlos; pues estos sacrificios, que incluían al macho cabrío “para Jehová”, no se ofrecían a fin de perdonar pecados, sino para “purificar” el santuario de todos los pecados ya cometidos.
Desde 1844 en adelante, Jesús ha estado realizando una obra final de juicio a nuestro favor, para demostrar ante el universo que sus redimidos son dignos de heredar la vida eterna.
Este juicio no quita ni agrega nada a nuestra condición. Los pecados que confesamos ya fueron perdonados, su justicia ya nos fue acreditada. Pero los registros de ellos son eliminados del cielo y el carácter amoroso de Dios queda fuera de toda objeción.
Recién cuando esta obra termine, Jesús podrá venir. Su remanente ha sido sellado, su obra mediadora habrá concluido y se pronunciará la sentencia. “El que es injusto, sea injusto todavía; y el que es inmundo, sea inmundo todavía; y el que es justo, practique la justicia todavía; y el que es santo, santifíquese todavía” Apocalipsis 22:11.
Cristo pronto vendrá a buscar a su pueblo. Todas las energías celestiales están en acción, todos sus recursos se hallan disponibles para que podamos estar listos.
Jesús ministra en el Santuario Celestial para acabar con el pecado. El Espíritu gime por nosotros, esperando que acudamos a nuestro fiel Sumo Sacerdote para hallar salvación. Los ángeles vuelan de aquí para allá llevando fortaleza y gracia a cada tentado hijo de Dios. Los habitantes de otros mundos observan expectantes, impacientes de aquel momento en que las familias del cielo y la tierra puedan ser al fin reunidas. Todo se apresura hacia el fin.
Solo faltamos tú y yo. Acude hoy ante el trono de la gracia.

sábado, 25 de febrero de 2012

CRISTO NUESTRO INTERCESOR II

“Porque es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba según lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo”. 2 Corintios 5:10
Dice un conocido refrán: “más vale que sobre y no que falte”. 
Que el Espíritu interceda en este mundo por nosotros y que al mismo tiempo, Jesús sea nuestro intercesor en los cielos resulta una gran ventaja:
  • “El Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad... el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles. Mas el que escudriña los corazones sabe cuál es la intención del Espíritu, porque conforme a la voluntad de Dios intercede por los santos”. Romanos 8:26,27
  • “¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió; más aun, el que también resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros”. Romanos 8:34
Ambas intercesiones tienen un objetivo común: la salvación de nuestras almas y el perfeccionamiento del carácter; no obstante son de distinta naturaleza.
Uno oficia en la tierra, el otro en el cielo; uno presenta ante el trono de gracia nuestras oraciones, en tanto que el otro las mezcla con el incienso de su propia justicia. 
Nuestro Salvador presenta los méritos de su sangre en nuestro favor, en tanto que el “otro Consolador” presenta ante el pecador al Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. 
Jesús demuestra ante el universo que Dios es justo en su trato con el pecado; por otra parte, el Espíritu nos muestra que Dios es justo en su trato con el pecador. 
Observa el siguiente cuadro:
INTERCESOR
CRISTO
ESPÍRITU SANTO
Función
Expiar los pecadosConvencer de pecado y guiar al arrepentimiento
NombreDel griego parakletos Abogado o Consolador
(1ª Juan 2:1)
Allos Parakletos
“Otro Consolador“
(Juan 14:16).
Lugar Desde el Santuario del cieloEn nuestros corazones
Participación
del creyente
Ninguna
Necesaria
RecibimosJustificaciónSantificación
ResultadoNos declara justos ante DiosPerfecciona nuestras oraciones

