viernes, 16 de septiembre de 2011

MENTES LLENAS DE LAS PROMESAS DE DIOS

“Con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación”. Romanos 10:10.
Según este pasaje, hay algo que creer y también algo que confesar. El corazón debe aceptar primero la verdad como es en Jesús. Este es el fundamento de la verdadera religión. La convicción de pecado comienza entonces a hacerse sentir; el alma enferma de pecado, siente su necesidad de un médico y viene a Jesús de Nazaret en busca de perdón. Alistándose en la guerra contra el enemigo, mira a Jesús en busca de fortaleza para resistir la tentación. persevera velando en oración y escudriña las Escrituras. Las verdades de la Biblia se ven iluminadas por una luz nueva e intensamente interesante, y el Espíritu de Dios le revela su solemne importancia. Estudia la vida de Cristo, y mientras más claramente discierne la pureza inmaculada del carácter del Salvador, menos confianza tiene en su propia justicia; mientras más de cerca y con mayor perseverancia fija su atención en Jesús, menos perfección descubre en sí mismo. Su justicia propia desaparece, y cae, impotente y quebrantado, sobre la roca que es Cristo Jesús. El tentador podrá acosarlo, y ocasionalmente puede sentir desánimo y ser tentado a pensar que Dios no lo aceptará; pero, aceptando implícitamente la Palabra de Dios, y rogando que se cumplan sus seguras promesas, se abre paso a través de las tinieblas hasta salir a la clara luz del amor de Cristo. 
“Con la boca se confiesa para salvación”. Si en verdad el corazón es el depósito de la gracia y el amor de Cristo, estos atributos serán expresados en las palabras y la conducta. El individuo se sentirá constantemente atraído a Cristo. Todos seremos probados; por esto necesitamos la gracia divina, una sólida fe y principios religiosos. Los labios deben ser santificados, para que las palabras pronunciadas sean pocas y bien escogidas.
A menudo, los cristianos profesos hacen recaer sobre sí mismos profunda debilidad espiritual, al concentrar su atención en sus pruebas y quejas. No sólo sus pruebas se magnifican con cada repetición, sino que al permitirse transgredir en este punto particular, se separan inevitablemente de Jesús. Satanás procura atraer su atención hacia ellos mismos, y hacerlos aceptar la idea de que no son apreciados. Comienzan a autocompadecerse y simpatizar consigo mismos, y a perder su confianza en Jesús. Como resultado, caminan separados de Aquel que los invita a echar sus cargas sobre él.   
A los tales deseamos decir: repase lo que Dios ha hecho por usted. Dígale a Satanás que usted no confía en su propia justicia, sino en la de Cristo. Mantenga su mente llena de las preciosas promesas que se hallan en la Biblia, y cuando Satanás venga contra usted con sus numerosos ataques, esgrima contra él el arma que ha provisto la palabra de Dios: “Así esta escrito”. Esto quebrantará su poder y le concederá a usted la victoria.       
Extraído de  www.TheLordLovesYou.com