jueves, 8 de abril de 2010

AVANZAR POR FE

"Porque esperaba la ciudad que tiene fundamentos, cuyo arquitecto y constructor es Dios". Hebreos 11:10
Corrían los últimos días de marzo de 1879, y en la Villa Occidental los preparativos eran intensos y urgentes. Los pobladores del lugar intentaban cargar en el pequeño buque "El Resguardo", no solo sus pertenencias, sino también los recuerdos y vivencias de toda una vida.
Luego de finalizada la guerra llamada de la "Triple Alianza" contra el Paraguay, surgió un diferendo de límites que fue arbitrado por el entonces presidente Rutheford Hayes (EEUUU), que otorgó los territorios al norte del río Pilcomayo al vecino país. Los pobladores que vivían en esa zona debían trasladarse si querían seguir viviendo en territorio argentino.
Había que irse y dejar atrás el pasado, los lugares conocidos, la comodidad y la seguridad material adquiridos con gran esfuerzo y mucho sacrificio.
Era irse y llegar...¿a dónde?
Su nueva ubicación, según sabían se encontraba en una bella curva del río Paraguay llamada Vuelta Fermosa (hoy Formosa).
¿Qué había allí? Nada más que monte deshabitado y agreste...
¿Qué les esperaba? No lo sabían.
¿Y las fieras salvajes?, ¿y los aborígenes hostiles?
Eran muchas preguntas sin respuesta.
Pero avanzaron creyendo y esperando un futuro mejor. Un futuro por construir desde cero, sin dudas.
Tendrían que levantar sus casas, desmontar el terreno, plantar huertas y árboles frutales, criar animales, cavar pozos, sacar agua, delimitar sus parcelas; en fin, comenzar sacrificadamente todo de nuevo.
Se necesitó mucho valor y determinación; pero por sobre todo se requirió fe para dejarlo todo y avanzar hacia lo incierto, lo desconocido.
Esta es en forma suscinta, la historia de los orígenes de mi ciudad natal que ya tiene 131 años.
La historia de la fundación de Formosa es sobre todo una historia de fe. Fe duramente cimentada, tal como muchas otras, en el perseverante esfuerzo cotidiano y en el arduo trabajo realizado día tras día, año tras año.
Me trae a la memoria la historia de Abraham, que lo dejó todo "sin saber a donde iba" (Hebreos 11:8). 
Al igual que mis antiguos compoblanos seguramente tenía alguna información del lugar al que acudiría, pero fue con más dudas que certezas, abandonando su comodidad bien ganada para ir a Canaán donde  todo estaría por hacerse.
Esta también es la historia de cada hijo de Dios que renuncia a este mundo para peregrinar hacia la patria celestial.
"Conforme a la fe murieron todos éstos sin haber recibido lo prometido, sino mirándolo de lejos, y creyéndolo, y saludándolo, y confesando que eran extranjeros y peregrinos sobre la tierra. Porque los que esto dicen, claramente dan a entender que buscan una patria; pues si hubiesen estado pensando en aquella de donde salieron, ciertamente tenían tiempo de volver. Pero anhelaban una mejor, esto es, celestial; por lo cual Dios no se avergüenza de llamarse Dios de ellos; porque les ha preparado una ciudad". Hebreos 11:13-16
Los que nos hallamos en el umbral de los tiempos más solemnes que jamás vivió nuestro atribulado mundo, nos encontramos en una encrucijada similar.
Necesitamos de la fe para proseguir, pero esa fe requiere de abnegación, sacrificio y perseverancia diarios como sus complementos ineludibles.
Habrá que cortar lazos, renunciar a la comodidad y a la falta de compromiso, despedirse de todo lo que nos brinda la seguridad de lo establecido y mirar no lo que se ve, sino las cosas que no se ven.
En un futuro que anticipamos cercano los que de veras amamos a Dios nos embarcaremos definitivamente hacia nuestra nueva patria, completando con nuestra propia fe la galería de personajes citados en Hebreos 11.
¿Hacia dónde estamos yendo...?
"Porque no os habéis acercado al monte que se podía palpar (Sinaí), y que ardía en fuego, a la oscuridad, a las tinieblas y a la tempestad, al sonido de la trompeta, y a la voz que hablaba...  sino que os habéis acercado al monte de Sion, a la ciudad del Dios vivo, Jerusalén la celestial, a la compañía de muchos millares de ángeles, a la congregación de los primogénitos que están inscritos en los cielos, a Dios el Juez de todos, a los espíritus de los justos hechos perfectos, a Jesús el Mediador del nuevo pacto, y a la sangre rociada que habla mejor que la de Abel". Hebreos 12:18-24
No nos preocupemos de lo que tengamos que dejar atrás. La tierra que está adelante es sobremanera buena.
Poseámosla hoy por la fe.