Necesitamos de las dos para poder perfeccionar un carácter que sea digno de ser recibido en el cielo; recordemos que allí no podrá entrar ninguna cosa inmunda, ni nada relacionado con el pecado. En la presencia de Dios solo puede habitar la pureza y la santidad.
La siguiente cita es muy solemne, les invito a considerarla con oración:
“Los que vivan en la tierra cuando cese la intercesión de Cristo en el santuario celestial deberán estar en pie en la presencia del Dios santo, sin mediador. Sus vestiduras deberán estar sin mácula; sus caracteres, purificados de todo pecado por la sangre de la aspersión. Por la gracia de Dios que dio eficacia a sus diligentes esfuerzos, deberán ser vencedores en la lucha con el mal. Mientras prosigue el juicio investigador en el cielo, mientras se eliminan del santuario los pecados de los creyentes arrepentidos, debe llevarse a cabo una obra especial de purificación, de liberación del pecado, entre el pueblo de Dios en la tierra... Cuando esta obra se haya consumado, los discípulos de Cristo estarán listos para su venida”. Cristo en su santuario pag. 114
Habla allí de que hay un juicio en marcha en las cortes del cielo y que nos toca a nosotros asegurarnos de que nuestras vestiduras estén sin mancha ante el Señor. Abordaremos este asunto en la próxima entrada.
Muy pronto, nuestro Abogado se transformará en nuestro Juez. El mismo que es hoy nuestro intercesor, pronto terminará su obra y saldrá para dar a cada uno su recompensa. Al mismo tiempo, el Espíritu se irá retirando de la tierra, dejando sin protección a aquellos que amen más el mundo que su verdad 
¡Que terribles momentos estamos viviendo!
Aprovecha hoy la doble intercesión del Hijo y del Espíritu, a fin de recibir la gracia necesaria para triunfar contra el mal.

