lunes, 24 de enero de 2011

DE TEÓLOGOS Y TEOLOGÍA II

"Por tanto, mirad por vosotros, y por todo el rebaño en que el Espíritu Santo os ha puesto por obispos, para apacentar la iglesia del Señor, la cual él ganó por su propia sangre. Porque yo sé que después de mi partida entrarán en medio de vosotros lobos rapaces, que no perdonarán al rebaño. Y de vosotros mismos se levantarán hombres que hablen cosas perversas para arrastrar tras sí a los discípulos. Por tanto, velad..." Hechos 20:28-31
La teología es el conocimiento de Dios, que se adquiere por medio de la fe y la razón.
No es una ciencia en sentido estricto, pues trata de cosas que no son comprobables experimentalmente; pero tampoco se aparta del mundo natural en tanto es creación y revelación suya. Las cosas espirituales se disciernen espiritualmente (1º Corintios 2:14), pero también lo son a través de la razón. Ambas deben combinarse para comprender a la Divinidad, pero por sobre todo, ella debe responder a la revelación, hallándose por esto por encima de la filosofía o el raciocinio humanos.
El problema surge cuando se dejan de lado una u otra. La teología sin razón es puro dogmatismo. La teología sin fe es puro desvarío.
El conocimiento, cualquiera sea, tiene su origen en un proceso de la mente. El saber teológico también tiene lugar en la mente, pero en una mente iluminada por el Espíritu de Dios, independientemente de cual sea su grado de formación académica. 
Este asunto requiere atención, porque de acuerdo a las ideas que aceptamos como válidas será nuestro pensamiento (o sea nuestra doctrina). Y según nuestro pensamiento, serán nuestras acciones. Lo que creemos se traduce en cómo vivimos. 
Cuando el campo teológico es invadido por el pensamiento secular, la política o la conveniencia, sucede una deformación - o un apartamiento- de la verdad que llamamos herejía.
Veamos un caso concreto de ella en este incidente que puso fin al reino unificado de Israel:
"Y dijo Jeroboam en su corazón: Ahora se volverá el reino a la casa de David, si este pueblo subiere a ofrecer sacrificios en la casa de Jehová en Jerusalén; porque el corazón de este pueblo se volverá a su señor Roboam rey de Judá, y me matarán a mí, y se volverán a Roboam rey de Judá. Y habiendo tenido consejo, hizo el rey dos becerros de oro, y dijo al pueblo: Bastante habéis subido a Jerusalén; he aquí tus dioses, oh Israel, los cuales te hicieron subir de la tierra de Egipto.Y puso uno en Bet-el, y el otro en Dan. Y esto fue causa de pecado; porque el pueblo iba a adorar delante de uno hasta Dan. Hizo también casas sobre los lugares altos, e hizo sacerdotes de entre el pueblo, que no eran de los hijos de Leví. Entonces instituyó Jeroboam fiesta solemne en el mes octavo, a los quince días del mes, conforme a la fiesta solemne que se celebraba en Judá; y sacrificó sobre un altar. Así hizo en Bet-el, ofreciendo sacrificios a los becerros que había hecho. Ordenó también en Bet-el sacerdotes para los lugares altos que él había fabricado. Sacrificó, pues, sobre el altar que él había hecho en Bet-el, a los quince días del mes octavo, el mes que él había inventado de su propio corazón; e hizo fiesta a los hijos de Israel, y subió al altar para quemar incienso". 1º Reyes 12:26-33
Para evitar que el pueblo le abandonara por su lealtad al santuario de Jerusalén, Jeroboam decidió inventar un sustituto de la verdadera religión, basado en un sistema de culto diferente. Reemplazó al Dios verdadero por dos becerros, al sistema sacrificial por otro idolátrico y al sacerdocio aarónico por uno afín a sus deseos; los días de santa convocación además se convirtieron en fiestas paganas maquilladas. Todo "inventado de su propio corazón", es decir a su conveniencia.
Ya en las épocas apostólicas se podía apreciar el germen de ideas que llevarían a la iglesia a la apostasía casi generalizada. El apóstol Pablo en su discurso de despedida amonestó a los ancianos de la iglesia a ser firmes en apacentar a quienes "Él (Jesús) ganó por su propia sangre." Esperaba que resistieran los cambios que surgirían con fuerza incontenible en los siglos venideros y que trajeron tanto dolor al corazón de Dios. Aunque prevista en la profecía, la apostasía debía ser resistida para evitar que los pocos fieles que quedaban se desanimaran. 
Las ideas del humanismo y la ilustración tuvieron un efecto similar en el pasado, cuando al ser incorporados por una teología oportunista, produjeron el cambio del teocentrismo al antropocentrismo. Es decir que el hombre y no Dios pasó a ser el centro y la medida de las cosas. El trono del corazón "cambió de manos", pasando del Dios infalible al hombre variable.
Su resultado es nuestra ambigua posmodernidad. 
En nuestros días vemos que sucede algo similar; se posesiona de los pensadores un ávido frenesí por "aggiornar" las enseñanzas del cristianismo para que cuadren con los deseos carnales; en aras supuestamente de la tolerancia, el ecumenismo, la convivencia y la no discriminación.
Pero los resultados de esta conducta han sido y seguirán siendo deplorables, borrando la línea entre el bien y el mal, entre lo correcto y lo falso, entre lo revelado y lo puramente humano.
La revelación ya nos había advertido: "Porque vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias, y apartarán de la verdad el oído y se volverán a las fábulas". 2º Timoteo 4:3,4
¿Estás siguiendo las enseñanzas de hombres iluminados por el Espíritu o las de "lobos rapaces" que enseñan fábulas agradables?
¿Cómo podemos distinguirlas?
Continuaremos en la entrada siguiente