domingo, 6 de marzo de 2011

FIDELIDAD EXTREMA (10 de 10)

Sadrac, Mesac y Abed-nego

“Yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.” (Mateo 28:20)
El profesor de música me miró y me dijo:
- Si usted no puede venir ese día es asunto suyo. Los ensayos de coro son los sábados, y si no viene, no aprobará la materia.
Me hallaba cursando el último año de mi carrera docente -que comencé bien tarde- y en ese momento estaba sin trabajo y con muchas pruebas. Ya había cambiado al turno de la tarde para evitar los viernes de noche. Me retiraba antes de la puesta de sol ese día -¡en horario de ese mismo profesor!- y ahora me enfrentaba a una situación complicada.
¿Qué haría?
Como creo en la vigencia del mandamiento que ordena reposar el sábado, entendí que no necesitaba hacer otra cosa que obedecer a mi conciencia y dejar los resultados a Dios.
¿Cómo resolvería mi Dios esta angustiosa situación?
Con una maravillosa cadena de circunstancias a mi favor.
Lo cierto es que terminé la carrera con las mejores notas de mi promoción ¡y con un 9,66 de promedio en Música! 
También desarrollé con el tiempo una relación de amistad y mutuo respeto con aquel profesor. Mi Señor Jesús no me abandonó y pude salir adelante.
Aunque deba decir que tuve que esforzarme más que el resto, asistiendo a prácticas en otros cursos para compensar, no me otorgo crédito. Fue mi Dios quien allanó el camino; puesto que, en lo relativo a cantar, tengo mala voz y peor oído.
Esta pequeña experiencia fue para mí el cumplimiento de Su promesa. Lo mismo ha hecho y hará siempre por cada uno de sus hijos que desean ser fieles.
¿Por qué finalizar esta serie con los tres jóvenes hebreos que fueron echados en el horno de fuego? (ver Daniel 3)
Porque son un tipo de la experiencia de los fieles que vivirán en el tiempo final.
Al ser confrontados con la opción de someterse o morir, Sadrac y sus compañeros resolvieron simplemente lo que siempre habían resuelto: serían leales al Señor sin importar las consecuencias.
La respuesta que ofrecieron al rey Nabucodonosor contenía tres palabras extraordinarias, carentes de toda duda: “y si no” (ver Daniel 3:17,18).
Pase lo que pase, decida lo que decida, cueste lo que cueste -afirmaron-, no lo negaremos.
No había tozudez, fanatismo ni presunción en su respuesta. Solamente fe, fe heroica, gloriosa y sin fisuras.
Su determinación se agiganta cuando pensamos que en aquella llanura, frente al colosal ídolo, se encontraban muchos de sus compatriotas.
¿Que pasó con el resto de los judíos que estaba presente? ¿Por qué solo estos tres estaban de pie?
La mayoría había claudicado y estaba de rodillas.
Así será también en el tiempo del fin. La mayoría de los cristianos preferirá adorar a la “imagen de la bestia” (Apocalipsis 13:14 -17), prefiriendo renunciar a sus principios antes que soportar aflicciones.
Pero por difícil que sea la situación no necesitamos desesperar, pues como dice en esta cita: “Como en los días de Sadrach, Mesach y Abed-nego, en el período final de la historia de esta tierra, el Señor obrará poderosamente en favor de aquellos que se mantengan firmemente por lo recto. El que anduvo con los notables hebreos en el horno de fuego acompañará a sus seguidores dondequiera que estén. Su presencia constante los consolará y sostendrá. En medio del tiempo de angustia cual nunca hubo desde que fue nación, sus escogidos permanecerán inconmovibles. Satanás, con toda la hueste del mal, no puede destruir al más débil de los santos de Dios. Los protegerán ángeles excelsos en fortaleza, y Jehová se revelará en su favor como "Dios de dioses," que puede salvar hasta lo sumo a los que ponen su confianza en él”.  (Profetas y Reyes Página 513)
Sadrac, Mesac y Abed-nego no eran fanáticos desequilibrados; sino hombres de lealtad indivisa, que supieron ver la diferencia entre el bien y el mal, decidiendo antes morir por su fe que transigir. La misma fe, valentía y determinación de aquellos jovencitos tendrá que ser nuestra. El mismo Dios que los sostuvo nos sostendrá también.
Tengamos presente que: “El tiempo de angustia que espera al pueblo de Dios requerirá una fe inquebrantable. Sus hijos deberán dejar manifiesto que él es el único objeto de su adoración, y que por ninguna consideración, ni siquiera de la vida misma, pueden ser inducidos a hacer la menor concesión a un culto falso. Para el corazón leal, los mandamientos de hombres pecaminosos y finitos son insignificantes frente a la Palabra del Dios eterno. Obedecerán a la verdad aunque el resultado haya de ser encarcelamiento, destierro o muerte”. (Profetas y Reyes Página 512)
El resultado no se dejó esperar. La poderosa intervención divina fue un testimonio espectacular de que es “poderoso para socorrer a los que son tentados” (Hebreos 2:18), y el Señor mismo se manifestó entre ellos: “Y estos tres varones, Sadrac, Mesac y Abed-nego, cayeron atados dentro del horno de fuego ardiendo. Entonces el rey Nabucodonosor se espantó, y se levantó apresuradamente y dijo a los de su consejo: ¿No echaron a tres varones atados dentro del fuego? Ellos respondieron al rey: Es verdad, oh rey. Y él dijo: He aquí yo veo cuatro varones sueltos, que se pasean en medio del fuego sin sufrir ningún daño; y el aspecto del cuarto es semejante a hijo de los dioses”. (Daniel 3:23-25)
Dios honró la fe de estos muchachos; honrará también la nuestra, si decidimos hoy que nada nos apartará de Aquel que no se aparta de sus hijos fieles.