lunes, 20 de febrero de 2012

CRISTO NUESTRO INTERCESOR I

“Pero estando ya presente Cristo, sumo sacerdote de los bienes venideros, por el más amplio y más perfecto tabernáculo, no hecho de manos, es decir, no de esta creación, y no por sangre de machos cabríos ni de becerros, sino por su propia sangre, entró una vez para siempre en el Lugar Santísimo, habiendo obtenido eterna redención”. Hebreos 9:11,12
El gran tema de la intercesión de Jesús en el santuario del cielo es la clave para comprender por qué no ha regresado todavía. Sin embargo, esta gran verdad, presentada con toda claridad en las Escrituras es ignorada, negada o ridiculizada.
Los que se oponen a esta idea, afirman que no existe ningún templo en el cielo; o que si lo hay, el Señor entró directamente al lugar Santísimo, por lo que no hay dos ministerios diferentes en dos diferentes lugares del santuario celestial.
Sin embargo, la Biblia afirma categóricamente que Cristo es Sumo Sacerdote en el Santuario del cielo: “Ahora bien, el punto principal de lo que venimos diciendo es que tenemos tal sumo sacerdote, el cual se sentó a la diestra del trono de la Majestad en los cielos, ministro del santuario, y de aquel verdadero tabernáculo que levantó el Señor, y no el hombre”. Hebreos 8:1,2
Desde el comienzo del libro de Hebreos, su autor se esfuerza en demostrar la superioridad del nuevo pacto por sobre el antiguo. Demuestra que Jesús es superior a los ángeles, siendo su Creador. Es superior a Moisés, porque es el dador de la Ley. Su sacerdocio es superior al de Aarón, teniendo mayor alcance. Su sangre es superior a la sangre de los animales. El santuario celestial es superior al santuario terrenal. La culminación de sus argumentos es que Jesús ministra en el cielo en nuestro favor.
Cuando Cristo ascendió a los cielos y se sentó a la diestra del Padre, no lo hizo para quedar sentado en vana ociosidad. Asumió allí mismo su ministerio como compasivo y fiel Sumo Sacerdote, ante el cual se nos anima a presentarnos: “Por tanto, teniendo un gran sumo sacerdote que traspasó los cielos, Jesús el Hijo de Dios, retengamos nuestra profesión. Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado. Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro”. Hebreos 4:14-16
Vemos en este texto que el sacerdocio de Cristo -estrechamente relacionado con su gracia-, es fundamental para resolver el problema del pecado.
En esta serie de temas me gustaría contestar los siguientes interrogantes:
  • ¿Qué está haciendo Jesús en el cielo ahora mismo?
  • ¿Por qué es necesaria su intercesión si el Espíritu Santo ya intercede por nosotros?
  • ¿Por qué tiene que haber dos fases en ese ministerio sacerdotal?
  • ¿Cómo se relaciona la intercesión con el juicio?
  • ¿Qué sucederá cuando esta intercesión termine?
En cuanto a la resolución del problema del pecado, su costo ya fue pagado en la cruz; no obstante, la victoria sobre el pecado sigue siendo un asunto pendiente. El cuerpo de Cristo -su iglesia-, aún no ha sido glorificado, no estamos libres de tentación, ni de la posibilidad de caer.
La doctrina del Santuario no anula lo hecho por el Señor en la cruz, pero ¿qué sucede entonces cuando pedimos perdón por nuestros pecados? ¿Resultan perdonados o no; son borrados o no lo son?
La sangre de Jesucristo nos limpia de todo pecado. Se nos concede su perdón y somos justificados gratuitamente por su gracia. Somos aceptados como hijos por Dios en virtud de los méritos de su Hijo y formamos ya parte de su familia. Todo esto sucede cuando nos entregamos en sus manos, pero no es el fin de la historia. El no nos olvidó, ni nos dejó para que lucháramos solos contra el pecado. Sigue aún obrando en nuestro favor.
Al ascender a los cielos, Jesús inició la siguiente fase de su plan, que consistía en un ministerio intercesor basado en su sacrificio en la cruz. Este se realizaría en un Santuario de existencia real y concreta situado en el cielo, tal como lo afirma el texto siguiente: “Y casi todo es purificado, según la ley, con sangre; y sin derramamiento de sangre no se hace remisión. Fue, pues, necesario que las figuras de las cosas celestiales fuesen purificadas así; pero las cosas celestiales mismas, con mejores sacrificios que estos. Porque no entró Cristo en el santuario hecho de mano, figura del verdadero, sino en el cielo mismo para presentarse ahora por nosotros ante Dios”. Hebreos 9:22-24
Él está ahora mismo ante Dios abogando por nosotros.
¡Que solemne y consoladora esperanza!
Seguimos en la próxima entrada.

sábado, 18 de febrero de 2012

¿ENTIENDES LO QUE LEES?

