martes, 31 de marzo de 2009

Alimenta a Cristo

Cuando yo era apenas un niño, sucedió algo que me marcó. Me hallaba parado en una esquina, cuando un hombre que pasaba me pidió indicación de cómo llegar a cierto lugar -que ya no recuerdo dónde quedaba- se lo indiqué, él sonrió amablemente, sacó de su bolsillo una golosina y me la dio.
Por varios días, en mi infantil inocencia, me paré en el mismo lugar esperando recibir más dulces como recompensa por ayudar a alguien, lo que no volvió a suceder, para mi chasco.
Es que todos nosotros tenemos un innato deseo de aprobación. Queremos ser reconocidos por los demás, premiados en nuestros esfuerzos, alentados en lo que hacemos.
Es un deseo natural del alma, por falta del cual mucha gente pasa por la vida triste y solitaria, escondiéndose en un rincón, como perros maltratados, lamiendo las heridas de la autocompasión.
Jesús también necesitó la aprobación, la compañía y la simpatía de sus amigos. En su niñez, en su juventud y en su edad adulta sin embargo, anduvo huérfano de ella.
Padeció la incomprensión de sus familiares y conocidos. En cambio fue objeto del odio de los pecadores. Anduvo casi siempre solo y despreciado.
En algunas singulares ocasiones, alguien podía ver en él algo más que un ser humano singular, abría sus ojos a la fe y podía contemplar en su gloria y belleza al precioso Salvador.
Tales fueron los casos por ejemplo de la mujer samaritana, de María Magdalena, del ciego de nacimiento o del ladrón en la cruz, y el caso más destacado: el leproso agradecido
En dichas ocasiones, el reconocimiento arrancaba en Jesús expresiones de gozo y alabanza a Dios, se cumplía entonces lo que estaba escrito: "Verá el fruto de la aflicción de su alma, y quedará satisfecho" Isaías 53:11
Mi esposa, que estaba leyendo un libro, me leyó esta cita que transcribo con asombro:
"Nuestro Redentor anhela que se le reconozca. Tiene hambre de la simpatía y el amor de aquellos a quienes compró con su propia sangre. Anhela con ternura inefable que vengan a él y tengan vida. Así como una madre espera la sonrisa de reconocimiento de su hijito, que le indica la aparición de la inteligencia, así Cristo espera la expresión de amor agradecido que demuestra que la vida espiritual se inició en el alma." El Deseado de Todas las Gentes - Página 191
El dijo a sus discípulos: "Yo tengo una comida que comer, que vosotros no sabéis. " Juan 4:32
Hermano cristiano: ¿Sacias tú las necesidades del alma de Nuestro amado Señor?
¿Reconoces lo que ha hecho por ti? ¿Expresas con frecuencia tu gratitud en alabanzas a Él?
Alimenta hoy a tu Señor y Dios. Déjalo satisfecho.