domingo, 12 de septiembre de 2010

¿CERCANO O LEJANO?

Recuerdo aquella vez en Mar del Plata (Argentina), en que me perdí en la playa. Tendría por entonces unos 7 u 8 años. El colorido espectáculo de las carpas y sombrillas, las incontables personas en sus trajes de baño, la arena dorada y caliente, las risas y los gritos, el olor de la sal en el viento; todo formaba un cuadro fascinante para un niño pequeño. Entretenido como estaba, sin darme cuenta, me alejé de mi familia. Cuando me vi perdido, naturalmente comencé a llorar (¿qué otra cosa podía hacer un niño?).
¿Dónde estaban mis familiares? No podía verlos.
La gente aplaudía y yo continuaba llorando sin entender nada, pero por suerte, el corro que se había formado a mi alrededor atrajo a mis hermanas, y pronto pude reunirme con ellos.
Pero hay una tragedia mayor que no saber donde están nuestros seres queridos. Es la de quienes han perdido de vista al Salvador.
En el día de la resurrección de Cristo, la primera en acudir junto a su tumba fue María Magdalena. Entre todos los seguidores de Jesús, nadie evidenció mayor devoción que esta despreciada mujer. Fue allí para descargar su pena por lo que había sucedido.
"Pero María estaba fuera llorando junto al sepulcro... y vio a dos ángeles con vestiduras blancas, que estaban sentados el uno a la cabecera, y el otro a los pies, donde el cuerpo de Jesús había sido puesto. Y le dijeron: Mujer, ¿por qué lloras? Les dijo: Porque se han llevado a mi Señor, y no sé dónde le han puesto". Juan 20:11-13
Hallar la tumba vacía la llenó de dudas y desconcierto. Al dolor de la pérdida ahora se sumaba la desaparición del cuerpo físico de su amado Señor. Estaba tan abrumada que no advirtió que había ángeles allí y que el que buscaba estaba cercano.
En forma similar al caso de María, existen hoy muchos cristianos confundidos, que perdieron de vista al Señor. Les parece lejano, pues no lo ven ni en las circunstancias ni en las personas que dicen seguirle. Viven llorando con una sensación de inseguridad y pérdida, sin hallar paz ni gozo en su experiencia cristiana. No importa cuanto aplaudan los demás los progresos de la obra de Dios, ellos no son felices.
Alguien se ha llevado a su Señor y no lo encuentran. Esta es una tragedia muy actual y muy frecuente.
Es bien cierto que la situación aparenta ser desesperada. Cualquiera puede ver que la condición de la iglesia hoy no es la que debería ser. Hay hipocresía, debilidad, mundanalidad y tibieza espiritual por todas partes. Esto pasa no solo en la iglesia adventista, sinó en cada denominación cristiana. Sobran motivos para llorar por nuestra condición y la de la iglesia. Por todos lados y de todos los sectores se levantan además durísimos cuestionamientos a casi cada práctica o doctrina del cristianismo.
Pero no necesitamos caer en el desaliento. Como la Magdalena, lo que necesitamos es sentir un anhelo profundo por la presencia del Maestro: "Cuando había dicho esto, se volvió, y vio a Jesús que estaba allí; mas no sabía que era Jesús. Jesús le dijo: Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas? Ella, pensando que era el hortelano, le dijo: Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto, y yo lo llevaré". Juan 20:14,15
Aunque en su dolor no percibía que Cristo estaba a su lado, su actitud es ejemplar. En su angustia no se paralizó, sinó que pasó a la acción, demostrando su ferviente deseo de tenerlo cerca. No se conformaría con menos.
Vale preguntarse si es que Dios está lejano o cercano de nosotros en este malvado mundo en que vivimos.
-¿Por qué no interviene, por qué no hace algo para frenar nuestro pesar y nuestro llanto? -dicen muchos-
Nuestro Dios no se ha alejdo de nosotros, por el contrario, está bien cerca, tal como lo afirman las Escrituras:
  • Porque ¿qué nación grande hay que tenga dioses tan cercanos a ellos como lo está Jehová nuestro Dios en todo cuanto le pedimos? Deuteronomio 4:7
  • Cercano está Jehová a los quebrantados de corazón; Y salva a los contritos de espíritu. Salmos 34:18
  • Cercano está Jehová a todos los que le invocan, A todos los que le invocan de veras. Salmos 145:18
Para toda tristeza, dolor o pérdida, ya sea física o espiritual, el remedio es el mismo que halló la hermana de Lázaro junto a la tumba vacía. La presencia del Salvador. No necesitamos confundirnos o dudar. Porque con él a nuestro lado nos sentiremos plenos y saciados. Ninguna otra cosa puede hacer desvanecer la incertidumbre y el desánimo. Si lo hemos perdido de vista, su presencia es todo lo que necesitamos.
El bálsamo para la duda y la perplejidad están en experimentar, al igual que ella, el gozo del encuentro: "Jesús le dijo: ¡María! Volviéndose ella, le dijo: ¡Raboni! (que quiere decir, Maestro). Jesús le dijo: No me toques, porque aún no he subido a mi Padre; mas ve a mis hermanos, y diles: Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios. Fue entonces María Magdalena para dar a los discípulos las nuevas de que había visto al Señor, y que él le había dicho estas cosas". Juan 20:16-18
¿Estás llorando? ¿Te parece que Dios se ha alejado de tu vida? ¿Tienes dudas?
Él está cercano.
Tenemos que secar nuestras lágrimas para poder darnos cuenta que Él no se ha ido lejos, que está cerca, a nuestro lado, deseando impartirnos seguridad, gozo y paz.
Él está cercano.
El mismo lo aseguró: "he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo". Mateo 28:20
Aunque, como María, tengamos que esperar un rato más el momento del abrazo; aunque hoy su presencia física nos sea negada, podemos volver nuestros ojos a la luz de su presencia, y salir a dar las nuevas de que hemos visto al Señor. Un mundo que yace en tinieblas necesita la seguridad que proporciona ese mensaje.
Tengamos confianza, él está cercano.