“Acudiendo Felipe, le oyó que leía al profeta Isaías, y dijo: Pero ¿entiendes lo que lees? El dijo: ¿Y cómo podré, si alguno no me enseñare? Y rogó a Felipe que subiese y se sentara con él” Hechos 8:30,31.
Recuerdo a dos hermanos que asistían a la misma iglesia que yo. Se sentaban al frente en la hora del sermón para reírse de cierto predicador que hablaba un mal castellano mezclado con guaraní. Estos amigos míos tenían predilección por burlarse de él y solían contar las veces que se equivocaba al decir algo. Demás está decir que no prestaban la más mínima atención al mensaje del predicador.
No los puedo culpar, porque todos tenemos esa tendencia negativa a prestar atención a los detalles dejando de lado el mensaje central.
Es un error muy extendido, entre quienes nos llamamos cristianos, desmenuzar textos bíblicos para enfatizar una pequeña parte, y despreciando al mismo tiempo la enseñanza central de ese pasaje.
¿Cómo saldrías tú, si se te preguntara “entiendes lo que lees”?
La parábola del rico y Lázaro es un claro ejemplo del mal uso de las Escrituras. Se la ha utilizado hasta el cansancio para sostener cosas que el resto de la Biblia niega en forma rotunda y se ha comprendido mal su texto.
Veamos primero que dice: “Había un hombre rico, que se vestía de púrpura y de lino fino, y hacía cada día banquete con esplendidez. Había también un mendigo llamado Lázaro, que estaba echado a la puerta de aquél, lleno de llagas, y ansiaba saciarse de las migajas que caían de la mesa del rico; y aun los perros venían y le lamían las llagas. Aconteció que murió el mendigo, y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham; y murió también el rico, y fue sepultado. Y en el Hades alzó sus ojos, estando en tormentos, y vio de lejos a Abraham, y a Lázaro en su seno. Entonces él, dando voces, dijo: Padre Abraham, ten misericordia de mí, y envía a Lázaro para que moje la punta de su dedo en agua, y refresque mi lengua; porque estoy atormentado en esta llama. Pero Abraham le dijo: Hijo, acuérdate que recibiste tus bienes en tu vida, y Lázaro también males; pero ahora éste es consolado aquí, y tú atormentado. Además de todo esto, una gran sima está puesta entre nosotros y vosotros, de manera que los que quisieren pasar de aquí a vosotros, no pueden, ni de allá pasar acá. Entonces le dijo: Te ruego, pues, padre, que le envíes a la casa de mi padre, porque tengo cinco hermanos, para que les testifique, a fin de que no vengan ellos también a este lugar de tormento. Y Abraham le dijo: A Moisés y a los profetas tienen; óiganlos. Él entonces dijo: No, padre Abraham; pero si alguno fuere a ellos de entre los muertos, se arrepentirán. Mas Abraham le dijo: Si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco se persuadirán aunque alguno se levantare de los muertos”. Lucas 16:19-31
Las parábolas son narraciones que contienen elementos simbólicos, en ellas lo importante no son los detalles sino la enseñanza central, por lo cual no sirven para sentar doctrina.
Un principio muy importante de interpretación bíblica al respecto, es que cada parábola fue narrada para enseñar una verdad fundamental, y sus pormenores están allí para darle forma al relato. Es decir, que los detalles de una parábola no necesariamente tienen un significado literal, a menos que el contexto deje en claro que ese significado es parte integral de la intención original.
1- Lo que no intenta enseñar esta parábola:
  • No es su intención explicar el estado de los muertos.
  • No es una descripción del cielo y el infierno.
  • Tampoco intenta presentar un sistema de justificación.
