miércoles, 15 de diciembre de 2010

CRISIS Y LIBERACIÓN

"Confiad en Jehová perpetuamente, porque en Jehová el Señor está la fortaleza de los siglos". Isaías 26:4
Cuando era estudiante secundario, se podían adquirir en las librerías unos pequeños libritos (los resúmenes "LERÚ"), que contenían un compendio de cada materia. Tanto los alumnos como los profesores los amábamos, porque eran una síntesis genial de pesados volúmenes de estudio. Nos daban una visión de conjunto y ahorraban tiempo de lectura. Hasta creo que los docentes preparaban sus clases con ellos.
Es que a todos nos agradan las síntesis; más todavía en esta época en que se valora tan poco la lectura y nadie quiere enfrentarse a largos y dificultosos textos.
Este breve pasaje de Isaías 26, con apenas 21 versículos, tiene el valor de ser un resumen de la lucha entre el bien y el mal, además de contener también el gérmen de la doctrina de la justificación por la fe y hermosas exhortaciones.
En tiempos de Isaías, los asirios eran una gran amenaza y los ejércitos de Senaquerib habían llegado a atacar la ciudad de Jerusalén. Los israelitas confiaban en las seguras murallas de su ciudad, pero únicamente el poder de Dios los había librado milagrosamente en esa ocasión. Se anima entonces al pueblo a celebrar la victoria con un cántico. No obstante, en un futuro cercano los ejércitos de Babilonia irrumpirían destruyendo la ciudad que los judíos consideraban inexpugnable. La verdad que necesitaban aprender es que la única y verdadera fortaleza se encuentra en el Señor.
En este hermoso pasaje bíblico podemos anticipar con gozo la protección que nos brinda el Señor; vislumbrar por fe la victoria de Cristo sobre las huestes satánicas y elevar un canto de alegre confianza.
"En aquel día cantarán este cántico en tierra de Judá: Fuerte ciudad tenemos; salvación puso Dios por muros y antemuro. Abrid las puertas, y entrará la gente justa, guardadora de verdades. Tú guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en ti persevera; porque en ti ha confiado. Confiad en Jehová perpetuamente, porque en Jehová el Señor está la fortaleza de los siglos". Isaías 26:1-4
Dios es nuestro poderoso refugio contra el ataque del enemigo, hoy al igual que en la antigüedad. Los justos, la gente guardadora de verdades, o la "que se mantiene fiel" (versión Nacar Colunga); recibirá como recompensa una perfecta paz que será su herencia en el reino de Dios; pero también debe ser la feliz experiencia de su pueblo ahora mismo. La perfecta sumisión a la voluntad de Dios trae consigo la bendición de la perfecta serenidad. El cristiano maduro está en paz con Dios, consigo mismo y con los demás, porque persevera en confiar en Jesús.
Después (en sentido escatológico), se presenta un contraste entre la suerte de la Jerusalén simbólica y la Babilonia simbólica. Una es un refugio seguro y la otra será destruida por los juicios de Dios; una representa seguridad para los justos, la otra la opresión del enemigo. Los juicios divinos que caen sobre los malos proclaman tanto su poder como su justicia, cumpliendo así el deseo de sus fieles.
"Porque derribó a los que moraban en lugar sublime; humilló a la ciudad exaltada, la humilló hasta la tierra, la derribó hasta el polvo. La hollará pie, los pies del afligido, los pasos de los menesterosos. El camino del justo es rectitud; tú, que eres recto, pesas el camino del justo. También en el camino de tus juicios, oh Jehová, te hemos esperado; tu nombre y tu memoria son el deseo de nuestra alma. Con mi alma te he deseado en la noche, y en tanto que me dure el espíritu dentro de mí, madrugaré a buscarte; porque luego que hay juicios tuyos en la tierra, los moradores del mundo aprenden justicia".  Isaías 26:5-9
Por otra parte, estos castigos tienen un efecto negativo sobre los que resisten la voz de su misericordia. Los impíos no escucharán y serán arrasados. La impenitencia de los malos, a su vez, tiene como contraparte el arrepentimiento de los fieles, el cual dará paso a una abundante y gloriosa cosecha final.
"Se mostrará piedad al malvado, y no aprenderá justicia; en tierra de rectitud hará iniquidad, y no mirará a la majestad de Jehová. Jehová, tu mano está alzada, pero ellos no ven; verán al fin, y se avergonzarán los que envidian a tu pueblo; y a tus enemigos fuego los consumirá. Jehová, tú nos darás paz, porque también hiciste en nosotros todas nuestras obras. Jehová Dios nuestro, otros señores fuera de ti se han enseñoreado de nosotros; pero en ti solamente nos acordaremos de tu nombre. Muertos son, no vivirán; han fallecido, no resucitarán; porque los castigaste, y destruiste y deshiciste todo su recuerdo. Aumentaste el pueblo, oh Jehová, aumentaste el pueblo; te hiciste glorioso; ensanchaste todos los confines de la tierra".  Isaías 26:10-15
Por medio de la aflicción de la tribulación del tiempo del fin, Dios se propone separar la paja del trigo y dar a cada uno su recompensa. Tal como la angustia de Jacob junto al río Jaboc (ver Génesis 32), los que serán salvos estarán en riesgo cierto de ser exterminados; por eso buscarán la preciosa seguridad de estar en paz con el cielo. El conflicto será tan intenso que se invitará al pueblo de Dios a esconderse "en tanto que pasa la indignación". Su único refugio será la gracia y el perdón de Cristo; ninguna otra fortaleza de factura humana les servirá. Los que serán redimidos en esa ocasión reconocerán que no tienen mérito que reclamar, que sus obras o su justicia propia no tienen valor en absoluto. Se pinta al fin un cuadro de seguridad en el conflicto final, los justos son protegidos y los malos castigados
"Jehová, en la tribulación te buscaron; derramaron oración cuando los castigaste. Como la mujer encinta cuando se acerca el alumbramiento gime y da gritos en sus dolores, así hemos sido delante de ti, oh Jehová. Concebimos, tuvimos dolores de parto, dimos a luz viento; ninguna liberación hicimos en la tierra, ni cayeron los moradores del mundo. Tus muertos vivirán; sus cadáveres resucitarán. ¡Despertad y cantad, moradores del polvo! porque tu rocío es cual rocío de hortalizas, y la tierra dará sus muertos. Anda, pueblo mío, entra en tus aposentos, cierra tras ti tus puertas; escóndete un poquito, por un momento, en tanto que pasa la indignación. Porque he aquí que Jehová sale de su lugar para castigar al morador de la tierra por su maldad contra él; y la tierra descubrirá la sangre derramada sobre ella, y no encubrirá ya más a sus muertos". Isaías 26:16-21
¡Animo en el Señor!
Él es la Fortaleza de los Siglos, un seguro refugio para todo hijo suyo débil y temeroso.
Cantemos hoy alabanzas anticipando la maravillosa liberación que nos espera.