VENCER AL DIABLO

"Y le llevó el diablo a un alto monte, y le mostró en un momento todos los reinos de la tierra. Y le dijo el diablo: A ti te daré toda esta potestad, y la gloria de ellos; porque a mí me ha sido entregada, y a quien quiero la doy. Si tú postrado me adorares, todos serán tuyos". Lucas 4:5-7
Finalizando esta serie de temas sobre la victoria, quiero ocuparme de nuestro mayor enemigo, que aparece en la Escritura con varios nombres: Lucifer, Satanás, el Diablo, el Demonio.
Su obra es la tentación, su fuerza reside en nuestra propia debilidad, sus armas son la seducción, la mentira y el engaño. Su fin será la destrucción.
Los creativos de publicidad hacen gala de ingenio para vendernos todo tipo de productos. Había uno en la TV que me resultaba muy gracioso. Una mujer se veía muy relajada mientras decía: - ¿Qué sería mi vida sin...? (y nombraba ¡un jabón para lavar la ropa!). El colmo de la felicidad estaría entonces ¿en un jabón?
Somos blanco de todo tipo de mensajes mentirosos que intentan vendernos algo; pero su autor lleva siglos haciéndolo.
Satanás es quien inventó la mentira y el engaño; ya en el Edén, nuestros primeros padres tuvieron que hacer frente a sus sofismas, y así ha sido con cada generación subsiguiente. Jesús les dijo a sus oponentes: "Vosotros sois de vuestro padre el diablo, y los deseos de vuestro padre queréis hacer. El ha sido homicida desde el principio, y no ha permanecido en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando habla mentira, de suyo habla; porque es mentiroso, y padre de mentira". Juan 8:44
Diseña toda clase de engaños que cautivan los sentidos de multitudes; vende ilusiones, propaga chismes y calumnias, presenta todo lo que agrada al corazón irregenerado. Su objetivo es separarnos de Dios y arrastrarnos hacia sus redes para que quedemos presos.
El vicio es presentado como virtud. La satisfacción de cada mal deseo se presenta como la meta de la vida. La intemperancia en todos los aspectos aparece como un signo de prosperidad. Sus milagros mentirosos como provenientes del Señor. Falsifica además los dones del Espíritu, haciendo parecer que los que están bajo su poder son instrumentos del bien. Fomenta la apostasía y la mundanalidad en la iglesia, desacreditando así el nombre de Dios.
Así como tentó a Cristo, tienta a cada ser humano para corromperlo y apartarlo de las fuentes de la salvación. Su meta es aliarnos a su rebelión contra el cielo.
Recibiremos a cambio, como "premio" por servirle, la infelicidad, la desgracia, el dolor y la muerte.
Pero en la Biblia se nos invita a resistir sus sugestiones:
  • "Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar; al cual resistid firmes en la fe". 1 Ped. 5: 8, 9.
  • " Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros". Sant. 4: 7
  • "Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo". Efesios 6:11
Aunque es un ángel poderoso, acompañado por una incontable legión de seguidores igualmente vigorosos, no es invencible. En el desierto de la tentación Jesús lo venció por completo. Las armas que utilizó están a nuestra disposición.
Contamos con toda la ayuda necesaria para triunfar contra Satanás y su hueste. Elena de White afirma: "Dios es hoy tan poderoso para salvar del pecado como en los tiempos de los patriarcas, de David y de los profetas y apóstoles. La multitud de casos registrados en la historia sagrada, en los cuales Dios libró a su pueblo de sus iniquidades, debe hacer sentir al cristiano de esta época el anhelo de recibir instrucción divina y celo para perfeccionar un carácter que soportará la detenida inspección del juicio" (Joyas de los Testimonios, tomo 1, págs. 438, 442, 443).
El Demonio es un enemigo vencido, cuyo fin está cerca. Él sabe que le queda poco tiempo para ser destruido y procura la perdición del mayor número posible para hacer sufrir a Dios.
En contraste con ese triste cuadro, la recompensa ofrecida a los vencedores supera toda imaginación.
La tierra nueva, la vida eterna, la comunión con Cristo cara a cara, el gozo sin fin, libertad de la enfermedad y de la muerte, la realización de todas nuestras aspiraciones, la compañía de los santos y los ángeles, la naturaleza restaurada y el universo entero como campos de estudio; todavía queda mucho por nombrar, pero eso es lo que el Señor prometió.
Él se comprometió mediante juramento que nos haría herederos de esas glorias diciendo: "El que venciere heredará todas las cosas, y yo seré su Dios, y él será mi hijo". Apocalipsis 21:7
¿Caeremos en sus engaños o venceremos? El honor de nuestro Dios y nuestra salvación eterna están en juego.