El error de centrarse en los detalles nos llevaría a conclusiones disparatadas.
Por ejemplo, ¿todos los salvados estarán sentados en el regazo de Abraham? Sería un poco incómodo ¿verdad?
O la idea de que el cielo y el infierno están separados por algo así como una calle de distancia ¿Cómo podrían los redimidos gozar de las bienaventuranzas del cielo teniendo a la vista semejante tormento?
Pero lo peor de todo es que la idea de recompensa y castigo que aquí se presenta, no tiene relación con la justificación por la fe o con la gracia, para centrarse en la condición social de cada quién ¿Los pobres van al cielo y los ricos al infierno?
Con toda seguridad Jesús no enseñaba herejías. Este relato será más bien aprovechado si captamos su mensaje central.
2- Lo que sí enseña:
Consideremos el contexto y los destinatarios de esta parábola. Aunque la contó ante una audiencia variada, estaba destinada a los fariseos que confiaban en su condición de hijos de Abrahám más que en la justicia de Dios por la fe. Toda la esperanza de salvación que tenían se basaba en sus buenas obras y en el cumplimiento exterior de la ley. Ellos se burlaban del mensaje de Cristo y rechazaban los valores del reino de Dios.  
La parábola consiste de dos escenas: una representa esta vida (vers. 19-22); la otra, la vida futura (vers. 23-31). Como vemos, se ocupa mucho más en lo celestial que en lo terrenal. Y es así puesto que nuestra vida aquí es apenas una preparación para la vida futura e inmortal.
La parábola del mayordomo infiel (narrada en el mismo capítulo), presentaba el problema en forma positiva, es decir, desde el punto de vista de uno que había hecho los preparativos para el futuro. La parábola del rico y Lázaro presenta el mismo problema, pero desde el punto de vista negativo, es decir, destacando la actitud del que no hizo la preparación necesaria. El rico se equivocó al pensar que la salvación se basaba en ser descendiente de Abrahám y no en la preparación individual. Tal era el dilema de los fariseos.
El versículo 31 es la clave del relato, su moraleja. Afirma que si no prestamos atención al mensaje de las Escrituras, ninguna otra cosa podrá convencernos.
El asunto central es que la manera en que aprovechamos las oportunidades de esta vida determinará nuestra salvación y nuestro destino futuro.
Los fariseos eran muy celosos en cumplir todo tipo de leyes minuciosas, inventadas por ellos mismos, pero dejaban de lado lo más importante, al rechazar al Autor de la ley.
Es también notable que esta es la única parábola que presenta un personaje con nombre. Y no es casual. El pedido del rico era que alguien de entre los muertos le testificara a sus parientes para que no se perdieran, pero cuando se le remitió al testimonio de las Escrituras, su respuesta fue un enfático no.
Fue justamente Lázaro, un resucitado de entre los muertos quien les testificaría de la divinidad de Cristo, “pero los principales sacerdotes acordaron dar muerte también a Lázaro, porque a causa de él muchos de los judíos se apartaban y creían en Jesús”. Juan 12:10,11
¡Qué tremenda obstinación! Al rechazar el mensaje, decidieron también acabar con el mensajero. Y así sucederá con todos los que prefieran sus opiniones acariciadas antes que un positivo “así dice el Señor”.
Es necesario que al leer la Biblia no nos espaciemos en los detalles sino en el propósito por el cual Dios nos la entregó: hallar salvación y consejo, consuelo y fe, esperanza y valor. No para tener un mero conocimiento intelectual, o para que tengamos una lista de deberes que cumplir. El intelectualismo, el formalismo y el legalismo jamás salvarán a nadie.
¿Entiendes lo que lees?

viernes, 17 de febrero de 2012

EL DIOS DE LAS MULTIPLICACIONES

“Y poderoso es Dios para hacer que abunde en vosotros toda gracia, a fin de que, teniendo siempre en todas las cosas todo lo suficiente, abundéis para toda buena obra; y el que da semilla al que siembra, y pan al que come, proveerá y multiplicará vuestra sementera, y aumentará los frutos de vuestra justicia”. 2ª Corintios 9:8,10
El diablo y sus adherentes se ocupan de restar y dividir, los cristianos estamos para sumar, pero solamente Dios puede multiplicar.
La palabra multiplicar y sus derivadas aparecen más de un centenar de veces en la Biblia, tanto en contextos positivos como negativos; casi siempre como acciones provenientes de Dios.
En la misma creación el Señor ordenó que las aves y los peces se multiplicaran, y luego extendió esa facultad a Eva y Adán (ver Génesis 1:22 y 28). Mas tarde, cuando establece su pacto con Noé y sus hijos, les renueva la promesa de multiplicar su descendencia.
Al patriarca Abrahán, a Isaac, Jacob y a las doce tribus que salieron de éste, se les prometió reiteradamente que serían multiplicados más que las estrellas del cielo y que la arena del mar.
Pero nuestro maravilloso Dios sabe multiplicar mucho más que gente. En el desierto realizó milagros portentosos de multiplicación en favor de su pueblo que salía de Egipto.
  • Multiplica sus provisiones:
Trata de calcular cuantas codornices envió sobre los israelitas, cuanto maná cayó durante casi cuarenta años de peregrinación, o cuantos litros de agua salieron de la roca para abastecer a esa muchedumbre. Recuerda que eran alrededor de 600.000 hombres, sin contar mujeres, niños y ancianos. Un cálculo moderado estima en alrededor de 2.000.000 de personas aquella multitud.
Veamos solamente el maná. Un gomer por cabeza (2,20 litros) multiplicado por dos millones, multiplicado por 365 días, multiplicado por 38 años; ¡Da algo así como 562.628.000.000 de litros!
¡Increíble en verdad!
Dios multiplicó los alimentos en varias otras ocasiones: “Vino entonces un hombre... el cual trajo al varón de Dios...veinte panes de cebada. Y él dijo: Da a la gente para que coma. Y respondió su sirviente: ¿Cómo pondré esto delante de cien hombres? Pero él volvió a decir: Da a la gente para que coma, porque así ha dicho Jehová: Comerán, y sobrará. Entonces lo puso delante de ellos, y comieron, y les sobró, conforme a la palabra de Jehová”. 2ª Reyes 4:42-44
Recordemos además que Jesús alimentó a una multitud con cinco panes y dos peces, repitiendo luego el milagro ante unos cuatro mil hombres. Su poder no tiene límites numéricos.
  • Multiplica también sus promesas y su misericordia.
En 2ª Pedro 1:4, se habla de de sus promesas como "preciosas y grandísimas".
Toma un tiempo para contar las que están registradas en la Biblia (y consérvalas luego en tu memoria) ¡Son muchísimas!
Hay promesas de Dios para cada ocasión y circunstancia. Cualquiera sea nuestra experiencia, con seguridad hay una de la cual aferrarnos. Están todas allí para que nos gocemos en reclamarlas y ver su cumplimiento, a fin de que se multipliquen las acciones de gracias de sus siervos. Cada una lleva en sí la seguridad de que el Rey del Universo escuchará y atenderá a quienes las reclaman, "porque todas las promesas del Señor Jesús son en él, sí, y en el, Amén" (2ª Corintios 1:20)
  • Por último, Dios multiplicó su amor en la persona de Cristo.
Todo lo bueno que existe en este mundo proviene del Señor. El multiplica las fuerzas al cansado, multiplica los recursos a quienes dan fielmente sus diezmos, y provee en forma superabundante para su causa por los medios mas inesperados.
Piensa en la ofrenda de la viuda que dio sus dos blancas. Tan pequeña cantidad se multiplicó hasta el infinito cuando Jesús la hizo notar y quedó registrada en las Escrituras. 
Es imposible calcular cuántas personas han dado liberalmente de su dinero, inspiradas por el ejemplo de esta humilde mujer.  
En Jesús, la Divinidad multiplicó sus dones, derramando por intermedio de él todos los recursos del cielo.  De todas las pruebas de amor que pudieran haberse dado, en la persona del Salvador que dio su vida por nosotros, Dios llega hasta lo impensable.
Cuando él vive su vida en nosotros, cuando buscamos reflejar su imagen y experimentar su poder, se multiplican también nuestras posibilidades en maneras que no alcanzaremos jamás a entender. Nuestro vida se ve multiplicada por ese amor y no podemos hacer otra cosa que maravillarnos y alabar al gran Dios de las multiplicaciones.
La Biblia dice que debemos rogar “para que os dé, conforme a las riquezas de su gloria, el ser fortalecidos con poder en el hombre interior por su Espíritu; para que habite Cristo por la fe en vuestros corazones, a fin de que, arraigados y cimentados en amor, seáis plenamente capaces de comprender con todos los santos cuál sea la anchura, la longitud, la profundidad y la altura, y de conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios. Y a Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros, a él sea gloria en la iglesia en Cristo Jesús por todas las edades, por los siglos de los siglos. Amén”. Efesios 3:17-21
¿Tiene Dios algo que multiplicar en tu vida?

lunes, 13 de febrero de 2012

CRISTIANOS EN SERIO

“Cuando Jesús vio a Natanael que se le acercaba, dijo de él: He aquí un verdadero israelita, en quien no hay engaño. Le dijo Natanael: ¿De dónde me conoces? Respondió Jesús y le dijo: Antes que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi”. Juan 1:47,48
¿Qué había en Natanael (también llamado Bartolomé) para que mereciera semejante elogio de Cristo mismo?
Resulta evidente que Natanael estaba orando bajo la higuera; buscando conocer la voluntad del Señor, pidiendo luz y fortaleza. Es evidente además, que era un sincero creyente, un hombre de fe y oración, capaz de sobreponerse a sus prejuicios iniciales y aceptar a Jesús como el Mesías esperado.
Muchos hoy se llaman a si mismos cristianos. Pero hay pocos cristianos en serio. Y cristianos como Natanael, elogiados por su Maestro, todavía menos.
¿Cuáles son las cualidades propias de un cristiano en serio?
Quisiera proponer cinco características; la lista no es exhaustiva, pero estimo que es suficiente para analizarla y medirnos a nosotros mismos a la luz de estos pasajes.
1 - Vida nueva: “Mas vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él”. Romanos 8:9
Un cristiano en serio ha experimentado la convicción, la conversión y el nuevo nacimiento que son frutos de la obra del Espíritu en su vida. Si no ha nacido de nuevo, no puede ver el reino de Dios. Y por ser recién nacido, es un proyecto inacabado que crecerá hasta alcanzar la plena estatura de la plenitud de Cristo. Es arcilla que el Alfarero Divino se deleita en moldear para transformarlo en vaso de honra.
2 - Amor: “En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros”. Juan 13:35
La suprema expresión del cristianismo es estar llenos de amor por las almas que perecen en el pecado. Tal como Pablo lo expresa en 1ª Corintios 13:2 “si no tengo amor nada soy”.
3 - Obediencia: “Si me amáis, guardad mis mandamientos”. Juan 14:15
De la misma forma que un hijo demuestra su amor y respeto hacia sus padres obedeciéndoles, un cristiano en serio se deleitará en hacer la voluntad de su Señor. Es inconcebible que un hijo de Dios viva en oposición a cualquiera de sus mandamientos. 
Se diga lo que se diga, la obediencia es el fruto perfecto de una vida transformada y llena de amor. Todo lo demás es vano palabrerío y peligrosísima presunción.
4 - Servicio: “Si alguno me sirve, sígame; y donde yo estuviere, allí también estará mi servidor. Si alguno me sirviere, mi Padre le honrará”. Juan 12:26
El que ha nacido de nuevo, que ama y obedece a Dios, encontrará su mayor placer en el servicio amante en favor de sus hermanos en la fe y también por los que viven en las tinieblas del error. En eso imitará a los ángeles del cielo, que se gozan en servirnos a nosotros.
5 - Pureza: “Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es. Y todo aquel que tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo, así como él es puro”. 1ª Juan 3:2,3
La inevitable consecuencia de mirar a Jesús es reconocer la nobleza, la inocencia y la pureza de su carácter. Veremos su atractivo y desearemos ser como él.
Al intentar imitarle, descubriremos también lo lejos que estamos del blanco y nos esforzaremos en lograr la meta más alta que un ser humano pueda fijarse: alcanzar la semejanza con Cristo. 
Y cuando por la fe nos empeñemos en esa empresa, Dios nos concederá su gracia y su poder para que podamos reflejar la luz de su rostro. Llegaremos así a ser cristianos en serio.
La gloriosa visión del rostro de Cristo reflejado en nuestras vidas opacará todo los atractivos del mundo y podremos decir con el apóstol: “Pero lejos esté de mí gloriarme, sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo me es crucificado a mí, y yo al mundo. Porque en Cristo Jesús ni la circuncisión vale nada, ni la incircuncisión, sino una nueva creación. Y a todos los que anden conforme a esta regla, paz y misericordia sea a ellos, y al Israel de Dios. De aquí en adelante nadie me cause molestias; porque yo traigo en mi cuerpo las marcas del Señor Jesús”. Gálatas 6:14-17